La crónica reclama su lugar

Entrevista con Leila Guerriero

El periodismo narrativo no asevera ni se sienta en un atrio. Más bien se permite dudar, preguntar y discutir los prejuicios. En un continente tan complejo, tan lleno de conflictos, una mirada de este tipo ayuda a visibilizar cosas que pueden permanecer ocultas de otras formas, a provocar una inquietud en el lector, a no hablar de buenos y malos.

Leila Guerrero

En Latinoamérica el periodismo narrativo está en boga. Su fama le ha convertido en una serpiente de cascabel que agita la cola y encanta cada vez más a nuevos lectores. Su mayor virtud está en su capacidad reflexiva que le permite deslizarse por un campo de futbol, un concierto de rock y caminar entre las huellas de un genocidio. Pero ni así ha ganado más espacios o mejores condiciones para publicar. En eso coincide Leila Guerriero, una de las cronistas más contundentes a la hora de relatar historias de no ficción.

Ella forma parte de ese boom latinoamericano por contar historias y desde hace poco se le ha vinculado a nombres de grandes cronistas como Alma Guillermoprieto, Martín Caparrós, Julio Villanueva Chang y Juan Villoro —por citar algunos. Pero a la hora de mencionarlo se repliega con modestia y mientras acomoda los rizos de su melena cambia el curso de la charla con ese acento porteño tan característico de quien prolonga las vocales acentuadas, tras vivir 28 años en la capital de Buenos Aires.

¿Dónde está el problema central del periodismo narrativo?, se pregunta durante una entrevista en su más reciente visita a México hace un par de meses. Quizá en el hecho de que la crónica es un fenómeno de nicho, dice con un gesto de resignación. “No estamos hablando de cien mil lectores de un libro de crónicas, ni de dos millones de consumidores de una revista. Hablamos de números más modestos”.

A esto se suma otro hecho innegable. En quince años no ha habido una explosión de publicaciones de periodismo narrativo. Continúan las mismas: El Malpensante, Soho, Gatopardo y Etiqueta Negra. Apenas algunos esfuerzos han surgido con la revista Domingo, del diario El Universal, en México; el suplemento El Semanal del diario La Tercera, en Chile, y las revistas digitales Anfibia y Coroto.

—¿En qué culminará todo este esfuerzo en pos del periodismo narrativo?

—Las cosas han cambiado y todo ese entusiasmo tendrá que derramar en algo. No creo que tanta gente esté perdiendo su tiempo en capacitarse para hacer algo que no tiene futuro. Hay mucho más entusiasmo en una franja de periodistas de 25 a treinta años, cuyos referentes ya no son los norteamericanos Truman Capote o Tom Wolfe, sino Villoro, Caparrós, Guillermoprieto. El referente cambió, ya es latinoamericano.

Arqueología

Ganadora del Premio Nuevo Periodismo (FNPI) 2010 en la categoría de texto por su trabajo Rastro en los huesos, que aborda los desaparecidos de la dictadura argentina, Leila Guerriero ve en la crónica una ventaja: es capaz de reflejar todos los niveles de complejidad de una situación más o menos conflictiva o problemática. Esto la hace valiosa.

—¿Por qué el periodismo narrativo se ha vuelto un referente para conocer los hechos en América Latina?

—Porque el periodismo narrativo no asevera ni se sienta en un atrio y, desde allí, cual pope hace bajar sus verdades al mundo. Más bien se permite dudar, preguntar y discutir los prejuicios. En un continente tan complejo, tan lleno de conflictos, una mirada de este tipo ayuda a visibilizar cosas que pueden permanecer ocultas de otras formas, a provocar una inquietud en el lector, a no hablar de buenos y malos. Entonces, al no ser un periodismo reduccionista por naturaleza, permite comprender realidades más complejas de una manera más interesante.

«Sin embargo, la crónica no se elabora por hacer historia. Se hace porque uno tiene curiosidad, la intención de entender algo y porque lo convoca una realidad muy compleja. Uno quiere ir a contar la historia y no por trascender».

—Hay quienes creen que el periodismo es un borrador de la historia, ¿sucede lo mismo con el periodismo narrativo?

—No sé si es un borrador de la historia. La periodista venezolana Susana Rotker decía que es una arqueología del presente. A mí me gusta pensar que las buenas crónicas, las más interesantes, van a quedar en la memoria, en el canon de la narrativa si querés, y pienso que intentan hacer una comprensión de la realidad como todo texto de ficción o no ficción.

”Sin embargo, la crónica no se elabora por hacer historia. Se hace porque uno tiene curiosidad, la intención de entender algo y porque lo convoca una realidad muy compleja. Uno quiere ir a contar la historia y no por trascender.

—Dado que existen pocos medios que publican crónicas, ¿se podría pensar que su futuro está en el formato libro?

—La crónica es un género que naturalmente necesita un formato más popular que el libro. Pienso que lo pide, así que es necesaria la publicación en un medio impreso. Además no todos los temas que toca una crónica son para libro. Hay temas menos contundentes que no ameritan siquiera noventa páginas.

Cacharro viejo

Para Leila, una de esas mujeres de mirada que penetra y cuestiona incluso al momento de responder preguntas,la crónica reclama un lugar necesario no en el periódico, pero sí en las revistas de circulación masiva —o no tan masiva.

Guerriero es autora de Frutos extraños y Los suicidas del fin del mundo. Crónica de un pueblo patagónico, pero en su opinión el futuro de este periodismo que cuenta y muestra los hechos de otra manera no debe estar reducido al mundo del libro. “No creo que su futuro esté únicamente en el libro”.Sin embargo, lamenta que los medios con mayor presencia apuesten por publicaciones dedicadas a este género narrativo.

—El formato digital parece más idóneo, pero el problema es que la vista no resiste narraciones tan largas.

—Mira, un texto termina cuando termina, siempre y cuando tenga una dimensión humana. No puedes pretender que un artículo para una revista tenga 75 mil caracteres, hay pocos editores que hacen lo que Soho o El Malpensante, dispuestos a darle cuarenta páginas a una nota.

”Es cierto que en la pantalla no se puede leer textos muy largos. Lo que nos pasa con internet es que pensamos que es el último estadío posible de una evolución; pareciera que después de internet no hay nada, pero para nada tengo ese concepto. Me parece que después de internet va a venir algo mucho más conmovedor y revolucionario.

”La interconectividad no es el último estadío, pensamos como si ya hubiéramos llegado al futuro y no nos damos cuenta de que el futuro siempre es mañana. El mundo va a existir dentro de sesenta años, aunque no estemos aquí. Y dentro de ese tiempo, internet a lo mejor es ya un cacharro viejo. Seguro se inventa algo en el futuro.

”Podemos especular sobre formato… quizá mañana se inventen una jeringa que te apliques en el lagrimal y mientras vas en el metro lees una crónica sin que te produzca ningún tipo de alteración ocular. En realidad el acto de leer sigue siendo el mismo acto precámbrico de sentarte ante un objeto y estar leyendo palabritas. Seguro que en algún momento se les va a ocurrir alterar ese proceso. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Junio 2012

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