El neoliberalismo de AMLO

Y la necedad en torno

El obradorismo es cuando menos un semineoliberalismo. Un neoliberalismo parcial. Nada bueno, nada como lo que cree AMLO. Es una combinación del priismo clásico y la economía neoclásica. El priismo clásico incluye autoritarismo presidencialista hegemonista, clientelismo y la relación de complicidad con los militares. El obradorismo es otro tipo de priismo neoliberal.

Carlos Slim y el presidente López Obrador. Fotografía: elceo.com
El neoliberalismo no sería del todo malo.
—Andrés Manuel López Obrador

Eso dijo el 24 de mayo de 2022 el atrevido presidente “antineoliberal”: no dijo que el neoliberalismo es todo malo sino que no es del todo malo, si por arte de magia, además, según él, no hay corrupción.

Suponiendo que, como hizo Javier Milei en Argentina, se le permitiera a las aseguradoras médicas privadas elevar sin límites sus precios pero no hubiera ningún tipo de corrupción al permitirlo, ¿sería buena esa subida descontrolada y excesiva que corresponde a una desregulación neoliberal? Con o sin corrupción —y puede ser que aún no haya salido a flote—, los resultados de esa desregulación ideológica del gobierno de Milei —ideológica, no realmente necesaria más allá de la creencia en el lucro desmedido— son hasta este día malos resultados, pésimos: ningún aumento en la libertad real de la mayoría de los individuos, un aumento de 150% en los precios y la salida del sistema de 8% de los que estaban asegurados, que ahora buscan los servicios del otro sistema, el público–estatal, que Milei ya empezó a desfinanciar, como hizo AMLO, porque no cree en él.1 ¿Y qué pasa cuando los servicios del Estado se reducen o empeoran? Como se sabe, lo que ha pasado en México es que la desaparición del Seguro Popular, el fracaso del Insabi y la profundización de la austeridad —de empate neoliberal— en el sistema público de salud llevaron a millones de personas a buscar lo más pequeño y barato del sistema privado local, donde muchos gastan el dinerito que se les dio en efectivo porque se le quitó vía recorte al presupuesto del sistema público, entre otras cosas. La “cuarta transformación”: círculo vicioso como pocos círculos lo son. Periodistas argentinos como Ari Lijalad están reportando las muertes de pacientes oncológicos por falta de medicamentos a causa de los recortes de Milei, podrían entender mejor el problema si se informaran sobre los casos mexicanos bajo el gobierno “humanista”… Así, AMLO, como sus seguidores y muchos de sus “intelectuales”, no entiende lo que dice. Habla por hablar, dice lo que sea para engañar, a la ofensiva o a la defensiva.

AMLO dice tonterías y mentiras, hace lo contrario a una parte de lo que dice —la otra parte, como la declaración que cuestionamos, es con lo que “justifica” sus contradicciones—, sus fanáticos se pelean con fantasmas neoliberales y el sector necio opositor que es funcionalmente equivalente al fanatismo obradorista se pelea con fantasmas de izquierda.

Y entre lo que dice, como se sigue de todo lo anterior, está que el neoliberalismo tiene cuando menos una parte buena, al mismo tiempo que ataca a todos sus críticos y opositores con la etiqueta “neoliberales”. Para sorpresa de nadie con cerebro activo, algunos de esos “neoliberales” decimos que el neoliberalismo no tiene nada bueno y que el gobierno de AMLO tiene en los hechos una parte neoliberal, que él intenta justificar diciendo que ésa sería la parte buena del neoliberalismo… Como se ve, repito, AMLO dice tonterías y mentiras, hace lo contrario a una parte de lo que dice —la otra parte, como la declaración que cuestionamos, es con lo que “justifica” sus contradicciones—, sus fanáticos se pelean con fantasmas neoliberales y el sector necio opositor que es funcionalmente equivalente al fanatismo obradorista se pelea con fantasmas de izquierda. Casi termina el sexenio y aún es necesario esforzarse por mostrar que el AMLO más “visto” es el más irreal.

