Abusos de la izquierda, mierda como mermelada de fresa

Entrevista a Luis de la Barreda Solórzano

En su libro Las izquierdas. Derechos humanos o tiranía Luis de la Barreda Solórzano denuncia y analiza la práctica y los resultados de gobiernos que se dicen de izquierda en el mundo y, sobre todo, en México, incluyendo un análisis psicológico de AMLO.

Dr. Luis de la Barreda Solórzano.

Una presunta y autoatribuida “superioridad moral” ha sido un viejo vicio de ciertos tipos de izquierda que buscan desprestigiar a otras opciones políticas y legitimar sus propios abusos. Esa coartada ha sido un viejo caballito de batalla esgrimido para justificar su autoritarismo y la falta de resultados a la hora de cumplir sus compromisos, lo que en ocasiones ha derivado hasta en auténticos horrores.

Ahora en México vivimos una versión más de esas viejas izquierdas, que reclaman para sí el monopolio de la “autoridad moral” para poner en práctica una política en la que exhibe —hasta presume— su vocación antipluralista y de profunda ambición por el poder, todo justificado por haber obtenido mayorías electorales y por su lucha retórica a favor del “pueblo”.

Una interesante descripción de ese proceder y de la historia de tres tipos de izquierda, así como una dura crítica de los resultados del gobierno de Andrés Manuel López Obrador es el que presenta Luis de la Barreda Solórzano en su libro más reciente, Las izquierdas. Derechos humanos o tiranía (Cal y arena, 2025).

Acerca de la engañifa del gobierno y sus seguidores para justificar sus abusos, De la Barreda escribe en su libro: “Una vida aceptablemente buena, humanamente aceptable, no es viable en la atmósfera de la opresión autoritaria. Aun si las arbitrariedades cuentan con amplio respaldo social —los dictadores suelen contar, ¡ay!, con adhesiones masivas, eso no las hace plausibles. No toda decisión mayoritaria es legítima ni democrática”.

Conversamos con De la Barreda Solórzano (Ciudad de México), quien es doctor en Derecho por la UNAM, de la que ha sido profesor y coordinador del Programa Universitario de Derechos Humanos, además de investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas. Autor de una veintena de libros, fue presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, director del Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias Penales y del Sistema Nacional de Investigadores. Además, fue distinguido como Caballero de la Legión de Honor de Francia.

“Una vida aceptablemente buena, humanamente aceptable, no es viable en la atmósfera de la opresión autoritaria. Aun si las arbitrariedades cuentan con amplio respaldo social —los dictadores suelen contar, ¡ay!, con adhesiones masivas, eso no las hace plausibles. No toda decisión mayoritaria es legítima ni democrática”.

—¿Por qué hoy un libro como el suyo, una descripción de tres tipos de izquierda y una evaluación muy crítica del gobierno de Andrés Manuel López Obrador?
—Porque las izquierdas —en plural— siempre se han considerado fuerzas políticas con una superioridad moral sobre todas las demás, lo que se debe a los objetivos que persigue en el discurso: la generación del “hombre nuevo”, la terminación de un régimen en el que el hombre explota al hombre, la abolición de la pobreza, etcétera, que son sumamente loables. Pero lo que importa no es el discurso, sino cuál ha sido el resultado de los gobiernos de esas fuerzas políticas.

Analizo lo que ha pasado con las revoluciones marxistas triunfantes, con los populismos de izquierda y lo que ha ocurrido en México con el régimen de la 4T, que va en su segundo gobierno —y espero que sea el último, lo que parece poco probable.

Los resultados son verdaderamente funestos: sin excepción, todas las revoluciones marxistas (la soviética, la china, de Corea del Norte, de Camboya, la cubana, etcétera) terminaron en dictaduras que, lejos del paraíso que ofrecían, convirtieron a sus países en auténticos infiernos: gulags para los disidentes, abolición de las libertades, juicios que fueron una farsa y un fracaso terrible en la gestión económica.

Los populismos no han basado la toma del poder en una revolución violenta, pero los de izquierda han prometido a la población que van a arreglar los problemas del país. También los resultados son verdaderamente deplorables tanto en Nicaragua como en Venezuela y en otros países.

