LAS IDEAS POLÍTICAS DE VARGAS LLOSA

De cómo un “analfabeto” ganó el Nobel

¿Es Mario Vargas Llosa un intelectual incuestionable? No lo creo, nadie lo es. No existe persona que se haya dedicado al pensamiento que no haya cometido errores y cuya obra no merezca una revisión crítica para reivindicar lo que sea valioso de ella, pero también para cuestionar sus aspectos oscuros o erráticos.

Breve historia sobre un canal de televisión

Son dos las tácticas favoritas del actual gobierno venezolano para inhibir la visita a nuestras tierras de cualquier figura medianamente relevante del extranjero y de la que se conozca su oposición al gobierno. Primero se les prohíbe la entrada al país, directamente o a través de impedimentos burocráticos y presiones ulteriores a quienes van a recibirlos, para que no lo hagan. Así ocurrió con el Premio Nobel polaco Lesh Walesa y hasta con el cantante pop Alejandro Sanz, quien habiendo anunciado su visita para dar un recital tuvo que suspender su concierto porque los hoteles se negaban a hospedarlo, luego de recibir presiones. El gobierno de Venezuela vio una amenaza en un cantante farandulero.

Pero como estamos en otros tiempos, en los que la prohibición de entrada a un país es mal vista en el mundo —ya que recuerda algunos oscuros momentos de la historia política latinoamericana, amén de recordar también las discriminadoras políticas estadounidenses de veto y censura a cientos de políticos e intelectuales de izquierda—, el gobierno venezolano ha encontrado una manera menos cruel de hacer que el incómodo visitante se dé por enterado de que su estancia no es bienvenida.

Se ha hecho costumbre que los periodistas de Ávila Tv “asalten” a opositores, periodistas de medios independientes, intelectuales disidentes y cualquier figura “sospechosa” de oponerse al gobierno y procedan a humillarlos, ridiculizarlos y acosarlos, siempre en el límite de una agresión física.

Ávila Tv es una especie de MTV de izquierda creado por un ex alcalde mayor de Caracas, Juan Barreto, un comunicador social y militante de izquierda en su juventud. El canal se ha convertido en la versión mediática de los tribunales de la Inquisición, donde todo aquel que no comulgue con los preceptos tenidos como sagrados por el gobierno venezolano es de inmediato convertido en objetivo de los menesterosos “reporteros” del canal, quienes se dan a la tarea de perseguirlos, invadir su vida privada hasta cazarlos, con el objetivo de tener un momento junto a ellos y provocarlos hasta lograr que tengan un estallido de ira, que les permita convertirlos en presas de sus burlas y agresiones.

Barreto cayó en desgracia luego de su pésima gestión al frente del ayuntamiento capitalino y la alcaldía pasó a manos del opositor Ledezma; el gobierno, en castigo, le arrebató a la municipalidad casi todas sus competencias, entre ellas el control del canal, que no sólo pasó a manos del Ministerio de Comunicación sino que además convirtió a Barreto en una figura invisible. De Barreto no volvió a hablarse en las pantallas de ningún medio oficial. Actualmente rumia sus días en El Nacional, un diario de tendencia opositora para el que el periodista había trabajado en el pasado, dirigiendo un hedonista y misógino suplemento dominical. Allí escribe una columna, en la que siempre garrapatea letanías al gobierno, quizás buscando su expiación y salida del ostracismo político. Suele pasar esto con los “Robespierre” de las revoluciones: caen en desgracia y terminan muriendo a consecuencia del reinado del terror que ellos mismos han creado.

Se ha hecho costumbre que los periodistas de Ávila Tv “asalten” a opositores, periodistas de medios independientes, intelectuales disidentes y cualquier figura “sospechosa” de oponerse al gobierno y procedan a humillarlos, ridiculizarlos y acosarlos, siempre en el límite de una agresión física.

Lo que hace distintivo a Ávila Tv de los demás canales de propaganda oficial es su identificación con la contracultura. El canal no es, como todos los demás controlados por el gobierno, una copia mal hecha de la televisión nacional cubana, limitada a repetir ad nauseum los discursos y actos oficiales. El canal de Barreto fue creado para ir detrás de la juventud irreverente. Así como cierto cine corporativo estadounidense utiliza los códigos de la contracultura y la disidencia cultural para generar una identificación con el público alternativo, Ávila Tv usa un discurso en apariencia irreverente y alternativo, pero en realidad es una herramienta del poder para el mantenimiento del status quo.

