Hermosillo, Son.— Mientras en otras regiones del país miles de docentes libran contiendas sindicales a base de paros laborales sin límite, plantones, tubazos y tomas de carreteras, en una tranquila preparatoria de Hermosillo, el Centro de Educación Artística José E. Pierson, una parte importante de los docentes del área artística lleva ya varios meses sin percibir salario.
Para muchos de ellos, catalogados dentro del llamado «Código 20», no hay esperanzas de recibir un solo centavo en lo que resta de semestre. Algunos pagos han ido cayendo a cuentagotas, aliviando en parte las presiones económicas, pero el malestar propio de trabajar sin percibir la justa remuneración, desde el mes de agosto pasado, sigue prevaleciendo en una buena parte de la planta docente.La única huelga al respecto aconteció esta semana, y no por parte de los profesores —quienes aún a pesar de la marcada violación de sus derechos laborales han decidido continuar con sus responsabilidades docentes— sino por el alumnado. Espontáneamente los discípulos de maestros afectados decidieron interrumpir las clases en la mañana del martes 15 de octubre, para manifestarse a favor de una de sus tutoras más queridas, maestra de Literatura, quien recién había presentado su renuncia a la administración del plantel. Los estudiantes bajaron al ala norte de la Casa de Cultura (donde radica el Cedart) para, de manera unánime, expresar su apoyo a la maestra, además del temor colectivo de que otros profesores afectados sigan su ejemplo y las renuncias se vuelvan estampida.
La resolución del conflicto escapa incluso a la propia dirección del centro, indefensa ante los truculentos mecanismos burocráticos de la instancia federal que representa, y ya sin estrategias para suavizar el malestar o argumentos para imprimir ánimo a su desmotivado equipo de profesores.
El Cedart de Hermosillo, uno de los doce planteles de este tipo en el país, pertenece al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), y entre sus formas de contrato maneja un conjunto de plazas distribuidas dentro del llamado Código 20, llamadas también de «Interinato Limitado», y que cada año ocasionan retenciones de salarios a sus beneficiarios por varias quincenas. En este curso 2013-2014 el problema de las suspensiones, según los movimientos y actualizaciones de plazas, ha llegado a un punto nunca antes visto, y un número importante de sus maestros permanece a expensas de la evidente violación de sus derechos, desde el mes de agosto.
La resolución del conflicto escapa incluso a la propia dirección del centro, indefensa ante los truculentos mecanismos burocráticos de la instancia federal que representa, y ya sin estrategias para suavizar el malestar o argumentos para imprimir ánimo a su desmotivado equipo de profesores.
Sin muchas posibilidades de resolver el asunto a distancia, y sin ánimos de suspender clases en favor de un alumnado que los apoya incondicionalmente, los maestros permanecen con las manos atadas en espera de alguna resolución del aberrante problema. Han dirigido carta a Jorge Gutiérrez, subdirector general de Educación e Investigación Artísticas del INBAL, pero siguen sin esperanzas de que se descongelen los movimientos de plazas más allá del 30 de noviembre del presente año, o que incluso terminen el semestre sin percibir su justo salario.
Los maestros del Cedart Hermosillo ni siquiera han pensado en la posibilidad de interrumpir sus clases, cerrar calles o atacar sedes partidistas. Apenas esperan por una impronta de decencia y respeto por sus derechos.
Para quienes desarrollan una labor tan marcadamente humanista como lo es la enseñanza del arte, que entrenan a jóvenes preparatorianos en el amor al teatro, la danza, la música y las artes plásticas, el desconocimiento de sus derechos por parte de instancias federales quizás debería recibir tanto apoyo y solidaridad como el que obtienen otros movimientos docentes que en estos mismos momentos reclaman sus derechos en otras partes de la república mexicana. Los maestros del Cedart Hermosillo ni siquiera han pensado en la posibilidad de interrumpir sus clases, cerrar calles o atacar sedes partidistas. Apenas esperan por una impronta de decencia y respeto por sus derechos, de parte de la institución federal que los contrató, y que una eventual rectificación del error no se siga manteniendo como una costumbre o tradición burocrática en cada ciclo escolar por venir. ®