Es el mismo viejo mundo, pero nada parece igual

Olinka, de Antonio Ortuño

Tras quince años que debieron ser uno, o a lo mucho dos, Aurelio cumple su condena y es regresado a un mundo nuevo en el que nadie lo echa de menos.

Antonio Ortuño. Foto tomada de Facebook.

“Si el tamaño y complejidad de las avenidas y puentes construidos en el lapso de su encierro lo habían azorado, la multiplicación de grúas lo convenció de que había viajado en el tiempo. Y en el futuro al que llegaba, luego de años de reclusión, no había alienígenas ni robots (colosales estos y feroces aquellos). Solo anuncios resplandecientes, puentes vehiculares de doble piso y torres. Y, claro, grúas”, piensa Aurelio Blanco, contador público víctima de un fraude por parte de su propia familia, mientras viaja en auto hacia su libertad tras quince años de encierro.

Es ajeno a ese lugar, a sus calles, a su música, incluso a las mujeres de pechos de plástico y nariz puntiaguda que abundan en los anuncios espectaculares.

Olinka (Seix Barral, 2019) comienza con los últimos días de Aurelio, Yeyo, en prisión. Tras quince años que debieron ser uno, o a lo mucho dos, cumple su condena y es regresado a un mundo nuevo en el que nadie lo echa de menos. Conforme da pasos de libertad redescubre una ciudad que en nada se parece al futuro dibujado por la ciencia ficción de principios de siglo. Si bien no existen robots asistentes, los teléfonos sí se volvieron inteligentes. Tampoco existen los autos voladores, pero sí los edificios de más de treinta pisos en una ciudad donde antes se podía observar el horizonte. Es ajeno a ese lugar, a sus calles, a su música, incluso a las mujeres de pechos de plástico y nariz puntiaguda que abundan en los anuncios espectaculares. Lo abrumadora que resulta la libertad no es suficiente para sacarle de la cabeza aquello que pareciese ser su único objetivo en su regreso a la vida: recuperar lo que le pertenece, a su familia y el dinero que se le prometió.

En esta novela Antonio Ortuño (Zapopan, 1973) retrata a Guadalajara como una célula blanca que fagocita todo lo que toca con sus bordes para así volverse más grande, y cuyo crecimiento es orquestado principalmente por familias de clase dominante, que sirven como canal para el lavado de dinero de la mafia. La familia Flores, encabezada por Carlos, es esta clase de familia, cuyos intereses parecen ser los únicos que importan y por ello no temen pasar sobre otros sectores de mayor precariedad, como los que engloban a Yeyo y a la comunidad rural de Nueva Olimpia, lugar con el que Carlos arrasó, incluyendo un par de familias completas, y construyó sobre sus ruinas Olinka, complejo urbano destinado solamente a las personas más adineradas de la ciudad. Una versión bizarra de la Olinka del Dr. Átl.

Ortuño, con la ayuda de una fantástica prosa, lleva a Yeyo por una senda pavimentada de rencor y odio, pero conservando el respeto y la lealtad a la familia. A pesar de ser vendido por su exsuegro como chivo expiatorio en la acusación de fraude, o de divorciarse de su esposa al poco tiempo de haber ingresado a prisión, o de que su hija, mucho mayor que el recuerdo con el que jugó durante tres lustros, no quiera saber nada de él, Yeyo conserva el sentimiento de pertenencia hacia la familia Flores, cosa que lo lleva a no consumar muchas de sus ideaciones.

El libro se compone de tres partes y un epílogo. En la primera se nos presenta a Yeyo habituándose al mundo. En la segunda conocemos el pasado de los Flores y Nueva Olimpia. Y en la tercera vemos la resolución de los deseos de Blanco. La novela está escrita para decirnos mucho con poco. En numerosas ocasiones bastan unas cuantas palabras para dibujarnos una situación que queda al aire, al dominio del lector, pero sin cabida a fabulaciones que desvíen la trama. Brincamos, cada tanto, de personaje en personaje, a sus cabezas, para saber cómo piensan y entrar en el contexto de la situación. Así es como conocemos que el odio de Carla hacia su padre es infundado, que el amor de Alicia hacia su exesposo nunca fue amor y que Aurelio Blanco, más que una venganza, busca el camino de regreso a su hogar. ®

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Publicado en: Éstos son nuestros papeles

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