Como se sabe, López Obrador quiere dictar agenda en el INE, y a Gibrán le enorgullecería que se la dictara, como ya lo gritó. Gibrán Ramírez en el INE sería como poner a la niñez en manos de Marcial Maciel.
Toca otra renovación del Consejo General del Instituto Nacional Electoral. Ni hoy ni nunca en esta década —por lo menos— debe aparecer ahí un nombre: Gibrán Ramírez. Un empeorado y mediáticamente violento militante del obradorismo. Militante y empleado del presidente López Obrador. El “politólogo” Ramírez…
¿Es un politólogo? Tiene títulos que hacen suponer que lo es, mas tener títulos pero (ya) no obra es sólo tener títulos, no ser politólogo. Ser politólogo es hacer politología, no tramitar, guardar y presumir títulos. Es un hacer objetivo, no un tener objetos.
Gibrán Ramírez no es un analista, es un porrista. Su trabajo no es la producción de conocimiento sobre política, es defender a un político. Utilizando o ignorando trozos de conocimiento. No trabaja como politólogo, se escuda políticamente en sus títulos que “dicen” que lo es. Pero no, no lo es —no en estos años— porque no hace Ciencia Política sino política. No se dedica al análisis con la mayor objetividad posible (ese análisis del que pueden derivarse críticas, propuestas y mejores preferencias); lo que hace es política partidista (“intelectualizada”) al dedicarse profesionalmente a defender a López Obrador y su poder. Y sus prejuicios. Tal es su trabajo. El trabajo real, fundamental(ista) y pagado. Ampliamente pagado. Aunque el grillo militante y porrista se vista de seda, flabelífero político se queda. Mientras esté incondicionalmente con el presidente, “Gibrán” no puede ser un politólogo verdadero, pleno, como quiere parecer. ¿Cómo se puede hacer politología sobre México cuando se está comprometido con el presidente de México? Sea del partido que sea.
Y así como no es un científico social porque carece de la obra suficiente, de la perspectiva necesaria —ha negado la existencia de la objetividad— y de todo compromiso científico, tampoco es ya un intelectual público, de ningún tipo. Lo fue, más o menos, siendo un intelectual–político. Hoy no es más que un político–“intelectual”: vestido como intelectual politológico hace política obradorista, grilla: lucha por el poder y para el poder, el poder presidencialista obradorista. No piensa y luego defiende una causa; defiende al presidente y después piensa para defenderlo mediáticamente; es un auxiliar presidencial y para eso piensa (aunque no siempre…). Tampoco, por ende, puede ser un ejemplo de pensamiento crítico. No critica con análisis sino contra el análisis: critica a los y las analistas que critican al político que él defiende. De eso se trata el Gibrán Ramírez sexenal.
Tratándose de eso, no debe ser elegido como consejero electoral. Nunca en esta década, repito. No es independiente, es seguidor del presidente; no es autónomo, su acción pública actual se debe (en todo sentido) al poder y el gobierno obradoristas; no es objetivo, es un grillo comprometido con una grilla.1 No podría ser imparcial en el Consejo General del INE. Jamás. Y ya ha manifestado sus malas intenciones sobre el Instituto.
Un consejero electoral Ramírez sería una forma cínica —e ilegal— de acelerar el deterioro suicida del nunca excelente régimen democrático nacional. Lo que no era excelente hay que mejorarlo, pues tampoco era pésimo. El INE es necesario. Al INE hay que defenderlo.
