La bruja blanca

La bruja blanca. Historias de cocaína, de Carlos Martínez Rentería

A través de entrevistas y testimonios Martínez Rentería ofrece un contrapunto contra lo que ha sido más pernicioso que el propio consumo de la cocaína, la guerra contra el narco y las mafias criminales que han sumido a la región latinoamericana en un baño de sangre que dura más de cuatro décadas.

Emiliano Escoto y Carlos Martínez Rentería, en algún lugar de la colonia Narvarte, Ciudad de México. Fotografía de Juan Carlos Ruiz Vargas.

En pleno proceso de la despenalización en México del uso de la marihuana con fines lúdicos, la aparición del libro La bruja blanca, del periodista y escritor Carlos Martínez Rentería (publicado por Salario del Miedo/Universidad de Nuevo León/Pulquería Los Insurgentes, 2021), lleva el debate un poco más allá y pone el dedo en la llaga del consumo de otras sustancias de gran implantación social. Nos referimos a la cocaína —sustancia de origen andino, con Colombia como el principal productor de la hoja de coca— con los principales consumidores radicados en economías opulentas como Estados Unidos y Europa, y que en países como en México corre desbocada, siendo muy fácil de conseguir a pesar de las políticas prohibicionistas y punitivas.

La cocaína, que a principios del pasado siglo era legal y se comercializaba con fines médicos, es una sustancia mucho más peligrosa que la marihuana —son animales diferentes, según el doctor Gady Zabicky—, a efectos de toxicomanía y consecuencias para la salud del usuario y, si cabe, todavía más estigmatizada —si se trata de consumo en clases bajas o racializadas—, aunque sea de puertas hacia dentro, ya que el uso de esta sustancia está mucho más extendido del socialmente admitido, sobre todo en clases medias y altas, puesto que se asocia a la productividad y al éxito social a través de determinados ritos colectivos que aportan estatus.

Un consumo teñido la mayoría de las veces de hipocresía. Muchos de los que se escandalizan por las cifras de muertos y devastación social en la guerra del Estado contra el narco, pero también las guerras que sostienen los cárteles entre sí, no dudan en llamar al díler para que surta de alegría blanca sus reuniones sociales, ya sea para mitigar los efectos de la ingesta del alcohol, provocar locuacidad y euforia generalizadas o para obtener un vigor extra para francachelas sexuales. Sin entrar en detalles acerca del poder de dominación que pueda obtener el dueño de la coca sobre mentes débiles ávidas de empolvarse la nariz, con las mujeres jóvenes como el grupo más vulnerable.

Como apunta en la entrevista que realiza Rentería al escritor norteño Carlos Velázquez, usuario declarado y que trata la temática del consumo de cocaína en varios de sus libros (p.e. El pericazo sarniento): “…no nos hagamos tontos, si los que están arriba se meten hasta los dedos, ¿los simples mortales qué esperan que hagamos?, ¿que nos vayamos a misa y nos tomemos un té en las mañanas?”

Aunque Martínez Rentería admite, de manera valiente y honesta, ser un usuario entusiasta de cocaína —él se dice activista— durante más de 25 años, blandiendo quién sabe si de manera algo temeraria la consigna de “Postre o muerte”, también advierte de los peligros y los altos peajes que hay que pagar por consumirla. Rentería, un animador de la escena contracultural en México desde la trinchera de la longeva revista Generación y otros espacios, ha enarbolado desde hace más de tres décadas la lucha por la despenalización de la marihuana en el país, sobre todo a través de la revista española Cáñamo, de la que coordina la edición en México junto al activista Leopoldo Rivera, cómplice de varias batallas.

Aunque Martínez Rentería admite, de manera valiente y honesta, ser un usuario entusiasta de cocaína —él se dice activista— durante más de 25 años, blandiendo quién sabe si de manera algo temeraria la consigna de “Postre o muerte”, también advierte de los peligros y los altos peajes que hay que pagar por consumirla.

La bruja blanca, como en un principio pudiera parecer, no es un alegato a favor de la liberalización del consumo generalizado de cocaína, más bien a través de varias entrevistas ofrece un contrapunto de diferentes argumentos contra lo que ha sido más pernicioso que el propio consumo de la sustancia, la guerra contra el narco y las mafias criminales que han sumido a la región latinoamericana en un baño de sangre que dura más de cuatro décadas, con graves consecuencias para la sociedad, ya sea por la corrupción de políticos e infiltración en el Estado y mandos militares, por las formaciones de grupos paramilitares y generando el desplazamiento de comunidades enteras cuyos territorios son objeto de disputa bajo condiciones de violencia extrema. Un fenómeno común tanto en Colombia como en México.

Casi todos los puntos de vista expresados en las entrevistas apuntan a ese aspecto, los costos de la guerra frontal contra el narco impulsada por Estados Unidos, que ha sido un fracaso multimillonario y que ha representado un altísimo número de vidas humanas que estas políticas se llevan por delante, sobre todo de jóvenes, sicarios, fuerzas de orden público, militares y toxicómanos por igual.

