Memoria y redención

Fotografía de tres muchachas

Fotografía de tres muchachas es una obra constituida por tres monólogos interconectados y dialogados que superan la dimensión del teatro convencional.

Fotografía de tres muchachas. Fotografía de Alma Curiel / CarteleradeTeatro.mx

“Nada es tan mío como el mar cuando lo miro.” En algún momento de su monólogo, con los ojos llorosos, Mónica Jiménez hace suyo este verso de Elías Nandino. No se sabe si el incipiente llanto es parte del profesionalismo histrión o si sale desde el fondo de su alma. Lo que sí es incuestionable es la pasión de la voz de juventud cuando cuenta a su prima que quiere dejar Barranquilla para ir a México a estudiar teatro, “Mi vida está en tus manos”, le dice, porque desde los siete años tiene claro que quiere dedicarse a ello. “La maternidad es tan rotunda.” Habla Verónica Olmedo recogiendo bloques de juguete que va conectando uno a uno con una nostalgia justificada momentos anteriores, al evocar la plenitud de su existencia frente al público que la vitorea y le lanza flores. Mahalat Sánchez pone un pequeño cofre de madera pegado a su pecho, en él guarda las cartas que le envió su madre y amigos tras dejar Mexicali para buscar su sueño (¿suyo?) de convertirse en actriz en la Ciudad de México. Las lee cada vez que se siente sola, no obstante, el tiempo poco a poco se lleva a su gente de la memoria puesto que en la metrópoli ha formado una nueva familia.

La perspectiva crítica del mundo que las rodea y que es el de tantas mujeres que luchan día a día contra el “deber ser”, las obligaciones morales y la hostilidad cotidiana están presentes. Es allí donde se despliega la obra, ya no sólo son ellas quienes comparten, el espectador también se ve envuelto y partícipe, sin que sea posible escapar a la reflexión, las mujeres quizá sobre alzar la voz y sanar heridas emocionales…

Fotografía de tres muchachas es una obra constituida por tres monólogos interconectados y dialogados que superan la dimensión del teatro convencional. El foro, el vestuario y la sencilla escenografía, menesteres del universo del montaje, parecen pincelados con sutileza y precisión para que el espectador se entregue principalmente y por completo a las voces y movimiento de los cuerpos, expresiones poderosas de Mahalat, Verónica y Mónica, quienes a través de la autoficción cuentan sus trayectos de vida personal y profesional a la luz del presente, después del paso de los años. Si Emilio Carballido dice que el teatro tiene que hacerse con sinceridad, la esencia de Fotografía de tres muchachas radica en ello, pues no hay personajes sino una autoficción derivada de un proceso de nueve meses de laboratorio y, lo más importante, un clavado al archivo interior de cada una para poner ante el espectador ese recorrido nostálgico y a veces doloroso, catarsis que permite la propia aceptación y el discernimiento de los deseos. La perspectiva crítica del mundo que las rodea y que es el de tantas mujeres que luchan día a día contra el “deber ser”, las obligaciones morales y la hostilidad cotidiana están presentes. Es allí donde se despliega la obra, ya no sólo son ellas quienes comparten, el espectador también se ve envuelto y partícipe, sin que sea posible escapar a la reflexión, las mujeres quizá sobre alzar la voz y sanar heridas emocionales, los hombres hacia instaurar nuevas masculinidades.

Mónica, Verónica y Mahalat fluyen en tres partes: la palabra precisa, poética, arquetípica y empoderada; la fiesta, el baile, la risa y la inocencia; por último, en una de las escenas tal vez más orgánicas y quizá motivo de su cúspide, en el camerino del foro se cambian la ropa, remueven el maquillaje de sus rostros, bromean, sonríen, hablan de su gran pasión —el teatro— con la familiaridad de las amigas que tienen la suerte de haberse encontrado a pesar de los caminos tan distintos y a cuestas. Regresan al escenario y tomadas de la mano se saben —y sabemos quienes estamos allí— que no están solas, que no hay fracaso, ligas mayores o vacas sagradas, que nada estuvo ni está mal con sus cuerpos y pensamientos, que nunca será tarde para el amor propio y plantarse con firmeza en el presente. Y lo más importante: que ya sea dentro o fuera del escenario: “brillan muy cabrón”.*

Dramaturgia colectiva: Mahalat Sánchez, Mónica Jiménez y Verónica Olmedo. Dirección: Ximena Sánchez de la Cruz y Mahalat Sánchez. Presenta: Compañía Centinela Teatro.

* Mahalat tiene una línea que versa: Cuando estoy en el escenario, brillo muy cabrón”.

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Publicado en: Artes escénicas

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