En los gobiernos de la 4T estamos viviendo la destrucción de nuestra joven democracia, del Estado de derecho, la captura de los poderes Legislativo y Judicial por el Ejecutivo, la eliminación de los órganos autónomos, la degradación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la persecución penal terrible y aberrante contra treinta y un científicos bajo acusaciones grotescas, así como contra la familia política del titular de la Fiscalía General de la República, contra Ricardo Anaya, Jesús Murillo Karam, etcétera.

Además de la destrucción de la democracia, hay un desastre en materia de salud con un gran costo en vidas humanas: el gobierno de López Obrador comenzó con una expectativa de vida promedio de setenta y cuatro años, la que se redujo en cuatro años en ese sexenio, y se vino abajo la cobertura de vacunación infantil.

Les dicen a los alumnos que todo niño es un opresor o un oprimido, que la meritocracia es un valor neoliberal y que la libertad individual no es la importante sino la colectiva. En fin, se le quiere imponer a los niños una ideología contrailustrada, que fomenta el odio y el resentimiento, y una concepción de la vida en la que hay que ser un mediocre para no convertirse en un “conservador” y “neoliberal”.

Lo que han hecho en educación es criminal: reducción de presupuesto a universidades, a la ciencia, a la tecnología. En la enseñanza primaria se encargó a un grupo de fanáticos la elaboración de los nuevos libros de texto que sustituyeron a los antiguos, que eran de buena calidad y para los cuales las editoriales privadas acudían a expertos de cada materia y los vendían a la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos muy baratos (a 40 pesos el ejemplar). En los nuevos libros expulsan a Miguel de Cervantes, a Gabriel García Márquez, sor Juana Inés de la Cruz, Amado Nervo, Manuel Gutiérrez Nájera, Carlos Fuentes, Octavio Paz y a Mario Vargas Llosa, y se puso a un pequeño grupo de escritores desconocidos. También terminaron con las asignaturas: ya no hay matemáticas, educación cívica y ética, lectura, escritura, etcétera, y les dicen a los alumnos que todo niño es un opresor o un oprimido, que la meritocracia es un valor neoliberal y que la libertad individual no es la importante sino la colectiva. En fin, se le quiere imponer a los niños una ideología contrailustrada, que fomenta el odio y el resentimiento, y una concepción de la vida en la que hay que ser un mediocre para no convertirse en un “conservador” y “neoliberal”.

Eso es lo que hemos visto en esos regímenes. La única izquierda que me parece respetable es la socialdemócrata, que en estos momentos está sufriendo descalabros en varios países de Europa y está perdiendo fuerza electoral. Pero la derecha liberal ha tomado muchos puntos de los programas de esa izquierda.

En Europa no importa mucho qué partido gobierne porque hay un juicio común en libertades democráticas, educación, salud y protección del medio ambiente, y siguen esos programas.

—Usted menciona una idea inquietante, rectora de lo que ha sucedido mucho tiempo con varias izquierdas, especialmente la revolucionaria: esa suerte de “supremacismo” moral, por el que, según ellas, de manera automática e indiscutible tienen la razón y la verdad. Hasta la fecha algunas proclaman, por ejemplo, que están “del lado correcto de la historia”. ¿Cuáles son los orígenes de esto y sus efectos?
—La proclamación de que persiguen un mundo justo, sin pobres ni ricos, sin explotados ni explotadores, donde se origine un “hombre nuevo”, que lo que ha sido es uno que delata a sus hermanos, a sus amigos, a sus padres, a sus hijos porque sólo se acepta un modelo de individuo revolucionario, mientras que todos los demás son adversarios que deben ser perseguidos, encerrados, reeducados. Como declaran esos fines tan altos y loables, que un gobierno se diga de “izquierda” hace que muchos abusos se le pasen por alto y que sean vistos con condescendencia.

¿Cuántos abusos hemos visto hoy de la 4T que si los hubieran cometido el PRI o el PAN hubieran sido escándalos mayúsculos? Pero como los ha cometido un gobierno que dice ser de izquierda y que es la encarnación del pueblo, entonces ello no ha ocurrido sino por algunos columnistas, académicos y autores, pero no han sido grandes.

Eso es tan absurdo que pongo el siguiente símil: decirse de izquierda para que cualquier abuso sea visto con indulgencia es como si pusiéramos mierda en un frasco, pero en cuya etiqueta dijera “mermelada de fresa” y que por esto fuera sabrosa. No: hay que ver lo que contiene el frasco, lo que han hecho esos gobiernos, que es verdaderamente aterrador.

—En el libro hace una descripción de lo que han sido tres izquierdas: la revolucionaria, la populista y la socialdemócrata, y es muy crítico con las dos primeras. Ha habido una discusión sobre el signo político–ideológico del obradorismo, en el que se observan expresiones de ese par. ¿Usted cómo lo interpreta?
—Al denominado “régimen de la 4T” fue mucha gente del PRI, del PRD, alguna del PAN: ha recolectado lo peor de esos partidos. Recoge el dogmatismo del Partido Comunista, el autoritarismo del antiguo PRI y ciertos elementos conservadores del PAN, y con esto forma un partido, Morena, cuyo objetivo es concentrar el poder.

Recuerdo lo que decía el gran George Orwell: no se hace una revolución para conseguir la justicia o la libertad, sino para hacerse del poder y no soltarlo. Lo que me asusta es esto: llegó un gobierno como el de Hugo Chávez en Venezuela, con un gran apoyo popular, pero que se fue debilitando por las condiciones del país. Llegó el momento en que la mayoría de la población estaba harta de ese régimen, votó en contra y la oposición bien organizada demostró que tenía el triunfo. Pero el régimen, sin exhibir actas, sin una sola prueba, sin refutar los datos dados a conocer por la oposición, se proclamó ganador y no hay manera de echarlo.

En México —y lo digo con escalofrío— el régimen ya se apoderó del Instituto Nacional Electoral y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y la elección en curso de jueces, magistrados y ministros no solamente es una gran farsa, un sainete, sino que, además, es como un ensayo de lo que puede venir después: las boletas que no se depositen no serán inutilizadas y con ellas se podrán rellenar las urnas, los ciudadanos que estén en las casillas no contarán los votos, ni siquiera habrá una sábana con el número de votantes, etcétera. Es una verdadera burla.

Hay encuestas hechas por organizaciones muy serias en las que se aprecia que la gente no sabe qué es el Poder Judicial; por ejemplo, una gran mayoría de encuestados dice que la Suprema Corte debe obedecer al presidente de la república, que los jueces son los que investigan los delitos y asuntos así.

Cuando escucho los eslóganes, cuando oigo a la presidenta de la república decir “ahora el pueblo va a elegir a sus jueces y éstos serán cercanos a la gente” me parece un insulto a la gente pensante. Se aprovechan —lo digo con mucha tristeza— de que buena parte de la población mexicana no está informada, que jamás ve un noticiero u hojea un periódico. Hay encuestas hechas por organizaciones muy serias en las que se aprecia que la gente no sabe qué es el Poder Judicial; por ejemplo, una gran mayoría de encuestados dice que la Suprema Corte debe obedecer al presidente de la república, que los jueces son los que investigan los delitos y asuntos así. Entonces, la gente que acuda a las urnas no sabe cuál es el poder por el que va a votar. Además, cada boleta es tan complicada que no va a haber nadie que sepa por quién está votando: puede saber el nombre, pero ¿cuál es su trayectoria?

Eso va a desembocar —ya lo estamos viendo porque ya hay “acordeones”— en que los Servidores de la Nación van a acarrear votantes y les dirán por quién sufragar. Ésa es la captura ignominiosa del Poder Judicial.

¿Qué va a pasar con jueces totalmente sojuzgados por el régimen en un caso como el de la persecución contra treinta y un científicos por acusaciones grotescas? ¿Qué van a hacer los juzgadores con un caso como el de Fernández Noroña, que, con una actitud estalinista, hace que un ciudadano vaya a pedirle perdón? Fue una bajeza, una miseria moral del presidente del senado. Supongamos que el hombre se hubiera negado a disculparse y se hubiera consignado ese asunto ante un juez, ¿qué haría éste, si además hay un Tribunal de Disciplina Judicial que va a decir: ¡Ah, resolviste contra el interés público y encubriste a un delincuente! Te voy a denunciar penalmente y te voy a destituir.

También va a ser un Poder Judicial impreparado. Cuando oigo a la presidenta alabarlo, digo: ¿no le remuerde la conciencia saber que va a echar a la calle a juzgadores que llevan veinte o treinta años estudiando, trabajando duro?, ¿tampoco haberse agandallado el fideicomiso con el que se iban a pagar las indemnizaciones? ¿No se estremece al pensar que van a llegar jueces sin carrera judicial, sin conocer la jurisprudencia de la Suprema Corte, de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sin conocer aspectos mínimos que debería saber un juzgador? Se pide un ocho de promedio, que en una universidad “patito” es fácil de obtener, y cinco cartas de recomendación. Es completamente una burla, pero también puede ser, para decirlo con palabras de una gran película de Luis Buñuel, el ensayo de un crimen contra la democracia.

—Al respecto: sobre la legalidad, a las izquierdas revolucionaria y populista no les gusta mucho. ¿De dónde proviene ese desprecio?
—En los regímenes populistas siempre se presenta un factor: una gran ignorancia de buena parte de la población, que se conecta con la parte más oscura del líder: el resentimiento, la envidia y una propensión a sentir que antes de él no hubo nada y que va a crear un nuevo mundo.

Por ejemplo, López Obrador destruye el sistema de salud y llega a tener el descaro de decir que el Seguro Popular ni es seguro ni popular, pero no crea uno nuevo. Tal es el cinismo que en un mitin ante decenas de miles de personas dijo: “Prometí que íbamos a estar como Dinamarca en materia de salud, pero estamos mejor”. Y los congregados en el Zócalo le aplaudieron, como en una comedia del absurdo; como si alguien dijera: “Estoy contra la pena de muerte”, justo en el momento que guillotinara a un adversario y la gente allí reunida le vitoreara.

Así ocurre con lo que ha sucedido en materia de salud, que ha cobrado muchas más vidas que cualquiera de los delitos originado por balas. Durante la pandemia hubo una política sanitaria negligente, que le costó cientos de miles de vidas al país, López Obrador declaró: “Le viene como anillo al dedo a mi proyecto”. Fueron más de 800 mil muertes, de las cuales 300 mil eran evitables.

Es un régimen basado en la mentira. Son países en que hay grandes injusticias, con pobreza, donde el sistema de justicia deja mucho que desear y el sistema de salud no es perfecto, pero hay líderes que se aprovechan de ese resentimiento para destruir lo bueno que existía. Hay un discurso de que nada de lo anterior sirvió, lo cual es falso porque hubo avances muy buenos; pero, por ejemplo, ¿eliminar las escuelas de tiempo completo, en las que los niños podían aprender inglés, computación y los padres podían cumplir con su jornada laboral y llegar por sus hijos tranquilamente, donde muchos niños tenían su única comida nutritiva al día? Hay testimonios de maestros que, una vez que se eliminaron esas escuelas, han entrevistado a niños y les han dicho: “¿Qué desayunaste?” La respuesta fue: una tortilla con chile y un atole o un café. Eso es criminal, así como haber permitido que murieran miles de niños con cáncer por falta de medicamentos.

Tenemos crímenes de Estado terribles en México, como el de Tlatelolco, pero también los hay por omisión. Así ocurre con lo que ha sucedido en materia de salud, que ha cobrado muchas más vidas que cualquiera de los delitos originado por balas. Durante la pandemia hubo una política sanitaria negligente, que le costó cientos de miles de vidas al país, López Obrador declaró: “Le viene como anillo al dedo a mi proyecto”. Fueron más de 800 mil muertes, de las cuales 300 mil eran evitables.

Ese resentimiento llevó a la actitud increíble de que los médicos del sector privado no tuvieran acceso prioritario a una vacuna, ¿por qué? Estaban en el mismo riesgo que los otros. México fue el país con la mayor tasa de mortalidad entre el personal médico durante la pandemia. Ésa es nuestra medalla de oro.

Qué triste, además, que buena parte de los ciudadanos —la mayoría— esté acostumbrada a eso; en un país con una ciudadanía fuerte, con instituciones más desarrolladas, con mayor avance en el proceso civilizatorio, como en los países de la Unión Europea, cuando una niña desaparece se arma un escandalazo; no ocurre que un infante muera por falta de medicamentos y cuando hay un caso de corrupción, como los que vemos aquí todos los días, cae el gobierno. En México no: aquí puede desaparecer una muchacha todos los días y puede haber un Teuchitlán, y el fiscal general declara que los zapatos abandonados no prueban nada, que estaban allí para los Reyes Magos. Fue un insulto, pero es a un pueblo inculto, desinformado, apático, que a mí me recuerda unos versos de Amado Nervo escritos hace más de un siglo: “Nací de una raza triste/ sin ideal ni unidad/ ni patriotismo”.