Se incide también en las consecuencias de que tanto la calidad final y distribución del producto estén en manos de las mafias —los narcomenudistas en última instancia, a quienes Rentería les dedica un capítulo en un afán por humanizarlos y redimirlos— y no bajo supervisión del Estado, en lo que sería una estrategia de minimización de riesgos para el consumidor, que está tan criminalizado como desprotegido ante la ley (reducción de daños y gestión del placer, como dice Zara Snapp).

Otra de las aristas que implican las políticas prohibicionistas es la merma de las libertades individuales, que atentan contra la consigna de que cada individuo manda sobre su cuerpo y mente, y el uso libre que pueda hacer de éste para el desarrollo de su personalidad a través de experiencias voluntarias de ingesta de sustancias psicoactivas de manera controlada. El punto de vista más contundente en este aspecto es el que da el escritor y editor Guillermo Fadanelli, quien en esta entrevista, pero también en innumerables artículos de opinión, se ha convertido en adalid de la libertad individual, ya sea referido al consumo responsable de sustancias como de las restricciones sanitarias a lo largo de esta pandemia, que ha vuelto, si cabe, más dócil y sumisa a una sociedad temerosa de por sí.

El discurso principal de La bruja blanca se sustenta en contrastadas entrevistas a profesionales que tratan el tema desde diferentes disciplinas, como la realizada al doctor Gady Zabicky, uno de los psiquiatras más reconocidos en el ámbito de las toxicomanías, quien afirma que el cuadro de enfermedad mental más común en México es depresión por alcoholismo; los activistas Andrés Quintero, colombiano que acuñó la expresión “Coca regulada, paz garantizada” en una campaña en el 2016, y la mexicana Zara Snapp. Asimismo, se incluye una conversación con el senador colombiano Iván Marulanda, quien apenas el año pasado presentó en el senado de su país la primera iniciativa de ley a escala mundial para despenalizar no solamente la hoja de coca sino también la cocaína, y quien opina que para el año 2034 el uso de esta sustancia estará completamente regularizado.

El libro también recoge en entrevista el testimonio del escritor J.M. Servín, director de la editorial Salario del Miedo y autor del prólogo, así como de los escritores Alejandra Maldonado, los ya mencionados Carlos Velázquez y Guillermo Fadanelli, la actriz Ariane Pellicer y del artista y curador Santiago Rueda, quien lleva trabajando varios años en el tema de la correlación entre el arte y las drogas, ya sea por medio de su consumo o de la incidencia social del fenómeno. Todo ello salpicado por un poema y varios textos del propio Rentería, quien en uno de ellos rinde un homenaje al gran personaje que fue el escritor y periodista Sergio González Rodríguez a partir de anécdotas ocurridas en torno de las oficinas de la revista Generación, lo que da lugar a un simpático y emotivo capítulo.

En estas circunstancias, el consumo de cocaína es un tema serio que afecta a mucha más gente de lo que pareciera, puesto que la mayoría de los usuarios son de clóset. Quizás la regularización de la sustancia por parte de los Estados, como indica la idea principal de este libro, acabaría con el inmenso y nefasto poder del narco y las mafias, y mejoraría la calidad de vida de los usuarios.

Así, este libro miscelánea generosamente ilustrado con figuras hechas con el polvo blanco (Blanca Nieves) y con acertados retratos de los entrevistados (Jesús Iglesias), abre un paréntesis importante en cuanto al debate sobre las drogas, su consumo, la incidencia de las sustancias en la creación literaria o artística, y la desprotección y criminalización de los usuarios, quienes tienen que lidiar con la aplicación de leyes punitivas y la codicia de narcomenudistas y grupos criminales, quienes, con el objetivo de multiplicar sus ganancias, son capaces de usar verdaderos venenos —desde yeso de pared a raticidas— para engordar las dosis de cocaína, que la mayoría de las veces dista mucho de poseer una pureza aceptable y por la cual los consumidores suelen pagar sumas importantes de dinero.

En estas circunstancias, el consumo de cocaína es un tema serio que afecta a mucha más gente de lo que pareciera, puesto que la mayoría de los usuarios son de clóset. Quizás la regularización de la sustancia por parte de los Estados, como indica la idea principal de este libro, acabaría con el inmenso y nefasto poder del narco y las mafias, y mejoraría la calidad de vida de los usuarios. En primer lugar, porque los consumidores sabrían con exactitud qué se están metiendo en el cuerpo, y, por otra parte, porque los monstruosos recursos que se dilapidan en la guerra contra el narco, más los impuestos obtenidos por la producción y venta reguladas, se podrían emplear para mejorar la calidad de vida de los usuarios y para ayudar a quienes quieran dejar de consumir con ayuda psicológica y con una atención adecuada por parte de los servicios públicos de salud.

Mientras, incontables jóvenes en América siguen atentando contra su integridad física, engrosando la población carcelaria o directamente perdiendo la vida, al mismo tiempo que los grupos criminales no cesan de enriquecerse y de corromper gobiernos, economías nacionales y poniendo de rodillas a la sociedad entera, sean consumidores o no, de varios países latinoamericanos.

Sin duda, hay que hablar del tema, sopesar los pros y los contras, educarse en el consumo responsable, ya que su uso es tan extendido. Es un primer paso. Y el pionero Carlos Martínez Rentería lo da en La bruja blanca al incombustible grito festivo de “Postre o muerte”. ®

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Publicado en: Libros y autores

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