Una vez adscrito al Ministerio de Comunicaciones, Ávila Tv pasó a formar parte de eso que el presidente Chávez llamó “la guerrilla comunicacional”, una ofensiva patrocinada por el gobierno central que tiene como objeto contrarrestar cualquier información que resulte negativa a los intereses oficiales. Aun cuando esta provenga de sectores afectos al régimen, ya que no sólo se responde y acosa al disidente, también a todo aquel que, aun identificado con el gobierno, ose expresar una crítica, por muy ligera que sea.

La gran ironía de Ávila Tv no es sólo la insólita contradicción de usar una estética y un lenguaje contraculturales para defender el poder establecido, sino también el terminar reivindicando los valores más conservadores de la sociedad. Por ejemplo, es común que entre las infamias levantadas por estos “guerrilleros” esté la de acusar de “homosexual” a cualquier opositor de sexo masculino. Igualmente, es normal la burla a mujeres opositoras por estar muy maquilladas o ser demasiado femeninas. A menudo, se dice que las mujeres de oposición acuden a las marchas contra el gobierno para paliar su insatisfacción sexual.

Si en los años ochenta y noventa MTV fue la respuesta al conservadurismo de la gestión de Reagan y a su réplica en Bush padre, el MTV de la revolución bolivariana vendría a ser algo así como si Reagan y su amiga inglesa Margaret Tatcher hubieran expropiado el canal de la Viacom y lo hubiesen convertido en la voz juvenil de su revolución neoconservadora.

El analfabeto y el caudillo

En mayo del año 2009 Mario Vargas Llosa vino a Venezuela, invitado por el grupo Cedice–Libertad, una organización de empresarios, académicos e intelectuales identificados con el liberalismo y de tendencia derechista. Cómo era de esperarse, los perros de presa de Ávila Tv salieron a la caza del peruano. Lo esperaron en el aeropuerto, se dieron cita en todas las actividades en las que participó y hasta hicieron vigilia en el hotel donde éste se hospedaba. Es parte de una suave pero persistente forma de coacción contra la opinión incómoda y discrepante.

Horas después Hugo Chávez, en una alocución pública, invitó al escritor peruano a debatir con él. Cuando éste aceptó ir al debate Chávez cambió la seña, indicó que él no quería debatir persona a persona con él, sino que deseaba que Vargas Llosa se batiera en un duelo intelectual con Luis Britto García —un intelectual otrora contestatario y actualmente servil al gobierno— mientras él observaría todo desde el proscenio, como un César, y aprobaría o desaprobaría con su pulgar el desempeño de los gladiadores, eh, qué digo, escritores. Sobra decir que el autor de La fiesta del chivo no se prestó para tal payasada.

“Analfabeto” (sic), fue el insulto proferido por el presidente en aquel entonces. (Lo de analfabeto forma parte de una tendencia discursiva de nuestro autoritarismo bananero: la necesidad de nombrar todo en femenino y en masculino, dizque para acabar con la discriminación sexual del idioma castellano. Ahora los venezolanos somos idiotas e idiotos, cabrones y cabronas, analfabetas y analfabetos, etcétera).

Ahora, el analfabeto se ganó el Premio Nobel de Literatura, el único galardón que no poseía este brillante escritor, presumiblemente excluido de la lista de galardonados por su tendencia política, en una especie de castigo del que también fueron víctimas Jorge Luis Borges y, en menor medida, Guillermo Cabrera Infante. Al argentino no le perdonaron sus palabras de apoyo al dictador chileno Augusto Pinochet; al cubano lo condenaron al ostracismo durante mucho tiempo. Cuando se habla del boom latinoamericano constantemente se le excluye, a pesar de ser tal vez su autor más original e innovador.

A García Márquez se le perdona su amistad con Castro. A Saramago se le admite su tiranofilia. A Harold Pinter se le reivindican sus posiciones en el primer mundo (J. M. Coetzee lo califica de “valiente”, en su novela Diario de un mal año), perdonando sus etnocéntricas y penosas declaraciones cuando se trata de hablar sobre países como Venezuela. Pero a Vargas llosa no le perdonan su defensa del liberalismo, su amistad con Israel y, sobre todo, no soportan que el escribidor Varguitas haya sido uno de los pocos que se atrevieron a disentir de la revolución cubana cuando ésta viró a una miserable dictadura que, entre otros crímenes, persiguió a muchos de sus mejores intelectuales.

No deja de ser oscuramente divertido leer a quienes señalan a Vargas Llosa como racista y conservador que omiten que el ex presidente Fujimori sí ejecutó, a sangre fría y sin contemplaciones, a personas pobres e indígenas, a los que acusaba de ser colaboradores del grupo guerrillero Sendero Luminoso.

Desde que Fidel soltó su célebre “Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”, todos los intelectuales que se habían sentido movidos por la revolución encabezada por Castro y el Che debieron hacer un silencio cómplice y solidarizarse con la dictadura cubana y sus crímenes, bajo la excusa de que ésta enfrentaba el poder imperial estadounidense y que por tanto cualquier abuso cometido para mantener la unidad del pueblo era justificable. Vistas las cosas con este prisma, todo crítico o disidente atentaba, aunque fuera de manera involuntaria, contra el proceso, y liquidarlo era fundamental. Ya habría tiempo, luego de garantizada la permanencia de la revolución, de hacer críticas y de disentir.

Pasaron cincuenta años. Fidel legó a su hermano la conducción del Estado totalitario cubano y, por supuesto, todavía no se puede disentir, todavía están bajo amenaza. Incluso Fidel ha anunciado recientemente el fin del mundo, así que no es tiempo de reivindicar las libertades individuales, el derecho a la libertad creativa, los derechos humanos, la democracia ni la dignidad humana, ya que ésta atenta contra el proceso y favorece, claro, al imperio. De una patraña similar intentan convencernos en Venezuela, aunque sin el romanticismo de antes y sin el apoyo de gente realmente relevante.

Porque si bien es cierto que a la sombra de la tiranía castrista se cobijaron muchos mediocres de más que cuestionables méritos literarios, también es cierto que algunas de las más grandes plumas del siglo pasado estuvieron del lado del émulo tropical de Stalin. No deja de ser triste leer esa monumental obra maestra llamada Canto General y encontrar en ella algo tan lamentable como la “Oda a Stalin”. La revolución venezolana no ha encontrado eco en muchos nombres realmente notables, sólo los trasnochados de siempre se sienten emocionados ante la anacrónica prédica revolucionaria, populista, militar y antiimperialista del presidente de Venezuela.

Como era de suponerse, apenas se anunció el Nobel a Vargas Llosa salieron los inquisidores de la izquierda más retrógrada a rechazar el legado del autor de La ciudad y los perros. Desde el clásico “intelectual fascista” pasando por los gritos nacionalistas que reclaman que el autor haya hecho residencia en España luego de perder las elecciones presidenciales de 1990 ante Alberto Fujimori, así como señalamientos sobre el clasismo del escritor y culminando con verdaderas ridiculeces: el premio al peruano es parte de una componenda imperialista para frenar la revolución latinoamericana y recordar que Vargas Llosa es miembro (sic) de la oligarquía limeña.

También se han levantado enormes calumnias contra Vargas Llosa. Por ejemplo, han dicho que es racista y que se burla de los indígenas debido a que ante la visita del presidente boliviano Evo Morales a España el autor de La casa verde se burló de las pretensiones multiculti de ciertos medios de comunicación ibéricos, que no paraban de hablar del “jersey indígena” que usaba Morales con la misma fascinación antropológica con que un documentalista de Animal Planet habla sobre una tribu africana.

No deja de ser oscuramente divertido leer a quienes señalan a Vargas Llosa como racista y conservador que omiten que el ex presidente Fujimori sí ejecutó, a sangre fría y sin contemplaciones, a personas pobres e indígenas, a los que acusaba de ser colaboradores del grupo guerrillero Sendero Luminoso, cuya reducción se logró al costo de ejecuciones extrajudiciales, torturas e imperdonables abusos de poder.

Varguitas y sus contradicciones

¿Es Mario Vargas Llosa un intelectual incuestionable? No lo creo, nadie lo es. No existe persona que se haya dedicado al pensamiento que no haya cometido errores y cuya obra no merezca una revisión crítica para reivindicar lo que sea valioso de ella, pero también para cuestionar sus aspectos oscuros o erráticos.

Si pudiera citar un momento realmente lamentable en la vida pública del autor de Conversación en La Catedral es, sin duda, su apoyo a la invasión de Iraq por el gobierno de George W. Bush. Fue triste y penoso ver a un Vargas Llosa fuera de sí, carente de su habitual agudeza, reivindicando la incursión estadounidense en territorio iraquí sustentada en una mentira (las supuestas armas de destrucción masiva que jamás fueron encontradas, porque nunca existieron) y firmando un bochornoso libro llamado Diarios de Irak. En ese infame texto Vargas Llosa narra su viaje a Bagdad a través de unas penosas crónicas que desdicen mucho de un autor que siempre había sabido identificar al militarismo como una plaga de la sociedad, y que en ese texto termina por aplaudir una invasión militar, negando así su dilatada trayectoria como intelectual civilista.

Del resto, no creo que la defensa que hace el autor de La guerra del fin del mundo del sistema económico liberal y de la democracia como sistema de gobierno sea algo censurable. En todo caso las ideas de Vargas Llosa pueden discutirse, cuestionarse, pero no pueden calificarse de fascistas y menos señalar que se trata de un pensador anacrónico. Cada vez que leo un artículo del peruano me encuentro a un intelectual ciertamente derechista, pero con la amplitud suficiente de no convertir sus opiniones en dogmas ni calificar de enemigos a quienes no piensan como él.

Cada vez que leo un artículo del peruano me encuentro a un intelectual ciertamente derechista, pero con la amplitud suficiente de no convertir sus opiniones en dogmas ni calificar de enemigos a quienes no piensan como él.

Vargas Llosa no tuvo problemas en reivindicar la incuestionable obra de Pablo Neruda en su centenario, a pesar de que fue comunista y de que tuvieron serias diferencias cuando el chileno aún vivía. Vargas Llosa ha hecho numerosas críticas al Estado israelí, porque a pesar de reiterarle su apoyo el autor no deja de reconocer el derecho del Estado palestino a existir ni la incontable cantidad de abusos y atropellos a los que son sometidos los palestinos que viven en la Franja de Gaza. Ya quisiera yo leerle críticas parecidas a los apólogos de las tiranías de izquierda, quienes casi siempre guardan silencio ante los atropellos cometidos por los caudillos que apoyan de palabra y omisión.

El Premio Nobel crea efectos positivos y negativos. Entre los negativos, tal vez el más notable, sea el de quienes jamás se han leído alguna obra del premiado y que salen a “vestirse” intelectualmente, hablando de algo que desconocen. Esto, por cierto, también es aplicable a este caso, porque estoy seguro de que muchos de los que desprecian a Vargas Llosa no han leído algunos de sus libros y menos han consultado sus opiniones, que no sólo versan sobre asuntos económicos y políticos, también lo hacen sobre temas como la prohibición de las corridas de toros en España y el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Sobre todos estos temas las opiniones del escritor destacan por su lucidez y claridad. ¿Están dispuestos los progres latinoamericanos a defender el matrimonio gay y el derecho de estos matrimonios a adoptar niños, como lo hizo Vargas Llosa contraviniendo al Partido Popular, del cual es cercano ideológicamente? Basta remitirse a los argumentos homofóbicos y retrógradas de buena parte de la izquierda del continente para saber que a veces los supuestos conservadores suelen ser los más liberales y progresistas.

No conozco toda la obra del autor, incluso hasta hace no mucho odiaba La casa verde porque me obligaron a leerla en el bachillerato. Pero no tengo ningún problema en decir que más allá de sus debilidades y tropiezos públicos, o de algunas obras menores que me decepcionaron (Los cuadernos de don Rigoberto me pareció un libro insufrible; ¿Quién mató a Palomino Molero? no me convenció y creo que desde La fiesta del chivo Vargas Llosa no escribe una novela que esté a su altura, a pesar de algunos momentos de Travesuras de la niña mala), me rebanco a Vargas Llosa como escritor y como un intelectual cuyas opiniones consulto por su lucidez y valentía.

El tardío Premio Nobel concedido a este genial escritor es un acto de justicia que ha despertado la ira de aquellos que todavía no saben que el Muro de Berlín ya se cayó. Parte de lo triste de ser latinoamericanos es tener que soportar que te digan reaccionario si eres de lo que no usan franelas del Che o no simpatizan con las cursilerías de Silvio Rodríguez. O con eso de “socialismo o muerte”. ®

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Publicado en: Ensayo, Octubre 2010

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