Música de Wagner en la pantalla

La obra de arte total

Para Wagner la música tenía que estar al servicio del drama. Para muchos fue un director de escena más que músico. Fue el creador de los “leitmotivs”, temas musicales que estaban asociados a toda la trama en sus historias, una idea musical retomada en muchos de los filmes de género de ficción científica, fantasía y aventura.

Los amigos son tan, pero tan, espeluznantemente bellos, que yo les gritaría ¡Bienvenidos!, gozoso, lleno de lágrimas, así vinieran del infierno.
—Robert Lowell

A la memoria del crítico de cine Gustavo García1

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La radicalidad, la transgresión y el perfeccionismo forman parte de la personalidad de los trabajos fílmicos del danés Lars von Trier, el estadounidense Francis Ford Coppola y el alemán Werner Herzog. Pienso esto al volver los ojos a sus cintas Melancholia (Dinamarca-Suecia-Francia-Alemania, 2011), Apocalypse Now (Estados Unidos, 1979) y Nosferatu: Phantom der Nacht (Alemania, 1979), respectivamente, las cuales son versiones fílmicas de infiernos posibles en este mundo poblado de locura.

En las tres se relatan historias de ficción delirante; en la primera, el planeta Melancolía reventará al impactarse, sin remedio, con la Tierra y la espera es angustiante; en la segunda, un grupo de soldados se topa con la sinrazón humana producto de la guerra, el trayecto por un río entre la selva es alucinante; en la tercera, el vampiro Nosferatu lleva al pueblo la peste de las ratas a bordo de un barco con olor a podrido, el monstruo de la demencia va acechando a sus habitantes. Pero hay un vínculo más que las entrelaza, me refiero a la música de otro personaje no menos polémico, el alemán Richard Wagner, a quien este año el mundo de la cultura y el arte lo recordó al celebrar 200 años de su natalicio, el 22 de mayo de 1813.

Wagner, ese genio compositor alemán, artista visionario y antisemita que con su “obra de arte total” inspiró al dictador Adolf Hitler para la realización de sus más atroces sueños de limpieza racial en Alemania y el mundo; ese amigo entrañable del filósofo Friedrich Nietzsche, quien le dedicara al músico un ensayo con el nombre Nietzsche contra Wagner. Ese “viejo mago del norte” —como lo llamó ese escritor— también ha sido inmortalizado en filmes de Von Trier, Coppola, Herzog y otros más como Hitchcock, Chaplin o Buñuel, quien en Mi último suspiro relató que les gritaba a quienes trabajaban en su película Un perro andaluz: “Mira por la ventana, como si estuvieras escuchando a Wagner. Más patético todavía”.

En Nietzsche contra Wagner el filósofo escribe que hay una música sin porvenir, y ésa es la de Wagner: “La época de las guerras nacionales, del martirio ultramontano, todo este carácter de entreacto que es propio del estado actual de Europa, pudiera de hecho procurarle una gloria momentánea a un arte como el de Wagner, sin garantizarle por ello un futuro”.

“Cabalgata de las valkirias”, por ejemplo, es uno de los trofeos fúnebres de Wagner. Este drama musical —como gustaba definir a sus obras el artista— ahora forma parte, según el crítico Juan Arturo Brennan, de la “iconografía de la persecución”. Esto porque Francis Ford Coppola la utilizó en Apocalipsis ahora en la escena del bombardeo con napalm de la playa de Hanoi por órdenes de un coronel desquiciado que desea surfear en ese lugar. Desde unas poderosas bocinas en uno de los helicópteros se anuncia el ataque con el comienzo del tercer acto de “La valkiria”, la segunda ópera de la tetralogía de El anillo del nibelungo, de Wagner, y recuerda que con esa misma pieza los nazis sonorizaban las torturas a los judíos confinados en guetos.

En Nietzsche contra Wagner el filósofo escribe que hay una música sin porvenir, y ésa es la de Wagner: “La época de las guerras nacionales, del martirio ultramontano, todo este carácter de entreacto que es propio del estado actual de Europa, pudiera de hecho procurarle una gloria momentánea a un arte como el de Wagner, sin garantizarle por ello un futuro”.

