Contextualizar a Porfirio Díaz

El desprecio de la democracia

La trayectoria de vida de Díaz se reflejó en su modelo gubernamental: autocrático y concentrado, desdeñando los procesos democráticos y manteniendo el ejército y las autoridades locales bajo control.

Porfirio Díaz y Benito Juárez Maza, hijo del “Benemérito de las Américas” en el panteón de San Fernando, en 1906. Fotografía del INAH.

El historiador estadounidense Charles Johnston escribió en 1903: “Lleno de fuego y vigor, el General Don Porfirio Díaz puede mirar atrás con profundo contento y satisfacción tranquila a una larga vida bien empleada en la construcción de su patria y colocándola al frente entre las naciones de la Tierra”.1 Esta oración entusiasta (eufemismo) refleja el carácter controvertido de la figura de Porfirio Díaz —la historiografía subsiguiente lo califica más bien de dictador—. Documentemos entonces el contexto biográfico de Porfirio Díaz —sus experiencias políticas y militares— y narremos cómo éste influyó en la formación de su modelo gubernamental.

Porfirio Díaz nació en 1830 en Oaxaca, en una familia de clase media–baja. No lo correspondió vivir la independencia, pero sí le tocó el periodo santanista. Al ser testigo de presidencias breves y débiles concibió un poder ejecutivo fuerte. Así, la reforma constitucional de 1887 quitó límites a la reelección presidencial. Al interpretar que la división de poderes dificultaba la gobernabilidad, Díaz optó desde el segundo periodo presidencial por una mayor concentración de la toma de decisiones. Por ejemplo, creó el papel de “jefes políticos”, nombrados por los gobernadores y encargados, entre otras cosas, de prevenir manifestaciones de descontento en el plano local. Al vivir con un Estado central débil se preocupaba por fortalecer su capital político. A escala regional usó estrategias de negociación, conciliación y represión para controlar a caciques y caudillos. A escala nacional gobernaba con científicos y reyistas, aprovechándose de las debilidades y de las fuerzas de cada grupo.

Entró en la política como diputado, pero era un pésimo orador. Tres veces se presentó para la presidencia, en vano. Finalmente, logró acceder a la presidencia mediante una maniobra militar: el plan de Tuxtepec, proclamado en enero de 1876, que planeaba destituir al presidente Sebastián Lerdo de Tejada, así como aniquilar la resistencia de las tropas iglesistas y lerdistas.

Díaz presenció numerosos cuartelazos, alzamientos y conflictos internacionales, notablemente la guerra mexicano–estadounidense. Sintió entonces la necesidad de pacificar el país —la famosa pax porfiriana, caracterizada, formalmente, por el respeto de la Constitución y de las leyes, pero, sustancialmente, por un ejercicio del poder fundamentalmente autoritario—. Díaz consideraba esta paz como una necesaria etapa de estabilidad que posibilitara el progreso económico y la expansión de la educación —hasta que, supuestamente, el pueblo adquiriera una madurez democrática suficiente—. En el plano internacional Díaz adoptó una actitud cautelosa, cuyo objetivo era mantener relaciones amistosas con cada país.
Díaz empezó a participar en la vida pública como militar, destacándose en la rebelión de Ayutla y en la intervención francesa. Y entró en la política como diputado, pero era un pésimo orador. Tres veces se presentó para la presidencia, en vano. Finalmente, logró acceder a la presidencia mediante una maniobra militar: el plan de Tuxtepec, proclamado en enero de 1876, que planeaba destituir al presidente Sebastián Lerdo de Tejada, así como aniquilar la resistencia de las tropas iglesistas y lerdistas. Lerdo se encontró efectivamente forzado a abandonar el poder en noviembre de 1876. Luego, después de un periodo de transición liderado por Juan N. Méndez, se organizaron elecciones en febrero de 1877 —mediante las cuales Díaz sí obtuvo la presidencia—. A partir de estos acontecimientos Díaz guardó cierto menosprecio hacia los procesos electorales y las discusiones ideológicas, así como el sentimiento de que el ejército requiera control. Díaz temía que militares de alto rango pudieran rivalizar con él, y mantuvo un ejército de efectivos y armamentos reducidos.

Así, la trayectoria de vida de Díaz se reflejó en su modelo gubernamental: autocrático y concentrado, desdeñando los procesos democráticos y manteniendo el ejército y las autoridades locales bajo control. ®

1 Charles Johnston, “Porfirio Díaz”, The North American Review, vol. 176, núm. 554, enero de 1903, p.115.

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Publicado en: Política y sociedad

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