¿Qué ha hecho Hamas por la gente de Gaza?

La verdadera ocupación de Gaza y Cisjordania

En esta entrevista con Bassem Eid, el palestino analista y defensor de los derechos humanos ofrece puntos de vista poco comunes sobre el conflicto entre Israel y Palestina, parcialmente reflejados en los grandes medios internacionales, que prefieren cargarle las culpas al Estado judío.

Bassem Eid, analista y activista de los derechos humanos.

Bassem Eid nació en Jerusalén Oriental hace 59 años y hoy reside en la ciudad palestina de Jericó, en Cisjordania. Fue durante 26 años activista de derechos humanos, primero en la organización Btselem y luego en el Palestinian Human Rights Monitoring Group (PHRMG) que él fundó en 1996 y encabezó hasta 2013. Desde entonces se dedica a ofrecer conferencias en diferentes partes del mundo sobre su visión de la situación palestina —que no es, por cierto, la que se suele oír.

—Bassem, andas por el mundo contando sobre los problemas en la situación interna palestina, criticando a los que responsabilizan de todo a Israel. ¿Por qué?

—Te diré que me parece que comienza a haber un cambio en la visión de la comunidad internacional respecto al conflicto israelo–palestino. Desde la firma de los acuerdos de Oslo, en general todos cerraban los ojos ante todo lo negativo ocurrido en la sociedad palestina. Y cuando yo, que fui refugiado y luchador por los derechos humanos, digo la verdad tal cual la veo, siento que hay disposición a escuchar mi versión, distinta de lo que suele oírse en general de otras fuentes palestinas.

—Acá hay dos niveles. Una cosa es contar acerca de lo que pasa entre los palestinos… ¿También alegas que la imagen a veces monstruosa que algunos presentan de Israel no es cierta?

—Exacto. Esa imagen no es correcta. Y si la comunidad internacional continúa con los ojos cerrados con respecto a lo que sucede del lado palestino no lograremos resolver el conflicto jamás. Han transcurrido casi 24 años desde los acuerdos de Oslo y creo que la propaganda internacional no ha avanzado nada en la comprensión de la situación.

—¿Estás diciendo que, contrariamente a lo que muchos alegan, especialmente los propios palestinos, la responsabilidad por la falta de avance no es del lado israelí o al menos no solamente de Israel?

—Por supuesto que no. Si se trata de acusar, pues a las dos partes, no solamente a una. Está clarísimo que Israel no es el único responsable del estancamiento actual. También nosotros, los palestinos, somos parte del conflicto, y debemos ver nuestra parte de responsabilidad en la situación actual. Además, la división entre Cisjordania y la Franja de Gaza complica todos los planes de paz futura porque crea una situación en la que Israel tiene que negociar de hecho con dos Estados palestinos, con dos partes palestinas, con Hamas en Gaza y con Mahmud Abbas en Cisjordania. No conozco ningún caso en el mundo en el que en una situación de conflicto un país tenga que negociar por separado con dos facciones por un mismo tema. Pero Gaza influye también en otro sentido. Me cuesta ver a Israel retirándose hoy de Cisjordania, después de lo que pasó cuando se fue de Gaza en 2005. Creo que nosotros mismos, los palestinos, destruimos lo que quedó de Gaza después de la ocupación israelí.

—¿A qué te refieres?

—Cuando el entonces primer ministro israelí Ariel Sharon dijo que se desconectaría de Gaza, nosotros aseguramos que si Israel se iba de la Franja convertiríamos a esa zona en Singapur. ¿Dónde está Singapur hoy? Hamas no se dedicó a desarrollar ningún Singapur y su plan fue trasladar la así llamada lucha armada de Gaza a Cisjordania e Israel.

Me lo dijo a mí personalmente Mahmud al Zahar, en su casa en Gaza, pocas semanas antes de la retirada israelí: “Perseguiremos a Israel donde esté”.

Por supuesto. ¿Qué hizo Hamas por la gente de Gaza? Yo creo que hoy Hamas tiene a dos millones de palestinos de la Franja de Gaza de rehenes. Junto con Irán, con Qatar y Turquía, con su apoyo. ¿Quién les dio el derecho de tener a toda esa gente de rehén de su política? Yo, como palestino, estoy hoy mucho más enojado con mi propio pueblo, con mi liderazgo, que con la ocupación. Es más: yo hasta diría que gracias a que Israel ocupa Cisjordania tenemos más seguridad que la que tendríamos si se fuera.

—Explícame por favor este punto.

—Basta con mirar el mapa del Medio Oriente y ver cómo el terrorismo islamista va avanzando. Y en la práctica, la zona en la que se vive el conflicto israelo–palestino, es el lugar más seguro de toda la región. ¿Acaso alguien duda de que es mucho mejor estar acá que en Siria? ¿O Libia? ¿O Irak? ¿O Yemen, Egipto? Cualquier lado. No tengo dudas acerca de dónde es mejor estar.

—¿En qué medida los palestinos comparten esta visión tuya de las cosas? Recordemos que no es este enfoque el que se transmite en los medios, en absoluto.

—Los medios no están interesados en publicar este mensaje. Te aseguro que conozco cientos de personas dispuestas a decir lo que yo estoy diciendo y a criticar inclusive en tono más duro la situación. Pero a los medios no les interesa transmitirlo. La línea en los medios en todo el mundo, también en Israel, es que hay que cargar de responsabilidad mucho más a Israel que a los palestinos. Es una cuestión de intereses políticos.