Poco queda de eso cuando al ver Melancolía, de Von Trier, se escucha al comenzar el preludio y la muerte de amor de “Tristán e Isolda”, compenetrándose con los paisajes de la Tierra y Melancolía en colisión, una belleza abrumadora que acentúa el color orquestal de esas imágenes a través de las notas de esa melodía, entre tierna y majestuosa, que rodea al espectador en la sala.

Cómo olvidar, además, ese 19 de mayo de 2011, en el Festival de Cine en Cannes cuando el danés dijo en la conferencia de prensa por Melancolía que

“Quería ser judío y después descubrí que en realidad era un nazi, ya saben, porque mi familia era alemana, lo que también me agradaba. […] Comprendo a Hitler. Creo que hizo algunas cosas mal, sí, absolutamente. […] No es lo que llamarías un buen [tipo], pero lo entiendo bastante y simpatizo un poco con él. […] Bien, soy nazi”.

Aunque el cineasta se retractó después de ser nombrado “persona non grata” en ese evento fílmico y añadir que no volvería a dar nunca una conferencia de prensa. Le dijo, también, a la periodista Beatrice Sartori que amaba la melodía de “Tristán e Isolda” “por su pulsión romántica y porque habla de cómo la muerte de algún modo nos purifica.[…] Es un sentimiento muy danés y alemán. Por eso, considero Melancolía una película esencialmente romántica”.

Melancolía, la historia de una recién casada —y al terminar la fiesta, abandonada— que se queda con su hermana, su cuñado y su sobrino en esa mansión poscelebratoria antes del fin del mundo. Belleza y horror reunidas frente a la catástrofe.

Para Wagner la música en las óperas tenía que estar al servicio del drama. Para muchos fue un director de escena más que músico —tal vez en nuestros tiempos podría haber sido director de cine. Fue el creador de los “leitmotivs”, temas musicales que estaban asociados a toda la trama en sus historias, una idea musical retomada en muchos de los filmes de género de ficción científica, fantasía y aventura.

Wagner es “el gran sacerdote de la religión artística”, como le dijera Nietzsche, y su música para “atacar los nervios”, a lo que yo añadiría que en infiernos fílmicos espeluznantemente bellos y repletos de locura y catástrofe melancólica sin fin.

Wagner vivió errante y perseguido por deudas económicas, lo que paradójicamente nutrió su obra, y tres mujeres lo marcaron en su vida y en sus composiciones: la actriz Minna, la poeta Mathilde y la hija de un amigo, Cósima. El rey Luis II de Baviera le hizo realidad uno de sus sueños, montar en Bayreuth, Alemania, un teatro para presentar sus óperas. Ahí mismo Wagner vivió en una mansión que el músico nombraría como “Paz tras la locura” (Wahntried). Así, el 13 de agosto de 1876 se estrenaría ese recinto con innovaciones para la representación escénica, como la eliminación de los palcos laterales “de tal manera que el espectador pudiese concentrar su total atención al escenario”, explica el compositor Mario Lavista, y con esta finalidad Wagner “ordenó que la luz de la sala estuviera apagada durante la representación […] y para evitar cualquier distracción mandó a construir lo que él llamó ‘el abismo mágico’, que hizo posible que la orquesta con todo y director tocara en un foso fuera de la mirada de los espectadores” [Laberinto, Milenio Diario, 18 de mayo de 2013].2

En ese espacio se realiza, cada año, el Festival de Bayreuth para ver y escuchar la tetralogía de Wagner, la cual dura más de diez horas. Mario Vargas Llosa una vez asistió y lo cuenta en “Los dioses mueren en Bayreuth”. Ahí explica que Wagner diseñó ese sitio para que sus óperas fueran vistas y escuchadas:

