Pero qué pasa, reírse está mal. Somos los reyes del humor políticamente incorrecto, toda la vida nos llenamos la boca diciendo: “Negro de mierda, puto de mierda, judío de mierda, político ladrón de mierda”, pero ahora no. O por lo menos no de la boca para afuera.
Para Charly B., por el don de arrancarme una sonrisa con su tonelada de humor negro diario.
Escena 1: Alejo Bayote, el yucateco que vive hace casi siete años en Buenos Aires, hablaba por Skype con José Ic Xec, un paisano periodista que reside en Mérida. José planeaba una revista llamada Chilam Balam.
Escena 2: Bayote y José platicaban sobre edición, portadas, tipo de papel y sobre todo de la cultura maya, tema al que José está abocado hace años. Luego cortaron la comunicación.
Escena 3: Enfrascado en diseños y demás, Bayote fue interrumpido por su mujer sudaca, quien al escuchar la voz aporreada de otro yucateco en la computadora de la casa le peguntó de qué se trataba la revista nueva. “De supremacía aria. ¿De qué si no?”, respondió Bayote, con una sonrisita de gato socarrón.
Así es Bayote, un tipo políticamente incorrecto. El otro día iba con su familia al supermercado Día, un nuevo espacio para comprar víveres que la crisis económica argentina nos invita a visitar. En la salida vieron a un chico de playera roja, con el loguito del súper, sacando cajas. El chico era de raza negra. Bayote miró a su mujer, otra vez con la sonrisita felina y soltó:
—Dicen que en Día las cosas se pusieron bien negras.
Cuando el protagonista salió de la cárcel se reencontró con su hijo adolescente y lo abrazó y besó desesperado. “Basta de abrazos y besos que te van a meter preso de nuevo, cabrón”.
El fin de semana el mexicano disfrutaba de la película danesa Cacería, que cuenta el dramón de un maestro de guardería acusado de abusar de sus alumnitos. Durante toda la trama Bayote tuvo la certeza de que el tipo era inocente. Cuando el protagonista salió de la cárcel se reencontró con su hijo adolescente y lo abrazó y besó desesperado. “Basta de abrazos y besos que te van a meter preso de nuevo, cabrón”, replicó Bayote entre carcajadas.
Y hay más, mucho más. Si su esposa sudaca —otra políticamente incorrecta— trata a Bayote de “Pinche indio” el mexicano reacciona de la misma manera que si le dijeran “Pero qué bonito amaneció el día hoy”. Es más, hasta le divierte. Igual que cuando escucha comentarios de algún argentino (pocos lo externan pero la gran mayoría lo piensa) que asegura que esta “Patria grande” estaría mejor sin extranjeros que sólo traen inseguridad y roban trabajos. Bayote siente un tantito de vergüenza —ajena— porque además de ser extranjero conoce bastante bien la idiosincrasia de este tipo de argentino sin mundo.
El yucateco también se ríe de defectos físicos ajenos (el otro día hasta se enojó con la parálisis cerebral del hijo del protagonista de Breaking Bad), de inclinaciones sexuales (“¿Por qué será que determinados trabajos están llenos de putitos?”, se preguntaba el otro día), de la falta de empatía de los chinos del súper cerca de casa, de los fieles de la iglesia de la otra cuadra, de esto, aquello y mucho más…
Todos tenemos nuestro costado de humor negro. El que esté libre de ello que arroje la primera piedra. Y los argentinos ni les cuento.
Sin embargo, algo raro nos está pasando. Es difícil definirlo, nos incomoda, lo ocultamos pero no. Y como es complicado muchas veces analizar la situación mientras jugamos el partido del día a día, ahí está Bayote con su mirada antropológica para mostrarnos la luz.
—Al humor negro argentino se lo está llevando la chingada. Y la AFA es Grondona, Gaby, Fofó y Miliki.
Vestido de director técnico, con el pelo largo y canoso y dos cigarros encendidos en cada mano, el yucateco su subió a la tribuna convertido en Menotti para decirnos sin anestesia:
—Al humor negro argentino se lo está llevando la chingada. Y la AFA es Grondona, Gaby, Fofó y Miliki.
Luego se bajó del púlpito tribunero vestido de artista roñoso, con dos latitas de pintura y un pincel. Bayote comenzó a desparramar rayones y salpicaduras por toda la cancha. El pintor hizo una cara de Cristina Fernández de Kirchner, la presidenta argentina, haciendo pucheritos y montoncitos con los dedos. Definitivamente CFK tenía cara de equino (yegua) en la obra. Era un intento de Pollock… políticamente incorrecto.
—Si esto espanta a muchos y me convierte en un cipayo, entonces no entendimos nada de nada.
