“La humanidad viene de otro continente”

La aventura y el exilio de Yulino Dávila

La gestación de su obra, el valor del arte, el azar, la locura o el sistema depredador que por todas partes nos acecha, son algunos de los temas que el poeta peruano Yulino Dávila aborda en esta entrevista.

Hablamos también de su sólida obra literaria que carece de cronología exacta pero que ha reunido —entre lo editado e inédito— a lo largo de cuarenta años. También de las cuestiones azarosas encaminadas a la reedición y publicación de lo que comprende toda su poesía. Así que preparados y apunten… que vuelve la vanguardia mayor.

El poeta Yulino Dávila. Fotografía © Guillem Sans.

El poeta Yulino Dávila. Fotografía © Guillem Sans.

Poeta clandestino

Yulino Dávila (Perú, 1952) está registrado como un poeta underground de recorrido largo, ajeno a exhibicionismos, lo que no quita que se muestre a favor de dar a conocer su obra. Quizá por eso en 2008 aceptó la propuesta de viajar a Sevilla para participar de una lectura de poemas. Hablamos de un poeta que aun sin tomar distancia de cotidianos aconteceres ha preferido desde hace más de cuarenta años abocarse a la conformación de una obra de maduración lenta, secreta casi pero intensa. El desconocimiento que los demás tienen acerca de sus quehaceres le ha permitido tranquilidad para romper esquemas y lazos con la tradición más ortodoxa y desprenderse de las vanguardias latinoamericanas como de los presupuestos del movimiento Hora Zero (generación de poetas que a través del arte buscaba transformar el mundo literario latinoamericano en los años setenta). Yulino formó parte de ellos, pero sólo mantiene la praxis del espíritu de ruptura. Y es que luego “opté por enredarme y tomar una perspectiva humana más universal, sin olvidar mis raíces, de dónde vengo y a qué cultura (en el ámbito occidental) pertenezco”.

La hora de la vanguardia latinoamericana

A mediados de los años setenta la curiosidad intelectual se daba cita en algunos bares del centro de Lima. A veces El Palermo o El Versalles. Cuenta Yulino que él y sus amigos tenían deseos de explicar la realidad política y social que entonces se vivía, aun cuando ya existía un afán por descubrir lo que intelectualmente se cocinaba en otras partes del mundo. Yulino había estudiado psicología en la Universidad San Marcos, ejercía su profesión en el Ministerio de Transportes del Perú cuando el toque de queda, establecido por el gobierno de facto del presidente Morales Bermúdez, “me obligó a una vida cotidiana diferente, pues sentía que coartaban mi libertad”. Y es que entre otras cosas la gente tenía prohibido salir a la calle a determinada hora. Para él, como para la mayoría de amigos con los que por entonces se reunía (muchos de ellos miembros del movimiento Hora Zero), aquel malestar generalizado lo empezaban a vivir a diario como una pulsión interna: supuso un disparador para afianzar la idea de salir del país.

Por otro lado, pese a las pocas editoriales peruanas, Yulino contaba con una surtida biblioteca. Esperaba todas aquellas novedades provenientes del exterior. A veces llegaban libros de Argentina, otras de México y también de España: país al que un día Yulino viajó por una serie de circunstancias. El caso es que todos los amigos eligieron como destino Europa. Constituyó una diáspora. Un estallido. Una manera de encarnar la historia.

Viaje de ida

Aquel invierno de 1977 Yulino Dávila aterrizó en el aeropuerto de Barajas. Tenía “más libros que ropa en la maleta y 25 años recién cumplidos”, recuerda. España seguía herida, pero celebraba la muerte de Franco. Al tiempo que Yulino trabajaba en diversos oficios entendió que esa realidad también comenzaba a ser suya.

Durante esos primeros años sus poemas inéditos pasaron de mano en mano, a veces en habitaciones, o quizá bares de horario eterno, conciertos, recitales, pisos de buenos amigos donde las puntas de los folios terminaban goteadas de alcohol o heridas de ceniza caliente. Carecer de un esquema fijo de supervivencia “convertía en magnífica la estancia”. La gente entonces “se jugaba la vida”, celebra.

