El imperio ha caído, la industria discográfica no es más una cuestión de monopolios y trasnacionales. La música hoy en día vive su independencia casi absoluta. Vivimos la época dorada de la creación y difusión musical.
Lo anterior es una verdad, aunque no siempre representa un porvenir de plenitud para la música global pues lo prolífico a veces es engañoso: cantidad no es igual a calidad. Es innegable la existencia de una infinidad de propuestas pero no todas se caracterizan por su originalidad. Es sumamente difícil encontrar algo nuevo bajo el sol y cada vez se pierde más la noción de criterio selectivo, los nuevos escuchas se dirigen generalmente por la crítica legitimada y cool, por ejemplo, la celebérrima Pitchforkmedia, o bien, por aquellas propuestas fáciles y digeribles, de preferencia las que mejor lucen.
En esa vorágine de información musical en la que estamos inmersos —para bien o para mal— es casi una revelación, una epifanía, encontrar propuestas que impacten por una u otra razón, más aún si se trata de una propuesta chihuahuense que ha estado sobreviviendo en lo subterráneo desde 1997, que incluso ha sido parte de esa ruptura con las normas establecidas por la ahora muerta industria discográfica: Blueshit.
Blueshit es un proyecto que nunca ha sido bien recibido por la crítica local —si existe tal cosa— ni por la audiencia en general, sólo unos pocos han visto en esta propuesta algo original y, debo decirlo, perturbador, como una droga sumamente adictiva
Blueshit no entra en la música legitimada por las masas. Se trata de un proyecto integrado por Javier González, guitarrista intuitivo, quien le brinda a las composiciones la (des)mesura adecuada y constante, y Arturo Hinojos, quien impregna las composiciones con una voz monótona, entre lo infrahumano y lo robótico, como sacado de una pesadilla de David Lynch.
Hinojos se considera a sí mismo más un artista plástico que un músico, por ello complementa sus creaciones con videos albergados en YouTube. Cada video está hecho a partir de técnicas muy sencillas de edición caracterizadas por una personalidad cromática única que sumerge al espectador en un irrevocable y torcido mundo visual por el que desfilan personajes grotescos y cotidianos a la vez, son cuadros plásticos que recuerdan lo más sórdido y subterráneo de la ciudad de Chihuahua.
Hay suficiente evidencia para afirmar que no existe algo lejanamente similar a Blueshit en todo México, incluso en el panorama global. La propuesta de Arturo y Javier no puede ser encasillada; buscar sus influencias y aplicarlas en las composiciones es un ejercicio de crítica fútil: olvidemos el post punk, es un lloriqueo sin más sentido vigente que un homenaje generacional; el trip hop es lejano: anacrónico y frío. Cualquier parangón deriva en un bello juego de niños.
Blueshit no es precisamente música, “es más un concepto” integral, una experiencia estética transgresora e incómoda, que se nutre de la filosofía “do it yourself” nacida del indie —en su irrecuperable contexto original—; es una forma de romper y expandir fronteras artísticas a través de los pocos recursos de creación y difusión que el artista tiene en sus posibilidades, todo en calidad de independiente. Blueshit lo ha demostrado con una hiperbólica cantidad de canciones y videos; son prolíficos en extremo. Por estadística, tiene que gustarte al menos 1% de su música, eso daría un promedio de 10 a 15 canciones como mínimo —tomando en cuenta que este reseñista sólo conoce alrededor de 100 o 150 canciones. Pero la música no es estadística; Blueshit tampoco lo es, su vertiginoso proceso creativo no es una pretensión, es la expresión desbordada de una naturaleza extraña y marginal, eso es lo que realmente fascina, perturba o aterroriza a todo el que se acerca.
El rechazo no ha sido precisamente un factor negativo en el proceso creativo de Blueshit, si acaso representa algo debe ser más el papel de combustible o inspiración; el que rechaza la música de Blueshit por cacofónica, ingenua o imposible también forma parte de Blueshit.
Blueshit es música marginal —aunque uno a estas alturas se pregunte, ¿es música realmente?— que refleja la neurosis del individuo posmoderno: deja en evidencia el vacío de las masas, de la música y la sociedad en los planos local y nacional. Es una experiencia que puede llevar al escucha desde un estado melancólico y angustiante, como las confesiones marginales de adolescencia en “Así soy” hasta la psicodelia hiperviolenta de “Le fool fox” o “Amor gore en Harvard”.
Blueshit no es sólo un grupo, no como lo conocemos comúnmente, es sumamente difícil de explicar, simplemente se tiene que estar dentro para apenas darse cuenta de todo lo que encierra y de que sus canciones son tan sólo una mínima proporción de lo que ofrece como experiencia audio-visual y fenómeno artístico.
En la mitología de las culturas antiguas se considera la escatología como la destrucción necesaria para alcanzar la renovación de los ciclos eternos, este sentimiento puede bien ser la encarnación de la música basura de Blueshit: destrucción y descenso a lo más bajo, al infierno o a la tierra misma. Así, Blueshit se vuelve no sólo propuesta sino experiencia necesaria para un mundo en destrucción disimulada por la tecnología y las modas cada vez más fugaces e inmediatas. Que quede bien claro: Blueshit no es para sensibilidades poéticas, aunque en el fondo encierre una poesía sucia e hiperrealista que toma su forma a través de música y palabras incendiarias.
No espero que alguien comprenda esto que escribo o todo lo que encierra esto que llamamos Blueshit —de lo cual a veces me obligo a descreer—, pero sé que habrá un momento cuando la felicidad pierda todo su sentido, tal vez en ese momento cualquiera pueda verse reflejado en esta expresión artística, “de culto”, la llamarían algunos, yo prefiero llamarla simplemente atemporal y universal.
Más información aquí y aquí, o bien, buscar el tag “Blueshit” en Youtube. ®
Luis Kimball
Estimado Jesús, Si algo le hubiera faltado de redondez a tu comentario, podriamos agradecer también el agregado por equis. Gracias a Blushit por no ser fácil, como también opina Petite y gracias a la atención de tu oído.
Petite
Opino lo contrario he ido a varias de sus presentaciones es toda una experiencia…me encanta, no es fácil.
equis
…por dios…los has oido en vivo? vomitas, es un insulto a la musica…preguntale al «guitarrista» si sabe tocar alguna cancion completa de otro grupo?…no sabe :S q pena no? niños jguando a q tocan giac!!