Elena Garro y el 68

En esta magna obra en dos volúmenes Rosas Lopátegui muestra la personalidad y el pensamiento más genuino de Elena Garro. En esta polifonía de voces se conoce a fondo a la escritora, se le escudriña en los intersticios del alma y se devela el ser” de la activista y escritora.

México, 1968.

Patricia Rosas Lopátegui, incansable y admirable investigadora, nos lleva, como nunca nadie, a recorrer las distintas y extraordinarias facetas de la genial escritora Elena Garro. Nos invita a conocer la intimidad de una mujer irreverente, transgresora y rebelde y a escuchar su voz que proclama justicia social y defiende siempre, a toda costa, los derechos de la mujer frente al enquistado machismo mexicano. Diálogos con Elena Garro. Entrevistas y otros textos (México: Gedisa, 2020) constituye el más grande testimonio de vida y creación de la novelista, periodista, poeta, cuentista y dramaturga poblana. En esta magna obra que reúne dos volúmenes y que consta de 1,637 páginas, así como de 137 imágenes a color que dan fe del contenido, Rosas Lopátegui y varios entrevistadores más muestran la personalidad y el pensamiento más genuino de la autora de La semana de colores, ya que a través de las entrevistas —una polifonía de voces— se conoce a fondo a la escritora, se le escudriña en los intersticios del alma, se devela el ser” de la activista y escritora en tanto expone a la luz pública sus ideas, sus deseos, sus pasiones, sus luchas. Si en Los recuerdos del porvenir como en su poesía y en sus extraordinarias obras de teatro nos interpela a los lectores para darnos cuenta de ella, es a través de las entrevistas como adquirimos un conocimiento casi absoluto de la mujer, la esposa, la madre y la escritora.

Diálogos con Elena Garro, volumen 1, contiene el testimonio de un Antes y después del movimiento estudiantil de 1968. En una primera parte se narran los inicios de Elena Garro como periodista durante los años treinta y cuarenta, así como sus proyectos literarios y artísticos; sus viajes a Madrid, París, Berkeley y Nueva York. De los años cincuenta se recogen Otros textos relacionados con el debut de la dramaturga en el IV Programa de Poesía en Voz Alta que presidían su esposo, el poeta Octavio Paz, Juan José Arreola y Juan Soriano. Cabe destacar que escritores como Luis G. Basurto, Luis Vicent, Rafael Solana y Juan García Ponce, entre otros, enaltecieron la maravillosa puesta en escena de las obras Andarse por las ramas, Los pilares de doña Blanca y Un hogar sólido. De los años sesenta aparecen textos sobre Elena Garro como periodista, dramaturga, narradora, guionista y activista, así como testimonios del movimiento estudiantil del 68; el madracismo, la masacre en Tlatelolco y la leyenda negra. Este apartado se nutre enormemente de las entrevistas que periodistas y escritores hicieron a Elena Garro en relación con su obra y su activismo social; por ejemplo, se incluyen entrevistas de Elena Poniatowska, Rafael Ávalos Ficacci, María Luisa Mendoza, Margarita Michelena, Carlos Landeros y Joseph Sommers, entre otros.

Luego de terminar el discurso, Garro intervino y solicitó a todos los intelectuales que firmaran para que el gobierno devolviera a los indios lo que les pertenecía, pero ninguno quiso firmar; la activista, enfurecida, salió acompañada de sus invitados y se pusieron a ponchar las llantas de los Cadillacs y Mercedes Benz pertenecientes a esos intelectuales.

