I. No todo es arte
Lamento no haber hallado el tiempo para comentar los profusos y generosos comentarios de Eduardo Abaroa y René González a mi columna anterior, “Todo es arte” , pero también creo que la discusión está clara, aunque no saldada. También lamento que mi amiga Avelina Lésper no haya querido retomar el diálogo planteado con toda seriedad por René vía correo electrónico, pues habría sido una charla muy ilustrativa. Aquí, copio y pego la parte final del comentario de René pues es el meollo de una discusión sana y provechosa: “Resumiendo mi posición yo opino que puede haber real arte figurativo y fraudulento arte figurativo, …y abstracto, y conceptual, etcétera. Fraudes y farsantes los hay en todo el espectro artístico, desde lo figurativo hasta lo conceptual. En resumen, el arte no tiene adjetivos y sucede con cualquier medio de comunicación. Entre otras cosas, algunas inefables, el arte es comunicación”.
II. Panistas medievales
Recientemente siete mujeres de condición humilde fueron liberadas después de tres y hasta ocho años de prisión en Guanajuato, donde cumplían sentencias de entre 25 y treinta años por el “delito” de “asesinar a sus hijos recién nacidos”. Ninguna, hace falta decirlo, mató a sus hijos; una de ellas tuvo un aborto espontáneo, dos fueron violadas y en el resto de los casos hubo “imprudencia”. A los fundamentalistas en el Partido Acción Nacional poco les importan las condiciones y las posibles atenuantes, pues, como dice el dogma católico, la vida es sagrada desde su concepción. Lo que significa que el niño debe nacer, no importa si es hijo de un criminal o si no es deseado por la madre. Los panistas de hoy se comportan de modo más parecido al de los inquisidores medievales que al del fundador del partido, el demócrata Manuel Gómez Morín.
Muchos panistas desearían un Estado de confesión católica y no uno laico, en el cual las creencias religiosas no influyen sobre la política nacional. En una fecha ya tan lejana como 1992 el hoy desaparecido Diego Fernández de Cevallos dijo que “La única tragedia para el hombre es alejarse de Dios” (Líderes mexicanos, t. 3). Por esas fechas habían arribado al poder gobernadores y presidentes municipales que muy pronto aplicaron sus dogmas religiosos y la intolerancia en sus acciones de gobierno. Desde su fundación el PAN mantuvo una larga y tenaz lucha por la democracia, pero una vez en el poder no ha comprendido que “vivir en una democracia moderna quiere decir convivir con costumbres y comportamientos que uno desaprueba”, como dice Savater en su Política para Amador. “Pareciera que los panistas sólo abogan por la democracia en tanto medio para llegar al poder y, desde ahí, impulsar e imponer a toda la ciudadanía reglas y conceptos nacidos de una doctrina confesional que, por su naturaleza, se opone a la pluralidad y a la tolerancia, divisas fundamentales e inseparables de la democracia”, escribe el periodista Arturo García Hernández (“Acción Nacional: la política cultural de Dios”, La Pus moderna no. 5, 1994).
El legado panista de represión y atentados a la libertad y la pluralidad se asemeja en muchos casos a la del antiguo PRI, lo cual los empareja en muchos sentidos. En 1989 el presidente municipal de León, Carlos Medina Placencia, canceló el permiso para un concierto de Black Sabbath en esa ciudad, que se reprogramó en San Luis Potosí, donde el presidente municipal Guillermo Pizzuto, también panista, decidió cancelarlo en el último momento. Pizzuto además ordenó la intercepción de un tren que se dirigía a la ciudad y amenazó con encarcelar a los numerosos jóvenes que asistirían al concierto si no se regresaban. En 1991 otra gobernante panista, Ana Rosa Payán, cerraría bares y centros nocturnos en Mérida pues, justificó, en ellos se atentaba contra la moral y las buenas costumbres. En 1992, también en San Luis Potosí, otro gobierno panista impidió la presentación de la obra teatral La tarea, de Jaime Humberto Hermosillo. También en ese año las autoridades panistas de Guanajuato incriminaron injustamente por la muerte de su empleada doméstica al joven escritor Pablo Molinet con base en sus gustos literarios y su forma de vestir. En todos esos casos —y en muchos más— los funcionarios panistas se basaron en prejuicios y preceptos religiosos y lanzaron acusaciones de satanismo, inmoralidad, exaltación de la violencia, perversión e incitación al consumo de drogas. Como en la Edad Media.
