Afectos de provincia

Un cielo muy azul con pocas nubes, de José Javier Villarreal

Se percibe la urgencia de decir cosas sin tendencia al artificio, así como la conciencia del dolor, la nostalgia, la añoranza y el luto: lo real dentro de una ficción editada.

José Javier Villarreal. Fotografía © El Norte.

Un cielo muy azul con pocas nubes (Atrasalante/UANL, 2019) es un conjunto de trece poemas con notas, advertencias finales y pies de fotografía escrito por José Javier Villarreal (Tijuana, 1959), director de la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria de la UANL en San Nicolás de los Garza, Nuevo León.

Una de las intenciones de reseñar este libro es apoyar la escritura de un ensayo que tengo en proceso, por lo que voy a atravesar la lectura de los textos con una mirada que se detiene en aspectos como la materia, la memoria, la técnica literaria, el espacio y el tiempo.

José Javier Villarreal llegó a Monterrey en su temprana juventud para estudiar la carrera de Letras Españolas. Desde 1976 comenzó el descubrimiento y apropiación de mi ciudad: habitó calles, cines, casas, templos, cafés, parques, teatros, bibliotecas, aulas. Paralelamente se desprende de su territorio natal: la casa de sus padres, el mobiliario de sus abuelos, los amigos y familiares, sus viajes en auto de Tecate a Tijuana para recorrer librerías. Es en ese vaivén geográfico y temporal, vasto y despejado de cielos muy azules, cuando se edifica la red de afectos de un personaje que ficciona recuerdos de la memoria con lírica narrativa.

Es en ese vaivén geográfico y temporal, vasto y despejado de cielos muy azules, cuando se edifica la red de afectos de un personaje que ficciona recuerdos de la memoria con lírica narrativa.

Los poemas están acomodados en Libros del primero al cuarto, que van disminuyendo su tamaño por la cantidad de textos que los conforman. Después de los cuatro libros se descubre un apartado de Notas. Cada poema tiene su correspondiente texto breve en prosa con el mismo título. Es precisamente en una de las notas donde el autor revela la deuda que tiene con esta sección debido a la lectura de El país de los otros, de Patrick McGuinness.

Mi recomendación es, en principio, atenerse a la lectura de los poemas que termina en la página 88 y seguir con las notas que van de la página 91 a la 103. La segunda lectura que hice fue alternar el poema con su nota y la tercera hacerlo de manera inversa, leer la nota y después el poema.
El Libro primero contiene los poemas “Héctor y Vivian”, “Releyendo a Darío” (con fotografía de sus abuelos y tías paternas), “La señora Martha lee el tarot”, “Poeta de provincia” y “Hacia la luz del mediodía”, que dominan una técnica de verso largo en bloques monoestróficos que llevan un ritmo sostenido que culmina con finales que no conceden.

Me detendré en “Poeta de provincia” (páginas 25 a 27) que construye una relación de la educación sentimental de su autor como universitario, académico, profesor, traductor, poeta y ensayista con una voz que incorpora referencias de lecturas e investigaciones:

Varias veces les he preguntado a mis alumnos
        si han reparado en la tersura de una uva;
si antes de beberse el vaso de leche, ya sea por la mañana
       o por la tarde,
han reparado en su blancura. Ovidio, a juzgar
       por sus poemas, sí lo hizo
en el siglo primero después de Cristo; al menos esto
       último nos atañe. Somos cómplices de la misma era.

Lo que ocurre con la lectura de la nota (páginas 93 y 94) va a ampliar el espectro que se registra en los versos del poema El contraste de la distancia narrativa, la mímesis de las anécdotas bosquejadas en prosa con la diégesis de los versos, dispara una experiencia estética potente y amplia. Mi sensación fue que se abre una ambigüedad que no es posible con la lectura individual de los textos y que desdibuja los límites entre la prosa y el verso, lo lírico y lo prosaico, y lo macro de la historia universal con lo micro de un linaje.

El Libro segundo agrupa los poemas “¿Con qué sueña?”, “Cristina Díaz (1954–1973)”, “Una semana en la nieve” e “Hipólito Salas, 135”. El Libro tercero está integrado por “El retrato”, “1913” y “La gruta” y, por último, el Libro cuarto tiene únicamente “Las Bodas de Cadmo”.

Señalo algunas consideraciones del poema “Hipólito Salas, 135” como su desdoblamiento sobre el ir y venir de la soledad y la ventana, elemento cotidiano que no se deja ver, pero hace de espejo que refleja nuestro propio rostro lejano. Del poema “Una semana en la nieve” resalto la referencia hacia textos de autoficción de Emmanuel Carrère, donde los personajes confluyen en la frontera de la mentira y la verosimilitud de sus vidas. El título es el mismo de la traducción de una novela publicada por Anagrama en 1995 que hizo posible la creación de otro libro por la cercanía que generó el autor con uno de sus lectores: el asesino Jean Claude Romand.

Además, hay otro aspecto del libro que resaltaría por la atmósfera que provee a la lectura: una serie de imágenes difusas del álbum familiar del autor que coloca al final de algunos poemas. Al cierre del libro se incluyen unos escuetos pies de foto, en los que se menciona apenas quiénes son los retratados que aparecen y un apunte básico sobre el lugar o la anécdota.
Enfrentar al lector al mundo introspectivo de la memoria me parece un gran acierto derivado del riesgo, situación actual del autor según su propia declaración en un podcast: “tengo un fantasma, Amado Nervo, que puso el piloto automático, quizá me está pasando, no distingo entre un ensayo y un poema, entre preparar una clase o emocionarme ante un grupo o leer a un autor, una libertad que puede ser peligrosa”. Se percibe la urgencia de decir cosas sin tendencia al artificio, así como la conciencia del dolor, la nostalgia, la añoranza y el luto: lo real dentro de una ficción editada. ®

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Publicado en: Éstos son nuestros papeles

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