La historia del universo según Malick

El cine de experiencias

The Tree of Life (2011) de Terrence Malick es exactamente lo que el cine debió ser desde un principio: una experiencia casi física que se aleje por completo del objeto de la literatura (contar una historia) y el del teatro (representarla).

Es el cine de experiencias, no necesariamente exigentes de lógica, que ocurren por medio de la imagen en movimiento.

El mismo Malick refuerza esa idea al detallar a los proyectores de los teatros una serie de puntos para que su película obtuviera el efecto deseado, una de las cuales es recomendar un tipo de sonido envolvente y con suficiente volumen. La idea está clara, The Tree of Life es un performance visual antes que otra cosa. Más cerca de las representaciones visuales del cine documental que del biopic hollywodense.

Vilipendiada por la mitad de los críticos de cine del mundo y alabada por la otra mitad, lo que en The Tree of Lifecausa más conmoción y orilla a muchos a abandonar la película es la llamada secuencia de la creación del universo, con sus dinosaurios incluidos. Es donde el efectismo parece enturbiar la experiencia misma pues la trama inicial se abandona por largos minutos a grado tal que cuando la historia vuelve, en muchos espectadores el narcótico de las imágenes recopiladas en esa secuencia ya extinguió la importancia o siquiera la existencia de que la película trata de “algo”.

Más cercana por su elaboración al cine documental de Ron Fricke, esa parte de la historia de la familia O’Brien fue acusada de ser un auténtico embuste innecesario, que sólo obstruye el hilo de narración de la película. Como adornos de auteur para justificar su inclusión en Cannes o instantes para convencer al espectador de que está ante algo “artístico”. Malick había dicho desde los noventa que su mayor ambición en la vida sería hacer una película en que se narrara la historia del universo a través de una vida humana.

The Tree of Life es el resultado de ese ambicioso proyecto, en el que también se conjugan las inquietudes religiosas que había expresado en otros trabajos como Days of Heaven (1978), The Thin Red Line (1998) y The New World (2005). Ayudado por la fotografía de Emmanuel Lubezki, el ojo de Malick se centra en detalles de la vida diaria, y los personajes parecen separados de su propia voz y la cámara es obligada a sustituir a los actores para sugerir desde sus movimientos los sentimientos de los personajes. El efecto es muy logrado, creando una atmósfera más propia de una liturgia, exigiendo solemnidad al cinéfilo, sólo para contemplar los instantes de la vida como un auténtico sacramento religioso.

La idea está clara, The Tree of Life es un performance visual antes que otra cosa. Más cerca de las representaciones visuales del cine documental que del biopic hollywodense.

Desde el nacimiento en un pueblo quieto del sur de Estados Unidos, la vida se muestra como el acto de una espontaneidad divina que arrastra a imágenes poéticas que se expresan sin ninguna prisa. Lo mismo cabe el mozuelo ante su primer despertar sexual que la sensación de que esa inmovilidad del pueblo, esa ignorancia del mundo exterior y ese sentir de ir creciendo hermana a cualquier ser humano con el devenir del universo.

El efecto de que parecemos vagar sin una dirección, tal como los hermanos Jack (Hunter McCracken) y Steve (Tye Sheridan) es otra de las armas del ritmo de Malick, un ritmo que muchos asistentes a las salas encontraron intolerable, pero que en un análisis más cercano es muy acorde con el contenido que quiere expresar su autor, la ausencia del tiempo fílmico, algo que el autor promete analizar en su siguiente proyecto, aún en posproducción, Voyage of Time (2012).

Es quizá lo que incomoda del filme, el cual se sufre y se padece, pues en los lapsos documentales Malick parece querer reverberar el impacto que consiguió Fricke con Baraka (1992), la inmovilidad del tiempo de su Chronos (1985) y la transmisión de lo sagrado a través de imágenes presente en Sacred Site (1986), sólo que mientras Fricke tiene un largo metraje para enfatizar sus sentidos visuales, Malick posee sólo islas de tiempo en medio de la trama de una exigida historia que parece abandonar en realidad hacia mitad de la película. Otro filme directamente precursor de este estilo documental son Microcosmos: Le peuple de’l herbe (1996) y Genesis (2004) de Claude Nuridsany y Marie Pérennou, en donde a través del documental sobre la naturaleza y fauna se asientan preceptos filosóficos y religiosos.