Mientras unos y otros pelean con sus fantasmas, Carlos Slim acumula más de 2,500 contratos con el gobierno obradorista. Contratos que son factores de la duplicación de su fortuna personal en cinco años, superando los cien mil millones de dólares. No es el único que seguramente está feliz, feliz, feliz… Los más ricos entre los ricos del país se transformaron en aún más ricos. Son de los pocos que han tenido ganancias exorbitantes bajo este gobierno, como la familia presidencial y sus cuates, militares incluidos, y también los bancos. No la “banca de desarrollo”, los bancos privados. Por eso, en la reciente Convención Bancaria, Claudia Sheinbaum les recordó a los banqueros que este sexenio les ha ido bien… El presidente de la Asociación de Bancos de México, Julio Carranza, agradeció alegremente al señor presidente que “no nos haya cambiado las reglas”, porque es un hecho que en este momento quiere hacer lo que ya sabemos con Afores inactivas pero en cinco años les dejó hacer y les dejó pasar todo a los banqueros. La obradorista Patricia Armendáriz, doctorada en economía ortodoxa, tuiteó apenas terminada la edición 87 de la mencionada Convención que “quedó evidente (sic) la gran alianza entre la banca y el gobierno” de López Obrador.

Ni en la ciencia social ni en las izquierdas podemos olvidar esos hechos, que no podrían existir si no hubiera ya capitalismo o, específicamente, neoliberalismo. Tampoco otros: dos ejemplos: la inacción económica del presidente y su gobierno ante la crisis de la pandemia —la no intervención del Estado, precisamente— y que ese presidente “progresista”/“comunista” dijo que “la mejor seguridad social es la familia”, dicho para “justificar” que de hecho se haya obligado a practicarlo en alianza con el Doctor Simi… La “mejor seguridad social” es la familia cuando no existe un Estado de bienestar, como en el priato, en los gobiernos que ataca AMLO y en el gobierno de AMLO. Pero él es izquierda antineoliberal y postneoliberal, dicen unos fanáticos a favor, y de izquierda hiperestatista, socialista–comunista, dicen unos fanáticos en contra.

Rápida ojeada al pasado priista: un reporte de la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados, la Coplamar, publicado en 1980, reconoce que en 1977 sólo el 35.4% de la población tenía acceso a seguridad social, y que en 1975 alrededor de 23 millones entre poco más de 40 no recibían ninguna atención de la entonces llamada Secretaría de Salubridad y Asistencia.2 De acuerdo con el Lorenzo Meyer del pasado, entes como la Coplamar “tuvieron muy pocos logros debido a la corrupción y la improvisación, hicieron de la política social una de coyuntura, cuyo objetivo real no era el beneficio de los pobres sino de quienes les administraban políticamente sus necesidades”.3 No obstante, muchos creen que la economía pública priista anterior a 1982 era un Estado de bienestar, producto de un partido socialdemócrata, que habría sido desmontado por los nuevos priistas neoliberales. Pero ningún Estado con esos números puede ser uno de Bienestar, que tampoco podía ser producido por socialdemócratas porque éstos no pueden gobernar sin democracia.4 ¿Por qué digo todo esto? Porque el coordinador de esa Coplamar era Ignacio Ovalle, actual funcionario obradorista corrupto (Segalmex), y porque es necesario ver que a) los resultados sobre el tema salud son tan malos durante el priato como en lo que los amloístas llaman “noche neoliberal”, y b) que el presidente que supuestamente acabó con el neoliberalismo es el que ha empeorado —no sin mecanismos neoliberales— lo que nunca tuvo una época de oro para las mayorías y que había mejorado sólo un poco tratando de mantener un mínimo de decencia dentro del sistema de salud pública. En 2024, gracias a nuestro transformador presidente, el gasto público respectivo sigue siendo menor al 3% del PIB, tal como lo fue antes de 2018, pero además con recortes bestiales desde 2019, nublados con la expresión “austeridad republicana”, y para 2023 más de 50 millones de personas carecían de acceso a la salud. Perdón si les molesta, aunque a los pejistas les molesta todo si no es elogio a su jefe máximo, pero ¿dónde está el antineoliberalismo? ¿El posneoliberalismo? ¿El progresismo y el progreso? ¿La izquierda? ¿La mínima mejora?

