Manifestaciones culturales como el cine, el guionismo, el periodismo, el youtuberismo, los cómics, el rock y demás ritmos musicales comercializables son solamente algunos de los nichos productivos por cuya abundancia de talento latente en México deberían ser promovidos y explotados al máximo.
Durante su discurso de toma de posesión como presidente de la república Andrés Manuel López Obrador se refirió en términos laudatorios a Antonio Ortiz Mena y a la política económica que éste impulsó hace cincuenta años. Algo que el mandatario ya había adelantado en su participación —entonces todavía como presidente electo— en el programa televisivo de alcance nacional Tercer Grado. Allí afirmó que a él les gustaría ser como Antonio Ortiz Mena, quien fue secretario de Hacienda en los gobiernos de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz.
Personaje de renombre en aquellos tiempos, también llegó a ser presidente del Banco Interamericano de Desarrollo. Luis Echeverría Álvarez se refirió así en la entrevista que le hizo Jorge G. Castañeda en su libro La herencia: “El señor Ortiz Mena tenía contacto con la gente más rica de México, que estaba en la lista de Forbes: que Slim, que Azcárraga… Don Antonio, un muy eficaz funcionario financiero, probablemente tenía demasiado apoyo exterior, del mundo de las finanzas de Norteamérica, que lo consideraba muy eficaz. Era un hombre prudente de la Secretaría de Hacienda y su afán era el esquema presupuestal que le propuso al Presidente Díaz Ordaz, lo que después se llamó el desarrollo estabilizador”.
López Obrador destacó que Ortiz Mena fue un pilar del desarrollo estabilizador y que durante su gestión hacendaria el país creció un seis por ciento anual del PIB, cosa que es sin duda cierta. Pero hay un problema de importancia en la visión del ahora presidente: el mundo que permitió ese crecimiento ya no existe.
Immanuel Wallerstein, renombrado catedrático estadounidense cuyas credenciales izquierdistas son incuestionables y al que López debería conocer como egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, ha insistido en ello de manera recurrente: la dinámica del capitalismo global es dispareja en los oleajes de crecimiento regional. Por las propias necesidades del sistema ciertas regiones periféricas —es decir, todo lo que no es el G7—, presentan contracciones y dilataciones de sus oportunidades de expansión productiva y crecimiento económico.
Incluso dando por buena la crítica proveniente de las teorías del neocolonialismo (que afirman la existencia de una tendencia global para liquidar los bienes naturales nacionales de países en desarrollo en favor de los capitales privados), las naciones tienen que saber cuáles son las ventajas competitivas que poseen para abrirse paso con éxito económico en esta realidad mundial.
México, junto con Brasil, fue parte de esa ola en el medio siglo XX, que se extendió hasta principios de los setenta cuando mandatarios ignorantes de la economía y de la sociología del progreso simplemente no supieron qué hacer con la prosperidad adquirida —determinada de manera sistémica global— y la dilapidaron con corrupción, dislates y ocurrencias que culminaron con la gran quiebra económica del país en 1982 (Gabriel Zaid reseñó en su momento, de manera magistral, este tiempo negro de la historia nacional en su libro La economía presidencial).
Así, la aseveración del presidente de México es preocupante porque revela desconocimiento de las tendencias contemporáneas del capital. Incluso dando por buena la crítica proveniente de las teorías del neocolonialismo (que afirman la existencia de una tendencia global para liquidar los bienes naturales nacionales de países en desarrollo en favor de los capitales privados), las naciones tienen que saber cuáles son las ventajas competitivas que poseen para abrirse paso con éxito económico en esta realidad mundial.
En la economía actual, de los servicios y del capital intelectual, México tiene una riqueza de máximo nivel en el ámbito turístico, del cual solamente alguien de la talla del maestro Enrique de la Madrid Cordero ha sabido ver con prestancia. Junto con ello, la investigación ecológica, humanística y tecnológica en sustitutos energéticos del petróleo y energías limpias, por ejemplo; manifestaciones culturales como el cine, el guionismo, el periodismo, el youtuberismo, los cómics, el rock y demás ritmos musicales comercializables son solamente algunos de los nichos productivos por cuya abundancia de talento latente en México deberían ser promovidos y explotados al máximo para generar grandes entradas de divisas al país y provocar prestigio internacional en esos ámbitos.
En las explotaciones mercantilistas tradicionales, el aguacate, los productos del mar, el cerdo, la leche, el limón y, de manera muy importante pero olvidada, la floricultura deberían ser sustitutos inmediatos de la ya perdida riqueza petrolera.
Pero parece que el presidente de la nación y su administración gerontocrática no se enteran. Siguen anclados en un siglo XX hace ya tiempo tiempo desaparecido. Con infortunio, la bienvenida que tendrán al siglo XXI será todo menos amable y tersa. ®