Ha llegado la hora de repensar, reaprender y avanzar hacia otras culturas políticas y económicas, que sepan ser mejores o intentar algo mejor que todos nuestros pasados, lejanos e inmediatos.
“Gutiérrez Barrios se dio cuenta del sentido de nuestra lucha” … “Nació una relación de amistad y de respeto con el principal jefe de la Policía Federal” del PRI.
—Fidel Castro, Guerrillero del tiempo: conversaciones con el líder histórico de la Revolución cubana, 2011.
¡Qué bueno que ya volvió el PRI!
—Raúl Castro, 2013.
No es tan grande el apoyo de la sociedad mexicana a Cuba. “Cuba”. Más precisamente, dentro de la sociedad mexicana y a lo largo del siglo XXI, el apoyo a la Revolución y al régimen castrista de Cuba no es tan grande como algunos creerían. No tanto como se podría creer dada la retórica omnipresente de hermandad latinoamericana.1 No obstante, el apoyo ha sido y sigue siendo mayor entre la clase política y mediática. Todos los políticos obradoristas están con “Cuba”, por ser de izquierda estancada unos, priistas otros, oportunistas repetidores los demás y (re)priizados todos, al fin y al cabo. Tal es la tendencia priista de ayer y hoy: “estar con Cuba”, no contra su dictadura. No es lo mismo que decir que todas las izquierdas están a favor del castrismo; en cambio, es correcto decir que no todas las izquierdas lo están: muchas sí, pero la izquierda más avanzada rechaza el viejo autoritarismo sostenido desde fuera de la isla con alfileres románticos y contradicciones comerciales. Para resumir hasta aquí: no todos los obradoristas son de izquierda, no todas los izquierdistas mexicanos son castristas, ni cubanófilos, son todos los obradoristas y priistas quienes están con los gobiernos cubanos, y más de un panista de élite también.
Sorprendente acaso para ciertas mentes: no todos los líderes panistas han sido antiCuba o plenamente anticastristas. En general, parece que casi nadie de los “amigos de Cuba” entre las élites “no priistas” se da cuenta de que ese cubanismo —finalmente procastrista— tiene relaciones con el priismo, puesto que muchas veces se relaciona con imágenes locales creadas durante o influidas por el priato. Y, en el caso de los panistas referidos, influidas también por el conservadurismo antiliberal del siglo XIX —los liberales de la Reforma tendían a preferir y hasta admirar a Estados Unidos y fueron apoyados por el gobierno de esa república más o menos democrática, con lo que lo republicano significaba en ese siglo, mientras que los conservadores se oponían al liberalismo y republicanismo y buscaron inspiración y apoyo en monarquías europeas.2
A diferencia de la creencia del “pueblo” obradorista de que todos los panistas son proyanquis o “imperialistas”, algunos analistas sabemos que buena cantidad de los panistas de provincias han sido españolistas y antiyanquis, como en Guanajuato y Puebla (o, descritos de otro modo, los estados de Cuévano y Puéblano…). Cada vez son menos pero los hubo y los hay, sobreviven. Otro ejemplo: según Castañeda, Felipe Calderón, que era “antiamericano de piel por católico ultramontano y decimonónico, y sincero admirador de los Castro, en vano desplegó serios esfuerzos para reconciliar al gobierno de México con La Habana a lo largo de seis años” (p. 499), después de los conflictos ocurridos en el sexenio anterior, el de Vicente Fox con el mismo Castañeda como secretario de Relaciones Exteriores. “La relación se mantuvo congelada hasta que la debilidad de Calderón por la trova cubana y el antiamericanismo tropical lo condujo a concesiones desmedidas para normalizar el nexo: una renegociación de la deuda [del Estado cubano con el mexicano, iniciada con el PRI] sin garantías contra el no pago; accionar el ingreso de Cuba al Grupo de Río; recibir a Raúl Castro en distintas cumbres en México (nunca en la capital) y honrarlo con varias distinciones; no recibir a ninguno de los disidentes, ni en México, ni en La Habana cuando viajó a Cuba hacia finales de su sexenio” (p. 536). Dicho de otra manera, Calderón, el odiado por los fanáticos obradoristas, no odiaba a “Cuba” y tenía buena relación con los mandamases castristas amados por esos fanáticos. Obviamente, los Castro seguían prefiriendo al PRI… Aunque fuera en la versión no hegemónica, no “dorada”, disminuida y más neoliberalizada, de Enrique Peña Nieto. Todos los presidentes priistas que vio el castrismo gobernante, de los clásicos a los posclásicos, desde López Mateos hasta Peña Nieto y AMLO, con la excepción de Ernesto Zedillo, defendieron de una u otra forma a “Cuba”, es decir, a la dictadura cubana. La excepción no priista es Fox, gracias a Castañeda. Salinas de Gortari, Calderón, Peña y López Obrador comparten la otra habitación.