Después se limpió la pintura de las manos, se puso una bata blanca, se colgó un estetoscopio en el cuello y se sentó a garabatear una receta médica. La letra, claro, era indescifrable. Pero Bayote disipó dudas:
—El humor es catarsis —dijo, contundente—. Nos ayuda a aliviar la frustración política y la vida diaria. Es una válvula de escape necesaria para vengarnos de las situaciones que los políticos nos hacen vivir. Tómese dos chistes antes de salir de casa y otro antes de irse a dormir.
Porque el pseudo-Pollock de Bayote no pretende provocar un piquete frente a la Casa Rosa ni mucho menos arengar por un golpe de Estado. Bayote quiere ser políticamente incorrecto para aliviar tensiones, para reírse descaradamente de un modelo que se ríe descaradamente de un país entero. Y lo más patético de todo es que se hace el papá bueno de todas las causas nobles, aunque muchos veamos que se mofa de ellas.
Pero qué pasa, reírse está mal. Somos los reyes del humor políticamente incorrecto, toda la vida nos llenamos la boca diciendo: “Negro de mierda, puto de mierda, judío de mierda, político ladrón de mierda”, pero ahora no. O por lo menos no de la boca para afuera. Porque “el relato” que impone el gobierno —tan modosito— sostiene a capa y espada que vela por todxs aquellxs de los que, según ellos, nos burlamos los políticamente incorrectos y desagradecidos.
Contradicciones
Algo falla en el discursito de manual. Porque el gobierno de CFK que aboga por la supuesta inclusión y movilidad social ascendente es el mismo gobierno que castiga a la clase media trabajadora (a los ricos nunca los toca nadie), mantiene con planes a los pobres y les niega la inserción en el motor productivo del país, igual que ayer, hoy y siempre. En definitiva, trata a los pobres como “negros de mierda”. O peor.
Asimismo, el encarnizado defensor del modelo K exige justicia por los que murieron en el atentado de la AMIA, pero trata de “judíos de mierda” a los que no quieren un acuerdo con Irán.
El encarnizado defensor del modelo K exige justicia por los que murieron en el atentado de la AMIA, pero trata de “judíos de mierda” a los que no quieren un acuerdo con Irán.
¿Y los Pinches Indios Argentinos? Ahí están los Qom, indígenas del norte del país, desalojados por La Cámpora (agrupación juvenil kirchnerista) del acampe de la Avenida 9 de Julio. Los mandaron de nuevo a Formosa. En sus pueblos natales son reprimidos y existen causas de investigaciones por muertes dudosas. Por cierto, el gobernador se llama Gildo Insfrán, está en el cargo hace dieciocho años y es kirchnerista. Una preciosura.
Ahora, si te reís, burlás o te pasás por los huevos todo lo que dice el manual del relato kirchnerista y no creés que los Kirchner “te devolvieron la dignidad”, sos un cipayo, un imperialista, un oligarca, un facho… Un quejoso de mierda, bah. Para el gobierno, todavía no caímos en la cuenta de que vivimos “la mejor democracia desde que existimos”. Según el relato, nos quejamos de llenos, nomás.
Bayote se quitó la bata médica, se puso un saco de corderoy/pana con pitucones/coderas y unos anteojos para ver tipo Lennon. Se sintió zurdísimo. Del bolsillo del saco sacó el libro Humor en serio, de Samuel Schmidt y leyó:
La importancia del chiste depende del sistema político. Si el sistema es abierto y democrático el impacto del chiste es relativamente bajo, pero si el sistema es cerrado con libertades restringidas, el chiste puede jugar un rol deslegitimador.
El mexicano se quitó los anteojos, largó un suspiro interminable y sonrió otra vez, de costado.
—Como dicen ustedes los sudacas: “Ojo al piojo”. Si el chiste jode tanto, por algo será. Te la dejo picando, chavita…
Luego se puso de pie, se quitó el saco y mostró orgulloso una camiseta de la selección argentina. Entonces se puso a hacer calentamiento al costado de la cancha. Se lo vio concentrado y motivado, dispuesto a dar pelea.
A pesar de sonar como un “refutador de leyendas”, como decía el Negro Dolina, no hay nada que se aleje más de la realidad bayotiana. El yucateco se ríe para que el sistema no se lo fagocite ni se devore su futuro. “Quiero que las cosas funcionen para mí, mi familia y todos los argentinos”, aseguró desde el corner.
De repente, una voz aporteñada le gritó desde la cancha:
—Dale, mexicano, bajate de la hamaca y vení a jugar, ponete media pila, loco…
—¡Ahorita mismo! —respondió Bayote. Entonces trotó rapidito en el lugar, miró al cielo, se hizo la señal de la cruz y salió, como todos los días, a jugarse entero en la cancha sudaca. ®