Acerca de la memoria, la vida y la muerte

Una cita con la Lady, de Mateo García Elizondo

Mateo García Elizondo escribió Una cita con la Lady, novela narrada desde el punto de vista de su protagonista, “El Muertito”, quien escribe un diario que muestra su interioridad.

Mateo García Elizondo. Fotografía © Jaime Navarro Soto.

El autor se mete en el personaje y narra la intimidad de lo que éste siente. Este personaje se vuelve interesante porque es una especie de asceta budista o cristiano, que logra soltarse de muchos apegos que nos atan al mundo y a su cuerpo:

—A veces la gente vive llena de deseos y no los pueden satisfacer con nada. Ni siquiera con la muerte se les quitan. Sus almas van por el mundo tratando de colmar el hambre que sienten, pero no pueden. Tienen panzas del tamaño de montañas, pero bocas chiquitas y estrechas como alfileres.

El Muertito solo tiene dos deseos: morir y consumir heroína, droga a la que llama “la Lady”. Él piensa en ella la mayor parte del tiempo, sin importarle lo demás, al grado de convertirla en su diosa…

y eso es lo que realmente los asusta: que uno no está atado por los deseos y preocupaciones que dominan la existencia. Todos nuestros deseos y preocupaciones se han reducido a la búsqueda de la quietud, la dicha, la paz. De la lady. Hemos abandonado todo a favor de eso, como monjes, o como santos en realidad, seres que están de paso y ya no pertenecen a este mundo.

El personaje es como un muerto en vida o un vivo medio muerto, él mismo se describe como un extranjero del género humano, un extraterrestre, un zombi… El autor presenta una idea de la muerte a la mexicana, con desenfado, tal como decía Paz: “el mexicano se burla de la muerte”. La novela menciona una referencia a la cultura griega: monedas en los ojos del muerto para pagarle a Caronte.

El protagonista elige para morir un pueblo fantasma llamado el Zapotal, el cual colinda con una selva negra dantesca. El autor construye este pueblo, que pudiera estar en cualquier parte de México, con espacios como una cantina, un cuarto donde se hospeda, una granja. El pueblo se convierte en otro personaje. El lenguaje que usa con mexicanismos le da más realismo a la ambientación de la novela. En cuanto al tiempo, éste transcurre de manera imprecisa, tal como lo percibe El Muertito. “Todavía emana una sensación lúgubre y ominosa de esos lugares que parecen suspendidos en el tiempo, simultáneamente ausentes y presentes, como yo”.

En la novela están presentes varios temas: las adicciones y los estados alterados de la conciencia. Mateo García hace una descripción lúcida y con un lenguaje preciso de ellos:

La realidad adquiere la textura bizarra de los sueños, y uno acaba con el mismo tipo de recuerdos de su vida que los que tiene de sus sueños; vagos, fragmentarios y absurdos, sin un hilo coherente.

Esos estados le dan pie para tratar otros temas más filosóficos, como el desprendimiento del alma del cuerpo y de éste como cárcel. Principalmente la memoria, la vida y la muerte que son los ejes de la novela.

Se nota que García Elizondo conoce acerca del tema de la muerte, pues es abordado a profundidad. Considero que el gran logro de esta novela es que el autor transmite una idea de lo que se ha de sentir estar muerto y de lo que vale la pena de estar vivo:

Es absurdo, esto de retomarle gusto a la vida, y por fin entenderla, cuando uno ya está muerto. Dicen que les sucede a los demás también, que uno solo entiende la vida cuando ya está demasiado viejo para vivirla.

En un momento de la novela, ya sea por un mal viaje o producto de su memoria, El Muertito narra sus encuentros con amigos difuntos:

Parece que te están diciendo: “No vengas acá, cabrón, está de la verga aquí, quédate y disfruta tu vida, que tienes suerte de aún tenerla”. Pero ahí va uno de necio… Estoy aterrado. La idea de existir de esta forma me aterra. No sé si lo que me asusta es la idea de eternidad, o si es pensar que todo podría quedarse así, estático, que nunca nada cambie, y todo permanezca tal y como era cuando estaba en vida. Eso suena peor que cualquier infierno.

La lectura de algunos pasajes hizo que me detuviera a pensar en lo que es real, el protagonista duda mientras el lector cree. Un pasaje dice así: “—Vaya a El Rincón de Juan —me dice—, ahí lo ayudan. Yo lo escuché y lo miré, lo estuve pensando. Me preguntaba si este tipo era real. Sonaba como algo que diría mi mente para mantenerme en marcha…”. Otro es éste: “Me pregunto si no son muertos, si no sigo aquí alucinando gente que me alucina a mí, y por eso nadie sabe nada”.

La novela vale la pena por varias razones, la primera es querer saber qué pasará con el protagonista; la segunda, por lo interesante de su punto de vista y su sistema filosófico, los asuntos de la vida y la muerte llaman mi atención. La tercera es que la lectura se guía por el hilo conductor de ese personaje y por las reflexiones existenciales que expresa en su diario: “También voy cargando con este cuaderno, porque si no me quedo solo. Y eso sí me daría miedo”.

Un cuarto motivo por el que me gustó la novela es que tiene momentos divertidos, como consecuencia de la situación del protagonista. Algunos de ellos: “Quién habría pensado que era tan fácil rehabilitarse; solo había que morirse, y ya…”. “A mí no me da miedo la gente porque sé que yo les doy miedo a ellos. Si yo fuera una persona normal y me encontrara conmigo mismo, sé que me llevaría un buen susto”. Este pasaje deja una sensación de mezcla entre comicidad y reflexión: “—No voy pa’ el cementerio —le dije—. Me miró perplejo, sonriente, como si lo estuviera yo entreteniendo. —Todos vamos para allá”.

La novela plantea reflexiones relevantes acerca de la memoria, la muerte y la vida:

Por fin lo logré: me he quedado completamente solo. Ahora sí tengo tiempo para pensar en mi vida. Creo que eso es el infierno de verdad, sobre todo si viviste tu vida como yo viví la mía. Ojalá uno se diera más manera de consolarse en vida, de disfrutar el tiempo después de la muerte. Yo mis mejores momentos no los recuerdo, y lo que sí recuerdo me acecha y no me deja dormir. Hay algo en la vida que no permite que uno esté solo nunca; pero en la muerte no hay otra opción más que esa… ya no me es posible dormir. El sueño es para el cuerpo, no para el alma, y enterrado aquí, a algunos metros debajo de mí, estoy seguro de que mi cuerpo sí descansa; pero para mí la muerte es un largo insomnio en el cual a veces pierdo el conocimiento…

La novela (publicada por Anagrama, 2019) establece una interconexión entre los temas, de la memoria —que permanece después de la vida—; la muerte como una prolongación y variedad peculiar de la vida. Y la vida como lugar de paso hacia la eternidad. ®

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Publicado en: Éstos son nuestros papeles

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