Esa resignación es terrible porque, si de por sí esos regímenes, como se ha mostrado en Venezuela y en Nicaragua, llegan para quedarse, en México eso puede pasar con la captura del INE y del Tribunal Electoral, pues con una ciudadanía totalmente pasiva y resignada, acostumbrada, y con una oposición adormecida que no se recupera del golpe de hace un año.

Lo del Poder Judicial, lo que se va a empezar a concretar el 1 de junio, es para que hubiera un gran escándalo, para que las calles estuvieran verdaderamente encendidas, pero no ocurre así.

Mi perspectiva es pesimista, y lo digo con gran pesar.

—Usted es especialista en derechos humanos, y en el libro hay una visión muy crítica que va desde la elección ilegal de la titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos hasta cuestiones de salud. ¿Cuáles fueron las tres principales violaciones que en la materia hubo durante el gobierno de López Obrador?
—Destaco poner las bases para la destrucción del Estado de derecho. López Obrador hizo la propuesta, se la aprobaron sus legisladores incondicionales y la lleva a cabo su sucesora.

Si alguna palanca de cambio puede ser eficaz y dar resultados para el ascenso social, es la educación, y hacerles ese daño a los niños con esos libros de texto, con esa ideología que se les quiere imponer, suprimiendo los exámenes de oposición entre los profesores para ocupar una plaza es, simplemente, imperdonable.

Dos: la destrucción del sistema de salud. Todos los días podemos ver en los noticieros videos en los que un médico dice: “Es que no tengo anestesia ni medicamentos básicos”. La tres: la degradación del sistema educativo, sobre todo en nivel básico. Si alguna palanca de cambio puede ser eficaz y dar resultados para el ascenso social, es la educación, y hacerles ese daño a los niños con esos libros de texto, con esa ideología que se les quiere imponer, suprimiendo los exámenes de oposición entre los profesores para ocupar una plaza es, simplemente, imperdonable.

—En el partido gobernante tienen el postulado de “primero los pobres”, pero su manipulación política es innegable. Está aquella declaración de López Obrador sobre los programas sociales cuando dijo que eran una estrategia política. ¿Qué son los pobres en el proyecto del tabasqueño y de Morena?
—Son clientela electoral. López Obrador no quiere que los pobres dejen de serlo, y lo dijo con toda claridad: que se conforme la gente con un par de zapatos, con un solo saco, que ser aspiracionista es malo, que en cuanto un pobre pasa a la clase media lo deja de apoyar.

López Obrador no quiere a los pobres para que superen su nivel de vida, sino como un sector cautivo que puede ser una masa clientelar. Lo dijo: “Cada que requiramos su apoyo lo tendremos; aunque no les vamos a crear fuentes de trabajo ni a sacarlos de la pobreza, van a vivir de la cantidad en efectivo que les entregamos. Con eso van a ser nuestros incondicionales porque, sin esa cantidad en efectivo, sin trabajo, sin una educación que les permita salir adelante, ¿qué otra alternativa les queda?”.

Esa es una mentalidad verdaderamente perversa.

—Usted recupera y resalta una declaración clave de López Obrador de 2022: “No me vengan con el cuento de que la ley es la ley”. No nada más fue un dicho, sino que realizó acciones contundentes en ese sentido. ¿Qué nos dice esto de su proyecto?
—Estamos ante la mente y los actos de un dictador: “Vamos a destruir el Poder Judicial porque la Suprema Corte me echó abajo varias de mis iniciativas emblemáticas. Entonces, vamos a desquitarnos porque ya no tenemos a un Arturo Zaldívar, que era mi incondicional y que iba con los jueces y les decía: ‘El presidente quiere que resuelvas así, y si no le haces caso vas a tener represalias’”. Llegó Norma Piña a la presidencia de la Corte, se comportó con toda dignidad, y había que vengarse de alguien que se atrevió a contrariar los designios de quien fue designado por sus diputados incondicionales “encarnación de la patria y del pueblo”, lo que sería de risa loca si no fuera trágico.

—¿Qué ocurrió con el gobierno morenista en materia de asesinatos y de desapariciones? ¿No fueron iguales? Usted presenta varios datos.
—Con más de 200 mil víctimas de homicidios dolosos y más de 60 mil desapariciones no fueron iguales: fueron mucho peores. Si no somos ilusos, la gran mayoría de esos desaparecidos están muertos, por lo que habría que agregarlos a la cifra de asesinatos. También hay casos de que alguien haya escapado de su casa o que haya sido esclavizado, pero la gran mayoría, el 99 por ciento, sin duda están muertos, lo que es una cifra altísima que nos sitúa como uno de los países más violentos del mundo.