Elena Garro fue una ferviente defensora de los derechos de los indígenas mexicanos y nadie como ella era capaz de armar una hecatombe para lograr que el gobierno volteara a verlos y atendiera sus demandas, así lo narra Elena Poniatowska en una de muchas entrevistas que le hizo a Garro cuando fue enviada especial del periódico Novedades. La periodista cuenta que en una ocasión en las instalaciones del Fondo de Cultura Económica alrededor de 400 intelectuales le rendían un homenaje a Rómulo Gallegos, quien regresaba, luego de un exilio, a Venezuela, su país natal. Elena Garro irrumpió en la reunión acompañada de veinte o treinta indios para escuchar justo en ese momento a un orador que decía: “la pluma al servicio del pueblo”… “la justicia social”… “la revolución”… “la tierra es de quien la trabaja”…, y los campesinos asentían con la cabeza. Luego de terminar el discurso, Garro intervino y solicitó a todos los intelectuales que firmaran para que el gobierno devolviera a los indios lo que les pertenecía, pero ninguno quiso firmar; la activista, enfurecida, salió acompañada de sus invitados y se pusieron a ponchar las llantas de los Cadillacs y Mercedes Benz pertenecientes a esos intelectuales.

En la entrevista titulada “El mundo maravilloso y alucinante de Elena Garro y Marcel Camus”, que Rafael Ávalos Ficacci hizo a la dramaturga en julio de 1963, ésta habla sobre la crisis del teatro europeo y estadounidense en los años cincuenta, y señala que solo a O’Neill se le puede comparar con los clásicos:

Elena baja la voz, parece que habla consigo misma.
—O’Neill tiene el soplo trágico… y si se recrea en su propia vida, es porque todo artista debe proyectar su propia vida. Eso es magnífico. Lo malo está cuando un artista habla de sí mismo y no proyecta nada…
—Elena, ¿cuál considera su mejor obra?
La muerte de Felipe Ángeles, (…) es la tragedia de Felipe Ángeles, quien, cuando toma conciencia de que es mexicano y que ha hecho una revolución que debe ser encausada por un camino muchísimo más alto y más espiritual de lo que ha sido, regresa a México… y para asumir su destino, se deja fusilar.

Uno de los grandes temas que se abordan en el volumen I de Diálogos con Elena Garro es el papel de la escritora en el movimiento estudiantil de 1968. De acuerdo con lo que señala Rosas Lopátegui en su artículo “Madrazo y Garro en la mira: activismo y política”, el 14 de agosto de 1968 Garro acudió a una de las reuniones de la Asamblea de Intelectuales, Artistas y Escritores con la finalidad de apoyar el movimiento estudiantil; sin embargo, al no estar de acuerdo con sus postulados publicó tres días después “El complot de los cobardes”, artículo en el que acusa a los intelectuales de cobardes y su jugada sucia para obtener beneficios políticos en el periodo electoral que se avecinaba, aprovechándose de la ignorancia y la anarquía que imperaba en el estudiantado. Además de que los intelectuales no atendieron e ignoraron el proyecto político que Carlos Alberto Madrazo, expresidente del PRI, abanderaba en esos momentos y al cual Elena Garro se sumaba y respaldaba.

Presionado por la ultraderecha, Madrazo había renunciado a la presidencia del PRI pocos años antes y estaba por formar el partido Patria Nueva, cuyo propósito era la reestructuración del sistema político mexicano; no obstante, el gobierno de Díaz Ordaz se vio amenazado, pues todo indicaba que Madrazo sería el candidato presidencial por este nuevo partido al que se adherían grupos políticos, campesinos, clase obrera y universitarios. Pero la masacre del 2 de octubre fue el pretexto perfecto para eliminar del escenario político a Madrazo acusándolo, junto con Elena Garro, de encabezar un complot comunista para derrocar al gobierno.

Garro, al igual que Madrazo, seguía creyendo en los ideales revolucionarios, los mismos que fueron traicionados por los generales corruptos. “Sabía que no existía ninguna diferencia entre el comunismo y el capitalismo, las dos caras de la misma moneda imperialista, autoritaria y represiva, y creyó que Madrazo ofrecía para México un punto intermedio entre los dos sistemas políticos, económicos y sociales.”

