Pelear contra mí

La piedra de las galaxias, de Adrián Román

Román quiere vivir en la piedra, fuera del tiempo, de las galaxias, de la naturaleza, de todo orden social, en perenne estado de intoxicación y purificación mental, hasta lograr la contemplación perfecta, la contemplación final.

Adrián Román.


Este gusto de su nada, que es la certidumbre de su “culpa”, pareciera confundirse con el “nadismo” de un Adrián Román (Yahualica, 1978) que sólo quiere la presencia y la figura de Dios a través de Pedro, la piedra, la piedra de las galaxias. La tendencia hacia la aniquilación final del último suspiro de roca no responde a un desgano por la existencia, que es la base del quietismo; Román, “el Negro”, quiere vivir, vivir en la piedra, fuera del tiempo, de las galaxias, de la naturaleza, de todo orden social, en perenne estado de intoxicación y purificación mental, hasta lograr la contemplación perfecta, la contemplación final.

Hablé con Adrián Román sobre su más reciente libro La piedra de las galaxias (2020), publicado por la editorial Moho, de Yolanda M. Guadarrama y Guillermo Fadanelli.

—¿Cuáles son los recuerdos de tu niñez en Yahualica, Jalisco, que más permean en tu narrativa?

—Lo que más recuerdo de mi infancia es a las vacas del establo, a sus becerros. Ir con mi tía Chata y mi tía Lourdes por el combustible para el bóiler, entre las dos me cargaban y me llevaban de avioncito. Recuerdo a los caballos y los burros, la jaula de canarios, a mi bisabuela Queta, los ojos de Judith y sus pecas, sus dientes blancos, el patio de mi casa, un vocho rojo, los perros, el loro. La violencia de mi padre.  Mi infancia es una mentira, una mezcla entre Heidi y Cien años de soledad

—¿Qué es lo verdaderamente surreal de la Perla Tapatía, quién la habrá bautizado así?

—No tengo idea de qué me hablas. En todo caso la respuesta debe estar en la hermosura de las tapatías o en las tortas ahogadas. No hay más. 

—¿Cómo nace dogmáticamente Acuérdate de mí cuando llegues al infierno (Praxis, 2009) y cuál es su referente?

He tenido muchas noches terribles, como cualquiera que haya pasado más de dos años sobre este planeta. Hay unas en las que he estado en la calle, con un brazo vendado, con dos perros, un costal de croquetas y toda mi ropa moviéndome en busca de ayuda, estafado por un indigente adicto al crack.

—Lo primero que quise intentar en la literatura fue la poesía. Escuché que era el género más difícil y quise comenzar por ahí. Nunca he sido un gran lector de poesía, ni de nada, acaso de cómics noventeros baratos, los de la editorial Ejea Power. Pero en este poemario intenté imitar a Ricardo Castillo y un poco el trabajo de Pedro Juan Gutiérrez. Fue como calibrar la pluma. Ya había publicado Tres Poetas Perros, al lado de Velázquez y Reyes, ya comenzaba a tenerme más confianza. Intenté imitar la poesía que más me gustaba, también le copio a Eusebio Ruvalcaba. Siempre le copio a él. Y el resultado fue Acuérdate de mí cuando llegues al infierno, un poemario que ganó el primer premio de poesía Praxis, recuerdo que Rogelio Guedea y Claudina Domingo fueron parte del jurado.

—El escritor quiere escribir su mentira y publica su verdad, decía Ramón Gómez de la Serna (1888–1963), ¿cuál es la verdad de Adrián Román?

—La única verdad es que sigo aprendiendo del oficio y que me faltan muchos libros por escribir.

—¿Escribir es un acto de supervivencia?  

—Es un acto de limpieza, suelto todo lo que me estorba para cambiar, tanto lo que fue real como lo que no, lo que imagino y también mis fantasmas. Un acto de supervivencia es salir a vender libros. Eso es otra cosa. 

—¿Todos los lectores somos niños de diez años?  

—No, hay lectores viejos y amargados, a veces soy uno de ellos, porque hay veces que no estoy dispuesto a lo nuevo. Envejecí rápido como lector, encontré lo que me gusta y no quiero moverme de ahí. 

—¿Llega un momento en que aspiramos a escribir algo peor?  

—Yo sigo aprendiendo a escribir, estoy en un proceso, que espero no tenga fin. Si un día termino de conocer los secretos de esto, entonces, acaso, pueda responder a tu pregunta. Ahora aprenderé a hacerlo. Es lo que me ocupa. 

—¿De qué manera la literatura —como arte útil— ayuda a las personas?  

—Nos ayuda a empatizar, a ser otros, a imaginar. O a ser lo más nosotros posible. Nos extiende la posibilidad de no ser nosotros, de otro plano posible, y eso ya es mucho. 

—Si es que hay un hilo conductor entre todos tus libros, ¿cuál sería?  

