Bien podría ser un comercial de telefonía celular: Juanes, el cantante colombiano, el “embajador de la paz”, levanta su smartphone y se toma una fotografía sonriente entre un grupo de mujeres mayas yucatecas que segundos antes torteaban plácidamente unas tortillas al comal, en el terroso traspatio de eso que los urbanistas con aspiraciones de sociólogos le llaman la “casa maya”. Corte y queda.
La locación es Xcunyá, una comunidad a escasos 15 kilómetros de Mérida, la capital yucateca. Juanes ha llegado ahí como accesorio gubernamental, como ese artilugio mercadológico que tanto le ha dado a los priistas por colgarse para buscar más aceptación entre los posibles votantes. En esta ocasión es lucido por la alcaldesa de la ciudad, Angélica Araujo Lara, y la gobernadora del estado, Ivonne Ortega Pacheco, quien iba como invitada de la primera a la inauguración de uno más de esos programas de asistencia social que tiene como objetivo “abatir la pobreza”.El ex vocalista de Equimosis, aquel que pregonaba amar “la tierra en que naciste” y que malogró el valor artístico en aras de la comercialización masiva y la popularidad al estilo de su coterránea Shakira, a manos de la producción de Emilio Stefan —el midas de la música “latinoamericana”—, llegó a Yucatán en enero pasado para cerrar los festejos del Festival de la Ciudad de Mérida, en ocasión del 469 aniversario de la fundación de la urbe.
La visita a Yucatán tenía como motivo central el concierto que posteriormente ofreció frente a unos 70 mil meridanos y yucatecos amontonados en el Paseo de Montejo, la principal avenida de la ciudad, y el selecto grupo de funcionarios de los gobiernos meridano y estatal, todos fanáticos de última hora del cantante, bien acomodados en la zona VIP, cuya presencia sorprendió a más de uno de los verdaderos fans que llegaron desde cinco o seis horas antes para intentar quedar lo más cerca del cantante, pero tuvieron que acomodarse como el resto del “pueblo”, tras las vallas que limitaban la zona reservada, del resto de la avenida.
Xcunyá, el mensajero de la Paz: fetiche mercadológico
La caravana de camionetas Suburban y otras SUVs irrumpen levantando polvo y haciendo que las madres jalen de prisa a sus niños a las orillas de las calles sin banquetas. Atraviesan en ráfaga las callejuelas previamente cerradas a la escasa circulación de los autobuses que comunican la comunidad con Mérida.
En la plazoleta central un trío de payasos hace reír más a los adultos al insistir en entretener a los niños con chistes de doble sentido, incluyendo un deplorable pseudostriptease de rostro pintado y nariz roja, que se interrumpe ante la llegada de los invitados “de honor”.
Tres tozudos hombres que rebasan por mucho el promedio de estatura de los habitantes del pueblo abren espacio entre quienes se arremolinan ante la camioneta principal: unas cuantas jovencitas con palomas pintadas en el rostro, funcionarios estatales y municipales y los hijos de éstos que aprovechan su posición social para estar cerca del cantante. Reporteros y reporteras cierran el círculo en torno del émulo de Bono Vox sudamericano. Asedio de cámaras, micrófonos, grabadoras, funcionarios públicos, fans en segunda línea, fans verdaderos, niños curiosos que se acercan a preguntar quién es y otros que nomás van a ver si por ser un acto del gobierno regalarán algo.
Juanes agradece, sonríe muy en su papel y manifiesta su sorpresa ante lo que no entiende ni por asomo; tampoco la traducción queda clara, el equipo de sonido sigue jugando a borrar sílabas y palabras; Juanes insiste, se siente agradecido y gustoso, sus dientes al sol ocultan bien su incomprensión.
María Delfina Cohuo Cohuo, la comisaría municipal de Xcunyá, toma el micrófono que falla por momentos, emitiendo finalmente un discurso de recibimiento ininteligible no por ser expresado en maya, sino porque se corta entre frases y palabras. Pese a ello, Juanes agradece, sonríe muy en su papel y manifiesta su sorpresa ante lo que no entiende ni por asomo; tampoco la traducción queda clara, el equipo de sonido sigue jugando a borrar sílabas y palabras; Juanes insiste, se siente agradecido y gustoso, sus dientes al sol ocultan bien su incomprensión.
Una vez superada la miniturba, la alcaldesa Angélica Araujo y la gobernadora Ivonne Ortega toman al cantante para indicarle camino, la agenda está programada y se llegó una hora tarde, su público, el de ellas, no el del artista, o de los tres, espera ansioso en la escuela primaria “Emiliano Zapata”. La callejuela cerrada es como un pasillo-pasarela por el que avanza el grupo compacto que rodea al cantante, desde sus puertas, ventanas, albarradas y enrejados de madera gastada por las lluvias y el sol, los habitantes de Xcunyá miran en general más con curiosidad que admiración.
