Editorial

Entre la ciencia y la ficción

La ciencia y la ficción parecen competir por las hazañas y los escenarios más asombrosos e increíbles. Lo cierto es que su combinación es una de las más afortunadas de la imaginación. ¿Hemos llegado al futuro? Sí. No. O quizá después del futuro volvamos a la era de las cavernas.

Escena de La nave de los monstruos (1959), de Rogelio A. González.

Escena de La nave de los monstruos (1959), de Rogelio A. González.

En México se escribe ficción científica desde el siglo XVIII, como lo sabe quienquiera que se interese seriamente por este género fascinante. Viajes a la luna y aparatos portentosos pueblan la narrativa de la mal llamada ciencia ficción desde entonces, con buena fortuna, nos parece, como tratamos de hacerlo ver con los ensayos que publicamos en esta edición, además del vistazo que echamos al género en otras latitudes.

Naief Yehya advirtió en su libro El cuerpo transformado [Paidós, 2001] algo fascinante, que “Entre todas las fantasías y las pesadillas que —imaginábamos— nos aguardaban en el año 2000, una, ciertamente, se ha cumplido: la humanidad es una especie en extinción. En su lugar, la sociedad telemática o posthumana se redefine diariamente mediante la alta tecnología y poco a poco se materializa la posibilidad de crear vida inteligente no biológica.[…] De seres privilegiados, nos hemos convertido en un simple eslabón evolutivo. Pero mientras el homo sapiens no se extinga de la faz de la Tierra o quede confinado a especie de zoológico por alguna raza posthumana maquinal, estamos viviendo un tiempo de híbridos”. Es decir, de los cyborgs o “los hombres mejorados”.

Joaquín Peón Iñiguez va más lejos y se pregunta en su artículo “Ética robótica” “¿podrán los robots ser mejores administradores públicos? ¿Mejores compañeros de trabajo? ¿Qué mitos caerán cuando las inteligencias artificiales procesen la vasta cantidad de información que hemos acumulado?”

En La cueva de los sueños olvidados (2010), de Werner Herzog, el espectador se aproxima por medio del 3D a sitios que quizá jamás podramos palpar, como las pinturas rupestres de la cueva de Chauvet, en Francia, y en Encuentros en el fin del mundo (2008) el director alemán nos muestra la vida en la principal base científica de la Antártida, Mc Murdo, donde el jefe suele pasar a su equipo películas de ciencia ficción de los cincuenta. La ciencia es insuficiente sin la ficción. Aun con todos avances tecnológicos que nos permiten estar hipercomunicados —ese hombre de las cavernas que ha llegado a las realidades virtuales, como escribe Román Gubern en El eros electrónico [Taurus, 2000]—, es paradójico que los subgéneros literarios en México, como el de la ficción científica, sean escasamente reconocidos por la República de las Letras —“para su buena salud y mejor funcionamiento”, diría Jorge Flores-Oliver en una reseña de un libro fundamental: La ciencia ficción en México, de Gonzalo Martré [Dirección de Publicaciones del Instituto Politécnico Nacional, 2004].

Alberto Chimal explica que ciencia ficción es “una mala traducción del inglés science fiction, que en castellano, con toda propiedad, debería ser ‘ficción científica’ o, mejor aún, ‘narrativa científica’, o todavía más (atendiendo al espíritu más que a la letra): literatura especulativa.

En Replicante de junio de 2013 estamos parados —pensando— entre la ciencia y la ficción. En “El país de Urbarat” Alberto Chimal explica que ciencia ficción es “una mala traducción del inglés science fiction, que en castellano, con toda propiedad, debería ser ‘ficción científica’ o, mejor aún, ‘narrativa científica’, o todavía más (atendiendo al espíritu más que a la letra): literatura especulativa, como proponía en el siglo XX el escritor Harlan Ellison; literatura dedicada a imaginar otras posibilidades de la vida humana a partir de lo que existe hoy”.

Pepe Rojo, por su parte, dice en su ensayo “El futuro no es un lugar agradable” que “El futuro siempre es fascista, y el fascismo ha mostrado ser particularmente hábil para crear imágenes utópicas”. Tal como nos lo explican Isaac Stone Fish y Helen Gao en “Ejército de liberación pulp”, cuando, después de la fundación de la República Popular China las novelas de fantasía y de ficción científica se vieron fuertemente guiadas por la ideología comunista.

La ciencia y la ficción parecen competir, pues, por las hazañas y los escenarios más asombrosos e increíbles, tanto en la vida real como en la literatura, el cine y la pantalla de TV. Lo cierto es que su combinación es una de las más afortunadas de la imaginación. ¿Hemos llegado al futuro? Sí. No. O quizá después del futuro volvamos a la era de las cavernas. El mundo de la ficción científica es tan vasto como impredecible. Aquí, en Replicante, una buena probada. ®

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Publicado en: Entre la ciencia y la ficción, Junio 2013

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