Fin de mes en Jalisco

Y a un mes del fin de año

El lago de Chapala, más de ciencuenta cadáveres en la fosa clandestina de La Barca, la corrupción de la regidora Ayón y el silencio del PRI local, el alcoholímetro y la venta del Atlas. Buenas y malas noticias al fin de mes.

Aristóteles Sandoval

Aristóteles Sandoval

En estos días que marcan el fin del mes de noviembre han sucedido cosas de lo más contrastadas. Ha habido noticias buenas como la que dice que el lago de Chapala, luego de haber tenido en los meses recientes una recuperación de casi un metro, aún no ve que comience su curva de descenso, cuando el año pasado, para estas mismas fechas, ya había perdido más de la mitad del agua recuperada en el magro temporal de 2012.

En lo que hace a las noticias de signo contrario, éstas han tenido distintos rostros. Uno de ellos es el hallazgo macabro de, hasta ahora, más de medio centenar de cadáveres, sepultados en fosas clandestinas, cerca de la población ribereña de La Barca, en los límites de Jalisco y Michoacán, lo que ha vuelto tristemente célebre a esa población vecina del lago de Chapala.

Otro noticia indignante es la que desde hace semanas tiene por protagonista a la regidora priista con licencia, Elisa Ayón, quien ha venido a encarnar un caso de corrupción casi inaudito. Y ello no sólo por la manera tan burda y descarada con que la funcionaria venía haciendo sus turbios negocios, aprovechándose de sus cargos en el Ayuntamiento de Guadalajara, en la Secretaría de Educación del estado y de su posición en el PRI-Jalisco, sino por la sospechosa “incapacidad” de sus colegas (diputados, compañeros de Cabildo y dirigentes partidistas) para detectar los enjuagues de la profesora Ayón, aun cuando éstos eran todo, menos discretos.

Cabe una pregunta, ¿por qué los funcionarios priistas de Guadalajara, comenzando por el alcalde Ramiro Hernández, quienes dijeron ser —o fingieron ser— los primeros sorprendidos e indignados por la inaceptable conducta de su colega y correligionaria Elisa Ayón, no han presentado denuncia contra ésta?

Todo hace pensar que por cálculo político, pues saben perfectamente que, desde el momento en que algunos de ellos hagan una denuncia en firme contra la profesora Elisa Ayón, corren el riesgo de salir salpicados.

Es decir, temen que la defenestrada regidora abra la boca y suelte los nombres de otros funcionarios que eventualmente podrían estar metidos en los “enjuagues” que han salido a la luz pública en las semanas recientes.

Así que mientras no se presente esa denuncia, lo que hasta ahora ha quedado en amagos de saliva, tanto el alcalde Ramiro Hernández como otros colaboradores suyos, como sería el caso del director de la Oficina Contra la Corrupción, no pasarán de ser simples émulos del famoso Tío Lolo, lo que finalmente no es tan raro entre nuestra fauna política.

Cabe una pregunta, ¿por qué los funcionarios priistas de Guadalajara, comenzando por el alcalde Ramiro Hernández, quienes dijeron ser —o fingieron ser— los primeros sorprendidos e indignados por la inaceptable conducta de su colega y correligionaria Elisa Ayón, no han presentado denuncia contra ésta?

Lo que tampoco ha dejado de tener su rareza es el extraño criterio para sancionar a los conductores de la comarca con algunas copas encima. Resulta que a diferencia de lo que sucede en la Ciudad de México y Monterrey, donde se sanciona al conductor con 0.40 miligramos de alcohol por cada cien mililitros de sangre, en la Zona Metropolitana de Guadalajara las sanciones comienzan desde 0.25 miligramos. En otras palabras, los automovilistas de esta parte del mundo son detenidos por ingerir la mitad del alcohol que sus similares de la Ciudad de México y Monterrey.

¿Cuál es el criterio de los funcionarios de la Secretaría de Movilidad de Jalisco para detener a personas que apenas hayan consumido un par de cervezas? ¿Acaso porque llegaron a la “científica” conclusión de que los tapatíos se embriagan más fácilmente que regiomontanos y chilangos?

¿O es que el gobierno de Aristóteles Sandoval tiene necesidad de recaudar dinero de manera fácil y expedita, incluso con los aficionados light a los placeres de Baco, para quienes se ha tasado multas que oscilan entre los 9 mil y los casi 13 mil pesos?

Nadie discute el muy plausible propósito de evitar accidentes provocados por conductores en estado de ebriedad. ¿Pero realmente se puede considerar ebria —y por lo tanto sancionable— a una persona que ha ingerido un par de cervezas o no más de dos copas de vino?

En lo anterior hay, por lo menos, una exageración, entre quienes aprobaron —y vienen aplicando desde hace dos semanas— operativos extremos de alcoholimetría.

Finalmente, la noticia de la semana —buena o mala, le toca decidirlo al lector— es la venta del Atlas a Televisión Azteca.

Más allá de que a alguien le interese o no el futbol, de que tenga o no alguna simpatía por el equipo rojinegro, lo cierto es que este hecho no habla bien de los empresarios que han regenteado a uno de los cuadros más antiguos del futbol mexicano, pues a quererlo o no los actuales socios y directivos del Atlas cargarán con el estigma de haber sido quienes le dieron la puntilla al último club de futbol que existía en nuestro país. Es decir, no pasarán a la historia como héroes. ®

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Publicado en: Diciembre 2013, Política y sociedad

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