Entrevista con Mario Bellatin

Escribir está por encima de todo

No quiero que se piense que soy cineasta y que también soy fotógrafo. Yo soy escritor. Lo que pasa es que uno sigue escribiendo de distintas maneras. No sólo con el lápiz y el papel. Incluso ahora escribo en el iPhone. A pesar de cualquier cosa yo voy a seguir escribiendo.

Bellatin. Foto © Víctor Hugo Rojas González.

Bellatin. Foto © Víctor Hugo Rojas González.

Estoy frente a la fachada grisácea. Entro. Mario Bellatin nos recibe en su casa. Ahí dos perros parecen bailar un vals, se acercan, me huelen de los pies a las manos, acaricio la cabeza de uno. Mario atiende una llamada telefónica. Me pide un segundo. Con café exprés y galletas de chocolate. Pongo REC a la grabadora.

—Gallinas de madera [México: Sexto Piso, 2013] se trata de un libro-homenaje que haces al escritor checo Bohumil Hrabal, como primera historia, y al escritor francés, y uno de los principales teóricos del nouveau roman, Alain Robbe-Grillet. ¿Las historias te atrajeron por los escritores en sí, por su obra literaria, o más bien fue por los aspectos que descubres al ahondar en sus biografías?

Lo que quiero que quede claro es que Gallinas de madera no se trata de dos homenajes a mis dos autores preferidos sino que los dos, me parece, forman parte de un grupo de grandes autores de la literatura que se escribió prácticamente en la segunda mitad del siglo XX. Y espero vuelvan a aparecer, pues, como sabemos, esto de las literaturas es cíclico.

”Se trató de una mezcla. En general, cuando me preguntan por mis escritores preferidos prefiero en ocasiones sus biografías; es lo que me interesa, y es en lo que he tratado de indagar en el camino que se emprende para ser escritor, tan complicado socialmente, sobre todo cuando no publicas, en ese previo entre escribir o no escribir. Qué interesante la pregunta: yo admiro a muchos escritores más por sus biografías que por sus libros. ¿Cómo enfrentan la realidad? ¿Cómo enfrentan el espacio cotidiano? ¿Cómo sobrellevar sus obras frente a tanta vida concreta? Porque siempre hay formas sociales para alejar a alguien de su máquina de escribir.

Cuando me preguntan por mis escritores preferidos prefiero en ocasiones sus biografías; es lo que me interesa, y es en lo que he tratado de indagar en el camino que se emprende para ser escritor, tan complicado socialmente, sobre todo cuando no publicas, en ese previo entre escribir o no escribir.

Formas contra las cuales se combate.

—Cuando eres joven está tu familia. Te dice que tienes que trabajar en algo que sea socialmente reconocido. Formar parte de la sociedad. Porque un autor, antes de publicar, es considerado una suerte de paria. Así que debes tener una voluntad muy grande para continuar con el objetivo que te has trazado en la vida. En mi caso es escribir: está por encima de todas las demás cosas.

—Incluso, en el caso de Robbe-Grillet tuviste la oportunidad de conocerlo.

Gallinas...

Gallinas…

—Me llamaron la atención dos elementos: el primero de ellos fue que ciertamente tuve un encuentro fortuito con Robbe-Grillet. Un buen día me invitaron a conocerlo justo cuando estaba en México. ¡Imagínate!, yo pensaba que ya estaba muerto… Al parecer los franceses viven mucho. Para mí fue una gran sorpresa. Él había sido importante porque cuando yo escribía en los años ochenta (años oscuros para la narrativa latinoamericana) muchas instancias, entre ellas la crítica, estaban basadas en verdades preconcebidas, cánones, caminos y formas que se tenían que seguir de manera obligatoria. Yo me decía: “¡No es posible!, si esto es un arte hay que considerar la libertad como primer requisito”. Y una de las historias de Gallinas de madera, la que tiene que ver con él, es precisamente la conversación que sostuvimos. Bernard es Robbe-Grillet y mucho de las ideas que planteo en el libro son las que él me dijo, y los autores que señalo son autores reales, sólo que están sin nombre.

¿Y te enfrentaste a la crítica y a los cánones?

