En México es la primera vez que una derecha mocha y retrógrada como la panista realiza un performance fetichista con los restos de nuestros próceres. Para pena de los artistas visuales nacionales, Calderón y el Estado les comieron el mandado: sin tanta promoción y alarde hicieron una instalación y después un performance luctuoso. Los héroes ya no son del PRI, ya no pertenecen a su rancio nacionalismo de rancho. ¿Por qué chingaos no sacaron los restos de la madre Conchita o del niño Fidencio?
Dante, hiena que compone poesías entre tumbas.
—Federico Nietzsche
Hitler, para satisfacer su paranoia inmortal, soñaba con un mausoleo gigante construido con cráneos de miles de judíos. Calderón, para su sobrevivencia electoral, saca huesos de los monumentos para celebrar el Bicentenario de la Independencia. Necrofilia pura de la ultraderecha. Nihilismo negativo de elite política conservadora.
Para tal propósito institucional Hitler contaba con el talento de su ministro de armamento, el arquitecto Albert Speer. Casi en la misma dirección ideológica, Calderón cuenta con el burócrata director del INAH para ejecutar tamaño ceremonial mediático.
Los cuerpos de los judíos, igual que los de los héroes mexicanos, pasaron por la peor degradación y humillación pública, despojos, chantajes, garrote vil, gases, decapitaciones, sales, fusilamientos, degüellos, ahorcamientos, todo fue utilizado con saña y crueldad por sus verdugos con el objetivo de borrar toda huella y aura carismática de sus actos libertarios y para amedrentar al resto de ciudadanos levantiscos.
Por puro regusto de coyuntura política, la ultraderecha mexicana ya recorrió el día de muertos para septiembre. Ya no será en noviembre. Mexicanos, prepárense pues un nuevo culto nacional ha nacido: por los huesos secos veneraremos a los caídos en gestas y epopeyas. No por su pensamiento ni por sus leyes liberales. Ni mucho menos por su espíritu de justicia social, sino por el agusanado polvo que levanten los huesos en su desfile cívico-militar por la capital de la república.
Si los narcos poseen sus narcofosas, los dirigentes de este país tienen, por suerte, monumentos de donde pueden sacar toda clase de despojos y exhibirlos impúdicamente por varios meses, sin que nadie se exalte. Se trata de un civismo invertido: adoremos un pasado muerto, nunca un futuro vivo. El presente es sólo un instante volátil que fugitivo se nos va de las conciencias después de asimilar varios anuncios de Vamos México y disfuncionales discursos partidistas.
¡Viva el culto a la Santa Muerte de la narcultura, viva el nuevo santoral cívico del PAN!
Ya no será necesario invocar la falta de realismo de la Constitución de Apatzingán ni citar la Constitución de 1824; para eso tendremos a los historiadores oficiales como Juan Manuel Villalpando, Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze, escribiendo y haciendo negocios editoriales y libros de lujo conmemorativo y telenovelas para jóvenes y niños. Y en auxilio de ellos estarán, desde luego, a su lado, Azcárraga y Salinas con Televisa y TV Azteca, complementando la nueva jornada histórica de las fuerzas ultramontanas que olisquean los restos podridos de los protagonistas de 1810. Así, se hacen los capítulos solemnes de la historiografía pinochesca desde Los Pinos. Aprendan ciudadanos el nuevo método hermenéutico del discurso histórico: con necropsia de forense nos acercamos más a la muerte, al morbo, a la morgue, al nicho, al panteón. Para qué queremos empleos, canchas deportivas, libros que leer, signos de vida sana y digna si pronto este país se ha de hundir en la fosa común. Sin deudos que lo reconozcan. Así pasará a la eternidad.
Para 2012 las urnas electorales serán en forma de cadalso. La propaganda y su oferta ya no consistirá más en regalar tanques de Rotoplás y gorras azules, sino en vales para obtener un servicio gratuito de Gayosso. La intriga palaciega se llevará a cabo en aquelarres y las alianzas partidistas serán firmadas en testamentos notariales. Las sesiones en la cámara de diputados se iluminarán con cirios-pascual y se rociará de incienso poblano el senado de la república. Y todo aquel identificado como orgulloso y legítimo (podría haber “espurios” entre ellos) “bicenteranista” se persignará con agua bendita a la entrada de Conaculta, cuando los puntuales relojes de cuarzo den las 12 de la noche. Para el 2012 esperamos que en lugar de elección presidencial tenga lugar el primer halloween panista en la historia de México.
Y esperamos que así como los restos de Cortés fueron salvados en última instancia por Lucas Alamán de la chusma vindicativa y visceral, deseamos, la flaca bendita así lo quiera, que los huesos de Calderón sean salvados de las turbas electorales en 3010 por César Nava. No nos vayamos a quedar sin rendir tributo a otro héroe al servicio de la parca, perdón, de la patria.
Por fin alguien hace justicia en este país a una tradición alicaída. ¿Cuál? La de la “putilla del rubor helado” (José Gorostiza), ahí está para mostrarnos su vitalidad fúnebre: los restos de las mujeres asesinadas por Goyo Cárdenas, por las famosas lenonas las Poquianchis, los del héroe indígena Cuauhtémoc (según la mitómana Eulalia Guzmán), los del priista Manuel López Rocha, detectados por una bruja de quinta, todos ellos desenterrados con la fe del ministerio público y del respetable de esta nación tanática. Que sólo tendrá de ahora en adelante una memoria colectiva deshuesada por el narcopozolero y por el funcionario de pompas públicas.
Sólo aspiramos a que si les sobra una urna funeraria por ahí de entre tanto desfile, banquete, redobles de tambores, claveles blancos e himnos nacionales, la reserven para las cenizas de las mujeres —¿ heroínas?— que también participaron como espías, cocineras, amantes y combatientes con fusil en las guerras de Independencia y la Revolución, no sea que la Llorona —que nunca se pudo casar— en forma de Martha Sahagún, la nueva corregidora panista, nos meta un susto. Porque nadie sabe por qué razón las reliquias, los huesos, calaveras y rosarios del pasado han vuelto a emerger de debajo de la tierra. Quizá porque en esta nación el presidente tenía alguna urgencia por ocultar los cadáveres de los verdaderos muertos de hoy: los niños de la guardería ABC y los jóvenes masacrados por el ejército y la “ridícula minoría” de las mafias.
Hidalgo y Villa sin cabeza, decapitados por los conservadores y reaccionarios de hace doscientos y cien años, son para la derecha de hoy dos figuras que acaso funcionen, como retórica del escarmiento, en contra de toda iniciativa de independencia y autonomía ciudadana. De aquí que los cráneos sean el tuétano de una política mórbida que ha renunciado a la vida para echar a andar al Santo Oficio que se solaza con la carroña de ayer como si se tratara de un banquete gastronómico que tendrá en septiembre su platillo fuerte en el Castillo de Chapultepec: huesos de héroe a la plancha. ®