Periodista argentino, el autor confiesa que los acontecimientos que describe “han sido de los tiempos más duros para el desarrollo de mi actividad. En el marco de una sociedad violentamente dividida, unos nos acusaban de fascistas amigos de la policía y el otro sector de amigos de los ladrones».
El frío y las detonaciones de disparos de gases lacrimógenos de la noche del 18 de junio en los barrios del alto de Bariloche casi logran que no me pregunte las razones por las cuales debo trabajar camuflado en un vehículo sin las inscripciones del canal de televisión en el que desarrollo mi actividad. Además los tres integrantes del equipo nos pusimos las camperas al revés para que no se distingan los logos y no ser blanco fácil. Somos tres, dos periodistas y un camarógrafo. Siempre somos dos, hoy somos tres con la íntima necesidad de no estar tan solos o por si hay que pelear. Es raro relatar las cosas así; si lo pienso sólo soy un periodista.
Todo comenzó la madrugada del 17 de junio. En la plaza del barrio de viviendas sociales Boris Furman. En un acontecimiento que se investiga el arma de un policía terminó con la vida de un menor de edad de quince años. Jugaba Argentina contra Corea del Sur en el Mundial de Sudáfrica cuando el que suscribe relataba los primeros detalles que se tenían del hecho. La plaza de juegos infantiles estaba rodeada de una cinta de seguridad y en el suelo con nieve se alcanzaba a ver un revólver.
Con el paso de los minutos, comenzaron los disturbios en el barrio. La familia del menor fallecido, Diego Bonefoi, atacó con piedras la comisaría. Existe en este acontecimiento una particularidad. La familia vive a solo una calle del edificio de la comisaría y sus componentes cuentan con un historial delictivo que es muy conocido en la ciudad. Las primeras explicaciones del suceso describen una persecución por robos realizados por el grupo que integraba Bonefoi.
Este acontecimiento provocó una inmediata división en la población. Adherentes a la familia que se fueron sumando en su pretensión de destrozar la comisaría, mientras que otros sectores manifestaron de manera muy reaccionaria su beneplácito ante la muerte de un joven que pese a su corta edad ya se había hecho conocido en su barrio de manera poco feliz.
El mediodía del 17 de junio la situación ya era insostenible y pedradas, gases lacrimógenos y la convocatoria del temido cuerpo especial BORA de la policía para custodiar las instalaciones de la institución se mezclaban con niños que se retiraban de una escuela primaria que funciona a metros del lugar de los incidentes. La ciudad se mostraba conmocionada mientras otros grupos de jóvenes se sumaban al reclamo de la familia Bonefoi. Tanto la familia del menor como las autoridades policiacas fueron entrevistados en este momento, cada uno contando su versión y expresando su indignación.
Aquella tarde hubo destrozos en comercios vecinos a la comisaría, quema de vehículos y el saqueo de un supermercado. Mientras se confirmaba que el policía autor del disparo estaba detenido, que se había separado del cargo al comisario de la dependencia involucrada y que la causa estaba en manos de un juez de un historial progresista, pero eso no fue suficiente. El alcalde de la ciudad intentó mediar en el conflicto y recibió un puñetazo en el rostro y pedradas en su vehículo, por lo que huyó raudamente del lugar. Llegó la noche y los disturbios continuaron entre versiones falsas sobre los sucesos. Al llegar la mañana del día 18 de junio se confirmaron dos muertes más, las de Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco.
Estas dos muertes todavía se están investigando. Si bien se asegura que fueron producto de la represión policial, hay versiones que indican que los disparos mortales pudieron tener otro origen.
El día 18 en las primeras horas de la tarde comenzó el accionar de partidos políticos y agrupaciones de diferente origen que aprovecharon la revuelta para posicionarse en algo que definieron como “multisectorial”. Promovieron un intento de ingreso en el edificio de la Regional Tercera de Policía y luego de la comisaría cuestionada. El accionar de estos grupos empezó a generar las primeras complicaciones para los trabajadores de prensa. En medio de una tensa movilización algunos referentes de estas organizaciones, a quienes no se los había visto en los enfrentamientos del día anterior, comenzaron a responsabilizar a los medios de los sucesos y las muertes. Allí muchos jóvenes exaltados increparon a los periodistas y por poco no se produjeron agresiones concretas. Hasta entonces la mayor dificultad habían sido las piedras, los golpes recibidos de parte de policías y manifestantes, el aspirar el gas lacrimógeno y un camarógrafo recibió un disparo con cartuchos de goma. Pero allí se adoptó la idea de que los periodistas debíamos convertirnos en voceros de cada una de las posturas en semejante conflicto.
San Carlos de Bariloche es una de las ciudades más importantes de la Patagonia argentina. Lo es por contar con un centro de deportes invernales reconocido internacionalmente. Siempre construyó su idiosincrasia sobre la fantasía de la aldea suiza de montaña que nunca fue real. De hecho, lo que se denomina el “alto” es un cordón poblacional muy importante que, con matices, representa al sector más necesitado de la ciudad. Los matices consisten, por ejemplo, en que el barrio en que estos sucesos acontecieron no es el más postergado, existen sectores en situaciones sociales mucho más graves.