En “El complot de los cobardes” Garro refiere que los problemas de México no se iban a solucionar con violencia ni con el pliego petitorio de los estudiantes, ni boicoteando los Juegos Olímpicos ni en las asambleas del Consejo Nacional de Huelga; la solución de los verdaderos problemas se hallaba en el plan de trabajo que proponía el exdirigente del PRI. Garro, al igual que Madrazo, seguía creyendo en los ideales revolucionarios, los mismos que fueron traicionados por los generales corruptos. “Sabía que no existía ninguna diferencia entre el comunismo y el capitalismo, las dos caras de la misma moneda imperialista, autoritaria y represiva, y creyó que Madrazo ofrecía para México un punto intermedio entre los dos sistemas políticos, económicos y sociales.”

El presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, el secretario de Gobernación, Luis Echeverría, y el director de Seguridad Pública, Fernando Gutiérrez Barrios, silenciaron impunemente y para siempre a Carlos Madrazo y a Elena Garro: al primero lo asesinaron con una bomba en el avión que viajaba de la Ciudad de México a Monterrey en junio de 1969, y a Elena Garro convirtiéndola en una leyenda negra, señalándola como la culpable de la masacre del 68, exiliándola y dejándola en el ostracismo.

El 6 de octubre de 1968 aparecieron en la primera plana de los diarios Excelsior, El Universal, La Prensa, Novedades y El Heraldo de México las declaraciones de Sócrates Amado Campos Lemus, líder estudiantil del Consejo Nacional de Huelga, quien se encontraba detenido en el Campo Militar Número Uno en la ciudad de México. El joven estudiante de Economía del Instituto Politécnico Nacional, luego de hacer declaraciones ante funcionarios de la Procuraduría General de la República, acusó a Carlos A. Madrazo y a Elena Garro, así como a otras personalidades del medio intelectual y político, de ser los instigadores y financieros de los disturbios estudiantiles del 2 de octubre. Según el dirigente, en agosto de ese año la escritora le había propuesto a él y otros integrantes del movimiento que, debido a que éste estaba tomando cauces populares, era necesario contar con un líder nacional y éste bien podía ser Carlos A. Madrazo, a lo que Campos Lemus rechazó con el argumento de que el movimiento no iba a aceptar ayuda del expresidente del PRI, pues desde el principio de las manifestaciones se dejó en claro no aceptar la participación de externos.

Al día siguiente, 7 de octubre, Elena Garro convocó a la prensa para desmentir lo declarado por Campos Lemus. La escritora señaló que ella sólo había aconsejado al líder estudiantil para que abandonara el movimiento, puesto que estaban siendo utilizados por algunos emboscados. Según sus afirmaciones, los estudiantes no eran los verdaderos responsables de la agitación contra el gobierno de Díaz Ordaz, sino un grupo de más de 500 intelectuales mexicanos y extranjeros quienes, algunos de ellos, ocupaban altos empleos en la UNAM y el Politécnico, y otros más, con aspiraciones políticas que cobraban altos sueldos en el gobierno.

Comenzaba una época de persecución y ostracismo para la escritora y su hija luego de los acontecimientos del 68. La activista se vio forzada a desaparecer de la vida política, social y cultural de México, y fue así como en 1972, de manera obligada, decidió salir del país. De 1972 a 1974 vivieron en Estados Unidos, pero la persecución las alcanzó hasta allá, así que huyeron a Madrid.

