EL ROL DE LOS COMENTARISTAS Y LA INVERSIÓN EN EL FUTBOL

Aquí y en Londres

Yesenia con Enrique "el Perro" Bermúdez, quizás el narrador más popular de nuestro país

A pesar de que al comentarista le gusta el futbol –y no de ahora, sino desde siempre– y a pesar de que justo en este momento se está inaugurando el XIX Campeonato del Mundo, el comentarista se ha hecho el propósito de no ocuparse del asunto.

Y ello por tres razones: porque aun en momentos como éste, cuando la marea planetaria del balompié está en lo más alto, no todo es futbol; porque nunca han faltado quienes buscan aprovecharse de las pasiones deportivas de la colectividad para utilizarlas en su provecho, y sin pasar por alto que ya en más de una ocasión han servido hasta para legitimar sátrapas, y porque un juego como el futbol, de suyo noble, debiera ser consumido como se aconseja en los comerciales de bebidas espirituosas: “todo con medida”.

Así que, a riesgo de ser aguafiestas, el comentario de hoy, 11 de junio de 2010, día en que se inaugura el Campeonato Mundial de Futbol de Sudáfrica, va por otro lado: por el del uso y el abuso del dinero público, sobre todo ahora que los diputados locales de Jalisco  reportan que el presupuesto asignado para este año ya casi se les agotó. Y, tan frescos, han dicho que con 320 millones de pesos adicionales podrían salir del apuro.

Pero nuestros “representantes populares” no son los únicos despilfarradores del erario. También califican como presupuestófagos desmedios nuestros altos burócratas (estatales, municipales, universitarios) e incluso integrantes de ciertos organismo “ciudadanizados” como es el caso del Consejo Electoral y de Participación Ciudadana de Jalisco, cuyos consejeros, por si alguien no lo sabía, perciben un sueldo mayor al de un funcionario de primer nivel de la Gran Bretaña.

Aun cuando las comparaciones puedan resultar odiosas, a veces se hacen necesarias. Mientras que en una potencia mundial como Inglaterra se está aplicando, en estos mismos días mundialistas, un severo programa de austeridad gubernamental, en Jalisco (uno de los 32 estados de un país del Tercer Mundo) esa palabrita, austeridad, no figura en el diccionario práctico de la alta burocracia.

Por el contrario, en nuestros tristes trópicos políticos –aun en tiempos como los que corren, de vacas flacas–, lo habitual es el despilfarro de los recursos públicos. Esta contradictoria situación hace pensar que vivimos en algo muy semejante al mundo al revés, pues al tiempo que vemos cómo en una nación rica (el Reino Unido) se pugna por un gobierno austero, en el otro extremo (en la periferia de un país pobre, como el nuestro) la sociedad tiene que cargar, como el Pípila, con el fardo de una de las clases gobernantes  más onerosas y poco eficientes del orbe.

El nuevo gobierno británico, que encabeza David Cameron, prácticamente debutó, hace poco más de un mes, con un recorte presupuestal, que este año andará rondando los 7,300 millones de euros, cantidad que equivalea 110 mil millones de pesos, o para ponerlo en términos prácticos, a 17 veces el costo del anunciado viaducto de veintitantos kilómetros (o Vía Express) que atravesaría Guadalajara, de oriente a ponente, a diez metros por encima de las vías del ferrocarril.

De ese tamaño es el ahorro que lo británicos van a obtener, aplicando un decidido recorte a los gastos de su aparto gubernamental. De este modo, ni siquiera los funcionarios de primer nivel, incluidos los ministros, contarán en lo sucesivo con vehículo oficial  ni hacer viajes aéreos en primera clase.

Pero si se voltea a nuestra medio, ¿qué sucede? Precisamente, lo contrario: funcionarios derrochadores y manirrotos con dinero que no es suyo, sino de la ciudadanía, dinero que malgastan y dilapidan sin medida.

¿No sería posible que nuestros dizque “representantes populares” y demás encumbrados “servidores públicos”  siguieran el ejemplo de los funcionarios británicos? “Posible”, sí. Y deseable, también.

En nuestras circunstancias actuales, cuando las necesidades de la sociedad y los índices de pobreza son mayores que en las épocas de crisis, ¿sería mucho pedir que nuestros funcionarios renunciaran al uso de vehículos oficiales, que recortaran sus gastos de representación, el pago en asesores, en telefonía celular y en otros rubros?

¿Por qué si en Inglaterra sí se puede, aquí –donde, sin duda, más se necesita–pareciera algo imposible? Lo más extraordinario –en el caso de Inglaterra, claro está– es que varios funcionarios de aquel país aceptaron y de buena gana esas medidas de austeridad, declarándose dispuestos a acudir a su oficina, usando su propio coche, y hasta a compartiéndolo con otra persona y, cuando fuere necesario, recurriendo al transporte público.

El gobierno británico anuncia que la mayor parte de los 7,300 millones de euros, que serán recortados a su presupuesto de este año, va a invertirse en gasto social (preferentemente, en educación, salud y vivienda popular), y el resto sencillamente será ahorrado.

¿Y nosotros, cuando llegaremos a tener esta clase de funcionarios, dispuestos a vivir como la mayoría de la sociedad, a la que retóricamente (demagógicamente, pues) dicen estar consagrados? ¿O es mucho pedir? Para nuestra desgracia, tal vez sí sea pedir demasiado.

Gracias por la atención. Y a pesar de lo dicho inicialmente, qué a la Selección Mexicana de Futbol le vaya mejor que a Felipe Calderón con el narco, o que a Emilio González Márquez con la Suprema Corte de Justicia de la Nación. ®

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Publicado en: Barra brava, Junio 2010

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