III. Lectores, visitas, comentarios…
De acuerdo con Google Analytics, de abril a la fecha el portal de Replicante ha sido visitado por 49,982 usuarios. Queremos llegar a más. Con más de doscientos autores publicados y cerca de setecientos artículos y, hasta ahora —sábado 18 de septiembre a las 21:59 hs—, 779 comentarios a muchos de ellos, nuestra revista empieza a replicarse con más seguridad en la red. Aún falta mucho por recorrer, pero ya hemos arrancado.
IV. Lady Gaga sucks
Es estimulante leer a una escritora inteligente y nada convencional como la estadounidense Camille Paglia (1947), una “feminista disidente”, como se describe a sí misma, que tiene la virtud de irritar a las feministas doctrinarias y políticamente correctas, esas “sonrientes, malencaradas, astrosas y puritanas parroquiales que se llaman feministas y que quieren que los hombres sean como mujeres”. Contra Andrea Dworkin, una delirante abanderada anti-pornografía que terminó siendo usada por el presidente Reagan, escribió en la revista Playboy en 1986 esta sentencia: “¡Acabemos ya con el feminismo enfermante, con su corte de enfermas del estómago, anoréxicas, bulímicas, depresivas, víctimas de violación y sobrevivientes de incestos!” Paglia terminaba su artículo con una apología de la pornografía porque, de acuerdo con ella, “permite que el cuerpo viva el absolutismo lujurioso de la carne en forma desordenada”.
Autora de Sexual Personae. Arte y decadencia desde Nefertiti a Emily Dickinson (1990), Sex, Art, and American Culture: Essays (1992) y Vamps & Tramps. Más allá del feminismo (1994), entre otros libros a contracorriente del pensamiento intelectual estadounidense —el establishment liberal— y europeo —Focault, Lacan, Derrida—, Camille Paglia empezó a ganar notoriedad desde 1968, cuando comenzaba su doctorado en Filosofía en Yale y vivía abiertamente su condición bisexual. En los años setenta acusaría a su venerada Susan Sontag de ser una “lesbiana vergonzante” por no atreverse a hablar con sinceridad de su preferencia sexual. Ya en la década de los sesenta Sontag había escrito sobre las relaciones de la cultura pop con los medios de comunicación, en donde destacaba la fascinación por el artificio y la exageración —el “camp”— de muchas de sus figuras más descollantes. Un tema que Paglia retomaría para hablar de alta cultura, cultura popular y de personajes como Madonna, a quien proclamaría como “el futuro del feminismo”. El fugaz entusiasmo de Paglia por Madonna se debió al video “Justify my Love”, de 1990, que fue censurado por MTV debido a sus escenas de sadomasoquismo. “Una perversión transmutada en arte”, escribió en su columna de The New York Times, y añadió: “Las feministas dicen ‘basta de máscaras’, pero Madonna dice que no somos más que máscaras”. En 1995, decepcionada, Paglia habría de retractarse, como lo confesó en una entrevista para Playboy en mayo de 1995: “Ahora hace música-Prozac, disco-basura; no habla con mujeres inteligentes; siempre tiene que ser la princesa”.
Es fácil decepcionarse de las veleidosas estrellas del pop, más cuando exhiben sus debilidades intelectuales o conceptuales, por llamarlas de algún modo. Incluso en el mundo del pop hay categorías, por eso es imposible equiparar la densidad de personajes como Janis Joplin, Scott Walker o David Bowie con la ligereza de Madonna, Britney Spears o ese esperpento llamado Lady Gaga. Recientemente Camille Paglia publicó en The Sunday Times una diatriba sobre la ganadora de los desprestigiados Premios MTV. Lady Gaga es el ídolo de “una generación de analfabetos de voces atrofiadas” y una mujer “sexualmente disfuncional”. “Cada aparición suya en la calle es un guión puesto en escena”, dice la escritora, para quien la cantante pop es una burda imitación de artistas anteriores. “Para Gaga el sexo es simple decoración, algo superficial”. Es cierto, Lady Gaga sucks.
IV. Silvio y Cuba
En Resonante no. 18, dedicado a la dictadura comunista en Cuba, en la parte final los conductores Ana Paula Santana y Joaquín Peón comentaron si ponían o no algo del cantante cubano Silvio Rodríguez. Qué bueno que no lo hicieron, pues habría sido un agravio a la memoria de cientos de miles de exiliados cubanos, y a los fusilados y encarcelados por el régimen castrista al que el pusilánime Silvio ha apoyado toda su vida. Además, su vocecita y sus canciones son francamente de hueva, ¿no es cierto? ®