—La búsqueda de lo poético, la Ciudad de México, los perros, las mujeres, nada nuevo; las drogas, mundos de los que ya se ha hablado bastante.  

—¿Cómo fue tu “noche oscura del alma”?

—No entiendo la pregunta. He tenido muchas noches terribles, como cualquiera que haya pasado más de dos años sobre este planeta. Hay unas en las que he estado en la calle, con un brazo vendado, con dos perros, un costal de croquetas y toda mi ropa moviéndome en busca de ayuda, estafado por un indigente adicto al crack. Hay otras en las que he llorado que una mujer me cambie por otro. Hay unas en las que soy el güey al que elige la más bonita de la fiesta, y no sé la diferencia. Todas me sirven para escribir y encontrarme. 

—¿Cuál es la verdadera esencia de Adrián Román?

—Pelear contra mí. Deshacerme, reinventarme, cada vez menos completo, pero cada vez más entero.

—¿Qué ocurre cuando llega algo a tu vida que no puedes expresar desde la literatura?

—No sé, no me he enfrentado a un momento así. 

—¿Es Adrián Román un escritor espiritual?

—No, no sé qué es ser espiritual. Acaso soy honesto, y eso ya es mucho.

—¿Aún tienes contacto con el mundo underground de Guadalajara?

—No tengo contacto con ningún mundo de ninguna parte. 

—“Odio la idea de las drogas buenas y las drogas malas. No hay drogas buenas y malas. Hay un químico que no es bueno ni malo, sólo existe, existe porque lo creamos por medio de la naturaleza”, es una cita de la serie The Midnight Gospel (2020) de Joe Wong. ¿Cuál es tu posición frente a las drogas?

—Aceptarlas y consumirlas sin culpa ni expectativa. 

—“Motolinia juraba que los indios catequizados encontraban figuras divinas del catolicismo en la superficie de las hostias, antes de que éstas cayeran dentro de sus bocas. A mí me parece que el fraile no deseaba más que chorearnos, o que en realidad los indígenas se lo mareaban a él”, escribes en Volver a DF (Moho, 2019). ¿Cómo se manifiesta Dios para Adrián Román?

—La única forma en la que me gusta ver a dios es en la poesía, es decir en esas cosas que me conmueven del mundo; la luz cayendo en un árbol y una pared alta, una chava linda paseando con un perro, un texto de Paz, un gol de Romario, mi perra caminando, no sé, hay muchas formas de verlo. Otra es verlo en mí, cuando pido algo, imagino que yo soy dios, y que me lo puedo otorgar. Dios es un producto, uno que es único, particular, interno.

—¿Por qué energía están motivadas las trece crónicas de Pinche paleta payaso (Discos Cuchillo, 2017)?

—Sólo quería caminar y contar, es todo lo que me sigue moviendo. 

—¿Cómo llegaste a la gráfica de José Tafolla y Gabriela Fraga para La piedra de las galaxias (Moho, 2020)?

—Eso es idea de Fadanelli y Yolanda Guadarrama, no tengo mucho que ver, aunque me parecieron muy acertadas las decisiones que tomaron, ambos trabajos son muy buenos y en el caso de los dos agradezco que hayan leído toda la obra antes de ilustrar. Son artistas muy comprometidos y generosos.

—¿En quién está basado el personaje de “Bomboncito”, la vocalista de un grupo de punk que se hace nombrar Tangas y chicheros de mi abuela, en La piedra de las galaxias?

—Todo ese mundo en el que ellos aparecen es un mundo de trozos de personajes y sitios en los que he estado en la Ciudad de México, nada particular. Todo es coincidencia si algo se parece a la realidad.

—“Todo está chido por fin. Como si Dios pusiera su mano donde me duele. Todo el Universo es el interior de mi cuerpo. Todo ocurriendo en mucho menos de un segundo. Todo a partir de millones de veces más pequeña que la punta de un alfiler”, escribes en La piedra…, ¿es esta droga una metáfora del cuarzo, que ayuda a relajar la mente y disipa la confusión emocional o espiritual?

—La piedra es una droga turbulenta. Es el caos. Es como echarle sal de uvas al agua mineral. Tu espíritu y tu mente, tu cuerpo, estarán alborotados durante un rato; hay que aprender a estar en calma y observar ese caos, apreciarlo. Hay algo ahí, pero primero hay aprender a hacerlo.

—¿Qué hay oculto detrás del misticismo del personaje de Guillermo Fadanelli?

—No entiendo bien la pregunta. Lo único que puedo decir de Guillermo es que es un gran amigo, un editor muy valiente, porque se atreve a las plumas que nadie más quiere, a las voces más rabiosas. Como escritor ha alcanzado una altura considerable, digamos que está en una parte alta de la montaña, pero hay mucho Fadanelli hacia adelante y eso debe tenernos felices como lectores. ®

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Publicado en: Mixtapes

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