Los andamios de una historia

Mujer en papel, memorias inconclusas de Rita Macedo, de Cecilia Fuentes

No es nada fácil leer cosas de la familia cuando hay agravios y falta de amor. Cuando hay discriminación y rechazo. Leer “frases” desprovistas de amor, y venidas de una gran proximidad, marcan la vida.

María Concepción Macedo Guzmán (1925–1993), actriz de cine y televisión. Aunque debutó bajo el nombre de Conchita Macedo, pronto lo cambió por Rita.

Cuando se escribe una historia, o se intenta narrar algo, se le da forma y estructura. Eso es decisivo. Se nos enseña en un taller literario hasta alcanzarlo, no es gratis dar con ello. Mujer en papel, memorias inconclusas de Rita Macedo (Trilce Ediciones, 2019) tiene esa intención: darle una estructura a la vida de la actriz que durante cinco décadas apareció en las pantallas del cine y la televisión, de la esposa de Carlos Fuentes y Luis de Llano Palmer, de la madre de tres hijos. Armar esas piezas para entender lo que sucede, los hechos, las causas, las razones. Lo veo como un torbellino que amenaza con devorar lo que tiene enfrente si no se le detiene antes, como las placas tectónicas que se sacuden porque quieren acomodarse. Y lo único que se desea es conseguir una calma: escribir para estructurar.

Cecilia Fuentes reescribe y reacomoda la vida de su madre para encontrar sus propias verdades, para descubrir el amor materno y principalmente el paterno. Ella, como diseñadora, da un orden lógico a esa estructura, y como escritora encuentra la voz que necesita para que su personaje protagónico hable a través de ella y utilice la primera persona.

Después, en una reacción de ira ante un hecho trágico, Cecilia refunde los escritos en un cajón olvidado de la recámara. Más tarde, al sentir un llamado interno, retoma el trabajo, pero hay una espera por derechos de autor y otros detalles que truncan el libro por cinco años más.

Este proceso creativo duró alrededor de veinticinco años. Primero en un intento por corregir y editar las cartas entre su madre y su padre, y cumplir el deseo de Rita de que se publicaran. Después, en una reacción de ira ante un hecho trágico, Cecilia refunde los escritos en un cajón olvidado de la recámara. Más tarde, al sentir un llamado interno, retoma el trabajo, pero hay una espera por derechos de autor y otros detalles que truncan el libro por cinco años más. Llama la atención que, en ese intento de dar voz, la censura circula siempre como una guadaña. Pero, finalmente, hay un camino por donde la escritura fluye como agua sanadora.

No es nada fácil leer cosas de la familia cuando hay agravios y falta de amor. Cuando hay discriminación y rechazo. Leer “frases” desprovistas de amor, y venidas de una gran proximidad, marcan la vida. Qué se hace con ellas, es la pregunta. A veces la opción es depositarlas en la escena pública y la vida continúa con fisuras, con andamios, con fragmentos cosidos en carne viva. La que dio voz, la que escribió y la que vivió. Tres registros que generaron un libro de casi 400 páginas.

En el transcurso de la vida de la actriz Rita Macedo (Conchita), madre de Cecilia, se la ve recorriendo el mundo del Cine de Oro en México y sobre todo los convencionalismos del siglo XX, que no está exento de los señalamientos ni de la severa crítica a la mujer sola. Muestra la rigidez materna proveniente de algo más cruel del pasado. Los obstáculos para alcanzar la fama en un mundo provisto de tarjetas de cambio donde se incluye a la sexualidad y el libertinaje.

En ese escalón de la vida, donde van girando las cosas y que tienen una función, la mujer enfrenta realidades y no queda más que asumirse en “un papel” del momento.

No sabíamos o no queríamos saber que los políticos no rompían las leyes sobreentendidas. Las casas “chicas” eran bien vistas, siempre y cuando no perturbaran la paz de las “casas grandes”. Todas amábamos a nuestros imposibles maridos y pensábamos que, con tan sólo veinticinco años, no éramos mujeres compradas. Éramos víctimas de una situación injusta. Éramos la “otra” y serlo era algo tan humillante que, para olvidarlo, no teníamos más remedio que servirnos otra ronda de martinis.

Circunstancias en las que se encuentra la mujer ante sí misma, cuando la meta es ser “mejor” que el día anterior, incluyendo su costo.

Una de esas noches vimos el filme de Luis Buñuel. Los olvidados. Quedé impactada. No porque ignorara la existencia de la pobreza, sino porque nunca me había puesto a pensar cómo la miseria envilece el espíritu del miserable. Buñuel, de un golpe, había removido mi conciencia. Al salir de la sala, las “amigas” de los personajes comentaban lo espantosa que les había parecido la película. Yo avergonzada, guardaba silencio. Había pasado los últimos años coleccionando pieles y alhajas mientras que, a mi alrededor, millones de personas sufrían hambre y degradación. Mi vida no cambió por esta revelación, pero desde entonces empecé a sentirme aún más inquieta dentro de mi jaula dorada.

Aparecen las decisiones que una mujer enfrenta cuando es inexperta, ingenua, débil o insegura y las consecuencias no se hacen esperar. La vida enseña, aunque mamá esté lejos y sea casi inexistente.

Mujer en papel es un libro en el que, a lo largo de los pasajes, no se deja de sentir el desdén y el sinsabor de una mujer. Esa soledad dibujada en un rostro de tez morena. Ese llanto que produce el esperar a una madre desde el encierro de un orfanato desde pequeña. La crueldad del desamor materno. Una anécdota tras otra desde la infancia donde van amalgamándose tristeza y dolor. Ese duro vivir hasta encontrar el amor y echar todas las cartas al lado de su “príncipe azul”. La autora descubre lo que no creía tener de su padre, el escritor Carlos Fuentes, su gran amor.

Mamá Julia, madre de Rita, muestra su carta de presentación ante el escritor:

Mi madre acudió al estreno y, cuando por fin conoció a Carlos, toda remilgosa le dijo: “¡Quién hubiera creído que Conchita algún día sería actriz! De chiquita nadie daba un quinto por ella”. Carlos la detestó para siempre y me dijo que nunca, por ningún motivo, quería verla en nuestra casa. No me atrevía a decirle que Carlos se negaba rotundamente a verla pero ella lo sospechaba y empezaba a decirme que la familia Fuentes jamás permitiría que él se casara conmigo. Yo procuraba no hacerle caso, pero siempre salía molesta e inquieta de su casa.

Mujer en papel es un libro familiar en una época del México que se abre paso hacia la modernidad. Hay injusticias y hechos que sólo una mujer vive y conoce y que además marcan los rumbos en silencio. Este trabajo muestra ese andamiaje interior que cada historia tiene tras de sí. ®

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Publicado en: Éstos son nuestros papeles

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