En cambio, ahora, el sentimiento de la aventura es algo que “ha quedado cercenado”, reflexiona. Y es que “aquellos que viajan lo hacen por la pantalla” ya sea a través del televisor, el ordenador o el teléfono móvil. Y aun cuando se puede decir que son numerosas las personas que tienen posibilidades de movimiento, “no hay riesgo de ningún tipo”. Se viaja con billetes de ida y vuelta. Yulino y los amigos intelectuales que un día tomaron la decisión de partir “viajamos sólo con billete de ida”. Tenían claro que en la distancia también estaba la vida o algo parecido. Quizá una luz.

El sentimiento de la aventura es algo que “ha quedado cercenado”, reflexiona. Y es que “aquellos que viajan lo hacen por la pantalla” ya sea a través del televisor, el ordenador o el teléfono móvil. Y aun cuando se puede decir que son numerosas las personas que tienen posibilidades de movimiento, “no hay riesgo de ningún tipo”.

Ahora Yulino Dávila vive y resiste en Barcelona. La poesía que escribe goza de seguidores fieles que conocen su trayectoria. Y es que proyecta una novedosa estética contemporánea cargada de conocimiento, donde la ruptura sintáctica y prosódica comporta parte esencial del cuerpo que conforma su trabajo; así también aspectos sentimentales y físicos, sin dejar de lado la tradición. No está “sometido a ninguna regla”. Se documenta con libros de medicina, sociología, antropología, filosofía, historia de las religiones, lingüística, mitología, ciencias, etc. Para él la cultura “es un asunto dinámico que no se termina de conocer”. Ha aprendido mucho a través de la poesía.

Al margen del tiempo, cada libro suyo ha tenido una salida y se ha expuesto de manera diferente. Señalamos a continuación algunos aspectos de estas publicaciones.

El tratante (Lima 1995) es un libro de “inflexión en mi trayectoria”, un giro celebrado por el crítico literario Américo Ferrari que encontró similitudes “con Trilce de César Vallejo”. Palabras mayores, sin duda.

Hebras de Malasaña (Varasek, 2013), inicialmente publicado en Lima, en 1998, lo escribió en plena eclosión de la movida madrileña. Y lo cierto es que está considerado uno de los poemarios más afinados escritos a finales de los setenta en España.

Monasterio de palabras (Fondo Editorial de Cultura Peruana, 2009) conforma, según el poeta Carlos Germán Belli, “un festín de significados que se precipitan sin cesar sobre la página en blanco”.

Fusión (Amargord 2010) es un homenaje a esas mujeres de la ciencia que quedaron opacadas por sus homólogos masculinos. Así pues, para concebirlo Yulino se sumergió a investigar sobre temas relacionados con astronomía científica. Leyó matemática, leyó también filosofía, remitiéndose al mismo tiempo a circunstancias que involucraban a Hipatia (matemática y filósofa griega) o a Geraldine Cobb, la mujer que pudo convertirse en la primera astronauta.

Y así, Yulino escarbó como un minero que avanza a rastras, hasta llegar al siglo XX, que quedó atrás.

Tálamo y escalpelo (Amargord 2014) es el último poemario publicado por Yulino Dávila. “El tálamo, es la representación del lecho nupcial, pero es también una referencia a la idea de lo encefálico; en lo que respecta al escalpelo: un tipo de bisturí que con profundidad se introduce en el encéfalo como a un lecho amatorio. Entre otros detalles encontramos referencias a mujeres, estados filosóficos y momentos actualmente vivos de las relaciones humanas.

—El paso a la edad adulta en España y los cambios en los estados del alma ¿ha mejorado la manera de construir tu obra?

—Considero que sí, porque, claro, de madurar uno nunca termina. El aprendizaje es permanente. Yo culminé los estudios universitarios en San Marcos pero sigo estudiando, aun cuando soy más selectivo con mis lecturas. Y aunque en general se subsanan pequeños y grandes errores, en lo referente al disfrute sigue siendo el mismo o incluso mayor, podría decir. Todos mis proyectos los he desarrollado según mi criterio. Si comencé a publicar relativamente tarde fue porque nunca tuve interés en ser conocido…

—¿A qué se debe esa falta de interés?