Se ha descuidado algo fundamental, indispensable para una buena seguridad pública: la formación de buenas policías y agentes del Ministerio Público. Por supuesto que no es lo único, pero aquí se ha descuidado.

Con más de 200 mil víctimas de homicidios dolosos y más de 60 mil desapariciones no fueron iguales: fueron mucho peores. Si no somos ilusos, la gran mayoría de esos desaparecidos están muertos, por lo que habría que agregarlos a la cifra de asesinatos. También hay casos de que alguien haya escapado de su casa o que haya sido esclavizado, pero la gran mayoría, el 99 por ciento, sin duda están muertos.

La tarea de seguridad pública se ha dejado en manos del Ejército y ahora de la Guardia Nacional, que es una parte de aquél, y los resultados son que no han descendido los homicidios dolosos y que se cometieron abusos gravísimos que han llegado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, como ejecuciones, desapariciones forzadas. Asimismo, hay algo que es muy dramático e indignante: López Obrador recibió con bombo y platillo a las Abuelas de la Plaza de Mayo, de Argentina, y no fue capaz de recibir a las madres buscadoras mexicanas porque eso iba, según él, contra la investidura presidencial. Pero contra ésta no iba que saludara a la madre del Chapo Guzmán —aunque no haya sido culpable de lo que su hijo hizo—. Pero sí va contra la investidura presidencial recibir a los LeBarón y a Javier Sicilia, por ejemplo. ¿Qué mentalidad es ésa?

El solo hecho de que una madre salga sin recursos, con su pala, a buscar a su hijo muerto y sin ningún apoyo del Estado, y que además la puedan matar por querer recuperar los restos de su hijo, es algo totalmente de terror.

—Quiero referir dos casos de una parte de la izquierda con los derechos humanos: primera, usted recuerda el linchamiento contra policías en Tláhuac en 2004, que no fue evitado por la Secretaría de Seguridad Pública encabezada por Marcelo Ebrard cuando López Obrador era jefe de Gobierno. Después de 2018 muchos se arrepintieron de su apoyo al tabasqueño bajo la consigna de que “no podía saberse” de muchos de sus comportamientos. ¿Qué nos decía desde entonces una experiencia como aquella?
—Todos nos estábamos enterando de lo que sucedía: Televisa y Televisión Azteca estaban transmitiendo, y los linchadores sólo se detenían para que los reporteros entrevistaran a las víctimas, una de las cuales decía: “Por favor, jefe, vengan a salvarnos”. Y no movieron un dedo, no les importó la pérdida de vidas humanas de policías que estaban cumpliendo con su deber: investigaban una denuncia sobre narcomenudeo.

Tanto Ebrard como López Obrador demostraron un total desprecio por la vida humana. Luis González de Alba decía: quienes incitaron el linchamiento eran traficantes de droga, y como estos policías estaban investigando la denuncia anónima de narcomenudeo lanzaron al pueblo contra ellos.

El hecho de que ni López Obrador ni Ebrard hayan dado la orden de que rescataran a las víctimas los muestra claramente en toda su miseria moral.

—El segundo: usted refiere el caso del asesinato de Paco Stanley y el encarcelamiento de Mario Bezares y Paola Durante, cuando la entonces jefa de Gobierno, Rosario Robles, en privado le dio la razón a usted, pero después, en público, fue al contrario. Unos veinte años después a ella le tocó vivir una injusticia en carne propia. ¿Qué lecciones deja este asunto?
—Que el abuso nos puede alcanzar a todos, y también a los abusadores, que los derechos humanos de una persona que ha sido abusiva también pueden ser violados. Yo hablé con Rosario Robles, y sabía cómo tenían a Samuel del Villar como un procurador cuyas decisiones no podían ser tocadas ni cuestionadas. Yo la fui a ver y le dije: “Son inocentes los acusados”, y le expliqué paso a paso por qué lo eran. Ella me dijo que hablara con Leonel Godoy, secretario de Gobierno, con quien tenía una relación cordial, y a quien invité a que viera el expediente y me dijo: “Está claro que es una injusticia”.

