“A la primera autoridad del estado súbitamente le ha parecido bien que los jeques de la UdeG lleven cocos a Colima, lechuzas a Atenas, valses a Viena o estudios superiores a Estados Unidos”.
La competencia gubernamental o la de cualquier persona que esté al frente de un cargo público no se mide por hacer aquello que se considera bueno y en evitar lo que, según el sentido común, perjudica o no beneficia a la sociedad. Esto no tendría ningún chiste, pues hasta un niño, cuyo entendimiento comienza a desarrollarse, tiene claro que debe evitar el mal y optar por el bien.
No, para medir la capacidad en el servicio público la vara es otra: la aptitud para elegir y realizar satisfactoriamente, entre varias cosas buenas, aquella que sea la mejor, la de mayor beneficio social. Así, por ejemplo, no puede considerarse un buen alcalde quien gasta una parte del presupuesto en remozar la presidencia municipal o en instalar una pista de hielo, antes que en reparar calles y banquetas.
¿Y qué decir de la reciente apertura de la Casa de Jalisco en Chicago, por la cual el gobierno del estado hizo un desembolso 67 millones de pesos y a cuya inauguración, el martes de esta semana, asistieron el gobernador Emilio González Márquez, varios integrantes de su gabinete y el rector sustituto de la Universidad de Guadalajara, Marco Antonio Cortés Guardado?
No es que sea malo abrir una representación oficial de Jalisco, en una ciudad de Estados Unidos donde residen muchos mexicanos, parte de ellos de origen jalisciense. La cuestión es otra: ¿cuántas cosas mejores, socialmente más útiles, pudieron haberse hecho aquí con los cinco millones de dólares que costó a los contribuyentes de Jalisco la flamante casa que el gobernador y sus invitados fueron a inaugurar a Chicago?
Y lo misma pregunta se podría hacer con respecto a los 20 millones de pesos que el gobierno de González Márquez decidió donar, nada más para este año, a un grupo de particulares (la Asociación de Radiodifusoras y Televisoras de Occidente, la Rato) para construir una estramancia que llevará el pomposo nombre de Palacio de la Cultura y las Comunicaciones, un proyecto que aspira a ser una suerte de Lincoln Center de petatiux, o una réplica degradada —lo que ya es mucho decir— del fementido Centro Cultural Universitario que, también con dinero y recursos públicos, viene promoviendo el ex rector de la Universidad de Guadalajara, Raúl Padilla.
¿Cuántas cosas mejores, socialmente más útiles, pudieron haberse hecho aquí con los cinco millones de dólares que costó a los contribuyentes de Jalisco la flamante casa que el gobernador y sus invitados fueron a inaugurar a Chicago?
A esta lista de gastos no prioritarios podrían sumarse las otras donaciones que, con dinero del erario, se han hecho en el pasado reciente a empresas acaudaladas como Televisa, consorcio al que el gobierno de González Márquez entregó, en 2007, una cantidad similar al costo que acaba de tener la Casa de Jalisco en Chicago (67 millones de pesos), para que la televisora de marras celebrara aquí el encuentro juvenil que organiza anualmente.
También habría que sumar las decenas de millones de pesos que han salido de las arcas estatales para patrocinar telenovelas, certámenes de golf, encuentros de lucha libre y otras ocurrencias faranduleras.
No es que esto sea malo, hay que insistir. El problema es lo ya dicho: la cantidad de cosas necesarias, socialmente mucho más útiles, que podrían haberse hecho, para atender necesidades, especialmente las de aquellas personas más vulnerables y desfavorecidas.
Si para el grupo político que controla a la UdeG es más importante mantener actividades en Los Ángeles —con el dinero de los contribuyentes, claro está— que en ampliar y mejorar los servicios educativos que la universidad oficial de Jalisco debe prestar aquí, estamos hablando, de nueva cuenta, de funcionarios fatuos y muy poco competentes, en la medida en que privilegian lo menos importante y hasta lo superfluo, en detrimento de lo prioritario o esencial.
Lo peor del caso es que estos amigos-enemigos —agrupados en el gobierno estatal y en la UdeG, que tan pronto andan de la greña como se pasean del brazo— parecen coincidir en ese mismo estilo (frívolo y poco responsable) de manejar el dinero y los recursos del pueblo. Porque ahora resulta que el gobernador Emilio González Márquez le acaba de solicitar al rector sustituto de la UdeG que incluya a Chicago en el “proyecto de expansión” que las autoridades de esa casa de estudios tiene hacia Estados Unidos (La Jornada Jalisco, 23 de febrero de 2011). Es decir, a la primera autoridad del estado súbitamente le ha parecido bien que los jeques de la UdeG lleven cocos a Colima, lechuzas a Atenas, valses a Viena o estudios superiores a Estados Unidos.
En pocas palabras, el gobierno de Jalisco y la rectoría de la UdeG (tanto la formal como la real) están decididos a ser candil de Chicago y oscuridad de Jalisco. ®