—Es un rasgo de mi personalidad. Siempre lo he tenido en cuenta, pero no le doy importancia, a diferencia de otros autores que son más avezados, en ese sentido.

—¿Para hacerse visibles, quieres decir?

Poeta clandestino. Fotografía © Guillem Sans.

Poeta clandestino. Fotografía © Guillem Sans.

—¡Pero son capaces de publicar cualquier cosa con tal de publicar! Y yo, en cambio, soy incapaz de publicar si lo que tengo no está convenientemente acabado. Hay que hacer las cosas bien. Evaluar la calidad de la poesía. La idea es incrustarte pero no en la cola. Hay que estar a la altura. Es lo que otra gente denomina “el par”. No importa que el resto de personas no te conozca, pero tú sabes que estás dentro del arte con un peso específico fuerte.

—¿En ese sentido tus pares cuáles serían?

—Es un poco atrevida cualquier comparación, sin embargo César Vallejo y Paul Celan (ambos duros huesos para asimilar sus poéticas) son de especial consideración y caros para mí; pero para labrar mi propio y particular camino. A los buenos poetas, desde los clásicos (griegos y latinos) hasta los contemporáneos, no sólo los leo y releo, sino que además los desmenuzo y pongo mi aparato crítico en activo. Los estudio para aprender y a la vez me divierto.

El llamado del azar y el paso del tiempo

Así como hay libros que mueren y luego resucitan, otros perduran al orden del tiempo. Lo cierto es que también existen publicaciones que responden únicamente al llamado del azar. El camino literario de Yulino Dávila tomó un nuevo rumbo el día que sonó el teléfono de su casa en Barcelona. La llamada provenía de Sevilla. Del otro lado de la línea estaba Benito del Pliego, catedrático e investigador en la Universidad de los Apalaches, en Carolina del Norte. Le explicó a Yulino que estaba inmerso en una investigación sobre poetas latinoamericanos residentes en España. En consecuencia, mostró especial interés en conocer la obra de este poeta. Le llamó la atención que no hubiera publicado antes. “Con qué poetas te reúnes”, le preguntó. Yulino dijo que salvo sus amigos de París y alguno que otro de Barcelona, no frecuentaba ningún círculo intelectual. Acto seguido el catedrático quiso saber si tenía inconveniente en desplazarse hasta Sevilla para participar de una lectura conjunta con otros poetas. En resumidas cuentas, el trabajo de hormiga realizado por Benito del Pliego finalmente acabó en Extracomunitarios, un libro recién publicado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), donde, a través de la singularidad creativa de nueve poetas latinoamericanos residentes en España, se analiza el lugar que ocupa la poesía en la sociedad actual. Lo cierto es que a partir de esa conversación Yulino entró en contacto con el público y así también un editor mostró interés especial en los textos que había escrito a lo largo de toda su trayectoria. El entusiasmo fue “enorme, apoteósico”, básicamente porque la valoración provenía de un sello respetable. Lo curioso del caso es que el libro Hebras de Malasaña, rechazado treinta años atrás por diversas editoriales, esta vez haya sido calificado por la editorial interesada en la poética de Yulino como una obra de madurez enorme, como si hubiera tenido que transcurrir el tiempo para que el libro se curtiera.

—¿Te gusta vivir en Barcelona?

—Sí, pero si me hubiera tocado vivir en otro lugar también estaría a gusto porque de lo contrario, me voy.

—¿Pero qué te atrapa de Barcelona?

—Antes vivía en Madrid, pero conocí a una mujer y me propuso venir a vivir aquí. Es parte de la aventura.

—¿El azar te conduce de un lugar a otro?

—Totalmente. Es la propia vida. Si mañana conozco a una filipina o a alguien de Madagascar y hay un gran romance y me propone vivir allí, me voy.

—¿La idea de la vida como una aventura con los años ha adquirido más valor?

