¿Cuál es límite que la conciencia de cada uno debe ponerse para no hacerse cómplice de la mentira, de la falsedad, de la represión o de la corrupción? Yo sé que en mis amigos que siguen leales al MAS existe un conflicto cotidiano que los hace dudar sobre su posición, y que en última instancia los hará separarse del esquema.
Debo decir, ante todo, que los amigos a los que me refiero merecen todo mi respeto. Los conozco desde hace muchos años, he trabajado con ellos en proyectos de desarrollo y cambio social, hemos compartido los avatares del exilio y de la persecución, y sé que son personas honestas, valiosas por su trabajo y seres humanos dotados de principios y valores que los han acompañado toda su vida. Estos amigos no tienen nada que ver con la marabunta de arribistas y corruptos del Movimiento Al Socialismo —MAS— que han llegado al gobierno para saquear y para usufructuar arbitrariamente del poder. Esos no son mis amigos.
Hay excepciones. Tengo algunos amigos próximos al MAS, que no ocupan cargos (todavía) pero están en busca de ello, porque cada vez que pueden sacan a relucir su escarapela con la efigie de Evo Morales y su discursito contra “los gobiernos neoliberales del pasado”, y creen que uno no se acuerda de que ellos medraron a la sombra de esos gobiernos neoliberales, y ocuparon puestos en delegaciones diplomáticas, en alcaldías, etc. Dan ganas de hacer una lista con nombres y apellidos, porque la gente se olvida y les permite reciclarse como furibundos “neo-revolucionarios”.
Pero volvamos a los que son honestos de verdad. ¿Hasta dónde puede una persona honesta ceder en sus principios en aras de un proceso de cambio que está minado por dentro, por los propios actores que lo impulsan? ¿Cuál es límite que la conciencia de cada uno debe ponerse para no hacerse cómplice de la mentira, de la falsedad, de la represión o de la corrupción? Yo sé que en mis amigos que siguen leales al MAS existe un conflicto cotidiano que los hace dudar sobre su posición, y que en última instancia los hará separarse del esquema.
Algunos han participado en el gobierno del MAS y han salido escaldados. Cada uno de ellos podría contar mucho sobre lo que ha vivido “desde adentro”: las manipulaciones palaciegas, la influencia política directa (más de lo que yo mismo creía) de funcionarios del gobierno venezolano, los clanes de corrupción incrustados en los ministerios, los humores dictatoriales de Evo Morales, la cobardía de ministros y viceministros que en los pasillos critican la gestión de gobierno, pero continúan en el esquema y no abren la boca cuando tienen oportunidad de hacerlo.
¿Hasta qué punto deben tolerar la injusticia, ellos que han luchado por la justicia durante toda su vida? ¿Hasta dónde van a tragarse la mentira, ellos que lucharon a riesgo de sus vidas por la verdad? ¿Hasta cuándo van a soportar la humillación que supone sumarse a un discurso político vaciado de contenido y tan distante de la realidad, ellos que militaron con coherencia?
Mis amigos del MAS tienen una trayectoria política en partidos de la izquierda boliviana, de los que se separaron cuando los ideales que esos partidos decían defender fueron traicionados. Eso no es raro en política: uno se adhiere a un partido porque cree en los ideales que defienden sus dirigentes, pero al pasar de los años se da cuenta de la traición y no tiene más remedio que apartarse, cuando la conciencia y los principios lo llaman a hacerlo.
Uno se adhiere a un partido porque cree en los ideales que defienden sus dirigentes, pero al pasar de los años se da cuenta de la traición y no tiene más remedio que apartarse, cuando la conciencia y los principios lo llaman a hacerlo.
Sobran los ejemplos. Fue muy duro para los militantes del Partido Comunista Boliviano (PCB) en los años sesenta soportar la traición de sus dirigentes que le dieron la espalda al Ché Guevara y propiciaron su inmolación en Bolivia. Fue igualmente duro para quienes se separaron del PCB y fundaron el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), bajo la batuta del furibundo “Motete” Zamora, ser testigos de la involución de este tránsfuga que terminó aliado a partidos de la derecha. Y qué decir de quienes creyeron en el MIR y su conductor, Jaime Paz Zamora, y tuvieron que ver sus piruetas políticas y su alianza “sobre ríos de sangre” con Banzer, el dictador.
Las decepciones políticas llevan a los militantes honestos a elegir entre dos caminos cuando sienten que los ideales han sido traicionados y que los dirigentes acomodan la realidad a sus intereses personales. Muchos militantes deciden apartarse, ya sea para pasar a la sombra o para participar en otro proyecto político que retome los ideales por los que han luchado antes. Pero otros menos éticos prefieren cerrar los ojos, tragar sapos y seguir militando en una estructura que les ofrece comodidades, como ser un cargo en el gobierno, un buen salario, una pensión. Esta posición, que raya en el oportunismo o en la debilidad de espíritu, es triste. Algunos lo hacen imbuidos de un sentido de “lealtad” que en última instancia los traiciona, porque la lealtad se debe a los principios y no a las personas. Las personas, los dirigentes políticos, como hemos visto antes, cambian y abandonan los ideales.
Bolivia vive un escenario contradictorio y dramático en estos años. Un gobierno que se dice de izquierda y proclama su intención de “refundar” el país en la realidad cotidiana actúa irresponsablemente y, peor aún, con autoritarismo y con veleidades dictatoriales a pesar de haber sido elegido por votación popular. Estamos frente a un gobierno que miente, que propicia la corrupción con decretos arbitrarios y que hostiga a la oposición mediante acciones violentas de grupos soliviantados (o pagados) para ese fin.
Frente al abuso y a la corrupción, al doble discurso y a la impostura, ¿qué actitud pueden tomar mis amigos del MAS? Algunos ya se han desmarcado. Poco a poco el MAS ha ido perdiendo su mejor gente (así como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria —MIR— perdió en su momento sus mejores cuadros que dieron origen al MIR-BL y al MIR-Masas). Los que se queden en el MAS, a pesar de todo, tendrán que explicar algún día por qué lo hicieron. Cuando lo hagan, no valdrá la excusa de que “no sabían lo que estaba pasando”, porque el país entero lo sabe.
Dos o tres hechos recientes deberían ser suficientes para que mis amigos del MAS tomen, al menos internamente, una posición crítica que los dignificaría. Uno de esos hechos es la agresión orquestada a través de pobladores de Huatajata para atacar la casa y familia de Víctor Hugo Cárdenas. El ataque —uno de tantos— es una prueba de la arbitrariedad y de la violencia que propicia el MAS, pero es aún más vergonzosa y lamentable la reacción oficial después de esos hechos. Evo Morales, presidente electo por un poco más de la mitad de los bolivianos, abrió la bocota para justificar la agresión, pero no para censurar a los agresores. El vicepresidente, Robespierre de alasitas, sugirió que la casa del ex vicepresidente Cárdenas podría ser expropiada. Ambos se desdijeron unos días después al darse cuenta de los alcances del repudio nacional e internacional. Sólo un funcionario en sus cabales, el viceministro Almaraz, habló con la verdad.
Uno se pregunta qué hay en la cabecita de estos dirigentes de la “refundación” de Bolivia, pero además, uno se pregunta hasta dónde puede la gente honesta que aún queda en el MAS acompañar las arbitrariedades. ®
Rasi
It’s a joy to find somneoe who can think like that