El poder de controlar la vida de las personas

Votar, informarse, cuestionar y participar

En tiempos en los que regímenes autoritarios resurgen en distintas partes del mundo, y cuando las democracias parecen incapaces de contener la polarización y la manipulación digital, conviene recordar que la política no es ajena a nadie.

Ilustración de Migue Brieva de la portada de Diccionario del franquismo, de Manuel Vázquez Montalbán, Anagrama, 2019.

Entender la política es entender que cada pequeña o gran acción que toma alguien con poder —llámese gobernador, senador o partido político— repercute en nuestra forma de vida, así como en la manera en la que pensamos y percibimos las cosas. Directa o indirectamente, las decisiones que día a día toman las personas en el poder tienen consecuencias en la vida de toda la nación, en el futuro de las nuevas generaciones y en la manera en que la historia será escrita.

En 1939, tras finalizar la Guerra Civil de España y con la victoria del general Francisco Franco, el pueblo español comenzó una dictadura que duraría casi cuarenta años. Esa dictadura, el franquismo, fue un régimen militar en el que absolutamente todos los poderes del Estado cayeron en manos de Franco, con censura, represión de cualquier resistencia y la abolición de partidos políticos y sindicatos con ideologías distintas a las del dictador. A esto se sumó la supresión de derechos humanos fundamentales, como la libertad de expresión y de asociación, y la restricción del uso de lenguas minoritarias como el euskera, el gallego y el catalán (Preston, 2012).

Esa dictadura, el franquismo, fue un régimen militar en el que absolutamente todos los poderes del Estado cayeron en manos de Franco, con censura, represión de cualquier resistencia y la abolición de partidos políticos y sindicatos con ideologías distintas a las del dictador.

En palabras de Hannah Arendt (1999), el terror es una pieza fundamental, si no es que la clave, para que un régimen totalitario pueda subsistir. Al analizar el caso del franquismo resulta evidente que se optó por sembrar el terror entre los habitantes de España, especialmente entre las minorías, como los vascos, a quienes se les oprimía y se les obligaba a abandonar su lengua a través del miedo y de métodos como la tortura. En aquellos años en los que Franco era “la única ley” española era normal que quienes pensaban distinto fueran encarcelados, torturados o ejecutados.

Hablar de terror como instrumento de control no es algo exclusivo de España. Otro claro ejemplo fue la Unión Soviética y su forma de mantener sometidos a los pueblos que dominaba. Cuando Checoslovaquia se convirtió en un Estado independiente en 1918 pudo por fin considerarse una nación libre. Sin embargo, la ocupación alemana en 1938 y, décadas después, la invasión soviética de 1968, borraron nuevamente ese sueño de autonomía. Como señala Kundera (1984), pensar distinto al Partido Comunista en esos años podía significar perderlo todo: desde el trabajo hasta la libertad e incluso la vida. Miles de checos huyeron al exilio buscando algo tan elemental como poder expresarse libremente (Skilling, 1976).

Estos ejemplos de regímenes totalitarios no sólo nos recuerdan la crueldad de ciertos gobernantes, sino que muestran cómo cada acción de quienes detentan el poder moldea el rumbo de la vida colectiva. Basta pensar en Milan Kundera, célebre escritor checo que perdió su nacionalidad por disentir de la ideología comunista. El destino de un creador, y de millones de personas, quedó marcado por decisiones políticas.

Aun en las democracias, la pregunta sobre hasta dónde llega nuestra libertad sigue abierta. Larry Diamond (2003) sostiene que la democracia se sostiene en pilares como la prensa libre, la libertad de opinión y la libertad de elección. Pero incluso esas libertades están condicionadas por quienes detentan el poder. Como explica Andrew Heywood en Introducción a la teoría política (2011), los gobernantes administran la información a través de mecanismos como la agenda setting, controlando lo que pensamos y cómo interpretamos la realidad.

Larry Diamond sostiene que la democracia se sostiene en pilares como la prensa libre, la libertad de opinión y la libertad de elección. Pero incluso esas libertades están condicionadas por quienes detentan el poder.

Así, quizá en ningún sistema de gobierno existe una libertad plena. Incluso en la democracia, donde se supone que elegimos a nuestros representantes, lo hacemos con opiniones moldeadas por medios, campañas y discursos previamente diseñados. La paradoja es que otorgamos tanto poder al gobierno que éste llega a capitalizar nuestras necesidades básicas, desde la salud hasta la vivienda. Y en 2025 esto es más visible que nunca: la especulación inmobiliaria convierte el derecho a la vivienda en un bien de lujo, inaccesible para millones. La democracia convive con un capitalismo que mercantiliza derechos humanos y profundiza desigualdades.

Hoy, además, el control no se ejerce solamente desde los parlamentos o las armas, sino desde las plataformas digitales. Los algoritmos de redes sociales —verdaderos nuevos regímenes de la atención— deciden qué vemos, qué pensamos y hasta cómo votamos. Los casos de Cambridge Analytica en 2016 o las campañas de desinformación durante la pandemia del covid–19 evidencian que la política del siglo XXI ya no se libra únicamente en las urnas o en los parlamentos, sino en el flujo invisible de datos que atraviesa cada pantalla que miramos.

No se trata de afirmar que todas las formas de gobierno están destinadas a suprimirnos, sino de reconocer que todo cuanto hacen las personas en el poder repercute directamente en nuestras vidas. La política no es un juego de poder abstracto: es una forma de representación y de existencia. Por ello, resulta urgente dejar de verla con indiferencia. Las decisiones de quienes gobiernan no sólo determinan el curso de una nación, sino también el sentido que nuestra vida puede tomar.

En tiempos en los que regímenes autoritarios resurgen en distintas partes del mundo, y cuando las democracias parecen incapaces de contener la polarización y la manipulación digital, conviene recordar que la política no es ajena a nadie. Votar, informarse, cuestionar y participar son actos que configuran no solamente el destino colectivo, sino también el horizonte íntimo de cada uno de nosotros. ®

Referencias

Arendt, H. (1999). Los orígenes del totalitarismo. Taurus.
Dahl, R. A., Shapiro, I., & Cheibub, J. A. (2003). The Democracy Source Book. The MIT Press.
Diamond, L. (2003). Developing Democracy: Toward Consolidation. Johns Hopkins University Press.
Heywood, A. (2011). El poder, la autoridad y la legitimidad. En Introducción a la teoría política. Tirant lo Blanch.
Kundera, M. (2009). La ignorancia (B. De Moura, Trad.). Tusquets.
Marx, C., & Engels, F. (2011). Manifiesto del partido comunista. Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx.
Preston, P. (2012). El holocausto español. Debate.
Sarang, S. (2020, 23 de noviembre). ¿Cuáles eran las características del franquismo? La Vanguardia.
Skilling, H. G. (1976). Czechoslovakia’s Interrupted Revolution. Princeton University Press.

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Publicado en: Política y sociedad

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