EL CRÍTICO DE CINE ES UN CRIMINAL

La crítica y la reseña

La crítica de cine suele entenderse a sí misma como un ente calificador, un juez que pondera aquello que debes ver y lo que no. En el peor de los casos, es el autoritarismo de las estrellitas evaluadoras. Y, cuando más, recurre al comentario especializado, a la reunión de datos desconocidos para el espectador común. Sin embargo, ambos son casos de una crítica que no recurre a su verdadero potencial: la creación.

Aunque no exclusivamente, es en las reseñas de cine donde se ve más claramente este problema. ¿Qué es la reseña? Es la repetición de información (resigna: “volver a señalar”). La reseña fílmica reúne datos del autor, de los actores, del contexto de producción, ya existentes, que pueden ser asequibles incluso prescindiendo del crítico. Por eso, más que crítico, el reseñista es en mayor o menor medida sólo un lector especializado (leer significa “reunir” en latín).

La crítica, en cambio, es creación, no acumulación. Interpreta y, al hacerlo, el crítico vuelve a su objeto de estudio otra cosa. Una película, por ejemplo, en manos del crítico se reinventa, se vuelve otra. Pero ¿cómo hace esto el crítico? El crítico separa (el vocablo griego kritikós significa eso precisamente), discrimina la información que el cine le ofrece y sugiere.

Su objeto de estudio puede ser una película o varias (de un autor, por ejemplo), una escena, un diálogo, un rostro, la música, un movimiento de cámara, un contexto político o sociocultural, etc. Así, el crítico reúne la información acerca de su objeto de estudio (la lee) y después separa aquellos aspectos que le permiten crear una interrogante que él mismo resolverá con aquello que ha separado.

Y es que la crítica es el arte de inventar intrigas, enigmas. Por ello la crítica, más que a la reseña, se parece a un proceso de resolución de un crimen. De hecho, ambas palabras, crítica y crimen, vienen de la raíz indoeuropea krei (para los romanos, la reflexión sobre cómo discernir o separar al culpable del inocente era más importante que la trasgresión misma).

Pero es el mismo crítico el que se ha inventado ese crimen que busca resolver. El mejor crítico es aquel que te prueba que no lo inventó, que ese crimen siempre existió, que siempre estuvo ahí. La buena crítica es un crimen perfecto donde el criminal, el creador mismo del crimen, se oculta: se disfraza de detective.

Al analizar las evidencias que minuciosamente ha separado el crítico sabe que construye un crimen que no le pertenece a aquello que estudia, que no estaba ahí antes. Y ese crimen es, en realidad, su obra maestra.

Por eso la mejor crítica es aquella que construye el crimen más atractivo, que implique una intriga más compleja, para así poder proponer una tesis en verdad arriesgada, que se valga de sus evidencias seleccionadas de forma creativa.

Así pues, la crítica no puede valerse de la reseña, al menos no como la hemos definido (como un “volver a indicar”). La crítica debe matar la reseña para reinventarla, para replantear sus convenciones, cifrando a partir de ella un nuevo decir que implique una intriga. La crítica hará de la re-seña una contra-seña. ®

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Publicado en: Cine, Junio 2010

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