—Empezaron a surgir ciertos términos, ciertas palabras que se utilizaban a manera de comodín; de alguna manera no te decían que no debías hacer tal o cual cosa, pero, en ese entonces, a mis diecisiete o dieciocho años, me comenzaron a sonar como elogios por parte de la crítica.

¿Qué decían?

—Que mi obra era “experimental”, “kafkiana”… ¡Imagínate!, te dicen que tu obra es kafkiana y te emocionas. Sin embargo, luego comprendí que no era un honor sino un retruécano para darte a entender que lo tuyo no tenía cabida dentro de lo que se estaba haciendo en América Latina en esos momentos.

¿Cuál es tu interés en los libros?

Te dicen que tu obra es kafkiana y te emocionas. Sin embargo, luego comprendí que no era un honor sino un retruécano para darte a entender que lo tuyo no tenía cabida dentro de lo que se estaba haciendo en América Latina en esos momentos.

—Me interesan los libros sin autor. Los libros que tienen los suficientes elementos en su estructura como para ser en sí mismos y consiguen transmitirse más allá de las circunstancias en las que fueron concebidos, más allá del propio autor y de sus ideas. A mí me gusta leer libros que se sostienen por las reglas literarias que el mismo libro propone.

En Gallinas de madera también hay una propuesta estructural, ya que mientras en una de las historias recurres a párrafos cortos, en la otra no encuentras ningún punto y aparte.

—Yo escribo siempre de manera fragmentaria. Además, nunca parto de un proyecto en específico sino que a la larga se concreta. De pronto son varias escrituras simultáneas las que llevo a cabo; cuando al fin la escritura está busco maneras de darle forma, de que exprese lo que yo quiero decir.

—O sea que no es tan relevante la manera de presentar las dos historias.

Mario. Foto © Víctor Hugo Rojas González.

Mario. Foto © Víctor Hugo Rojas González.

—De repente, no falta quien diga: “Ah, es que ya no escribe como antes”, y hacen comparaciones. Lo que quería al presentar las dos historias así es demostrar que es una estupidez si escribo de manera fragmentaria o no.

Además de que siempre te persigue el que quieran clasificarte dentro de un género literario.

—Si es novela o si es cuento. Son preguntas que me han hecho durante mucho tiempo. También hubo cierta época en que la discusión precisamente era ésa. Y entonces lo que ocurría era que nadie ingresaba realmente en el universo que se estaba proponiendo porque estaban los teóricos, preocupados por descubrir si era cuento o novela, lo cual a mí me parece secundario, ya que lo importante no está en ese nivel.

¿En qué nivel está?

—Seguro a ti te ha pasado en muchas ocasiones: vas a ver una obra de teatro, o de danza, y alguien que va contigo te dice: “No me gustó, eso no es teatro”. Y tú le preguntas: “¿Por qué no te gustó?” Y te responde: “Porque eso no es teatro”. Bueno, sí: no es teatro, pero eso qué importa, se trata de un hecho artístico, una propuesta. Al parecer algunas personas necesitan de chalecos salvavidas para dar una opinión sobre algo, porque cuando esa persona te dice “Eso no es teatro” no lo dice para bien; quiere decir que si no es teatro no está dispuesto a verlo, y en caso de que así sea se sentirá engañada, frustrada, no sé.

¿Ocurre en la literatura?

—Mira: es tan clásico el que sigue a pie juntillas el género literario como el que busca romperlo. Al momento de enfrentar un trabajo literario es lo que menos tiene que tomarse en cuenta. Tienes que ir por donde tu propia escritura te lleve, y mientras menos prejuicios tengas, mientras menos ideas preconcebidas, saldrá un producto más interesante incluso para el autor mismo, quien utiliza la escritura como mecanismo de exploración para encontrar ciertas verdades que no encontraría de otra manera, las cuales la sociedad, la vida, el mundo cotidiano no permiten reflexionar acerca de lo que no se puede decir, de lo silencioso, por eso hay que escapar a toda costa de lo que es literario y lo que no lo es, o de los géneros, para encontrar la mejor manera de expresar lo que se tenga que decir.

Y luego viene también el trabajo de talacha.