El de AMLO es un neoliberalismo clientelar que hace parte de una visión y un proyecto políticos priistas, de reacción hegemonista, con estilo electoral populista. El gobierno de López Obrador es tan nefasto y tan poco innovador en realidad que por sus venas en esclerotización corre sangre de Luis Echeverría y José López Portillo y sangre de Carlos Salinas —lo que implica sangre de López Mateos y Miguel Alemán.

Debe quedar claro: AMLO combina neoliberalismo y clientelismo. Une algo como lo de aquella Coplamar fracasada de la era económica pre–neoliberal y algo como lo fracasado de la era neoliberal. Vuelvo al Meyer que no estaba descompuesto: “El neoliberalismo, con todo y sus programas asistenciales de dos mil millones de dólares anuales en promedio, no logró reducir la miseria”, lo que significa que el neoliberalismo de la ideología y la práctica busca sistemáticamente reducir al Estado en el terreno económico, no necesariamente en todo terreno —a diferencia de la entelequia impracticable del “libertarianismo” que quiere cero Estado en todo o cero en la mayoría de los asuntos y Estado mínimo en un mínimo de asuntos—, y que los operarios neoliberales pueden recurrir al asistencialismo como gasto estatal con fines de estabilización política dadas sus otras medidas proempresariales; otra vez Meyer: el Programa Nacional Solidaridad fue creado “para ayudar a los pobres a tolerar una miseria que no va a desaparecer en varias generaciones, e impedir que su frustración desemboque en acciones contra el sistema”. Aun así, “Pronasol y los pobres sólo tuvieron una relación indirecta. En un estudio sobre los efectos de Pronasol en Zacatecas se llegó a la conclusión de que 54% de los beneficiarios no podían considerarse pobres”, lo que quiere decir que muchas veces recibían el apoyo quienes no lo necesitaban más, un problema que Máximo Ernesto Jaramillo ha encontrado en los programas sociales obradoristas. Por tanto, “la verdadera relación de Pronasol, la directa, fue con el reforzamiento de la imagen presidencial y con el mantenimiento del aparto autoritario, no con los pobres” (Meyer, 1995, p. 43, vea nota al pie 3). El de AMLO es un neoliberalismo clientelar que hace parte de una visión y un proyecto políticos priistas, de reacción hegemonista, con estilo electoral populista. El gobierno de López Obrador es tan nefasto y tan poco innovador en realidad que por sus venas en esclerotización corre sangre de Luis Echeverría y José López Portillo y sangre de Carlos Salinas —lo que implica sangre de López Mateos y Miguel Alemán.

Asimismo, mientras segmentos opositores 1) idealizan a los empresarios en general, 2) se convencen a sí mismos de que AMLO conspira contra la propiedad y la empresa privadas, y 3) juran que esos empresarios abstractos cooperan con el gobierno sólo por amenazas, la mayoría de los grandes empresarios y muchas empresas privadas extranjeras colaboran con el presidente y los gobiernos morenistas por oportunismo y hasta por corrupción. Tan sólo el 28 de marzo pasado el gobierno federal anunció una expropiación contra ejidatarios vía deslinde. ¿Y cuál es el problema si son ejidos?, puede preguntarse alguien. Si el dato se ve desde el discurso obradorista, resulta que no debería quitársele la tierra a ellos. Si se ve desde el discurso de derecha, resulta que AMLO no les quitaría a ellos sino a los privados. El ejido es de hecho propiedad social–privada, ni individual ni de ricos, por lo que se implica que AMLO no lo haría. Pero lo hizo. Y lo hizo porque no es ni lo que dicen sus fanáticos ni lo que dicen los verdaderos derechistas del país, que no son todos los que dicen los fanáticos del presidente. AMLO no ha hecho ni una sola expropiación estricta y definitiva contra ningún empresario grande —ni contra Larrea ni contra Salinas Pliego—, pero le ha quitado miles de hectáreas a ejidos para el “tren maya”. ¿Quiénes creen que se beneficiarían con el tren, si el tren no se descarrila integralmente? ¿Sólo burócratas y familiares del presidente? No: se beneficiarán esos familiares y esos burócratas pero también empresarios privados, nacionales y extranjeros, de los sectores inmobiliario y turístico, y sus clientes ricos. Empresarios privados y grandes. ¿Quiénes ya perdieron y perderán con el malhadado tren? La Naturaleza, el patrimonio arqueológico, muchos ejidatarios, pequeños propietarios, ciudadanos comunes de algunas ciudades de los estados involucrados. ¿Quiénes ganarían poco? Los turistas pequeños y medianos y algunos pequeños y medianos empresarios. Pareciera que son enemigos absolutos y diferentes totales, pero los amloístas y aquellos opositores que los ven como maoístas son todos vecinos de AMLOlandia, la tierra fantástica de progreso o progresismo que nunca existió. Nuevos ricos y viejos ricos se dan la mano estos años y dos multitudes en el estadio creen que están luchando en pulso.