Calderón, el odiado por los fanáticos obradoristas, no odiaba a “Cuba” y tenía buena relación con los mandamases castristas amados por esos fanáticos. Obviamente, los Castro seguían prefiriendo al PRI…
Todo esto tiene dos cruces interesantes —y preocupantes— con la actualidad. Dentro y fuera de las élites, algunos de los que están contra la Cuba castrista y son antiAMLO empiezan a añorar al PRI clásico o a creer que López Obrador es absolutamente peor. Incluso Enrique Krauze ha tenido un resbalón por ahí. Otras caras de la creencia falsa de que todo siempre estuvo mejor antes de 2018. Son legión los que no entienden su familiaridad: el problema de/con AMLO es un problema de/con la familia priista. Obviamente, los obradoristas apoyan de un modo u otro la dominación castrista y confunden la Revolución cubana con Cuba como país y sociedad. Por tanto, los izquierdistas que fueron engañados o se autoengañan para estar con López Obrador también son castristas. Pero las izquierdas que no son parte del obradorismo no son todas anticastristas: como se dijo arriba, algunas sí lo son, otras no, y veo que éstas son más. La mayoría —insisto, no todas— de las izquierdas mexicanas son aún defensoras, activas o pasivas, de Cuba como dictadura, escondiendo o minimizando lo dictatorial. Se oponen al PRI como pasado y cultura pero no han querido o sabido distanciarse del castrismo. No se han atrevido a criticar esa experiencia como se merece. Como se merece por ser una izquierda autoritaria y fracasada. ¿Cómo estar congruentemente contra el PRI y a favor de “Cuba”? Es tan incongruente como estar contra los Castro y los castristas pero a favor del PRI o extrañarlo en cualquier grado.
Curiosa y significativamente, los obradoristas (todos) son congruentes al estar con una Cuba proPRI y con el priista AMLO, pero los obradoristas que son de izquierda (repito, no todos) son incongruentes al estar trasnochada pero izquierdistamente con una Cuba que fue comunista y también con un presidente que es pseudoizquierdista.
Desdoblemos:
1. Quienes defienden a “Cuba” y —obradoristas o no— aún critican al PRI desde la izquierda no deberían hacer esa defensa: Castro y su sistema estuvieron con el PRI y su sistema, no con la izquierda mexicana. Hay que estar sumido en la más profunda locura o ignorancia para creer que alguien como Gutiérrez Barrios era comunista, socialista o algo parecido. La Revolución cubana no estuvo con la izquierda revolucionaria mexicana ni con la reformista sino con el PRI hegemónico, mientras fue hegemónico, para recibir su ayuda. Y la recibió. Si además de no ser de izquierda el PRI fue autoritario, el sistema castrista también era/es autoritario, y más que su aliado mexicano; eso importa, aunque sea de izquierda. El PRI no era de izquierda y la Cuba castrista sí pero las dos cosas antidemocráticas. Lo mejor es rechazarlas a ambas.
Sí, el priato fue menos autoritario que Fidel, pero también fue autoritario, y su desempeño económico no fue glorioso ni extraordinario. La Cuba de Fidel era de izquierda y el PRI no pero los dos son casos antiliberales y autoritarios.