—La aventura es cotidiana.

—Pero la vida tiene un límite…

—Sin duda, pero cada día trato de buscar y descubrir algo nuevo. Cuando salgo de casa lo hago con deseos de sorprenderme. A veces lo consigo. Si abro el periódico me suelo sorprender con las historias que encuentro al margen de las noticias. Es muy rica en ese sentido la vida cotidiana. El día que me deje de sorprender, para mí será como una muerte cerebral.

La sensibilidad y el arte

En lo que respecta a la sensibilidad Yulino establece un paralelo con el ruido, que “es la agresión a la música, tal como se conoce”. La sensibilidad del músico está tan desarrollada que cuando alguien desafina lo perturba más que a otros; por pequeña que ésta sea, nota una deformación. Si en ese sentido el resto de personas son tolerantes, quizá se deba a que tienen el oído un poquito más atrofiado. Algo semejante ocurre en la poesía cuando descubres la musicalidad que radica en el interior de cada poema. Que otras personas no lo alcancen a notar es tremendo pues es ahí donde les pueden dar gato por liebre.

La locura es una convención social. Lo que no se sabe explicar entra dentro del grado de la locura. Tú le preguntas a la gente de a pie cuál es la diferencia entre la locura y el absurdo y los dejas en jaque. La locura cambia según la época. Y así, lo que antes se consideraba locura ahora ya no lo es.

Ahora bien, uno tiene sensibilidad tanto para disfrutar de la belleza pero también para ver la atrocidad que hacen los hombres con sus congéneres. “El estado actual de la política es horroroso”, considera. Y de la manera como se cuida el planeta, ni qué decir. Sin embargo, dado el grado de reflexión al que conduce la lectura, uno puede sentirse influenciado para pintar un cuadro, escribir un poema o una tira de poemas. Por eso Yulino siempre tiene consigo una libreta de apuntes. Cuando después de un tiempo prolongado regresa a sus apuntes a veces a partir de unas ideas, despierta la chispa. “A veces sale, a veces no”. En ocasiones la idea queda en el subconsciente. Pero luego, mientras está caminando por la calle, se le junta una palabra con otra y el festival empieza. Es un laboratorio permanente de ideas lo que le ocurre a este Andrew Crosse de las palabras. En toda la regla: Yulino Dávila es un creador.

—¿Crees que en ese laboratorio al que haces mención hay un grado de enfermedad mental?

—No creo. La enfermedad mental está por otro lado.

—Lo digo porque a veces se asocia poesía y arte con locura.

—La locura es una convención social. Lo que no se sabe explicar entra dentro del grado de la locura. Tú le preguntas a la gente de a pie cuál es la diferencia entre la locura y el absurdo y los dejas en jaque. La locura cambia según la época. Y así, lo que antes se consideraba locura ahora ya no lo es.

—Fernando Pessoa usaba varios heterónimos: salía a la calle y un día era Ricardo Reis, al otro Álvaro de Campos y al tercero Bernardo Soares. Una persona acostumbrada a verle por la calle puede suponer distintas cosas.

—En ese caso puede ser que se haya debido a un trastorno de personalidad, pero ésa es otra historia. ¿Es la neurosis una locura? No se sabía a razón de qué Antonin Artaud padecía fuertes migrañas que iban trastornándolo e incluso avejentándolo. Consumía opio para mermar esos dolores, no porque fuera un drogota. Sin embargo, tenía un discurso de una enorme lucidez sobre la enfermedad. Sus escritos, sin duda, no son los de un loco.

—¿Consideras que se presta a confusiones que autores sobrevalorados no sean tomados por otros autores o críticos como parte del arte?

—Ese es el juego del sistema. Los que quieran caer dentro de ese juego pues terminarán confundidos. Si la gente joven se queda sólo con los conceptos modernos, sin echar una mirada a toda la historia del arte, perderán perspectiva y, por tanto, su visión será mucho más corta…

—¿Peligroso para el arte?

