Anarquía mexicana

¿Dónde quedó la revolución?

El anarquista William Godwin y la feminista Mary Wollstonecraft engendraron una bella niña que a los 21 años escribiría la clásica novela gótica Frankenstein o el moderno Prometeo (1818). Casi doscientos años después el “anarquismo” mexicano es un Frankenstein informe, sin pies ni cabeza.

Bakunin

Bakunin

El 2 de junio de 1967 decenas de estudiantes arrojaron huevos, tomates, piedras, bolsas de harina y de pintura a los policías que resguardaban la entrada del sha Mohamed Reza Pahlevi y su esposa a la Ópera de Berlín occidental. Una piedra golpeó la cabeza de un guardia. En cuanto los monarcas se sentaron a ver La flauta mágica el jefe de la policía ordenó una sorpresiva embestida contra los estudiantes, golpeando con furia también a curiosos y transeúntes en la cabeza —lo que contravenía el reglamento. Policías vestidos de civil e iraníes de la comitiva real se dedicaron a localizar a los cabecillas y entregarlos a los uniformados. Los policías agarraron a un estudiante, un pacifista que había ido a comprobar la brutalidad con que se conducía la policía berlinesa, según le habían contado sus compañeros. A un agente que llevaba amartillada su pistola se le “escapó” un disparo y la bala se incrustó en el cráneo del pacifista, que murió poco después en una clínica municipal.

El gobierno y parte de la prensa acusaron a los estudiantes de irresponsables y criminales. Lejos de amedrentarse, miles de ellos, radicalizados, salieron a las calles en toda la Alemania Federal para expresar su rechazo al Estado de Derecho y sus ideas liberales.

El gobierno y parte de la prensa acusaron a los estudiantes de irresponsables y criminales. Lejos de amedrentarse, miles de ellos, radicalizados, salieron a las calles en toda la Alemania Federal para expresar su rechazo al Estado de Derecho y sus ideas liberales. Discutían la imposibilidad de fijar la revolución social en los límites de la Constitución, sobre la forma y el alcance de las manifestaciones y las provocaciones y hasta la manera de responder a la fuerza con la fuerza [véase Los estudiantes en rebeldía, de Kai Hermann, Madrid: Ediciones RIALP, 1968]. Socialistas, anarquistas e izquierdistas radicales teorizaban al amparo de las tres M: Marx, Mao y Marcuse —este último teórico de la Escuela de Frankfurt que había enderezado una dura crítica al marxismo soviético. Con la represión del 2 de junio los radicales confirmaban su teoría de que lo mejor para la formación de la conciencia “es que la sociedad seudoliberal ataque cuanto antes con su fuerza masiva y con la mayor brutalidad posible” [Hermann]. A pesar de la simpatía del neomarxista Habermas por sus discípulos éste advirtió del riesgo de un “fascismo de izquierdas”. Los radicales desecharon a Habermas y a otros viejos profesores —Horkheim y Adorno, a quien abuchearon en una triste ceremonia de despedida— y acogieron a uno que “no se limita ante sus discípulos a asustar a la sociedad con Carlos Marx, sino que les convoca a la acción revolucionaria”: Herbert Marcuse. Éste los justificaba: “Yo creo que las minorías oprimidas y sojuzgadas tienen un ‘derecho natural’ a la resistencia y al empleo de los medios ilegales cuando se ha visto que los legales no bastan. Al emplear la fuerza no están iniciando una nueva cadena de violencias, sino que tratan de cortar la que ya hay. Cuando son atacadas conocen el riesgo, y si están dispuestas a afrontarlo, ningún tercero —y menos que nadie, el educador y el intelectual— tiene derecho a predicarles la moderación” [Hermann].

anarchy

Más allá de las semejanzas y las diferencias con los acontecimientos del 1 de diciembre en la Ciudad de México y en Guadalajara, es pertinente preguntarse hasta dónde coincidirían con Marcuse y sus estudiantes radicales los grupos anarquistas —no los del movimiento #YoSoy132, deslindados ya de éstos— que agredieron a la policía en las inmediaciones del Palacio Legislativo de San Lázaro y frente a las instalaciones de la Feria del Libro de Guadalajara. A diferencia de los estudiantes alemanes, a los anarquistas mexicanos no parece que los oriente un teórico de altos vuelos, por lo que puede colegirse de las vacilantes declaraciones de varios de ellos a los medios: “El movimiento anarquista […] no tiene la capacidad para articular, organizar o conspirar una protesta de la envergadura del 1 de diciembre y reiteraremos que fue el proletariado mexicano, el cual en legítimo ejercicio de su autodefensa, manifestó enérgicamente su descontento con el regreso del PRI” [“Aseguran anarquistas: fue ‘legítima defensa’”, Reforma, 3-XII-2012]. De esa manera unos cientos de extremistas se hacían pasar por representantes del pueblo entero. Como en Berlín, la policía agraviada respondió con brutalidad y sin seguir protocolo alguno, hiriendo y apresando a muchos inocentes —sobre todo del 132; a éstos de lo más que puede culpárseles es de padecer de una ingenuidad pavorosa y de no saber organizarse para prevenir infiltraciones y provocaciones violentas. De eso y de compartir con los anarquistas el mito de la imposición mediática de un presidente priista que habría comprado cinco millones de votos, invención de un político que proviene de las mismas filas del PRI, que no es de izquierda y que se siente llamado a redimir al pueblo bueno de la miseria y la explotación de “los de arriba”.