Antes de dar a conocer una recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal yo siempre le avisaba al destinatario; cuando llamé a Del Villar para decírselo, me insultó. En la víspera de que diéramos a conocer la recomendación, Godoy me llamó y me comentó: “Samuel está furioso; Rosario te pide que no la emitas”. Le respondí: “Leonel: me estás insultando: a un ombudsman no se le puede pedir eso”.

Cuando presenté la recomendación ante los medios me temblaban las rodillas porque sabía de lo que eran capaces. Y abrieron una averiguación previa a mi primer visitador.

Luego, muchos años después, Robles fue también víctima de un abuso de poder. Probablemente nunca lo vaya a decir, pero creo que cuando ella estaba presa no pudo dejar de pensar: “Estoy siendo víctima de un abuso de poder de la misma manera en que los acusados del crimen de Paco Stanley, que yo pude evitar y no lo hice”.

—En el libro usted cita a varios intelectuales, como Albert Camus y George Orwell, que conocieron y advirtieron el horror de regímenes totalitarios. En ese sentido, hoy vemos a algunos intelectuales y académicos que ven al obradorismo hasta como una “revolución”. ¿Cómo explicar la infatuación de aquellos personajes con el obradorismo?
—El fanatismo político es muy similar al religioso. Cuando existía la Santa Inquisición había católicos que la justificaban aunque era un crimen terrible que llevó a la hoguera a decenas de miles de personas, sobre todo mujeres acusadas de brujas, de herejes. Esto era justificado porque el fin justificaba los medios, y era preservar la religión católica y salvar el alma de los pecadores.

Me gusta la polémica, pero no con gritos: con razones y aludiendo a los hechos. A ver: con López Obrador hubo tantos asesinatos, tantos desaparecidos, tantos niños con cáncer muertos por falta de medicamentos, en la pandemia hubo tantos muertos que pudieron evitarse. Vamos a hablar sobre esos hechos, nada de que “yo tengo otros datos”.

Aquí también: como López Obrador se dice de izquierda, según esos intelectuales había que apoyarlo hiciera lo que hiciera. Cuando yo publico mis artículos en Excélsior sus feligreses nunca me han refutado nada, sino lo que viene es un alud de insultos: “Dices eso porque estás ardido porque somos mayoría”, como si eso fuera un argumento. Hitler, Mussolini, Stalin, Mao tuvieron mayoría y cometieron crímenes terribles.

A mí me gusta la polémica, pero no con gritos: con razones y aludiendo a los hechos. A ver: con López Obrador hubo tantos asesinatos, tantos desaparecidos, tantos niños con cáncer muertos por falta de medicamentos, en la pandemia hubo tantos muertos que pudieron evitarse. Vamos a hablar sobre esos hechos, nada de que “yo tengo otros datos”, pero el fanático no escucha razones.

Basta con escuchar a Gerardo Fernández Noroña, a Ricardo Monreal: yo no puedo oírlos sin sentir náuseas porque saben que están mintiendo. Ellos no lo hacen por fanatismo, sino porque son acomodaticios y no tienen principios ni escrúpulos: estarían con cualquier gobierno que les permitiera tener un hueso.

También hay un grupo de fanáticos que van a apoyar todo lo que haga el gobierno y no escuchan razones ni se fijan en las cifras. Dicen: “Tenemos otros datos”, pero no dicen cuál es la fuente. Cuando se le decía a López Obrador “está pasando esto”, y él decía que tenía otros datos; pero no, se le presentaban datos oficiales del Coneval, del INEGI. Eso les molestaba tanto que desaparecieron órganos autónomos como el INAI. Es decir: no les importan los datos sino la adhesión religiosa al líder: “Es nuestro guía y puede hacer lo que sea y nosotros vamos a defenderlo”. Ése es el fanatismo de la peor especie.

—Usted hace una evaluación muy negativa del gobierno de López Obrador, y la respalda con datos, testimonios y nombres. Sin embargo, en las elecciones de 2024 su partido arrasó en la elección presidencial y obtuvo mayoría en el Congreso. Ante el panorama desastroso que usted presenta, lo cierto también es que aquel gobierno alcanzó un respaldo popular indudable en las urnas. ¿Qué nos indica esto de la sociedad mexicana?
—Nos dice que, por una parte, hay una gran desinformación. Yo tengo vecinos que se cambian de camisa todos los días y de automóvil cada año, y que no saben —cuando se los dije se sorprendieron— que han muerto miles de niños con cáncer por falta de medicamentos, ni tampoco que se cancelaron el Seguro Popular y las estancias infantiles, que no saben que no se dio vacunación prioritaria a los médicos del sector privado durante la pandemia, etc. Es decir, están completamente desinformados y no les importa.

