Los caminos insondables…

Blogueras en regímenes totalitarios

Sin querer de ninguna manera establecer comparaciones literarias, sino mostrar los caminos insondables del ingenio, veo un cierto paralelismo con el hipertecnologizado instrumento del internet y el fenómeno de los blogueros en regímenes totalitarios contemporáneos. Todos conocemos a Yoani Sánchez y más de una docena de blogueros cubanos, en su mayoría mujeres.

Yoani Sánchez

Que el conocimiento es subversivo en realidad no es noticia, pero sí las formas en que el ejercicio de ese conocimiento desata la paranoia de los gobernantes. En el caso de la Alemania nazi, por ejemplo, Adolfo Hitler la emprendió contra una profesión tan inocua políticamente como la arqueología, puesto que a su parecer, hurgar en el pasado alemán ponía en evidencia precisamente la falta de un pasado alemán. Un poco para compensar esa carencia se forzó la barra con la mise en scène de la mitología wagneriana, sin llegar al extremo, por cierto, de exhibir unos restos mortales de Sigfrido, como sí lo hizo Chávez con los restos de Bolívar.

Guardando las distancias, creo que en la Venezuela contemporánea no hay ni un gremio profesional que no se sienta agraviado por el gobierno actual. El presidente la ha emprendido sucesivamente contra médicos, ingenieros, abogados y pare usted de contar, haciendo el salto cualitativo de abrir el abanico de agravios hacia categorías de clase como lo es la clase obrera. Es como si de alguna manera desconfiase de toda la sociedad venezolana y sólo se sienta cobijado en sujetos de ideologías dogmáticas o personas de culturas, religiones e idiomas tan alejadas de la idiosincrasia venezolana que su interacción se ve limitada y por ende es más fácil de controlar. No son pocos los rumores del control férreo ejercido sobre los operadores cubanos y a los iraníes los envuelve un halo de misterio, sólo levantado por el insólito desconocimiento de los derechos laborales de los obreros de la fábrica de autos.

Esa hostilidad se extiende a ciertas causas esgrimidas con nobles fines durante el tránsito hacia el poder, que luego se convierten en estorbos respecto de los cuales hay que elaborar sesudos y enrevesados argumentos para lograr neutralizarlas. Si algún viso de coincidencia queda en la maltrecha sociedad venezolana es que la Constitución de 1999 consagra en su seno una extensa defensa a los Derechos Humanos en toda su gama de generaciones: individuales, sociales, colectivos, etcétera.

La máxima instancia jurisconsulta de la república tuvo a bien introducir en la interpretación de esos derechos elementos totalmente metajurídicos que aseguran que en esa materia, al menos, el presente periodo político oscilará entre el oprobio y el olvido. Interpretan nuestros doctos magistrados:

Fundamentalmente, la doctrina de los derechos naturales que defendió el liberalismo, con los matices que es necesario tener en cuenta, predicó el carácter absoluto e inalienable de los derechos del hombre. Sin embargo […], tales derechos los vinculó dicha doctrina, en la práctica, a los del hombre burgués, entendiéndose por tal, fundamentalmente, al empresario, al comerciante, al propietario, al industrial, en fin, al que se catalogaba como “hombre de éxito”. A este hombre, además, se le reconocían ciertas cualidades asociadas a su éxito; se decía de él que era más racional, más equilibrado, más inteligente y más audaz que los no poseedores. Se afirmaba que todos los hombres “nacen y permanecen libres e iguales en derechos”, y en tal medida, todos ostentaban las mismas oportunidades iniciales. Los exitosos habrían demostrado ser, por tal motivo, más capaces que el resto, pues nada había impedido a aquéllos, salvo su propia pereza, obtener los mismos resultados. Las leyes que establecían beneficios para los menos exitosos no se dictaban con arreglo a la satisfacción de un derecho fundamental o de un derecho natural, sino para corregir una situación que era indeseable para el tráfico mercantil o que perjudicaba la industria o el comercio, o para precaver los reclamos de los grupos más conscientes de la injusticia del sistema [TSJ, Sentencia 1.049/2009].

Si yo dirigiera las riendas del Quai d’Orsay hubiera enviado al gobierno venezolano una enérgica nota de protesta: ¡Vaya manera de despacharse nada más y nada menos que la Revolución francesa!

Que el conocimiento es subversivo en realidad no es noticia, pero sí las formas en que el ejercicio de ese conocimiento desata la paranoia de los gobernantes.

El razonamiento que subyace a la sentencia es un argumento que se esgrimió reiterativamente durante la Guerra Fría por parte del bloque socialista: en aras del bienestar colectivo y del otorgamiento de derechos sociales, deben pasar a un segundo plano los derechos individuales. Vistas las penurias y carencias que sufrieron y sufren las sociedades donde se aplicó este modelo ideológico, es lógico concluir que el privilegio de los derechos sociales sobre los individuales no respondía a un interés de beneficiar a la población, sino de reprimirla y controlarla. Entran en juego pues una serie de prohibiciones y regulaciones, entre otras las relativas a lo que la población puede y debe leer, a lo que es lícito percibir como la realidad, a los sentimientos prohibidos y permitidos.

Cuenta Anna Ajmátova, la gran dama de la poesía rusa, en su prefacio al poemario Requiem, que durante los terribles años del terror estalinista pasó diecisiete meses en las colas de la prisión de Leningrado. En una oportunidad alguien la “reconoció”. Entonces, una mujer de labios azulados parada detrás de ella salió de su estupor y le susurró al oído: ¿Puedes describir esto? Y ella contestó: Sí, puedo. De seguidas un esbozo de sonrisa apareció en lo que en algún momento había sido un rostro [The Complete Poems, Zephyr Press, 1997, p. 384].

Muchos de los grandes escritores rusos fueron perseguidos y asesinados durante la época del terror, pero el pueblo raso ideó una manera de burlar la censura y circulaba profusamente unas copias artesanales de los textos prohibidos llamados samizdat.

Sin querer de ninguna manera establecer comparaciones literarias, sino mostrar los caminos insondables del ingenio, veo un cierto paralelismo con el hipertecnologizado instrumento del internet y el fenómeno de los blogueros en regímenes totalitarios contemporáneos. Todos conocemos a Yoani Sánchez y más de una docena de blogueros cubanos, en su mayoría mujeres. Extraordinaria capacidad de narrar la “realidad” prohibida y el día a día de un individuo que se niega a ser borrado:

Me prometí no dejarme molestar por los resultados de cierto estudio realizado por científicos estadounidenses y otros de la Universidad de Cienfuegos sobre los positivos efectos que generó el periodo especial en nuestra salud física […] Aun así, me gustaría leerme en su totalidad el estudio hecho por estos científicos y buscar si en algún lugar, junto a expresiones como “presión arterial”, “sedentarismo”, “colesterol” y “salud”, aparecen otras como “felicidad”, “tranquilidad” y “sueños” [Cuba Libre, Debate, 2010, p. 64].

Yoani Sánchez definitivamente puede describir “eso”.

He leído recientemente en un periódico alemán del surgimiento de este fenómeno en los países musulmanes, sobre todo en Egipto, donde un número reducido de blogueras —sí, de nuevo mujeres— se dedican a navegar los espacios cibernéticos para denunciar los maltratos y torturas que los cuerpos de seguridad del Estado cometen contra activistas disidentes. Las autoridades han tratado de controlarlas, sin mucho éxito.

Ya lo comentaba en una oportunidad el escritor chileno Jorge Edwards: “El único espacio que no pudo copar nunca la dictadura chilena fueron los bautizos de libros”. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Febrero 2011

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