Proyecto de obras completas

Asombro por Rodrigo Lira

Rodrigo Lira se suicidó el 26 de diciembre de 1981, día de su cumpleaños 32 (hoy tendría 70). Estas palabras no le hacen justicia; basten para introducir al lector al torrente inabarcable de su escritura.

Rodrigo Lira.

Proyecto de obras completas (1984) es el primer libro (ya póstumo) del chileno Rodrigo Lira (1949–1981). Aunque no incluye sus obras completas (no podría), sí muestra algo de la amplia gama de recursos, tonos y referencias que Lira manejaba en sus escritos. Están los experimentos cuasidadaístas como “Es Ti Pi”, en el que cada verso consta de tres palabras, de las cuales la primera empieza con s, la segunda con t y la última con p. Están las farragosas, geniales, casi insoportables tiradas de versos en “Testimonio de circunstancias”. Están, también, esos ejercicios en que se desarma y vuelve a armar el lenguaje para buscar sus límites internos. El mejor ejemplo es el “Poema —u oratorio— fluvial y reaccionario” que, como dice la prologuista del libro, cansa sólo de verlo:

Este testo es un ahsko como el café marca Dolca que tomó el Ahutor face un Rato: toxicoMano besides of Ri Acsionariou. Está a Phabor de los de Skono Sidos de siempre, los de Spidos arvitrarios ü Sitios Secretos de de Tensión, la Pro$titu$ión, el Bisio Generalizado, la gananCia de unos pocos ü el ZOFRImiento Co-Lectivo.

Primero parece un caos arbitrario de caracteres con algunos vocablos identificables espolvoreados por ahí, y en parte lo es. Supuestamente (según Roberto Careaga, en su libro La poesía terminó conmigo. Vida de Rodrigo Lira [2017]), Lira nunca redactó este poema, sino que lo dictó en una grabadora, utilizó un aparato para transcribirlo mecánicamente e hizo los menos cambios posibles en el documento resultante. Pero ahí está la clave para entenderlo: este poema no está hecho para leerse con los ojos sino con los oídos. En voz alta, esa aglomeración de símbolos se convierte en una voz paródica, accidentada y abiertamente fascista que defiende la explotación capitalista, la represión y la mentira de Estado.

Sería cómodo parar aquí y relacionar a Lira con otros chilenos de su generación (como los miembros del CADA: Zurita, Eltit, Rosenfeld) que hicieron arte formalmente complejo para 1) lograr que sus críticas burlaran la censura, y 2) buscar un lenguaje nuevo que funcionara como máquina de guerra contra los discursos oficiales.

Pero no sería cierto. Lira no usa el lenguaje para escapar de la prisión que representa el poder político de Pinochet (o el “Libre Canvismo Monetary cista”). El lenguaje es la prisión:

EN EL LÍMITE del lenguaje
me canso.
Entonces, cualquier palabra
Es un regreso, un más–acá
O tal vez
Nada más que la cabriola,
La pirueta, el cohete o
El petardo: ruido
Breve, todo
Pasa.
¿Hay límites en el lenguaje?

Ésa es la pregunta que engloba (tal vez) la obra de Lira. Un libro no podría contener su obra completa porque desborda los límites de la palabra escrita (no concluye / claramente) y abarca performances, lecturas en voz alta, su aparición televisiva, collages, sus mitos, sus rocosas amistades con Lihn y Zurita, cuadernos, su amor por la lingüística y la ecología, fotos, grabaciones de veladas y las veladas mismas, en fin, su vida, toda, su muerte incluida. Si Roland Barthes sufría la sinestésica enfermedad de ver el lenguaje, Lira padecía algo más allá: no podía no verlo, vislumbrar el mundo más allá de él.

Rodrigo Lira se suicidó el 26 de diciembre de 1981, día de su cumpleaños 32 (hoy tendría 70). Estas palabras no le hacen justicia; basten para introducir al lector al torrente inabarcable de su escritura. ®

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