Sobre la Cuba revolucionaria hace mucho tiempo que se debe reconocer —que urge reconocer— que no hay democracia alguna, que por lo mismo no hay libertad, que lo del embargo dejó de ser enteramente cierto para convertirse en buena medida en cuento y coartada, y que la igualación socioeconómica que logró el Estado fue igualación hacia abajo. Lo que define a la izquierda es la igualdad: busca esencialmente el cambio hacia la igualdad, su valor y fin máximo.3 Unas izquierdas más que otras, esto es, unos tipos de izquierda buscan realizar la igualdad en un mayor grado que otras, pero no hay izquierda sin igualitarismo, sin búsqueda única o principal de la igualdad. Eso es lo que hace, lo que tiene que ver con su deber abstracto, genérico y crudo; lo que después de eso o tras eso debería hacer, o su deber abstracto pero posible y específicamente más refinado, es igualar hacia arriba. Mover a más gente/individuos/ciudadanos fuera de la pobreza y subirlos para estar más cerca de la riqueza no fuera de control. No es el caso de la Cuba de los Castro. Y por eso no hay que defenderla.4
2. Quienes critican la dictadura cubana y —de izquierda o derecha— se sienten tentados a reivindicar al PRI, así sea por creer que sirve para oponerse y deslegitimar a AMLO, deberían no sólo revisar sus creencias sobre éste sino evitar defender a los gobiernos priistas del pasado lejano: el PRI estuvo con los Castro. Sí, el priato fue menos autoritario que Fidel, pero también fue autoritario, y su desempeño económico no fue glorioso ni extraordinario. La Cuba de Fidel era de izquierda y el PRI no pero los dos son casos antiliberales y autoritarios. Lo mejor es rechazarlos a ambos.
Como convergencia de todo lo anterior, hay que asumir con firmeza que la izquierda no democrática puede estar con “Cuba” y la derecha no democrática puede estar con el PRI, pero ningún demócrata, de izquierda o derecha, puede estar ni con el castrismo ni con el priismo. La derecha democrática y la izquierda democrática —tanto por el lado izquierdista como por el lado de la democracia— deben decirle no a ambos casos. Ni con la vieja Cuba ni con el priato. Debemos rechazar las dos cosas, por lo que son en sí mismas y por la relación entre ellas. Y por último: que AMLO sea peor que el PRI en un sentido no quiere decir que el PRI sea bueno, sólo que sería menos malo, mejor en ese sentido, pero de todos modos malo; el pasado priista no puede ser proyecto de buen futuro, no debe ser convertido opositoramente en alternativa. Además, ése es precisamente —con algunos añadidos— el “rayo restaurador” de López Obrador, a quien no se puede combatir bien sin entenderlo. Ha llegado la hora de repensar, reaprender y avanzar hacia otras culturas políticas y económicas, que sepan ser mejores o intentar algo mejor que todos nuestros pasados, lejanos e inmediatos. ®
Notas
1 Puede ver algunos datos en las memorias del excanciller mexicano Jorge Castañeda, Amarres perros, Alfaguara, 2014, pp. 521 y 527. Ese libro también es la fuente del dicho de Raúl Castro usado como epígrafe (p. 499).
2 Dicho sea de paso, el conflicto decimonónico liberales vs. conservadores no es el actual obradoristas vs. antiobradoristas, como se argumenta aquí.
3 El de la derecha es el orden, en conservación o conservable; el del liberalismo, la libertad. Norberto Bobbio se equivocó muy poco pero en estos temas, sobre derecha y libertad, está una de sus equivocaciones. Tanto la derecha como la izquierda pueden ser liberales o antiliberales; la izquierda puede unir igualdad y libertad o separarlas, la derecha puede unir orden y libertad o no, tal y como pueden producirse igualdades democráticas y no democráticas y un orden democrático o antidemocrático.
4 Hay tres grandes categorías de igualación de izquierda: la igualación perfecta o total, digamos propiamente comunista, utópica, imposible; la igualación hacia abajo, sufrida por muchos pero no por todos, que suele tener o llevar a lo antiliberal y antidemocrático, cosa indeseable e injusta, y la igualación hacia arriba, difícil pero no imposible, imperfecta pero mejor. Esto incluye los casos escandinavos. Ninguna de las tres igualaciones, por cierto, está sucediendo en México.