Juanes y las autoridades entran a la escuela primaria donde más funcionarios estatales y municipales esperan; todos se acercan, ansían la foto, la memoria congelada en archivo digital comprimido, el momento fetiche con la estrella pop como amuleto que se convierte en ejemplo vivo de superchería mercadológica: “Lo bueno se junta con lo bueno”, el silogismo de los Nike Jordan: “Si Michael Jordan usa Nike y Jordan es bueno dentro y fuera de la duela, ergo Nike es tan bueno como Jordan, dentro y fuera de la duela”. Si un político se junta con Juanes y Juanes es un tipo muy bueno, entonces el político también es tan bueno como Juanes.
Y Juanes en Yucatán se suma sin saberlo a la lista encabezada por Galilea Montijo, Andrea Legarreta, Ernesto Laguardia y demás conductores del matutino de Televisa Hoy. Pasa a formar parte de elencos telenoveleros encabezados por William “Torso” Levy y otros tantos que se han paseado campaña por campaña electoral en el país y visitado asiduamente esta entidad durante los últimos dos años, con excepción de Angélica Rivero, la “Gaviota”, cuyo contrato de exclusividad, ahora doble, radica en actas y contratos en la Dirección de Comunicación Social y el Registro Civil del Estado de México.
Alcaldesa, “¡se me perdió la medallita!”
Roger Metri Duarte, director de Cultura del Ayuntamiento meridano y responsable del Festival de la Ciudad de Mérida, cruza entre el amontonamiento en derredor de Juanes y las gobernantes de la ciudad y el estado, da indicaciones, pregunta, mira hacia el piso, levanta la cara, respira hondo y como si tratara de bucear entre una alberca de pelotas se sumerge de nuevo entre la gente. Lo mismo hace el propio cantante, guaruras, funcionarios y una buena parte del séquito, todos como al ritmo de la Sonora Dinamita alterando un poco la letra de una de sus canciones más famosas: “Alcaldesa, se me perdió la medallita/ la de ‘Huésped Distinguido’/ que tú me regalaste Angélica/ que tú me regalaste”.
Un par de horas antes de la visita a Xcunyá, en una sesión solemne del Cabildo meridano, la alcaldesa de Mérida le había entregado una medalla de “Huésped Distinguido” al cantante colombiano. La cual portaba al pecho, abrochada a la chamarra negra con la que cubría el resto de su indumentaria del mismo color: pantalones, tenis y, por supuesto, camisa.
A medio camino, mano al pecho y ojos azorados, Juanes cantó, no, declaró, la pérdida de “mi medalla”.
Ya en Xcunyá, el testigo “de honor” de la inauguración del programa Red Solidaria de Combate a la Pobreza Extrema en la primaria “Emiliano Zapata” recibía campantemente aplausos y peticiones de autógrafos de maestros y alumnos cuya economía familiar sólo permitiría comprar copias piratas de sus discos. Apretado siempre entre el amontonamiento de sus seguidores, y luego del esperado saludo a nivel templete en el reducido patio central de la escuela, se encaminó hacia la vivienda de María Cumí Cab donde conocería “cómo se siembra una hortaliza”.
A medio camino, mano al pecho y ojos azorados, Juanes cantó, no, declaró, la pérdida de “mi medalla”. Sólo él sabría si por su mente cruzó el recuerdo de cuando le robaron su laptop en un hotel del Distrito Federal en octubre de 2008, pero de inmediato regresó sobre sus pasos para, infructuosamente, tratar de encontrarla. Sin perder la sonrisa, la alcaldesa meridana, restañando el daño a su anfitrionía, se comprometió: Le daremos otra. (No fue necesario, un par de horas después el ayuntamiento reportó que el director de Cultura había recuperado la condecoración, luego de la entrega voluntaria por parte un anónimo habitante de Xcunyá.)
Aliviada la carga de la pérdida simbólica, el cantante llegaría por fin a la casa de Cumí Cab, donde con la sonrisa de vuelta escucharía más discursos de funcionarios locales, recibiría más palmadas de “gusto en verte”, “conocerte”, “hola Juanes” y demás admirativos, para finalmente, entre mujeres de hipil con flores bordadas de “hilo contado” y “xocbichuy”, meterse entre pecho y espalda un par de tortillas hechas a mano, directas del comal, en el traspatio terroso de una comunidad de la Latinoamérica subdesarrollada y rural, donde se tomó a sí mismo la foto del recuerdo. ®
Dalia Mtz.
…jamás entenderé cómo llegó «Juanes» a una nota de Replicante, son dos palabras que jamás hubiese imaginado en la misma frase.