—Claro, después hay un trabajo de racionalización de lo que surge. Entonces reestructuras y vuelves a reestructurar hasta que creas una propuesta. Eso es lo que interesa.

No es que escriba para un lector determinado, o que me invente uno. Pongo especial cuidado en que mis textos sean amables, legibles, que el lector pueda acceder a ellos siempre y cuando llegue sin prejuicios.

Considero que una de las características destacables de tu obra es que no subestimas a tu lector; al contrario, le exiges, buscas crear una complicidad entre Mario Bellatin y el lector, ¿no temes que al hacerlo a algunos lectores les pueda resultar difícil la lectura de tus libros?

—Trato de ponerme en la mayor cantidad posible de lectores. No es que escriba para un lector determinado, o que me invente uno. Pongo especial cuidado en que mis textos sean amables, legibles, que el lector pueda acceder a ellos siempre y cuando llegue sin prejuicios. A mi parecer mis textos no exigen un conocimiento determinado o un interés particular intelectual o académico. No busco algo innovador. Tal vez también le piden al lector que no se acerque con la idea de lo que debe ser una novela, porque eso no existe. Si hay un lector que de repente ve que hay un corte, o mundos paralelos, o que conviven realidad y ficción en un mismo relato, tendría dificultades si trata de cotejar lo visto con ideas preconcebidas.

¿Entonces de alguna manera sí hay un lector ideal?

—Yo no lo siento; no sé, tú dime, como lector, si te parecen complicadísimos mis libros, si hay que estudiar semiótica, o que se trata de un texto hermético que utiliza una retórica o un lenguaje cifrado, o que se trata de algo demasiado abstracto o poético en donde el sentido se pierde. Lo que le pido al lector es que sea copartícipe en la creación del libro. Se trata de dar los mínimos elementos para que el silencio sea el que hable. Para mí es más importante lo no dicho en lo dicho. Por eso es que me interesa la desescritura, porque, claro, es muy fácil sentarme e inventar historias y personajes, etcétera, pero después llega el proceso de desescribirlo y es ahí donde se marca la diferencia. El poder expresar cosas que otro no puede expresar. Y no porque yo tenga un dote especial para expresarlas sino porque me dedico a explorar en mí, como autor, cuáles son los elementos que me hacen distinto del resto, de ti, del otro. Somos distintos, pero en lugar de acentuar lo distinto nos encargamos de estandarizarlo.

Lo distinto marca la diferencia…

—En uno de mis libros expliqué por qué son tan caros los aparatos ortopédicos. Todo lo que tiene que ver con la ortopedia tiene un sobrevalor impresionante, casi como ocurre con el arte. Y es porque no se hacen en serie. Entonces puedes hacer trajes de baño, cincuenta mil para mujeres bellísimas y todos son iguales; pero cuando quieren hacer un traje de baño para alguna persona con una deformidad tienen que hacérselo para ella sola, no se repite el modelo. Y lo que hacen algunos lectores es estandarizar en lugar de buscar las diferencias. Para muchos es más fácil caminar por senderos que ya se conocen: ahora me cuentas que a Caperucita se la come el lobo, que se la come el zorro, después se la come la vaca, etcétera.

¿Qué busca Mario Bellatin en la literatura?

Estamos hartos de autores impositivos, de autores que quieren utilizar a la literatura tan sólo como vehículo de ideas de otro orden. Mejor que escriban ensayos, o que se pongan a hablar de política o que den conferencias de temas que no tengan que ver con la literatura, la cual durante años fue tomada como la hermana pobre, la huérfana de la historia.

—Que me expresen algo, que me den una visión del mundo, pero también que me creen un espacio con una estética y una verosimilitud determinadas, y también transitar por ese otro mundo que es el que el artista crea para incidir en el mundo cotidiano de una manera mucho más precisa, más profunda, sin caer en el sentido de evasión, porque ese sentido está precisamente en el otro, cuando te dan algo que ya está masticado, ésa es la auténtica evasión, donde no se te permite la entrada.

Y mira que hay autores así.