La economía neoclásica es el neoliberalismo, que se refleja en el gobierno obradorista, por ejemplo, en la austeridad del gasto en salud, educación, ciencia, tecnología y cultura, así como en la conservación de un andamiaje de impuestos que favorece con sus tasas a los ricos.

El obradorismo, como realidad de gobierno, es cuando menos un semineoliberalismo. Un neoliberalismo parcial. Pero muy real. Y muy perjudicial. Nada bueno, nada como lo que cree AMLO. Es una combinación del priismo clásico y la economía neoclásica. El priismo clásico incluye autoritarismo presidencialista hegemonista, clientelismo y la relación de complicidad con los militares. El obradorismo es otro tipo de priismo neoliberal. La economía neoclásica es el neoliberalismo, que se refleja en el gobierno obradorista, por ejemplo, en la austeridad del gasto en salud, educación, ciencia, tecnología y cultura, así como en la conservación de un andamiaje de impuestos que favorece con sus tasas a los ricos. Esta combinación es un efecto de AMLO. De ese AMLO que afirmó que el neoliberalismo no es tan malo porque tiene algo bueno… porque él lo dice, porque él lo hace…

Los (es)pejistas no ven nada o no entienden nada en el fondo. Los “cazachavistas” sólo han encontrado chavismo en algunos grupos de Morena que conviven y cooperan con los juniors “verdes”, con PESistas ultraconservadores, con expanistas que no cambiaron sus creencias, con priistas de todos los tipos y con simples cínicos que son los más, amén de empresarios y militares. Los que quieran cazar neoliberales relevantes en el presente deberían empezar por el gobierno federal de AMLO —y por AMLO, el priista tan populista como neoliberal. ®

Notas

1 El dato del aumento de precios es un hecho indisputable y de circulación común en los medios argentinos. El otro dato es un cálculo a partir de una reciente encuesta de RDT Consultores. Después de escrito este texto se conoció el anuncio del ministro de Economía de Milei, Luis Caputo, en el que critica a las aseguradoras y ordena “retrotraer” los precios en la mayoría de casos. Una contradicción del gobierno que demuestra el carácter ficcional de sus ideas sobre la economía y el mercado; lo ordenado por Caputo habría sido llamado “socialismo” o “comunismo” por el candidato Milei.
2 Cfr. México, la disputa por la nación, de Rolando Cordera y Carlos Tello, México, Siglo XXI Editores, 1981.
3 Meyer, Lorenzo, Liberalismo autoritario. Las contradicciones del sistema político mexicano, México, Océano, 1995, p. 42. En Replicante puede encontrar mis críticas al Meyer del presente, un Meyer sin futuro analítico por culpa de un obradorismo al que se le pueden aplicar las palabras citadas. Como se verá más adelante, Meyer defiende a un López Obrador que ha juntado en su gobierno dos prácticas que Meyer criticaba, el clientelismo y el asistencialismo neoliberal.
4 Los socialdemócratas pueden actuar fuera de la democracia, pero en ese caso es porque no la hay y están buscando que haya democracia; cuando la hay no necesariamente gobiernan ellos pero cuando gobiernan necesariamente hay democracia. Por tanto, el PRI no era socialdemócrata, tanto por la falta de democracia como por la falta de verdadero Estado de bienestar, que es una construcción socioeconómicamente igualitaria y estatalmente universalista bajo reglas políticas democráticas.

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Publicado en: Política y sociedad

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