“En estado de alerta marcial y espiritual, en una postura física reñida con toda forma de abandono, descuido o complacencia. Ningún aplauso interrumpirá la función y, si algún imprecavido forastero rompe esa regla, cientos de miradas admonitorias lo vitrificarán en la oscuridad. […] Hay algo denso y funeral en este ambiente, sin dejar de ser electrizante. Pero tanta corrección y formalismo contrastan fantásticamente con el enloquecido aquelarre de que es escenario el teatro de Bayreuth cada tarde, cuando se levanta el telón, irrumpe la música y se desencadenan las pasiones, las hazañas, los crímenes que van tejiéndose en torno y a partir de ese pecado original. […] Tal vez la música de Wagner nos acerque más al diablo y al infierno que a Dios y al cielo, pero, no hay duda, gracias a ella salimos de la vida cotidiana y previsible, de lo rutinario y sabido, y accedemos a un mundo de valores y formas distintos a los que estamos acostumbrados, un mundo de excesos y de extremos, de absorbente belleza y aterradores peligros, de pasiones desorbitadas y sensaciones exquisitas. Una música que es siempre una revelación y una catarsis. […] Lo extraordinario es que, después de cada una de las óperas de la Tetralogía, los wagnerianos de Bayreuth, en vez de tomarse un válium y meterse a la cama a recuperarse de la tremenda experiencia, invadan las tabernas de la ciudad y apuren grandes jarras de cerveza y fuentes de salchichas con bratkartoffeln y sauerkraut [“Piedra de toque”, El País, 8 de agosto de 2010].

En tanto, para el realizador cinematográfico Werner Herzog, quien también ha sido director de escena operística y que musicalizó películas como Nosferatu con “El oro del Rin”, de Wagner, ha dicho que está un poco harto sobre los temas referentes al compositor y su antisemitismo, así como de los chistes de las películas de Woody Allen sobre el compositor alemán. “Wagner fue una persona problemática”, dice Herzog en una entrevista con Miguel Ángel Villena:

…llevó una vida casi mediocre y que tenía una personalidad bastante anodina. Pero su música es grandiosa, conmovedora y brillante. Parece una contradicción lo que afirmo, pero no lo es en absoluto. […] En cualquier caso, Wagner no es el responsable de Hitler como tampoco se puede acusar a Marx de los crímenes de Stalin [El País, 29 de enero de 1999].

Wagner es “el gran sacerdote de la religión artística”, como le dijera Nietzsche, y su música para “atacar los nervios”, a lo que yo añadiría que en infiernos fílmicos espeluznantemente bellos y repletos de locura y catástrofe melancólica sin fin. ®

(Versión replicada de este artículo publicado originalmente en Timonel, la revista literaria del Instituto Sinaloense de Cultura en su año 3, número 11, de noviembre de 2013.)

Notas

1 La versión de la revista Timonel —en donde fue publicado originalmente este ensayo— iba dedicada a Gustavo García cuando todavía se encontraba hospitalizado: “A la salud y pronta mejoría del crítico de cine Gustavo García”, se lee, pero días después se dio a conocer su lamentable deceso, acaecido la mañana del 7 de noviembre. El también investigador cinematográfico permaneció durante cinco meses en terapia intensiva, primero en el Hospital Ángeles del Pedregal y luego en el Hospital de Alta Especialidad “Adolfo López Mateos” del ISSSTE, ambos en la Ciudad de México, por un paro respiratorio, luego de una operación gástrica urgente en junio pasado. ¡Buen viaje, profesor, con música de Wagner!

2 Como parte de las celebraciones del bicentenario del nacimiento de Richard Wagner, la Cineteca Nacional exhibió, a principios del mes de mayo de 2013, en su foro al aire libre Gabriel Figueroa, varias óperas del músico alemán. Ironías de la vida, algunas de las parejas de jóvenes que se encontraban recostados sobre petates distribuidos en el área de jardines de ese espacio estaban besándose o comiendo empanadas y café, o de plano durmiendo, mientras en la pantalla se veía una de las magnánimas óperas de Wagner, Parsifal, la cual fue una escenificación fílmica de Alemania Occidental de Wolfgang Wagner con dirección musical de Horst Stein, 1981. El caballero Parsifal, para salvar a la humanidad, debe recuperar el Santo Grial que está en posesión de un malvado mago traidor, al tiempo en que tendrá que renunciar a los placeres terrenales para conseguir la victoria. Para Wagner, ya lo escribió Vargas Llosa, sus “dramas musicales” debían de ser vistos y escuchados “en estado de alerta marcial y espiritual, en una postura física reñida con toda forma de abandono, descuido o complacencia. Así, parlamentos cantados por voces de cisnes como “Qué haces ahí tundida como un animal” o “¿Qué los animales no son sagrados?”, bajo este contexto juvenil, toman otro sentido. Mejor homenaje mundano al compositor alemán, imposible.

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Publicado en: Cine, Diciembre 2013

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