el amor siempre está en otra parte

y no es que sea mentira, sé, sabemos los dos, que todo eso que nos decimos no será posible en el tiempo, que no perdurará más allá de su formulación, o en todo caso nada más hasta que nos despidamos de nuevo.

Los coyotes de Coyoacán.

el amor —para mí— ya no aguarda tras el mostrador de una elegante librería. ya no más. las chicas adineradas, guapas e inteligentes son deliciosas, eso lo voy a extrañar.

hoy el amor aguarda en un antro que apesta a cerveza y a hormonas juveniles en coyoacán. saldré a buscar a mi morena al punto de las diez. su turno como mesera termina a las once. recorreré insurgentes en metrobús. me dolerá un poco la vista porque buena parte del día he estado leyendo. las visiones urbanas nocturnas se me harán como siempre delirantes e incomprensibles. hoy eso no me va a importar.

ya que salga de su trabajo compraremos vino tinto y condones en el sumesa y nos iremos a su casa. le haré el amor aunque ella no tenga ganas, últimamente, no sé por qué, casi nunca tiene ganas. dormiremos más o menos abrazados al principio y después iremos reculando a nuestros espacios propios para abandonarnos al reposo de nuestros cuerpos y a soñar sin invasiones. se me hará raro despertar junto a ella pero inevitablemente eso me pondrá contento y a mi matutina erección me responderá ofreciéndome su cuerpo para que lo disfrute somnoliento y descargue ímpetus de loca ternura y energía seminal, que ninguno de los dos, estoy seguro, confundirá con el amor.

sabe que después de nuestros encuentros periódicos se abre el acordeón del tiempo que todo se lo traga hasta que nos topemos nuevamente por la casualidad o hasta que la vuelva a necesitar, a desearla sin remedio.

eso no nos importará. no le importará a ella más que nada, porque le diré palabras bonitas para que sepa que ha valido la pena, que está bien ser cariñosa y solícita conmigo, que de algún modo la puedo llegar a querer, aunque en realidad no sepa cómo. todas las promesas bonitas que le haga probablemente no sean verdad. o más que no sean verdad, sólo serán verdad en el momento que se las diga porque mi alocada imaginación, mi entusiasmo fugaz, hará que crea eso que digo, pero no perdurarán en el tiempo. ninguna promesa será cumplida, además de que tampoco sabría cómo. ella lo sabe perfectamente. sabe que después de nuestros encuentros periódicos se abre el acordeón del tiempo que todo se lo traga hasta que nos topemos nuevamente por la casualidad o hasta que la vuelva a necesitar, a desearla sin remedio y la empiece a buscar cautivado por el recuerdo de esa belleza mestiza y salvaje, por ese color de piel aceitunado, por esos senos perfectos de grandes pezones que parecen cerezas de chocolate y esa juventud que la hace mucho más bella (y lo mejor, para conmigo siempre materia dispuesta). me entregaré una vez más a sus fantasías de joven mujer loca y sin demasiada suerte para el amor.

pero siempre sabré, y no porque quiera que sea así, que mi participación al alimentar esas fantasías también es un poco mentira. y no es que sea mentira, sé, sabemos los dos, que todo eso que nos decimos no será posible en el tiempo, que no perdurará más allá de su formulación, o en todo caso nada más hasta que nos despidamos de nuevo. condenados como estamos los dos a jugar un juego del amor que sabemos que nunca va a funcionar de verdad. ®

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Publicado en: Narrativa

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