Guadalajara en verano

¿En qué momento se jodió la capital jalisciense?

Guadalajara en verano es una película que acabó siendo no sólo un masaje al ego de los tapatíos de ese momento y de la siguiente generación, sino también parte de las celebraciones por la llegada de la ciudad a su mayoría de edad demográfica, con el nacimiento del tapatío un millón, el cual hipotéticamente habría visto la primera luz por esas fechas.

Un estallido de alegría, música y bellas canciones...

Un estallido de alegría, música y bellas canciones…

Hace medio siglo, en varias locaciones de la capital de Jalisco se filmaba Guadalajara en verano, película dirigida por Julio Bracho y producida por Xavier Torres Ladrón de Guevara, un empresario tapatío identificado con el coleccionismo artístico. Vale decir que con una parte de los haberes de este último se formó el Museo de la Ciudad.

La película presenta a la Guadalajara de los tempranos años sesenta como una ciudad modelo: una urbe moderna y, al mismo tiempo, con un presumible background histórico y en la que, a la menor provocación, le salen a relucir las esencias popularmente más representativas de la mexicanidad; una ciudad optimista, llena de cualidades, con un crecimiento ordenado, espejo de limpieza, orgullosa de su pasado y también cosmopolita: abierta al resto del mundo.

Los Arcos de Guadalajara en los años cincuenta.

Los Arcos de Guadalajara en los años cincuenta.

Para sus visitantes esa Guadalajara era algo así como una Arcadia, casi una sucursal del paraíso y, por lo mismo, resultaba un imán irresistible y es motivo de admiración y fascinación. En la trama del filme aparece una compacta presencia de extranjeros, representados por jóvenes provenientes de universidades de los Estados Unidos, lo que se explica por los cursos de verano —preferentemente sobre la historia y la cultura de México— que vienen a tomar precisamente a la capital jalisciense. Cursos de verano que, en efecto, en la Guadalajara real gozaron, en otro tiempo, de buena fama y popularidad hasta desaparecer a principios de los años ochenta.

Guadalajara en verano es una película que acabó siendo no sólo un masaje al ego de los tapatíos de ese momento y de la siguiente generación, sino también parte de las celebraciones por la llegada de la ciudad a su mayoría de edad demográfica, con el nacimiento del tapatío un millón, el cual hipotéticamente habría visto la primera luz por esas fechas.

La Guadalajara de esta época acusa achaques de todo tipo: un crecimiento urbano sin ton ni son; un deterioro y un despoblamiento del primer cuadro que pareciera no tener reversa; un desaseo que contrasta con su otrora fama de ciudad limpia; una movilidad urbana que por momentos llega a la parálisis.

A medio siglo de distancia del rodaje de Guadalajara en verano es evidente que hoy en día un remake de ese filme no podría ser, si es que sus eventuales realizadores buscaran un mínimo de verosimilitud del mismo calibre optimista de la película dirigida por Julio Bracho. Y es que la expansiva Guadalajara de la actualidad, con la desordenada aglomeración de los diferentes municipios conurbados, puede pasar por muchas cosas, pero no por una sucursal del paraíso, pues con sus graves problemas urbanos de todo tipo, con sus serios y múltiples rezagos —que lejos de resolverse se han venido acumulando en las décadas recientes—, la ciudad de hoy no parece ser el escenario más propicio para inspirar historias felices —así sean ingenuamente felices— como la que presenta aquella película.

La Guadalajara de esta época acusa achaques de todo tipo: un crecimiento urbano sin ton ni son; un deterioro y un despoblamiento del primer cuadro que pareciera no tener reversa; un desaseo que contrasta con su otrora fama de ciudad limpia; una movilidad urbana que por momentos llega a la parálisis. Se trata también de una urbe que no confía mucho en sus autoridades, que es víctima de una inseguridad cada vez más grave y la cual no pareciera tener solución, hasta el punto de que, con la mayor sangre fría del mundo, un adolescente puede mandar asesinar a compañeros de clases que se burlan de él.

Verano en Guadalajara, julio de 2013.

Verano en Guadalajara, julio de 2013.

No cabe duda de que los veranos tapatíos, la sociedad tapatía y esa realidad que conocemos como zona metropolitana de Guadalajara son muy diferentes, pero muy diferentes, a los que presenta la película que, en honor de la capital jalisciense, se filmó hace medio siglo. Ante ello cabría hacerse una pregunta, planteada en los mismos términos que Mario Vargas Llosa utiliza, en relación con Perú, en una de sus novelas capitales: ¿En qué momento se jodió Guadalajara? Y lo que todavía es más importante: ¿por qué se jodió y cómo es que autoridades y sociedad dejamos que se jodiera?

Urge hallar las causas de ello y, en consecuencia, la forma de remediarlo. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Julio 2013

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