—Ahora cada uno hace lo que le da la gana para que el mercado lo acepte. Pero hay cosas que no pueden pasar como arte. Lo cierto es que cada individuo es un artista en busca de sus cinco minutos de gloria, como aquellos que participan de concursos musicales y después de grabar un disco son expectorados. Pero eso, más que perjudicar al arte, quita tiempo a las personas que no saben discernir con claridad. Se habla de generación espontánea, de los grandes iluminados, pero el caso es que todos los iluminados tuvieron siempre una trayectoria. A Buda no le pilló un rayo cuando salió de casa.

—Ocurre también que la capacidad de esforzarse para conseguir algo se ha perdido.

La aventura permanente... Foto © Guillem Sans.

La aventura permanente… Foto © Guillem Sans.

—Por ejemplo, en el caso de la fotografía: cada chico que tiene un teléfono móvil se considera fotógrafo ¡pero eso se lo creerán ellos! Es ignorancia. El juego del sistema ha dividido a todos de tal manera que les hacen creer que cada uno vale, solamente por el hecho de existir dentro del arte. Pero eso sólo otorga rentabilidad al mercado de los teléfonos. El arte no pierde nada porque es totalmente desechable. Son más bien estos chicos los que se están perdiendo con respecto al arte. Y aunque quizás alguno se desarrolle técnicamente, mientras no descubra todo el bagaje que hay detrás de una fotografía, no le servirá de nada.

La importancia del vórtice

Hay una teoría que a Yulino Dávila le parece interesante destacar y es aquella que representa el movimiento artístico británico llamado vorticismo, término acuñado por el poeta Ezra Pound en 1913. Detalla, en lo referente a las lecturas, que se debe empezar por leer al escritor ubicado en la cúspide, en el vórtice porque es el que proyecta más luz. “Entre la Ilíada y la Eneida, la primera, se ubica en el vórtice”. Aquello no significa que otros libros carezcan de valor, pero es importante tener conocimiento de qué lectura se encuentra por delante para de esa manera establecer una escala potente. “En el modernismo de lengua española durante un tiempo se consideraba en el vórtice a Rubén Darío; otros, sin embargo, aseguraban que por encima del poeta nicaragüense estaba Leopoldo Lugones.

Son, también, cuestiones de gustos, aunque hay que dejar a un lado el aspecto personal y descubrir qué maestros proyectaron más luz a todo esto. “En el vórtice el poeta que siempre estará en el lugar más alto será Homero”.

—Al margen del poeta griego hablemos de asuntos más cercanos ¿Qué es la muerte para ti?

—Llegar a la nada.

—¿Le tienes miedo?

—Es un sentimiento extraño con respecto al paso de los años. Pienso que me va a frustrar. No voy a acabar las cosas que tengo pensado hacer. Pienso que ahí se acabó la aventura.

—¿Vivir te gusta?

—Sí, estoy encantado de la vida. A pesar de que hay muchas cosas que me desalientan de esta especie no acabada de hacer que es el ser humano. Me ha tocado vivir en estos últimos momentos grandes revoluciones y cambios de directrices y pienso que quienes rigen el mundo lo conducen hoy a la involución. Occidente está acabando con todos los recursos energéticos del planeta. Eso me parece una salvajada. Los primitivos aportaron su granito de arena para ir hacia adelante y ahora, pese a los numerosos adelantos tecnológicos, se dan pasos hacia atrás. Nos estamos deshumanizando. Se ha perdido el respeto por el ser humano. El “otro” antes que persona es un cliente. Eso me da mucha tristeza. La humanidad es de otro continente.

—Pensar que cuando uno es niño no se enfrenta a la vida real… se cree que la vida es otra cosa. Aunque, bueno, eso también depende dónde hayas nacido…

—No estoy a favor de encasillar al adulto como algo que ya se acabó. Parte de la aventura consiste en rescatar al niño que uno lleva en el interior, el mismo que todos los días se levanta y tiene esa capacidad para recrear el mundo y vive la vida como un juego y eso, a pesar de lo que nos toca vivir, es fundamental para intentar mirar las cosas de otra manera. ®

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Publicado en: Libros y autores

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