—Y estamos hartos de autores impositivos, de autores que quieren utilizar a la literatura tan sólo como vehículo de ideas de otro orden. Mejor que escriban ensayos, o que se pongan a hablar de política o que den conferencias de temas que no tengan que ver con la literatura, la cual durante años fue tomada como la hermana pobre, la huérfana de la historia. Entonces, “Ah, es un libro muy importante porque me habla del movimiento estudiantil, o porque trata acerca del abuso del poder”, pero, a ver, dime ¿cómo está escrita?, o como una especie de psicología ilustrada, y a ver, la literatura ¿dónde está?, siguiendo a los griegos, ¿alcanza una armonía?

—En ocasiones es la idea que se tiene de la literatura, pero también del autor.

La ventana. Foto © Víctor Hugo Rojas González.

La ventana. Foto © Víctor Hugo Rojas González.

—Es que seguimos con la idea del autor alumbrando u oscureciendo el libro, cuando en realidad es el texto el que debería desprenderse, porque precisamente son ésos a los que vamos a recurrir una y otra vez, los que nos van a acompañar siempre. Y cada vez, mientras más se aleja en el tiempo un autor muerto es más difuso lo que estaba alrededor de él. Qué nos importa si Kafka trabajaba o no, si le escribía a Milena Jesenská, etcétera, nos interesa leer El proceso, que puede ser checo, ruso, argentino, no importa.

¿Por qué el viaje en Gallinas de madera se da con ácido lisérgico, hay algún símbolo en ello?

Buscaba un elemento de verosimilitud. En mis libros procuro mantener un trabajo muy grande con respecto al lector. Ya lo he hecho en otros libros. Por ejemplo, en Flores creé un ramillete de flores y después inventé una técnica sumeria para conseguir la estructura que permite que lo que se vaya contando sea verosímil, que no real, y alcancé picos muy extremos. En Gallinas de madera también hay momentos así, por ejemplo, cuando se habla de las aves de rapiña y un esclavo.

¿Y en dónde es que entra Mario como escritor?

—En la parte de la escritura. ¿Por qué puse “ingresó” y no “entró”?, ¿por qué puse “casa” y no “morada”? De lo otro no quiero hacerme responsable. ¿Por qué los personajes son perversos o buenos? Eso lo dejo en otro nivel, como escritor que escribe, no literato, porque ése es otro género, doy fe de que hay una escritura, me esfuerzo, y retomo el “había una vez” una persona que toma ácido lisérgico, el cual produce estados alterados… ¿Sabes?, a mí me gustaría escribir los libros de los libros si tuviera tiempo; si fuera a vivir quinientos años escribiría los libros de los libros para contar, aparte del libro, las circunstancias que rodearon la creación de cada uno de mis libros. Creo que con cada uno de esos elementos se podría hacer un libro completo.

¿Has incursionado en distintas disciplinas, fotografía, poesía, cine, qué te queda pendiente?

Yo no veo distinción entre las disciplinas del arte. Para mí es lo mismo ver una película, una obra de teatro. La diferencia entre lo bueno y lo malo es la presencia de un punto de vista personal, de un universo particular que se quiere expresar y al cual yo no puedo acceder si no es transcurriendo por la obra que ese artista propone.

—Quiero dejar claro que se trata de una misma disciplina. No quiero que se piense que soy cineasta y que también soy fotógrafo. Yo soy escritor. Lo que pasa es que uno sigue escribiendo de distintas maneras. No sólo con el lápiz y el papel. Incluso ahora escribo en el iPhone. A pesar de cualquier cosa yo voy a seguir escribiendo. No obstante, hay momentos que con el lápiz y el papel no encuentras respuestas a las preguntas que te haces, y entonces recurro a una cámara fotográfica, una cámara de cine, hago un montaje, una película, que por cierto es lo que estoy a punto de empezar y es acerca de Salón de Belleza. Yo no veo distinción entre las disciplinas del arte. Para mí es lo mismo ver una película, una obra de teatro. La diferencia entre lo bueno y lo malo es la presencia de un punto de vista personal, de un universo particular que se quiere expresar y al cual yo no puedo acceder si no es transcurriendo por la obra que ese artista propone.

