DESPERATELY SEEKING BUSINESS

Dentro y fuera de la cancha

Pocos negocios son tan rentables como el futbol. No es necesario formar una corporación poderosa; si se tiene la posibilidad se puede usar recursos del erario, ser mano derecha de algún capo del crimen organizado o empresario del crimen desorganizado.

El balompié en México genera aproximadamente siete mil millones de dólares al año equivalentes a 0.7 por ciento del producto interno bruto del país, según el estudio “Tendencias del futbol, su afición y consumo en México” elaborado por De la Riva Group.

Cualquiera puede pensar que si se habla de las tranzas entre directivos, entrenadores y promotores con la Femexfut, eso no nos beneficia ni nos perjudica sino todo lo contrario; a los ciudadanos no nos hace corruptos la corrupción en el fut, ¿o sí? (podemos excusarnos porque nos influencia inconscientemente). Total, son fondos privados y los impuestos escamoteados son bronca de Hacienda. En los comentarios del programa de ESPN Futbol Picante señalan que, por ejemplo, dos de las reglas de los entrenadores  son salir a jugar a no perder, para que no te corran por tener malos resultados y deben aceptar en los cambios de los cuatro “refuerzos” a uno de calidad a una medianía y dos malos, sacrificando el espectáculo del jogo bonito por los marcadores a favor, también en términos de ingresos.

El escenario verdaderamente atractivo del futbol, desde hace ya mucho, ha dejado de ser el juego (desde luego), el draft de cada apertura y clausura, los aquelarres por festejos homoeróticos y los accidentes automovilísticos. La principal atracción y espectáculo lo brindan ahora las transacciones corruptas en el futbol mexicano y sus televisoras, aunque no aminora ni opaca la corrupción presente en el entorno de otras instancias…

El futbol mexicano, si del deporte hablamos, es capaz de dejar dormidos de aburrimiento incluso a los hinchas de los respectivos equipos, las chicas de las porras son transexuales y eso no atrae al espectador guadalupano promedio; así que la atención y el show se desplazan a cuestiones fuera de la cancha.

La movida ha sido farandulizar el futbol, asociarlo con artistas de las televisoras mexicanas para lubricar dos polos que antes no se topaban para nada. No es una rastrera estrategia de marketing como los estudios culturales de nuestro kitsch mediático nos hacen saber, sino una comunión entre esos dos especímenes de la sociedad, que son tan seguidos como despreciados. Comparten la ambición, libros de desarrollo humano, el culto a sectas nice y cirujanos plásticos, entre otras afinidades. Así que su espectacularización no se debe a cuestiones debordianas sino a la inercia económica. Tenía que ser espectáculo para poder ser negocio, de lo contrario sería un deporte segundón, machista, sin glamour y pobre; no es debordiano el espectáculo1 futbolero, en cambio sus personajes sí derivan, cuando hacen declaraciones en conferencias de prensa o cuando son presidentes de la Conade.

El análisis impuntual del futbol nos recuerda las competencias de oratoria de la secundaria, aunque en los de la secu el expositor no lloriqueaba frente a cámaras y, en comparación, hablaba sin sentimentalismo. La opinión externa trata de agarrar con pinzas al deporte, por ejemplo, la mirada semiótica estructuralista del futbol dice que es más que un juego; es un sistema de signos que codifica las experiencias y le da significados a diversos niveles. Permite al espectador leer la vida con ayuda de los recursos mediáticos que orientan y controlan nuestra visión de la experiencia retribalizadora. Siendo así, las esposas de los críticos culturales les pueden perdonar que pierdan dos horas + resúmenes viendo el fut a sus maridos, so pretexto de examinarnos como sociedad y entenderla como un texto significante.

Por otra parte, Terry Eagleton piensa que la cultura popular, incluido el deporte como espectáculo, ha acabado con un poderoso mito: “Ha contribuido a echar por tierra el dogma puritano de que una cosa es la seriedad y otra el placer. El conservador confunde placer con frivolidad porque confunde seriedad con solemnidad. El placer queda fuera del dominio del conocimiento y por tanto es peligrosamente anárquico”.2 Según este punto de vista estudiar el deleite sería como analizar por medios químicos la cerveza en lugar de tomársela.

En 2004 Peter Pericles Trifonas publicó su libro Umberto Eco y el fútbol, obra en la que repasa el pensamiento del semiólogo italiano sobre el balompié como sistema de signos que codifica experiencias y proporciona significados para leer la vida. Umberto Eco y el fútbol muestra a Eco entregado a la crítica cultural, quien avanza por los caminos sinuosos de los signos de la cultura con atisbo agudo y atento a los detalles olvidados del gran texto de la vida, así como sus equívocos e interpretaciones erróneas. Decir: “Antes que el futbol … era el signo” es similar a decir “antes que el huevo fue el pollo transgénico”.

El libro de Trifonas recorre sus capítulos reflexionando sobre la obsesión mediática por los jugadores que generan los signos del futbol como carnaval y el culto a la personalidad (o a la impersonalidad).

El capítulo titulado “Homo sportivus” trata sobre el futbol como deshumanización del hombre, la violencia como forma de expresar euforia y pasión, “la pasión como deseo de contemplar formas de entretenimiento que entrañan un riesgo y la búsqueda de las raíces del espectáculo del fútbol en la historia de los juegos circenses al compartir la euforia, el libertinaje y la usurpación que supone la celebración de una victoria bélica”.3 Una analogía bastante prejuiciosa y que trata de respaldarse en antecedentes históricos (equívocos) para plantearse como serio; tal vez no estudió con el rigor que caracteriza a sus investigaciones los orígenes del futbol y el autor se aventuró a compararlo con un espectáculo de otra naturaleza y con otras raíces, el antiguo juego de pelota no se compara con los juegos circenses, el primero al menos en Mesoamérica poseía un carácter ritual y de escarmiento a quienes eran derrotados —una visión del balompié como guerra de guerrillas semiótica con un enfrentamiento simbólico entre aficiones en el que se combinan emociones encontradas, ideologías extremistas, comportamientos ilógicos, misticismos carismáticos, mitomanías y formas de comunicación propias organizadas con sistemas de signos y códigos especiales.

Esta es su postura más aprensiva que convenientemente toma la violencia como algo inherente al futbol, no como algo que ha ido adquiriendo en diferentes contextos. En éstos se ha notado un tránsito en el carácter y sentido del futbol, desde su estadio litúrgico-ritual en la Antigüedad hasta el llano negocio mediático.

La transformación del deporte en empresa de publicidad y marca comercial son aspectos que los críticos culturales bombardean todo el tiempo, bueno, cuando no ignoran el asunto pues el espectáculo ha compartido un lugar despreciado por los cultos, cultos que le hacen fuchi a los gustos populares pero lo toman como laboratorio de análisis concluyentes: el futbol es un deporte que enajena a diestra y siniestra y también despoja al hombre de la razón, razón que sí tienen los sociólogos por encontrar pautas y patrones con los cuales juzgarlos; ellos que no son espectadores de nada más que del show humano.

La aproximación de los detentadores de las ciencias sociales a lo espectacular en general y a los deportes-espectáculo, como el futbol en particular, ha demostrado ser predominantemente tendenciosa, aunque no unívoca.

La psicología, en especial la social, poco logra despejar su vulgar psicoanálisis de las masas al establecer asociaciones arbitrarias para sopesar de animal salvaje al panzón que va al estadio a gritar sus frustraciones de la semana (torrente libidinal reprimido) contra la figura del árbitro (la autoridad) que le pita faltas que no cometió (sadismo), la observación empirista basta para ser terminante. Hablar de hedonismo y placer desde los habituales psicologismos solamente atrae a académicos sin vida social, ellos viven en carne propia su teoría ficción.

Bien, las diferentes posturas de pensamiento que reflexionan sobre el futbol ayudan a entender más allá de la simple idea de behaviorism de la sociedad (no a toda, a la que gusta del show futbolero, no examinando al juego y los jugadores), pero olvida que en estudios de campo una muestra no explica a todo el campo, y ahí entra en acción la teoría de juegos del modo estratégico-cooperativo: lo que es mejor para un jugador depende de lo que los otros jugadores piensan hacer, y esto a su vez depende de lo que ellos piensan que hará el primer jugador (tomando en cuenta como jugadores no sólo a los de los equipos, sino al conjunto de interacciones de individuos o grupos). Los teóricos economistas-políticos Von Neumann y Morgenstern pusieron gran parte de su esmero en este problema en el caso particular de juegos con dos jugadores cuyos intereses son diametralmente opuestos. A estos juegos se les llama estrictamente competitivos, o de suma cero, porque cualquier ganancia para un jugador siempre se equilibra exactamente por una pérdida correspondiente para el otro jugador. La negociación, como factor, no desempeñaba papel alguno en esta teoría (así que las mordidas son una fluctuación y son el factor sorpresa), y menciono esto porque tiene ecos muy perspicaces en filosofía política, biología y economía, a las que integra para comprender aspectos del juego poco explorado más allá del común estudio antropológico-sociológico o el lingüístico. El ángulo de las ciencias sociales no es desinteresado, pero el apego pragmático por la regla y el dato duro estadístico lo hace al menos para mí poco interesante. Por eso el encontronazo futbolero entre filósofos resulta más provechoso:

Hablando de cosas más terrenales que escapan al comentario intelectualoide como el que hice previamente, un día me encontré con una noticia no demasiado sorpresiva. La comisión (in)disciplinaria, que regula la conducta de los jugadores tanto dentro como fuera de la cancha, es decir, es la niñera moral de los equipos, levantó la sospecha de que desde el Apertura 2009 casi no hubo vetos durante varios meses, lo cual no quiere decir que no hubo violencia en los estadios o demás razones para multar a los directivos, pues los castigos impuestos por la misma Comisión acabaron siendo sólo cenizas desmoronadas por la “mano suavecita” de los que se supone tienen la última palabra. Así que no se puede divorciar la pasión del futbol (traducida a veces en violencia) de la buenaondez de la Comisión Indisciplinaria para que todo vuelva a la normalidad y los castigos sean como alzar las manos a la pared o un jalón de orejas público para no caer en la corrupción. Alberto de la Torre Bouvet fue uno de los iniciadores-precursores de la política futbolera de la mano suavecita; Justino Compeán y Antonio Leaño son continuadores de tal tradición.

Pero no hay problema si Femexfut deja de ser corrupta, los jugadores también tienen que decir algo al respecto. El diario deportivo Récord publicó una nota poco improbable del futbol mexicano en la que salió Oswaldo Sánchez en primera plana, pero con un encabezado distinto al que regularmente le colocan “¡OFRECIÓ DINERO AL SAN LUIS!” (15/04/07).

Supuestamente el ex guardameta nacional se reunió con Braulio Luna para hacerle el ofrecimiento de 3 mil dólares a cada jugador del San Luis si derrotaban a Gallos Blancos (como si fuese complicado), y cuando el mediocampista del San Luis lo comunicó a sus compañeros, de inmediato Octavio Valdés, el capitán, lo rechazó rotundamente. Examinado esto a partir de la teoría de juegos vonneumannesca, tengo que decir que en los juegos hay determinantes que se pueden arreglar fuera de ellas.

De nuevo la mano que mece la cuna, suavemente.

La FIFA dispone de pruebas sólidas sobre anomalías también en partidos de ligas nacionales y clasificatorias de la Liga de Campeones y de la Copa de la UEFA (ahora llamada Liga Europa), en los que están implicados principalmente clubes del este, aunque también algunos del oeste y del sur del continente a los que Interpol ha tenido que investigar, sobre todo porque no le han dado su parte corre$pondiente.

Según un comisario de la UEFA y jurista belga de apellido Dhont, el dossier de la investigación sigue cosechando pruebas, y se trata “de los casos más grandes de todos los tiempos” (de corrupción conjunta-deporte de conjunto). Dhont subrayó que algunos equipos de países europeos y latinoamericanos han tenido que hacer frente a asuntos de compra de encuentros y cohecho en los últimos años, algunos de los cuales son probados mientras que otros nunca salen a la luz. La UEFA tomará “medidas duras” contra los equipos y jugadores cuya implicación en la trama quede demostrada.

Con todo, podremos decir el futbol tiene esa chispa que a costa de poner en evidencia el fértil caldo de cultivo para la pasión, el goce y el saludo discreto con billete entre manos; también hace felices a muchos y es la única forma de vida para un buen sector de la población en el país: la afición; también es una forma de recreación para que la droga no llegue a tus hijos (hasta que les hagan antidoping por esteroides si son promesa del futbol), así que el precio es justo y la valoración que hacen otros del deporte espectáculo, también. ®

Notas y referencias
1 Debord cree que en lugar de servir a los deseos humanos, la economía en su fase espectacular crea y manipula incesantemente necesidades que se resumen en una pseudonecesidad: la del mantenimiento de su reino. Esa ternura punk repite consignas ideologistas que piensan que la clase que ha instaurado el espectáculo, la burguesía, debe su dominio al triunfo de la economía (la categoría de la economía); Debord menciona que “la economía ha dejado de ser un medio para convertirse en un fin, lo cual es expresión del espectáculo”. Independientemente de trasladar términos y presupuestos marxistas, las afirmaciones temerarias que hay en La sociedad del espectáculo son imprudentes cuando se dice que la economía se ha convertido en un fin y no se afirma por qué, pasando por alto este aspecto y en su lugar repitiendo la condición del espectador como ente pasivo; justo al revés, para posmarxistas como P. Anderson o F. Jameson la producción no es producción económica; la crisis del capitalismo se explica cuando el consumo rebasa las capacidades de producción, en ese contexto la economía no es un fin porque el consumo acelerado exige mayor producción y sigue siendo intermediario de sus relaciones; una modalidad de crisis económica deviene si hay sobreproducción y poca demanda. Hay que tomar en cuenta no nada más al espectador-consumidor sino a todas las demás causas. Guy Debord, Le declin et la chute de l’economie espectaculaire-marchande, reproducido en la revista de la IS 10/3-11, reedición Les belles letres, París, 1993, pp. 138-147.
2 Terry Eagleton, Después de la teoría, Barcelona: Debate, 2005.
3 Peter Pericles Trifonas, Umberto Eco y el fútbol, Barcelona: Gedisa, 2004.
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Publicado en: El lado oscuro del balón, Junio 2010

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