La incoherente crítica de Occidente a la estrategia israelí en Gaza

¿Cómo sería una operación más limitada y selectiva?

¿Cuál debería ser la estrategia de guerra de Israel para combatir y terminar con la amenaza de Hamás? Aquí, un experto militar responde.

Manifestación el 21 de octubre en Tel Aviv para exigir el rescate de los secuestrados por Hamás. Fotografía de VoaAfrica.com

Después de la masacre de más de 1,200 israelíes [y no pocos extranjeros] perpetrada por Hamás el pasado 7 de octubre una multitud de voces —desde senadores estadounidenses hasta el presidente chileno, desde el primer ministro noruego hasta funcionarios de las Naciones Unidas— han buscado seguir una línea de razonamiento similar: aunque Israel tiene derecho a la autodefensa, su actual operación en Gaza es desproporcionada. Es de suponer que este mismo grupo apoyaría una operación más limitada y selectiva. Sin embargo, se muestran cautelosos cuando se les pide que expliquen cómo sería esa operación. Dicen que habría que preguntarle a “expertos militares”.

Pues bien, soy un experto militar. Llevo una década estudiando las operaciones militares en Gaza. ¿Cómo sería una operación más limitada y selectiva? No lo sé.

Para Israel, la lección de estos conflictos previos es que limitar y ser selectivo con sus operaciones no tiene por qué aplacar a sus críticos.

Israel ha intentado operaciones limitadas y selectivas en Gaza. En 2012 llevó a cabo campañas aéreas limitadas y selectivas como la Operación Pilar de Defensa o, más recientemente, la Operación Guardián de los Muros en 2021. También intentó campañas terrestres limitadas y selectivas con la Operación Plomo Fundido de 2008 a 2009, así como en la Operación Margen Protector en 2014. Durante estas campañas muchas voces, como las que ahora critican las acciones de Israel, tacharon de desproporcionadas aquellas operaciones. Para Israel, la lección de estos conflictos previos es que limitar y ser selectivo con sus operaciones no tiene por qué aplacar a sus críticos.

Lo más importante, desde la perspectiva de Israel, es el hecho de que estas operaciones limitadas y selectivas no tuvieron éxito. Israel ha intentado matar siete veces, sin éxito, a Mohammed Deif, el comandante del ala militar de Hamás. Igualmente, la tasa de éxito israelí contra la infraestructura de Hamás ha dado pocos resultados. Yahia Sinwar, dirigente de Hamás en Gaza, afirmó que la Operación Guardián de los Muros sólo consiguió dañar un 5% de la red de túneles de Hamás en Gaza. Y basta con echar un vistazo a los ataques del 7 de octubre para comprobar que las capacidades militares de Hamás permanecían prácticamente intactas después de todas las operaciones mencionadas, ésas que fueron más limitadas y selectivas.

Además, una vez que desmenuzamos lo que realmente significa en la práctica el derecho de Israel a la autodefensa, las diferencias entre las llamadas operaciones limitadas y selectivas y lo que han sido las operaciones israelíes hasta la fecha empiezan a ser difíciles de diferenciar porque se borran las diferencias. Como mínimo, el derecho a la autodefensa debería permitir que Israel rescatara a los rehenes, impidiera que Hamás lanzara otro ataque como el del 7 de octubre —algo que ha prometido llevar a cabo— y matar o capturar a los responsables de los ataques de ese día.

Con más de 200 rehenes resguardados en algún lugar entre dos millones o más de residentes de Gaza, un rescate presenta para Israel el problema de encontrar la aguja en el pajar. Lo ideal sería que Israel dispusiera de información completa y detallada sobre el paradero de cada rehén. Sin embargo, lo más probable es que Israel tenga que peinar Gaza, edificio por edificio, calle por calle, túnel por túnel. Se trata de una tarea lenta y meticulosa, una que obliga a Israel a llevar a cabo la operación terrestre a gran escala que se lleva a cabo en estos momentos. Hamás, por supuesto, se resistirá a esta incursión. Ello provocará intensos tiroteos en algunas de las zonas más densamente pobladas de la Tierra.

Lo ideal sería que Israel dispusiera de información completa y detallada sobre el paradero de cada rehén. Sin embargo, lo más probable es que Israel tenga que peinar Gaza, edificio por edificio, calle por calle, túnel por túnel.

Sin embargo, una vez que estipulamos que Israel tiene derecho a intentar rescatar por la fuerza a los rehenes sin conocer su ubicación exacta existen inevitables consecuencias de segundo orden. Israel necesita tener el control sobre quién puede o no salir de Gaza, aunque sólo sea para impedir que Hamás lleve de contrabando a los rehenes a lugares desconocidos. Controlar el acceso también significa controlar el combustible que entra en Gaza. El rescate de rehenes es un asunto complicado en el que incluso los segundos importan. Hamás ha amenazado con ejecutarlos.