Otra parte es la de los fanáticos, de los que dicen que si es de izquierda le apoyarán haga lo que haga, y creo que una gran masa lo apoyó por un asunto muy triste: tienen sus tres mil pesos mensuales asegurados al mes, y que, si tiene una hija que es madre soltera, tiene seis mil, y además un hijo que no trabaja ni estudia, tres mil más. Ese dinero no los va a sacar de pobres, pero quizá se puedan ir a la cama habiendo cenado, hasta haber podido comprar una botella de Don Pedro y podrán ir al cine el fin de semana o al futbol cada mes.

A esa parte de la población esos tres mil pesos por cabeza le importa más que el desastre que se está causando.

“Pues fíjese que mi esposa y yo votamos por López Obrador. Ella tenía cáncer y le estaban dando tratamiento en el Seguro Popular. Un fuimos al hospital porque le tocaba tratamiento, y nos dijeron que ya no iba a haber. Mi esposa ya murió. Ahora lo odio”.

Cuando hubo una de las concentraciones en defensa de la democracia, a un taxista muy joven le pedí que me llevara lo más cerca que pudiera del Ángel de la Independencia. “¡Ah, usted va a la manifestación”, “Sí”. “Pues fíjese que mi esposa y yo votamos por López Obrador. Ella tenía cáncer y le estaban dando tratamiento en el Seguro Popular. Un fuimos al hospital porque le tocaba tratamiento, y nos dijeron que ya no iba a haber. Mi esposa ya murió. Ahora lo odio”.

Lamentablemente —y eso habla muy mal de una parte importante de la ciudadanía—, a mucha gente no le importa que mueran niños con cáncer por falta de medicamento, que millones de personas se hayan quedado sin servicio médico, etc., con tal de tener sus tres mil pesos mensuales. Eso me parece muy triste porque habla de falta de solidaridad y de carencia de humanidad en el sentido más noble del término.

Por otra parte, Morena ganó la elección, pero quizá no por el margen que creemos, porque hay otro asunto también muy triste: la oposición no tuvo representantes en buen número de casillas, y eso pudo haber cambiado no el resultado final, y quizá no hubiera ganado Xóchitl Gálvez, pero sí cambiaría el porcentaje.

… o tiranía.

De todas maneras, asumamos que ganó Claudia Sheinbaum; yo pensaba realmente, después del desastre que fue el gobierno de López Obrador, que no podía ganar su candidata, que él impuso. Además, ella ya había dicho que va a seguir con la obra destructora de la democracia de su antecesor.

Pues me equivoqué, y la explicación que doy es la que acabo de exponer, con mucha tristeza

—¿Algún tema que se haya quedado pendiente?
—Hay una parte del libro en la que trato de hacer un análisis psicológico, y me pregunto qué había en la cabeza de López Obrador para actuar como lo hizo. Creo que había resentimiento, envidia y un profundo complejo de inferioridad cuando, por ejemplo, decía: “¿Cuánto gana Loret? ¡Gana más que yo!”

El odio contra intelectuales que se manifestaba en las calumnias de las mañaneras y, en el caso de los treinta y un científicos, hasta con una persecución penal, tiene que ser una gran envidia: “Ellos son destacados, y en el fondo yo sé que mi gobierno es un desastre. Tendré mucha popularidad, pero los resultados son para llorar”.

Esa parte me parece muy importante. ¿Qué hay en la cabeza de alguien que dice: “Voy a destruir todo lo anterior aunque no pueda construir nada ya no digamos mejor, sino similar a lo que había antes?” ®

Compartir:

Publicado en: Libros y autores

Apóyanos:

Aquí puedes Replicar

¿Quieres contribuir a la discusión o a la reflexión? Publicaremos tu comentario si éste no es ofensivo o irrelevante. Replicante cree en la libertad y está contra la censura, pero no tiene la obligación de publicar expresiones de los lectores que resulten contrarias a la inteligencia y la sensibilidad. Si estás de acuerdo con esto, adelante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *