Ejercicios de estilo sobre un hecho violento

Homenaje a Raymond Queneau1

El autor propone catorce variaciones literarias sobre un hecho violento que ocurrió en Tlaquepaque, Jalisco, en el mes de febrero pasado, en el cual murieron tres policías.

Homenaje a los tres policías asesinados. Foto © TV Azteca.

Homenaje a los tres policías asesinados. Foto © TV Azteca.

No hay hechos, sólo interpretaciones.
—Nietzsche

Somos maquilladores de la miseria.
—Kundera

Fenómeno

El pasado 24 de febrero de 2016 tres policías fueron asesinados a balazos en las calles de Tlaquepaque, Jalisco. Iban en su camioneta cuando, en un alto, un grupo de personas armadas descendieron de dos vehículos y les dispararon desde una distancia de no más de dos metros. En el funeral se dice que todos los fallecidos fueron policías “responsables y honrados”, que perecieron en el ejercicio de su deber y que, como agentes de la ley, fueron intachables. Antes, empero, el fiscal había referido que el comandante operativo de Tlaquepaque, uno de los fallecidos, había reprobado el examen de control y confianza.

Kant tenía razón: la cosa en sí, la realidad tal cual, es incognoscible.

Es que éramos muy narcos

—Ya los matamos, mi jefe. Estuvo refácil. El semáforo se nos puso en rojo y pos nomás nos bajamos, les disparamos y nos largamos.

­—­Eso es lo que quería escuchar, mi Tablas. Esos putos polis sólo estaban de castrosos, queriéndose juntar con la otra bandilla. Si supieran que a ellos también les daremos en su madre.

—Oiga, jefe y pos… no es por estar acá de pediche pero mi jefita está enferma y necesito varo. Le quería pedir si me daba de una vez lo prometido. Hice esta chamba muy bien, como siempre, usted ya sabe que la gente que me dice yo se la resuelvo y pos… ahora sí me urge ¿no?, por mi jefa, como le digo.

—Ahí tiene, Tablas, las cinco mil bolas prometidas. Se las ganó muy bien, eh, ese cuico estaba algo pesado.

—A sus órdenes, mi jefe. Aquí estamos, usted dice y yo mato.

Morbo

—¿Wey, supiste que ayer mataron a tres polis por aquí cerca?

—Algo así escuché, que a un lado de la construcción del tren, ¿no?

—Sí, estuvo pasado de verga, yo vi el video y los narcos se la rifaron: a plena luz del día y con coches atrás.

—¡No mames! ¿Hay video? Lo quiero ver. Una vez vi uno de unos chavos que mataron en Patria y Mariano Otero. Como que el wey que grabó esto llegó antes que la policía y se ve cómo están los chavos agonizando.

—¿En serio? A ver… lo buscaré en YouTube.

—Sí, yo también veré ese que dices de los polis de ayer.

Por los colores caídos

Un chivo de cuerno que ladra al son de su tacto,
Manos manchadas de blanca azúcar,
Y la consigna del oscuro deber cumplido.
Tres bultos azules teñidos de rojo,

Dos por tres ojos en blanco,
Y un motor negro se ha apagado.
Llorar y llorar en el velorio agrio de los caídos,
Tres ángeles azules van cantando y balaceando rumbo al cielo,
Y a la ciudad de las rosas se le ha borrado otro color de su arcoíris blancoynegro.

Filosofía de muerte / Filosofía de calle

En la contemplación fenomenológica de la escena en cuestión —que se podría catalogar como la escena del crimen— confluyen varias perspectivas cuyas reflexiones podrían arrojar luz en relación con el problema fundamental de la vida, a saber, la muerte.

Observamos tres cuerpos sin vida. Atención a esto que se podría dejar pasar: cuerpo, vida, muerte. Tres elementos, tres conceptos que, en su aislamiento y en su conjunto, dan cuenta de la totalidad de la existencia. Y es que para el sujeto viviente y parlante, ese que reflexiona y verbaliza sobre la totalidad, es necesario un cuerpo que albergue, precisamente, un núcleo racional que permita el despliegue de su pensamiento y lenguaje. Pensar y hablar la vida, pensar y hablar la muerte: nuestra muerte… la muerte del Otro. En este tenor, cabe preguntarse, ¿la vida antecede al cuerpo, el cuerpo antecede a la vida o son realidades paralelas e inexorablemente indisociables?

Pensemos ahora en la muerte: la condición previa para la muerte es la vida. No puede acontecer la muerte si no es por medio de la vida. Unos policías transitan por la calle vivos y cuando uno dobla la esquina para incorporarse a ésta, ellos ya están muertos. Así, sin más: tan simple y tan complejo. Es lo que tiene la calle: alberga hospitales donde nacen bebés y se gestan milagros, escucha con atención historias juveniles de amor, pero también recibe con los brazos abiertos sucesos como este múltiple homicidio.

Sustantivos

México. Jalisco. Tlaquepaque. Febrero. Luz. Día.
Avenida. Tráfico.
Policías. Camioneta.
Camionetas. Sicarios.
Pistolas. Balazos.
Dolor. Sangre.
Muerte.

Reporte Médico Forense

Lugar: Guadalajara, Jalisco a 24 de Febrero de 2016
Hora: 19:00 pm.
Autoridad que lo solicita: Fiscal General del Estado de Jalisco

Ante las autoridades competentes aquí presentes, véase el Secretario de Gobierno del Estado de Jalisco, así como el Fiscal General del Estado, comparece el médico forense Pablo Mortié (cédula profesional 10989952) quien, en cumplimiento de sus obligaciones, informa:

El día de hoy se ha procedido a la autopsia del señor Francisco Alejor de 47 años de edad.

Cadáver de sexo masculino, complexión robusta, estatura aprox. 1.80 metros. Apariencia física que corresponde a su edad biológica (47), cabello negro, poco poblado; frente ancha, ojos color negro, muy separados entre sí; nariz aguileña; orejas pequeñas en relación con la cabeza; mentón hundido; estructura dental normal; no se observan tatuajes o cicatrices en esta área.

El sujeto viste uniforme azul de policía, donde resaltan manchas de sangre e impregnación de materia encefálica en la zona de las hombreras, que se extiende hasta los codos.

Se observa varias entradas de proyectil de arma de fuego: una el área frontal del cráneo, sin salida. Otro impacto se presenta en la parte parietal derecha del sujeto, con el orificio de salida del lado izquierdo (éste es de forma irregular, con los bordes no muy claros).

Asesinato en las calles de Tlaquepaque

El investigador Peña llegó a la escena del crimen en cuanto supo de éste. Aunque su estado anímico no era el indicado —estaba tomado—, hizo caso omiso a las advertencias del comandante Zepeda y cruzó las cintas amarillas. Le urgía comprobar en persona si su amigo era el asesinado. Algo, en el fondo, le decía que no podía serlo, que Paco era el mejor policía del municipio, que estaba versado en toda clase de saberes policiacos y que los pactos con los narcotraficantes lo protegían, y, sobre todo, pensaba en todas las vicisitudes que Paco había superado solo. Sin embargo, la cruda escena le arrebató bruscamente toda ilusión: en efecto, el asesinado era Paco.

¿Acaso no es irónico que el asesinato de estos tres policías de Tlaquepaque haya ocurrido, literalmente, a un lado de la construcción de la nueva línea (3) del Tren Ligero, cuando ésta se presenta como el proyecto más trascendental de este gobierno (2012–2018) y cuyas políticas de seguridad han consistido más bien en el ocultamiento de las cifras en torno a homicidios, desapariciones forzadas y demás delitos?

Quizá fue el alcohol, el impacto del momento o la renuncia a aceptar la pérdida de su mejor amigo lo que hizo que cierto mecanismo racional del detective Peña se sobreactivara y así, antes de la llegada del llanto ineludible y de la burocrática revisión de los forenses, inspeccionó fríamente la escena del crimen para tratar de encontrar pistas que lo llevaran a los asesinos y sus motivos. Tomó una fotografía mental del escenario: cerró los ojos y procuró guardar cada detalle, cada minúsculo brochazo de este cuadro que parecía una pintura oscura de Goya. Y así fue, pues apenas llegar a su casa y rememorar el escenario pudo plasmar todo en su libreta —espacio negro que albergaba ya vastas historias de muerte, traición y corrupción— y apenas terminado de escribir lo acontecido cayó en cuenta de algo que le había pasado inadvertido en su momento: de la misma manera que él intentaba grabar fijamente en su memoria la cruel escena, alguien, desde un carro, lo observaba detenidamente. Y en la recuperación de tales memorias advirtió que él conocía ese carro. En efecto, ese carro había sido suyo.

Nota irónica

¿Acaso no es irónico que el asesinato de estos tres policías de Tlaquepaque haya ocurrido, literalmente, a un lado de la construcción de la nueva línea (3) del Tren Ligero, cuando ésta se presenta como el proyecto más trascendental de este gobierno (2012–2018) y cuyas políticas de seguridad han consistido más bien en el ocultamiento de las cifras en torno a homicidios, desapariciones forzadas y demás delitos?

Como si ante semejante acto, es decir, maquillar las cifras de los delitos, el “destino” se burlara del gobierno al exhibir, a un costado de su “colosal” proyecto, la basura que se pretende esconder debajo del tapete donde todos los tapatíos caminamos.

Adjetivos y Adverbio

El adjetivo, cuando no da vida, mata
­–Vicente Huidobro

Mexicanos, jaliscienses.
Sucias, inmundas y fácilmente inundables grises tapatías.
Azul, grandota y blindada.
Blanca, a–placada.
Larga, negra y ruidosa.
Rápidos, fugaces, inevitables.
Azules, sangrantes, doloroso.
Fríos, blancos, desalmados.
Muertos.

Al caer el día

A Simón Barajas no le temblaba la mano. Lo había hecho tantas veces antes, en similares circunstancias, y ese día no tendría por qué ser diferente. Encontrar, descender, apuntar, disparar y escapar. “Aunque —pensó— siempre se siente como la primera vez”. Y así fue.

Ya en casa —la suya, no la casa de seguridad del grupo— recordó, excitado, triunfante y ebrio hasta los detalles más mínimos del trabajo realizado aquel día: repasó cómo había empuñado el arma, cuántos disparos acertó y cuántos falló, y hasta recordó, al tiempo que hacía una mueca de satisfacción, el instante cuando el vapor azul de vida del policía se elevaba por encima de éste y huía hacia rumbo desconocido. Había visto esto en otras ocasiones ­—la primera vez se sintió doctor, pues todos saben que los galenos son las personas que más tienen la fortuna (o el infortunio) de ver este singular fenómeno—, pero esta ocasión fue única, porque él había quitado esa vida y era algo digno de recordar; su alegría fue tal que no le importó que la cara del muerto estuviera enmascarada por la sangre saliente de su frente y no tuviera rostro en su memoria a la cual asociar ese funesto acto de matanza.

—Sólo espero que el fantasma no me venga a chingar al rato —se dijo algo incómodo para sí, y es que, según pláticas con otros colegas, los fantasmas arrancados de su cuerpo por una fuerza ajena a la naturaleza intentan, siempre con nulo éxito, molestar a los asesinos de su cuerpo. Trató de no pensar en ello y continuó inserto en la triste rutina nocturna de su mediocre vida. Sintonizó las noticias: fosas encontradas en Guerrero, corrupción en la FIFA, saturación en el hospital general por casos crónicos de depresión, otra especie extraterrestre encontrada en las montañas de Brasil, el sindicato de cazafantasmas en quiebra, apagar.

Con la cerveza a medio terminar y un cigarro en la boca Simón Barajas se quedó dormido. La ventana de la sala se abrió lentamente, el aire abrazó con sus manos frías el cuarto y la figura fantasmal se posó frente a Simón y lo observó sin pestañar.

­—Puta madre —se dijo el fantasma—, pero si me mató mi ex compadre Simón.

Aforismo

Ahora el discurso de la muerte se configura como una representación teatral donde en cada escena se presenta un personaje nuevo y no vuelve a aparecer. Aparición, exhibición y olvido. La noticia de un asesinato exhibe la forma de su muerte, se fotografía hasta la basura del ombligo y luego, cual estrella fugaz —extraordinaria pero olvidable— pasa a los archivos empolvados de la memoria y de los periódicos. El atroz acto de matar ha pasado a ser una incómoda costumbre.

Antología

Nacer, doctor, llorar, conocer padres, cuerpo pequeño, cabeza grande; hogar, cuna, llorar, dormir, comer, cagar, llorar, dormir, comer, cagar; balbucear, tocar, hablar, gritar; hermanito, celos; kínder, maestra; primaria, amiguitos, tareas; secundaria, novia, drogas, sexo; preparato/ trabajar, embarazo, chiquillos; academia de policía, pistolas, narco, mordida; febrero, 2016, sicarios, mi muerte.

Haikus

Cierzo que sopla
Balas negras con nombre.
Trío de lágrimas.

De azul y rojo
Las estrellas se tiñen.
Risas burlonas.

Escribir es hacerse eco de lo que no puede dejar de hablar.
—Maurice Blanchot ®

Nota
1 Raymond Queneau (1903–1976), escritor y poeta francés. Cursó estudios en filosofía y letras en la Universidad de la Sorbona, París. Inicialmente adherido al movimiento surrealista, se desmarcó ulteriormente de ellos para fundar el grupo experimental de investigación científica y literaria OuLiPo (Obrador de literatura potencial). En 1947 publicó Ejercicios de estilo —en cuya obra el autor de este texto se inspiró para su escritura—, donde, a partir de una serie de acontecimientos, en principio insignificantes, dentro de un camión, desarrolla 99 variaciones literarias, 99 “ejercicios de estilo”.

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Publicado en: Narrativa

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