William Godwin

William Godwin

II. El anarquista William Godwin y la feminista Mary Wollstonecraft engendraron una bella niña que a los 21 años escribiría la clásica novela gótica Frankenstein o el moderno Prometeo (1818). Casi doscientos años después el “anarquismo” mexicano es un Frankenstein informe, sin pies ni cabeza, un trasunto debilísimo de lo que fue en sus momentos álgidos del siglo XIX, con el enfrentamiento entre dos titanes del pensamiento socialista, Marx y Bakunin.

Godwin (1756-1836) escribió en su Disquisición sobre la justicia política [1793] que todos los gobiernos son perjudiciales; creía en la perfección del hombre bajo el influjo de la educación y de las instituciones, aunque éstas son la fuente de todos los males cuando perpetúan la ignorancia y la abyección. Godwin, a quien Marx tenía en buena estima, atacaba la propiedad privada y la riqueza, pues se oponen al principio de igualdad natural entre los hombres, y estaba convencido de que con el cultivo y el desarrollo de la inteligencia podría llegarse a la desaparición voluntaria de los males que resultan de la riqueza y la pobreza, así como los que derivan de la injusticia de la ley y del gobierno [véase Raymond G. Gettell, Historia de las ideas políticas, México: Editora Nacional, 1951, tomo II].

Godwin, a quien Marx tenía en buena estima, atacaba la propiedad privada y la riqueza, pues se oponen al principio de igualdad natural entre los hombres, y estaba convencido de que con el cultivo y el desarrollo de la inteligencia podría llegarse a la desaparición voluntaria de los males que resultan de la riqueza y la pobreza, así como los que derivan de la injusticia de la ley y del gobierno.

El fracaso de la revolución de 1848 en Francia contribuyó al desprestigio del socialismo idealista y al auge de las concepciones radicales de Prouhdon (1809-1865), que rechazaba en ¿Qué es la propiedad? [1840] todas las formas de gobierno y de propiedad, resultado ésta de la injusticia y del despojo; también se oponía a la propiedad común que resultaría de la instauración de un Estado socialista, con lo que anunciaba ya la separación entre el socialismo y el anarquismo, aunque éste había pretendido fundir los ideales del liberalismo y del socialismo. Por esta razón Marx lo caricaturizaba como “Un idealista y un metafísico” [véase H.M. Enzensberger, Conversaciones con Marx y Engels, Barcelona: Anagrama, 2009].

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La corriente más importante del anarquismo rechaza el Estado y prefiere las asociaciones voluntarias. Aunque parte de la concepción comunista, libera a ésta de la servidumbre de la acción política, privilegiando la revolución sobre las reformas graduales. Mijaíl Bakunin (1841-1876) trabaría una larga y encendida polémica con Marx (1818-1883) a lo largo de varios años, con episodios de mutuo desprecio y admiración. Bakunin reconocía la erudición y la inteligencia de Marx y destacaba la importancia de El manifiesto comunista [1848], aunque lo acusó de ser el profeta de un comunismo estatista y autoritario, a lo que Marx replicaba diciéndole que su lema era “Todo debe ser destruido”. Para Bakunin, Marx era la prueba de que el poder corrompe “incluso a los más inteligentes y abnegados”, pues por medio de intrigas y artimañas llegó a controlar, con Engels, la Asociación Internacional de los Trabajadores fundada en Londres en 1864. En 1872 la Internacional se escindiría entre marxistas y bakuninistas. Un año antes Bakunin había dicho: “El poder de una comunidad no debe encomendarse jamás a una sola persona, aunque se trate del más virtuoso genio de la minoría más inteligente y bienintencionada. Pues según una ley inherente al mismo poder, todo ejercicio del poder conlleva un abuso del poder, y todo gobierno, incluso el nombrado por el sufragio universal, desemboca inevitablemente en el despotismo” [Enzensberger].

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En México el anarquismo estuvo encarnado en los hermanos Jesús, Ricardo y Enrique Flores Magón, vehementes antiporfiristas que planteaban la abolición del Estado y la propiedad privada como parte de una revolución libertaria. Sus ideas tuvieron escasa penetración entre los revolucionarios, que se limitaron a las reformas políticas, dejando de lado las económicas y sociales. El resto de la historia del anarquismo en nuestro país es poco relevante y limitado casi únicamente a la difusión de ideas en libros y publicaciones. Por ello debe preguntarse si los pintorescos y escasos anarquistas mexicanos insistirán en la consigna de derrocar al gobierno. Si es así por lo menos deberían de prepararse mejor en el plano teórico y privilegiar la disidencia inteligente por encima de la ignorancia y la estupidez —y, si insisten en justificar la violencia contra el Estado y todas las formas de poder, deberán justificar de igual manera otras violencias, como la de los fascistas, por ejemplo. ®

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Publicado en: Julio 2013, ¿Dónde quedó la revolución?

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