Es quizá la relación más sentida de The Tree of Life. Fricke también fue director de fotografía de la primera parte de la trilogía de Godfrey Reggio, Koyaanisqatsi (1982). Incluso por el juego presente de este tipo de filmes documentales sobre la naturaleza, de buscar una palabra que englobe todo un cosmos y explicación de la “trama”, en su significado. Para Malick es curiosamente el árbol que sostiene al universo, la explicación del génesis mismo atribuible a toda religión humana en muy variadas formas.

Otra relación del trabajo de Malick con la trilogía Qatsi se da en el extravío de Sean Penn. Penn encarna a uno de los hijos del matrimonio O’Brien, que padece la muerte de su hermano en la edad adulta. Penn se quejaría posteriormente de que Malick jamás le dijo cuál era el motivo que perseguía con su actuación, y para muchos críticos Penn simplemente está extraviado en la película y su presencia no expresa nada.

Penn deambula entre los rascacielos de Houston mientras recuerda el pasado, y en una escena final camina en la playa sin decir palabra alguna, la voz en off es la que ilustra todo su recorrido, visitando a conocidos en esa playa, que es como una especie de cielo.

The Tree of Life es exactamente una película que hace lo que el cine debe hacer: provocar reacciones y polarizar audiencias. A mitad del filme parece que el propio autor se ha olvidado de contar la historia que seguíamos con mucho trabajo cada que interrumpía su cascada de imágenes y recitaciones poéticas.

En realidad coincide con la propia definición que dio Reggio de Koyaanisqatsi, el hombre atrapado en las entrañas de un monstruo tecnológico, con las construcciones de su civilización cada vez más parecidos a maravillas de la naturaleza con la apariencia de vida, una nueva vida dada por el humano. En realidad Penn no tiene un papel tan nimio en el filme, es sólo que es poco convencional.

La otra parte de The Tree of Life es más convencional, guiada por Brad Pitt y la santificada imagen de la propia madre de Malick en la actuación de Jessica Chastain. El crítico del Chicago Tribune, Roger Ebert, ha valorado mejor que nadie la representación que recrea Malick:

No recuerdo si ha habido una vez que una película se ha conectado con más inmediatez con mi experiencia personal. En raras formas, los eventos centrales de The Tree of Life reflejan un tiempo y un lugar en el que viví, y los niños en él son como fui yo. Si yo quisiera hacer una película autobiográfica y tuviera el don de Malick, se vería bastante como se ve su película. Sus escenas retratan la infancia en un pueblo de Estados Unidos del Medio Oeste, donde la vida fluye dentro y fuera a través de las ventanas abiertas. Hay un padre que mantiene disciplina y una madre que exuda perdón, y largos veranos de juego y ociosidad, y urgentes cosas que no se dijeron sobre el significado de las cosas.

Ebert rescata ese lado que sólo pueden interiorizar y validar lo suficiente sus contemporáneos. Este aspecto hace a The Tree of Life —paralelo a su ambición desmedida de fusionar una historia con los hallazgos del cine documental—, más una autobiografía del autor, una poco convencional.

No es de extrañar entonces que el final esté surcado por ese sentimiento de realización final tan a fin a Malick en estos días de su otoño, tal como Clint Eastwood y sus películas de despedida.

The Tree of Life es exactamente una película que hace lo que el cine debe hacer: provocar reacciones y polarizar audiencias. A mitad del filme parece que el propio autor se ha olvidado de contar la historia que seguíamos con mucho trabajo cada que interrumpía su cascada de imágenes y recitaciones poéticas. Pero esa misma indefinición de trama parece ser la trama en sí. Uno de los filmes más brillantes y polémicos de 2011. ®

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Publicado en: Cine, Marzo 2012

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