El hombre que rema

Hacia ninguna parte

El hombre que rema —ante esta crisis de lo absoluto que deja de satisfacer o ajustarse a sus necesidades de productor/consumidor— no tiene más opción que la de construir su propia identidad.

El hombre que rema

1.

La imagen de un hombre metido en un bote de remos que se aleja de la orilla —que, me parece, pertenece a Nietzsche— explica el problema de la identidad.

2.

El hombre que rema, desarraigado como condición que lo empuja a subir al bote y —al mismo tiempo— como consecuencia o efecto del remar, pierde toda identidad. Se desprende de lo que era o es superficialmente despojado de todo su patrimonio, quedando desnudo sobre su bote y, tarde o temprano, añorando la costa a la que no es que no pueda volver, sino que es incapaz de regresar y ser el mismo que era antes de dejarla. Regresar y encontrar sentido en ella.

3.

Aquello que lo define como hombre que rema, como hombre desarraigado o como hombre moderno (que al fin y al cabo es lo que representa esa imagen) son su capacidad de producir/remar y de consumir/quemar recursos.

4.

Su identidad no esta supeditada a su raza. El colonialismo se ha encargado de ello, exacerbando en un principio la identidad racial del sujeto colonizado a tal punto que anhelara una identidad racial ajena, y victimizándolo en una segunda etapa, de tal forma que la sola distinción racial —la distinción que es fundamental en la construcción de toda identidad— es condenada por esa sociedad que en aras de la equidad se impone cuotas para integrar al otro, al innombrable. Cuotas para darle la vuelta al debate de las minorías, para blanquear a la humanidad entera y hacer que el sentimiento de culpa se esfume de la mano con la diferencia racial. Nadie puede negar a un hombre el derecho de meterse en un bote y alejarse de la costa remando, sin importar de que color sea su piel. Esta claramente establecido en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, de la cual –hace tiempo‑ se eliminó la leyenda que decía: “Sólo para blancos”.

5.

La identidad del hombre que rema tampoco esta depositada en su pueblo. El afán de homologación del Estado Nación, la centralización económico-política-cultural en las grandes ciudades y el espejismo que estas proyectan han contribuido a deshabitar los pueblos y a incrementar la mancha urbana que todo lo engulle. Un bote vacío que promete a quien lo aborde la capacidad de labrar su propio destino es tentación suficiente cuando el lugar de origen no ofrece lo mínimo necesario para sobrevivir en él.

6.

El sexo —paradójicamente— tampoco es responsable de la identidad del hombre que rema. El hombre que rema es hombre sin importar su género, su preferencia sexual o su sexualidad. Sin importar la píldora anticonceptiva, la revolución sexual o el feminismo. Aquello que se ha alcanzado en términos de equidad de genero o —peor aun— igualdad de género, ha sido enseñar a la mujer a remar como hombre.

7.

Las religiones o, mejor dicho, los sistemas religiosos, ni siquiera ocupan un lugar dentro del bote donde navega el hombre que rema, mucho menos forman parte de su identidad. Mas allá de la Reforma Protestante, el Renacimiento, la Ilustración, el Darwinismo o la Revolución Industrial, es el monoteísmo quien sembró —con la aparición del judaísmo— la semilla pragmática en la mentalidad de ese hombre que con el tiempo terminaría remando. La religiosidad como practica cotidiana donde el ritual ocupa un segundo plano termina con el desplazamiento de lo sagrado por lo profano, del misterio ante la cotidianidad donde rezar no es mas que un recurso retorico al que el hombre que rema recurre —para no aburrirse— en las noches de insomnio.

8.

El hombre que rema —ante esta crisis de lo absoluto que deja de satisfacer o ajustarse a sus necesidades de productor/consumidor— no tiene más opción que la de construir su propia identidad. Por primera vez en su historia (la del hombre en general) la identidad no forma parte de un sistema que lo precede, de una herencia, y el hombre que rema (el hombre en particular) tiene que valerse de sus propios recursos –los recursos que tiene como productor/consumidor‑ para construirla en el momento en el que la melancolía por la costa lo hace su presa. En ese justo instante, todo hombre que rema cumple –al menos en la superficie‑ con el ideal moderno de la tabla raza. Son materia dispuesta, arcilla moldeable, están en blanco para construir a partir de cero.

9.

Siendo así, todo queda reducido al contexto del hombre que rema. Las ideologías que tras la crisis de los absolutos intentaron aprovechar el vacío que quedó para sustituir a las antiguas energías son remplazadas por mitos (en el sentido amplio de la palabra que la entiende como habla) a los que puede recurrirse en situaciones diversas y desecharse para abrazar otro distinto según lo demande el momento. Todo tiene un lugar si se adecua al “cómo, cuándo y dónde”. La identidad del hombre que rema esta supeditada a aquello que mejor conviene en un momento dado… a lo que se ajusta con mayor facilidad o brinde el resultado deseado. El hombre que rema es un ser pragmático cuya identidad es determinada por su contexto. Un ser multifacético que ha construido una identidad como productor (una o varias ya que puede verse en la necesidad de remar en más de un bote) y otra –u otras‑ como consumidor. Ningún hombre rema igual cuando esta en el bote su mujer que cuando están sus amigos o su jefe. Cuando está en aguas tranquilas que cuando está sobre aguas agitadas. Si el fragmento es la constante en la vida del hombre que rema, pues nada forma parte del todo ya que el todo hace tiempo que se desvaneció en el aire. Entonces la identidad del hombre que rema no puede ser más que fragmentaria.

10.

Sin embargo, a pesar de asumir la primacía del fragmento, existen tres constantes que aplastan al hombre que reman como lo hace la fuerza de gravedad con los cuerpos sobre la tierra, y si bien no determinan su identidad, sí determinan el ejercicio de la misma: ocupación cuerpo y origen funcionan como lastres que, de menor a mayor peso, dejan su huella sobre el hombre que rema. Y es aquí donde el asunto de la identidad del hombre que rema se enturbia.

11.

Poco hay que discutir sobre el hecho de que la forma en la que un sujeto se gana la vida, su ocupación, inclina la balanza a un lado o al otro de cómo se relaciona con la existencia. A lo que se dedica –sobre todo en una lógica de productor consumidor‑ determina no sólo cómo se inserta en la existencia, sino a lo que puede acceder, determina dónde puede insertarse, determina el ámbito de acción de su identidad.

12.

El cuerpo es su segundo lastre. En lo exterior, forma y tamaño favorecen o desestimulan ciertos comportamientos. Aficiones y capacidades contribuyen a que el hombre que rema tome ciertas decisiones sobre otras y crean tendencias sobre la identidad. En lo interior, el estado de salud de ese cuerpo —tal como sucede con forma y tamaño— no depende del arraigo o desarraigo del hombre que rema, le permite al individuo identificarse con aquello que padece o rechazarlo. Incluso le permite identificarse con el no padecimiento y reconocer su identidad a partir de ello, la principal de las pocas certezas que le quedan en un mundo fragmentario.

13.

Por último, el origen —del cual no tiene la menor importancia si el sujeto es consciente o no— determina de forma definitoria y definitiva el modo en el que el sujeto asume y ejerce su identidad, aquello que se mamó en casa (sea cual sea la casa), las experiencias de la infancia, los referentes y patrones con los que el hombre que rema creció y fue educado. Sus figuras de autoridad resultan fundamentales para que dos identidades que pudieran parecer idénticas en la superficie, resulten contrapuestas —para que la forma en la que una identidad se manifiesta esté completamente cargada a izquierda o derecha.

14.

El hombre que rema tiene como único paliativo ante la melancolía la oportunidad de construir su propia identidad. Sin embargo, debe hacerlo con lo poco que carga consigo y que —de alguna u otra manera— formaron parte de esa mezcla que devino en su decisión de subir al bote y empezar a remar para alejarse de la costa. ®

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Publicado en: agosto 2013, Identidades

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