El segundo objetivo —evitar que Hamás lance otro ataque como el del 7 de octubre— requiere un enfoque similar. Hamás no tiene bases militares tradicionales. En su lugar, la mayor parte de sus capacidades militares se encuentran bajo tierra en una vasta red de túneles de unos 500 kilómetros que recorren toda la Franja de Gaza. El ejército israelí afirma —y medios de comunicación independientes lo han documentado en numerosas ocasiones– que muchos de estos túneles fueron construidos debajo de infraestructuras civiles, como mezquitas, hospitales y escuelas.

Detectar y destruir estos túneles también obliga a Israel a adentrarse en Gaza. Aunque Israel ha sido pionero en una serie de soluciones tecnológicas para la detección de túneles, estos métodos siguen siendo imperfectos y a menudo requieren que las tropas estén relativamente cerca de sus objetivos. Ello aumenta las posibilidades de que se produzcan tiroteos en zonas pobladas. Una vez encontrados, la limpieza de esos túneles plantea más problemas. Los ataques aéreos destruyen inevitablemente lo que haya sobre los túneles. Pero incluso si los soldados tratan de llenar un túnel con explosivos para destruirlo, pocos edificios en el mundo, y mucho menos en Gaza, están diseñados para resistir ese tipo de explosión subterránea.

Israel calcula que unos tres mil militantes de Hamás y de otras organizaciones entraron en Israel durante el ataque. Algunos de estos terroristas murieron en el ataque, pero muchos escaparon y regresaron a Gaza.

Por último, pasemos al tercer objetivo: matar o capturar a los responsables de los atentados del 7 de octubre. Israel calcula que unos tres mil militantes de Hamás y de otras organizaciones entraron en Israel durante el ataque. Algunos de estos terroristas murieron en el ataque, pero muchos escaparon y regresaron a Gaza. Además, si incluimos en el derecho de Israel a la autodefensa la eliminación de quienes ayudaron a planear y organizar el ataque, la cifra crece aún más. El Centro Nacional Antiterrorista de Estados Unidos estimaba en septiembre de 2022 que el número total de miembros de Hamás era de entre 20 mil y 25 mil —y eso sin incluir a los grupos militantes más pequeños—. En términos prácticos, matar o capturar a los responsables del 7 de octubre significa miles o potencialmente decenas de miles de ataques aéreos o incursiones dispersas por toda la Franja de Gaza. Las incursiones realizadas a esa escala ya no son una operación limitada y selectiva. Es una guerra en el estado más avanzado.

Pueden hacerse muchas críticas legítimas al planteamiento estratégico de Israel respecto a Gaza y a la población palestina en general. Antes de los atentados del 7 de octubre, los ataques de colonos israelíes contra palestinos en Cisjordania iban en aumento y aumentaban la posibilidad de un enfrentamiento. Durante la última década y media, el enfoque de Israel hacia Hamás en Gaza ha sido en gran medida de naturaleza cinética —la estrategia de “segar la hierba”— sin ningún esfuerzo concertado para mejorar la pobreza subyacente, el desempleo y la decrépita infraestructura que fueron terreno fértil para el baño de sangre de aquel día de octubre. Incluso hoy, Israel no ha ofrecido ningún plan coherente sobre cómo gobernar y reconstruir Gaza si consigue destruir a Hamás.

Aun así, la verdad incómoda es que la geografía del campo de batalla en Gaza significa que cualquier operación, por muy limitada y selectiva que sea, se convertiría en lo que estamos viendo hoy: una operación terrestre sangrienta y altamente destructiva, con muchos civiles atrapados en el fuego cruzado. Aunque Israel puede mitigar algunos de estos efectos, ni Israel ni ningún otro ejército puede evitarlos por completo. En esta guerra no hay término medio. ®

Traducción de Armando Palacios–Sommer

Raphael S. Cohen es director del Programa de Estrategia y Doctrina en Rand, Proyecto Fuerza Aérea.
Este comentario apareció originalmente en Foreign Policy el 13 de noviembre de 2023. Los comentarios ofrecen a los investigadores de RAND una plataforma para transmitir ideas basadas en su experiencia profesional y, a menudo, en sus investigaciones y análisis revisados por pares. El artículo aparece también en el Blog de Rand Corporation.

Compartir:

Publicado en: Política y sociedad

Apóyanos:

Aquí puedes Replicar

¿Quieres contribuir a la discusión o a la reflexión? Publicaremos tu comentario si éste no es ofensivo o irrelevante. Replicante cree en la libertad y está contra la censura, pero no tiene la obligación de publicar expresiones de los lectores que resulten contrarias a la inteligencia y la sensibilidad. Si estás de acuerdo con esto, adelante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *