La pintura del Taka Fernández, más que la ilustración de la idea de manglar, es una proyección del subconsciente del artista, visualizando ese ecosistema imaginario como un útero, el humedal donde se da la vida entre las tinieblas y la oscuridad, y a la vez el caldo primigenio donde se originan los mitos que sostienen la supraestructura del universo.
La exposición Capítulo 20, el enjambre y el eco nebuloso que Francisco (el Taka) Fernández presenta en la Galería Arróniz Arte Contemporáneo es la primera fase de una exploración imaginaria del manglar como frontera, territorio fluctuante entre el mundo subacuático y el terrestre, lo consciente y subconsciente, la oscuridad y la luz, lo racional y lo instintivo.
Este proyecto, que rebasa el ámbito de la pintura, tiene como hilo conductor el paisaje como escenario y soporte de una realidad poliédrica y al mismo tiempo protagonista de los acontecimientos. Los paisajes imaginarios (desierto, montañas, ecosistemas lacustres, y ahora los manglares) han sido una constante en el lenguaje pictórico de Fernández y representan la relación simbólica espacio-tiempo, convirtiéndose en los escenarios oníricos donde se desatan las tensiones antagónicas y se originan las resistencias de sustrato mitológico.
El discurso pictórico de Capítulo 20, el enjambre y el eco nebuloso plantea una analogía metafórica entre los espacios naturales y sus ecosistemas y las culturas no occidentales que están en proceso de extinción, y alude a los estratos olvidados como las comunidades de campesinos que viven en extrema pobreza o, como el mismo manglar, sometido a una explotación que lo degrada cuando es fundamental para sostener ecosistemas enteros y evitar la degradación de la costa por el influjo del mar. Al respecto sólo citar que 70 por ciento de las especies marinas pequeñas utilizan los manglares como lugar de crianza.
El acercamiento de Fernández a los manglares obedece a la contemplación metafísica e imaginaria de un ecosistema revestido con propiedades mágicas, de índole mitológico, y a ello debe su título, ya que el capítulo 20 del I Ching está dedicado a la contemplación, en la que el que observa es a su vez observado.
En todo caso, la pintura del Taka Fernández, más que la ilustración de la idea de manglar, es una proyección del subconsciente del artista, visualizando ese ecosistema imaginario como un útero, el humedal donde se da la vida entre las tinieblas y la oscuridad, y a la vez el caldo primigenio donde se originan los mitos que sostienen la supraestructura del universo, al permanecer como territorios inexplorados e ignotos, intransitables para el hombre, enjambre de raíces y capas lodosas del subconsciente colectivo.
El acercamiento de Fernández a los manglares obedece a la contemplación metafísica e imaginaria de un ecosistema revestido con propiedades mágicas, de índole mitológico, y a ello debe su título, ya que el capítulo 20 del I Ching está dedicado a la contemplación, en la que el que observa es a su vez observado.
De ahí también que una parte fundamental de esta exposición sea la Estación Flotante de Contemplación Activa, una torre de observación hecha con materiales industriales reciclados y de indudable presencia totémica, que como muchas otras veces en las exposiciones del Taka Fernández se presenta junto a dibujos, bocetos y pintura a modo de instalación, pero en esta ocasión el prototipo está destinado a salir de la galería. Eso ocurrirá en una segunda fase del proyecto, en que una o varias Estaciones Flotantes de Contemplación Activa se construirán in situ en algún ecosistema de manglar.
El conjunto de la obra es el resultado de un proceso entrópico y contradictorio que actúa como detonador en la mente del espectador al potenciar la subjetividad de la interpretación y la multiplicidad de lecturas.
Las pinturas de Capítulo 20, el enjambre y el eco nebuloso son una interpretación cosmogónica y una radiografía temporal del caos al detener en un instante simbólico el flujo mediático de información y energía. Este trabajo señala el punto de confluencia entre el substrato subconsciente de lo permanente y esencial con el de la coyuntura presente, desmoralizadora y de planteamientos fundamentalmente absurdos del poscapitalismo decadente y sin futuro que vivimos.
El conjunto de la obra es el resultado de un proceso entrópico y contradictorio que actúa como detonador en la mente del espectador al potenciar la subjetividad de la interpretación y la multiplicidad de lecturas.
La gama de azules predominante en esta serie, un universo de constelaciones formadas a través de explosiones lumínicas y agujeros negros que conforman el eco nebuloso, sitúa el espacio-tiempo en el ámbito nocturno, en las penumbras, reino de la oscuridad, lo secreto y desconocido, creando en definitiva la luminosidad adecuada para que se dé cierto tipo de alquimia.
Capítulo 20, el enjambre y el eco nebuloso muestra un universo con sus propias leyes en el que se originan mitos, leyendas y un conocimiento metafísico alimentado con las aportaciones de generaciones de pensadores, artistas y variada gente de bien, y que de igual modo que el ecosistema de los manglares, gracias a una política suicida propia de este nuevo medievo hipertecnologizado, también se encuentra en peligro de extinción.
La obra del Taka Fernández se ha caracterizado a lo largo de su trayectoria por su actitud crítica y nada complaciente, arriesgada y original, y en ocasiones, poco cómoda para el público a pesar del gran despliegue de recursos técnicos. No en vano la pintura, el oficio de pintar, para el Taka, además de un método de conocimiento, es sobre todo, un acto de resistencia.
Venceremos. ®