Ensayo para pequeño museo de chingaderas

Notas sobre una instalación de Pablo H. Cobián

Cobián toma la instalación como un laboratorio para a partir de ella, entender no solamente el funcionamiento de la propia creación artística, sino también lo oculto en el lenguaje, las pasiones, la soledad.

Pablo Cobián en su estudio. Fotografía LA Times/Maj Lindström.
Neoconstructivista anárquico:
yo no invento, no hago más que recuperar.
Soy concreto destructivista o reconstructivista.
No impongo, superpongo.
—Gabriel Orozco, Materia escrita
Se tiene a sí mismo
por eso mi amigo
si encuentras a otros que también son otros
diles que el fuego quemando va.
—Café Tacuba, El Outsider

Ya lo dijo Andy Warhol en 1983: la televisión es la inspiración. Seis años después de ser escupida la frase, en un México decembrino, Raúl Velasco le preguntaba a una jovencísima Gloria de los Ángeles Treviño Ruiz en su programa Siempre en domingo qué es lo que le gustaría hacer en el futuro, a lo que Gloria Trevi respondió: “Tengo ganas de hacer muchísimas cosas como bailar, cantar y quitarte los lentes”. Era la primera vez que alguien transgredía la figura de Velasco al aire, una de las efigies más importantes de Televisa durante la década de los ochenta. Posteriormente Trevi estrenaría en vivo su tema “Dr. Psiquiatra”, de su opera prima …¿Qué hago aquí?, Interactuando lascivamente con el público, desgreñándose, dando saltos por el escenario sin pudor a mostrar de más; revuelo que se convertiría en la incuestionable marca de la casa.

El pop verbalizó nuestra melancolía. Nos enseñó a explicarla y a conocerla cuando aún carecíamos de herramientas para hacerlo; reconocemos en este espectáculo de hechos gratuitos, facilones y sin fondo nuestra propia cultura moderna, nuestra poscultura; una figura tratada como deidad del orgasmo baldío que da origen y construcción al arte fabulesco de dominio popular. Desde esta premisa y con la mirada en el hombre y no en el artista, Pablo H. Cobián (Guadalajara, 1981) deja que se nuble y se instala en un plano demasiado cercano a la superficie de la obra. El pop es redención.

El pop verbalizó nuestra melancolía. Nos enseñó a explicarla y a conocerla cuando aún carecíamos de herramientas para hacerlo; reconocemos en este espectáculo de hechos gratuitos, facilones y sin fondo nuestra propia cultura moderna, nuestra poscultura.

Ciertamente, esta puede ser la motivación para un primer encuentro con la instalación, pero la obra conduce a sus visitantes a otros lugares menos recorridos y menos cómodos.

El artista, el verdadero, está condenado y es gracias a eso que puede ver el abismo y crear el puente para que los no condenados lo crucen y comprendan algo del subconsciente, de la realidad interna y la historia que se cuenta afuera en las portadas de casetes y revistas. Esa experiencia de vida coincide con la experiencia artística. Mientras para la crítica el campo del arte suele ser un campo experimental para comprobar ciertas hipótesis que le son previas, Pablo H. Cobián toma la instalación como un laboratorio para a partir de ella, entender no solamente el funcionamiento de la propia creación artística, sino también lo oculto en el lenguaje, las pasiones, la soledad. Ensayo para pequeño museo de chingaderas # 1 es un retrato. Espejo y reflejo.

Pablo Cobián, Ensayo para pequeño museo de chingaderas # 1.

Pablo H. Cobián logra un acto de ocultamiento del artista y una exposición del hombre. La instalación nos quiere mostrar su aparente orden, un orden de carácter simbólico y místico en forma de tríptico que esconde, con una estrategia que creo comprender, pero cuyo fin ignoro, un desorden metafísico que, si lo experimentamos, aunque sólo sea como espectadores, nos hace estremecernos hasta un grado difícilmente inquietante. Abrir el clóset para sacar lo oscuro. El pop es el espectador.

Se puede arriesgar la propuesta de que esas reflexiones de instalador y biografista psiquiátrico de nuestra generación condensan todo un pequeño museo de chingaderas, así como la visión que tiene Pablo sobre el arte y los artistas. Su obra es una lucha constante contra el dolor, su manera de integrarse a la humanidad.

Ensayo para pequeño museo de chingaderas # 1 está instalada actualmente en Espacio Cabeza de Guadalajara, como parte de la muestra colectiva Guadalajara: murió el rancho grande, curada por Yuriko Cortés, y se presentará en el Museo de Arte Contemporáneo de Querétaro a partir del 1 de julio como parte de la muestra individual de Pablo H. Cobián Viaje alrededor de mi habitación, curada por Maryann Díaz. ®

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Publicado en: Arte

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