¿De dónde salen los personajes de Mario Bellatin? Parecería que están en un universo paralelo, un poco borgeano, a la espera de que tú los liberes y los acomodes en cada una de tus historias, ¿los tomas de personas que conoces, vas libreta en mano tomando notas, como dicen que hacía Benito Pérez Galdos cuando se disfrazaba de médico para entrar al hospital y tomar nota de los moribundos?

—Mis amigos dicen que se trata de la “mariontropía”. Ignoro por qué atraigo situaciones curiosas o raras. Mira, ayer que regresaba en el autobús de Xalapa la persona que venía sentada a mi lado de pronto habla por su celular y dice que desconecten a su esposa, que ya no le den ningún tratamiento. Me quedé helado. Aquí ya se quebró el universo, pensé. Es como cuando pasa el camotero y repentinamente se escucha el sonido del silbato, como si por ahí saliera el infierno a decirte “aquí estoy”. Un poco eso. Estoy sentado al lado de ese señor y me hago preguntas: ¿Qué cosas han tenido que pasar para llegar a ese punto?, ¿qué leyes de probabilidad han tenido que suceder para que esto ocurra en este momento? Yo escuchaba con atención la conversación. Y ésa fue la primera. Hizo más. Y empecé a reconstruir el universo: un señor que toma desiciones, habla con el médico, tal vez y hasta habla con la mujer y le da esperanzas, cuando en realidad sabe que la muerte es inminente.

Te llega todo en paquete.

—Viene con la escritura. No creo que se puedan separar personajes, acciones, tramas, etcétera. Eso es lo que nos han enseñado en la universidad: una tendencia clasificatoria. ¿Dónde nació el autor? El desenlace, el contenido, el nudo, todas esas categorías. Para mí la escritura viene como un todo, no se separa. En los lugares más fantasiosos está la verdad más cruda, y en los lugares que parecen verdades obvias están las fantasías.

No creo que se puedan separar personajes, acciones, tramas, etcétera. Eso es lo que nos han enseñado en la universidad: una tendencia clasificatoria. ¿Dónde nació el autor? El desenlace, el contenido, el nudo, todas esas categorías. Para mí la escritura viene como un todo, no se separa.

¿Qué lees en estos momentos?

—Ya casi no leo porque me siento culpable al escribir y leer. No hacer algo útil. Entonces voy y hago la fila tres veces para pagar la luz. Me digo: Ah, qué bien que hay fila, como para creer que son esas acciones las que justifican mi existencia y no la lectura o la escritura. Leo comienzos. Soy un gran lector de comienzos y también de finales. Husmeo los libros. Los veo como artefactos. Más que ingresar por las páginas una por una, veo cuál es la propuesta, de qué va. Para mí es mucho más interesante pasar cuatro horas en una librería, viendo las novedades, rebuscando, olisqueando los libros, que sentarme con uno solo, lo cual me llevaría al suicidio, porque siento una culpa espantosa, pienso que no he hecho nada, de estar ahí, en el sofá, leyendo diez horas seguidas, me siento en primer lugar culpable social, y luego culpable escritural; porque yo antes solía leer muchísimo, al grado de que era la misma pulsión la de la lectura y la de la escritura. Y leía todo, como si realmente hiciera caso a las campañas de lectura. Pero ahora eso lo he trasladado a la escritura, la cual se convierte en una especie de deber moral, y siento que el tiempo que le puedo dedicar a la lectura se lo estoy restando a la escritura. Y no porque crea que mi escritura es genial, claro que no, sino porque es un asunto personal, psicológico, mío. La escritura es algo que está conmigo, tengo que mantenerla y cuidarla lo mejor posible y ser honesto con ella, pero en el sentido de una moral distinta. La escritura también es como una misión, algo que no puedes elegir ni siquiera, como si tuvieras un hijo con una enfermedad mental que no lo vas a abandonar y no te preguntas si lo tienes que alimentar o no; lo alimentas, lo cobijas, a ese tipo de moral me refiero, está más allá de decisiones o de a mí qué me parece, o de una intelectualización: bueno, sí he decidido crear a mi hijo, he decidido respirar, claro que no. ®

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Publicado en: Libros y autores, Octubre 2013

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