Lo ha dejado escrito. Véase su articulito “Discutir las entidades autónomas”, que desde luego no es sobre discutir nada sino sobre “justificar” al obradorismo. Ahí mismo, además de entregar al Coneval una crítica idiota de tan imprecisa e intentar manchar a los órganos constitucionales autónomos reduciéndolos a actos de los presidentes Salinas y Peña, lo dice con la claridad de lo implícito que a veces le falta en lo explícito cuando quiere simular más ciencia: reformarlo o destruirlo. Reformar al INE o destruirlo. Reformarlo, para todo obradorista de veras, es reformarlo obradoristamente. O destruirlo. Porque, según Ramírez, el gobierno federal y la mayoría de México ya son cosas “serias”, porque ya las tiene López Obrador… Es esa reforma o destrucción. Ésa, no otra, es la intención gibraniana. Todo casa bien —pero democráticamente mal— con una declaración del “analista” que nunca hay que olvidar: “sería un honor que la agenda me la dictara el presidente”. Como se sabe, López Obrador quiere dictar agenda en el INE, y a “Gibrán” le enorgullecería que se la dictara, como ya lo gritó. Gibrán Ramírez en el INE sería como poner a la niñez en manos de Marcial Maciel.2
¿Merece muerte el INE? No. “¡Pero si hubo fraude en 2006 y 2012!” No. Nunca lo han probado. La posición correcta sobre esas elecciones es una similar a la que Evo Morales y Gibrán Ramírez tienen sobre la pasada elección presidencial boliviana: “Hubo irregularidades, no fraude” (Morales), y “El documento de la OEA no prueba un fraude”, que es, destilado, lo que dijo Ramírez en “La Hora de Opinar”. ¿Por qué no dice algo así sobre el 2006 y el 2012 mexicanos? No porque no se pueda sino porque es obradorista (lo dice en el caso evista sólo porque coincide con su línea evista).3 La ilógica y la contradicción al servicio del poder. Hay tres cosas más que los fanáticos de López Obrador no pueden explicar científicamente: 1) si fuera cierto todo lo que creen y dicen, ¿cómo es que ganó AMLO en 2018 con una elección organizada por el INE? ¿Por qué? Si Lorenzo Córdova es un delincuente, como propagan en “las benditas redes sociales”, ¿por qué no se comportó como delincuente en 2018? Si hubo fraude en 2006 y 2012, ¿por qué no en 2018? La esencia del sistema electoral federal es la misma en las tres elecciones y en la pasada la votación proAMLO es la relativamente mayoritaria pero no tan grande como es en la ilusión amloísta… 2) ¿Por qué no se robaron las mayorías legislativas quienes supuestamente se robaron los periodos presidenciales? ¿“Prianistas” autoritarios y antidemocráticos que hacen fraude en un tipo de elección pero no en otro para dividir el poder en la relación Ejecutivo–Legislativo y enfatizar el principio y la realidad de la división de poderes? 3) ¿Por qué hoy están en el obradorismo Germán Martínez y Manuel Espino? Martínez era parte del primer equipo de Felipe Calderón y después sería miembro de su gabinete y presidente nacional del PAN; Espino era el presidente panista en 2006. Si fueron parte de un fraude real en su contra, ¿por qué López Obrador los perdonaría y premiaría años después? ¿Porque le dieron las pruebas del fraude? Entonces, ¿por qué AMLO no presenta esas pruebas? Nadie, nunca, ha probado los dos “fraudes” por los que el actual presidente odia al IFE–INE.
No hay más: un consejero electoral Ramírez sería una forma cínica —e ilegal— de acelerar el deterioro suicida del nunca excelente régimen democrático nacional. Lo que no era excelente hay que mejorarlo, pues tampoco era pésimo. El INE es necesario. Al INE hay que defenderlo. ®
Notas
1 La objetividad, como atributo de un observador y característica del analista, es apegarse a los hechos, un apego racional–técnico a la realidad (también objetiva, que también existe objetivamente, en “hechos–hechos”). Ser neutral, no como acto aislado o contenido en circunstancias específicas referidas a un solo ámbito sino como esencia o definición del individuo, sería no tener preferencia alguna (si bien ser pasa necesariamente por actuar, actuar no necesariamente es o equivale a ser). Objetividad no es lo mismo que neutralidad. Ser objetivo como observador y analista no es lo mismo que ser neutral como individuo multi–identidad. Sólo queda añadir que la objetividad no se da al 100%, es imperfecta, y esto quiere decir que no es posible que un individuo tenga conciencia de absolutamente todos los hechos que de cualquier forma, directa e indirectamente, intervienen en un problema, por lo que no puede dar cuenta y presentación de ese total absoluto. Nada de esto parecen entender ni Gibrán Ramírez ni John Ackerman ni Hernán Gómez. A veces la “protección” de Ramírez es Max Weber. Weber es importante pero el tiempo intelectual y académico no se congeló con él.
2 Otra refutación a Ramírez sobre el movimiento obradorista puede leerse aquí.
3 Sí, también estoy diciendo que no conozco prueba de que haya habido fraude en esa elección boliviana y que se contradicen quienes, negando razonablemente los “fraudes” antiobradoristas, afirman sin probar que hubo fraude evista.