Horas más tarde, luego de hacer sus declaraciones, Elena Garro y su hija Helena Paz fueron trasladadas al Hotel Casa Blanca por los agentes de Fernando Gutiérrez Barrios, director de la DFS. Ahí permanecieron secuestradas por la policía secreta del gobierno de Díaz Ordaz hasta el 30 de noviembre de ese año. Comenzaba una época de persecución y ostracismo para la escritora y su hija luego de los acontecimientos del 68. La activista se vio forzada a desaparecer de la vida política, social y cultural de México, y fue así como en 1972, de manera obligada, decidió salir del país. De 1972 a 1974 vivieron en Estados Unidos, pero la persecución las alcanzó hasta allá, así que huyeron a Madrid, donde vivieron en condiciones deplorables, mudándose de hotel en hotel, de hostal en hostal y viviendo durante años en circunstancias lastimosas. En los años ochenta se trasladaron a París, donde vivieron toda esa década, y después de un silencio de casi quince años la escritora publicó sus libros Andamos huyendo Lola, Testimonios sobre Mariana y Reencuentro de personajes. En 1991 viajó a México con su hija Helena para asistir a un homenaje que le rindieron en las ciudades de Aguascalientes, Monterrey y el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, y es en 1993 cuando regresó de manera definitiva a tierras mexicanas.

El volumen II de Diálogos con Elena Garro. Entrevistas y otros textos contiene diversas entrevistas, reportajes, crónicas y artículos que dan testimonio de la visita de la dramaturga a México en noviembre de 1991. Los diarios nacionales y locales publicaron los acontecimientos en torno a la llegada de Elena Garro y Helena Paz.

Invitada por José María Fernández Unsaín, director de la Sociedad General de Escritores Mexicanos (SOGEM), Garro, en compañía de su hija, arribó a Guadalajara el 7 de noviembre de 1991 luego de un exilio de casi veinte años. El 9 de noviembre se trasladó a Aguascalientes como invitada de honor a la XII Muestra Nacional de Teatro en el Museo de Aguascalientes, donde presenció dos mesas redondas en torno a su obra; también dio una conferencia de prensa para luego asistir a la representación de su pieza teatral La mudanza y, más tarde, asistió a la escenificación de su obra El árbol en el Teatro Morelos. El lunes 11 por la tarde llegaron madre e hija a Monterrey, quienes al día siguiente visitaron el Museo de Arte Contemporáneo y ofrecieron una conferencia de prensa; más tarde la escritora compartió una charla con alumnos de la Facultad de Letras Españolas del Tecnológico de Monterrey. Ese mismo día, a las 8 de la noche, el gobierno del estado le rindió un homenaje en la Gran Sala del Teatro de la Ciudad, y el día 13 presidió el “Diálogo abierto en la Capilla Alfonsina” en la Universidad Autónoma de León. Luego de este emotivo recibimiento e incesante diálogo garreano, la autora viajó al Distrito Federal para trasladarse a Cuernavaca con su hermana Deva. El 28 de noviembre le rindieronn un homenaje en la Sala de Murales del Palacio de Bellas Artes, a través del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y la SOGEM;  escritores como Guillermo Samperio, director del Departamento de Literatura del INBA, Emilio Carballido, Héctor Azar, Margo Glantz, Silvia Molina y Carmen Boullosa, halagaron y festejaron el regreso de Elena Garro y enaltecieron su extraordinario legado literario.

Además de todo lo anterior, Patricia Rosas Lopátegui reúne en este volumen II otras entrevistas sobre el regreso de Garro a París en diciembre de 1991; recoge, también, numerosos textos que dan testimonio del regreso definitivo de la dramaturga a México en 1993. Con su hija y sus trece gatos, la escritora arriba a la Ciudad de México el 10 de junio de ese año, una fecha que pone fin al exilio y al infortunio que el destino le deparó inmerecidamente. Diálogos con Elena Garro. Entrevistas y otros textos es una obra monumental que invita a los lectores a una larga travesía de acontecimientos garrearnos, cimentados en una verdad fehaciente y que permanecerá latente en toda la historia de la literatura en México. Diálogos es una extensa obra en cuyas páginas se vierte la justicia literaria y personal que Rosas Lopátegui hace a Elena Garro, luego de que el Estado corrupto y los grupos de poder obligaron al exilio y al silencio durante casi veinte años a la segunda más grande escritora de México. ®

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Publicado en: Libros y autores

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