El centro cívico y comercial de la ciudad de pronto se vio invadido por una marcha muy violenta, que incluyó destrozos en locales comerciales y enfrentamientos en la plaza principal de la ciudad que fueron transmitidos en directo por la televisión nacional. La policía solo contenía parte de los ataques, por la lógica presión judicial que pesaba sobre la fuerza y la falta de respuesta a las solicitudes de presencia de una fuerza federal que quite del escenario del conflicto a la institución que generaba las reacciones de rechazo. Una imagen fotográfica sorprendió al país. Un joven con el rostro cubierto orinaba a una formación de policías que debía permanecer inmutable ante su acto.
La noche del 18 se mencionaba que los periodistas serían agredidos. Se había hecho un fuerte trabajo de culpabilizar a algunos medios. Allí fue que el que suscribe debió camuflarse para transmitir en vivo desde el lugar de los hechos.
¿Cuáles eran los principales cuestionamientos a la prensa? Tuvieron mucho que ver con el trabajo de los medios nacionales que hicieron una rápida simplificación de los hechos. Se nos recriminaba que a diferencia de los “grandes” medios no decíamos que aquello era una “pueblada”. Objetivamente no lo era, eran grupos que siendo generosos alcanzaban las treinta personas y cuando la multisectorial se sumaba a las marchas con mucho esfuerzo se llegaba al centenar de participantes. Se nos reclamaba que definiéramos aquello como “gatillo fácil”, algo que aún está en investigación. A tal punto es así que bajo la denuncia de imparcialidad el juez Martín Lozada fue retirado de la causa.
Los diarios nacionales no sólo cayeron en las simplificaciones antes descritas, además adoptaron una línea editorial muy poco medida. Claramente dirigida a adjudicar los sucesos a la acción policial. Pudiéndose leer notas que describían al barrio de los escenarios de los hechos como un lugar desolado y temeroso, cuya población estaba inmersa en el miedo al “brutal accionar policial”. Una de las notas del diario Clarín señalaba que en el barrio Boris Furman existía una sola escuela por el abandono del Estado. Bueno, en un radio de doscientos metros hay dos escuelas primarias y un gimnasio. A trescientos metros una escuela de arte. Y a quinientos metros tres establecimientos primarios más. Existen necesidades que no se pueden desconocer, pero en el contexto de violencia existente exagerarlas era jugar con fuego.
El día 20 de junio comenzó a actuar otro grupo de vecinos en el conflicto. Los vecinos que reclamaban seguridad. Que pedían que no se traslade la comisaría en conflicto y que se avalara el accionar policial. Como toda convocatoria colectiva, sus componentes no siempre tenían la misma intención. Había vecinos preocupados que temían que sus barrios se conviertan en áreas sin seguridad, terreno fértil para la delincuencia. También existían expresiones reaccionarias que decían lo suyo en un tono fuertemente discriminatorio. Hay que reconocer que hicieron dos movilizaciones que fueron realmente numerosas. Sin duda las más importantes desde el punto de vista cuantitativo que se vieron en la ciudad. El lunes 21 se produjo la más impactante con más de cinco mil personas que marcharon por el centro de Bariloche. Muy llamativo fue el momento en que un móvil policial transitó entre los manifestantes con sirenas encendidas recibiendo el aplauso de éstos.
Este sector se mostró también agresivo con la prensa, reclamando que al ser un grupo claramente mayoritario merecía que fuera descrito como “el pueblo” de la ciudad. Durante el día 21 de junio el noticiero en que me desempeño entrevistó una vez más a Sandro Bonefoi, padre del menor fallecido cuatro días antes. Esto generó que en la masiva movilización por la seguridad quien suscribe fuera constantemente increpado e incluso se nos impidiera trabajar con libertad, golpeando nuestro micrófono o moviéndonos las luces de la cámara.
En mi condición de periodista, éstos han sido de los tiempos más duros para el desarrollo de mi actividad. En el marco de una sociedad violentamente dividida, unos nos acusaban de “fascistas amigos de la cana (policía)” y el otro sector de “amigos de los chorros (cacos)”. Es una enseñanza interesante el saber que en momentos de efervescencia la búsqueda del equilibrio en nuestra tarea no es premiada. Que hubiera sido más cómodo refugiarse en una de las dos posiciones y bajo ese cobijo realizar un trabajo que se parece más a la propaganda. Que sólo existe una satisfacción profesional y personal en la certeza de no haberse transformado en el instrumento de alguna de las posiciones.
Hoy Bariloche transita una tensa calma. A treinta días de los sucesos se avanza en la investigación de las tres muertes. De las últimas dos muertes se teme que los autores no puedan ser identificados con claridad. Han acontecido otros hechos en el país que se han querido vincular con lo que pasó en junio, en especial dos atentados explosivos, uno en un banco de Buenos Aires y otro en la localidad de Cipolletti. La comisaría cuestionada ya funciona en otro edificio. El día de la eliminación de Argentina del campeonato mundial de futbol hubo más disturbios y enfrentamientos con la policía, haciendo temer por la realización de eventos masivos. Los periodistas de la ciudad nos unimos en el reclamo de que se respete nuestro trabajo y que no sigan los hostigamientos y agresiones de parte de ninguno de los sectores en conflicto. ®