Mitos

—Cuando se lanza contra Israel la acusación que es “un Estado apartheid”, ¿qué dices tú, que eres palestino y vives en Jericó en Cisjordania?

—Mira, yo estuve seis veces en Sudáfrica en los últimos cinco años. Visité el Museo del Apartheid. Tengo muchos amigos en Sudáfrica. Y lo que yo vi en ese museo en Johannesburgo no existe aquí, en absoluto. Yo conozco palestinos de Jerusalem Este que tienen cargos importantes en el sistema israelí. Eso no existía en el régimen del apartheid. Tengo un amigo, George Deek, árabe palestino, ciudadano israelí, que fue embajador de Israel en Noruega. ¡Embajador!

—Así es, un diplomático muy respetado, árabe cristiano.

—Así es. También hay jueces en la Suprema Corte de Justicia, árabes. Médicos que dirigen departamentos en diversos hospitales como Hadassah y Shaarei Tzedek. ¿Eso es apartheid? Y éstos son sólo unos pocos de muchísimos ejemplos. La palabra “apartheid” es una presión muy efectiva para quitar legitimidad a Israel, pero no tiene nada que ver con la realidad.

—El desafío es cómo distinguir entre medidas de seguridad que Israel adopta y que causan problemas también a civiles no involucrados en terrorismo, y una actitud política, social, de aislamiento y discriminación de los árabes por ser tales.

Contra el BDS.

—Creo que nosotros, los palestinos mismos, debemos tener conciencia en relación con el tema de seguridad. Si Hamás disparara cohetes hacia Estambul los turcos responderían contra Gaza mucho más fuerte de lo que hizo Israel. Muchísimo más. Recuerdo que hace un tiempo, creo que hace unos dos años, de cara a una de las fiestas, Israel otorgó cien mil permisos de entrada a palestinos de Cisjordania para poder pasar tres días visitando familiares en Israel o simplemente paseando. Pues un palestino de la aldea Sair, junto a Hebrón, que fue uno de los que recibió el permiso, llegó a Jerusalén, acuchilló a un efectivo de la Guardia de Fronteras junto a la puerta de Naplusa en la Ciudad Vieja, le dispararon y lo mataron. A raíz de ese ataque Israel canceló todos los permisos de esa aldea. No tienes idea de la tormenta que se armó allí. La gente se abalanzó sobre la familia del terrorista muerto increpándoles que por lo que él había hecho les quitaron los permisos. Nadie publicó nada de esa reacción. Pero la gente sabe cómo salvaguardar su bienestar, su economía, y que el terrorismo no sirve de nada.

—Bassem, antes diste ejemplos de árabes ciudadanos de Israel en destacados puestos, por ejemplo en hospitales. ¿Cómo ves la actitud de Israel ante la población palestina de Cisjordania, que se halla en una posición distinta de la de los ciudadanos israelíes?

—En todos los hospitales israelíes verás numerosos pacientes palestinos internados. También decenas de la Franja de Gaza. Hubo un caso, no recuerdo ahora de qué hospital, de varios internados llegados de Gaza, que estaban acompañados por sus madres. Llegó un judío estadounidense que quería donar dinero al hospital, y cuando vio esa escena decidió que construiría un pequeño hotel junto al hospital o allí mismo, para que pudieran hospedarse allí con comodidad los padres de los niños palestinos internados. Y no sólo palestinos, claro. Yo no recuerdo haber visto a ningún millonario árabe dispuesto a preocuparse por esa pobre gente llegada de Gaza.

—Creo que es importante destacar que las apreciaciones que tú haces son con base en lo que tú mismo ves en el terreno. Has nacido aquí.

—Exactamente. Nací en 1958 en la Ciudad Vieja de Jerusalén, que en ese momento estaba bajo ocupación jordana. Nací en el barrio judío. Por eso conozco las cosas de primera mano. Y cuando dicen, por ejemplo, que Israel ha hecho limpieza étnica de los palestinos, me pregunto cómo es que yo nunca lo he visto, y siempre he estado aquí, desde hace 59 años. Eso es un invento. A Israel ni se le ocurre algo así. Los que han sufrido aquí hasta ahora de limpiezas étnicas han sido los judíos en su historia.

—Cuando se creó Israel permanecieron en su territorio cerca de 200 mil árabes que luego se convirtieron en ciudadanos israelíes. Hoy son aproximadamente dos millones… Sería una limpieza étnica muy poco efectiva.

—Exactamente. Y hay otro tema que vale la pena aclarar: el de los refugiados palestinos.A quienes hay que culpar al respecto no es a Israel sino a los países árabes, que asustaron a los palestinos diciéndoles que si no se iban los judíos los matarían. El hecho es que, como bien has dicho, 200 mil se quedaron y hoy son dos millones, o sea que nadie los fue a matar.Y sin duda viven mucho mejor que cualquier palestino en países árabes.

Recuerdos personales. La Guerra de los Seis Días

—¿Recuerdas qué se hablaba en tu familia cuando eras chico sobre estos temas? Recordemos que en la Guerra de los Seis Días, hace cincuenta años exactamente, cuando Israel entró a la Ciudad Vieja y a Cisjordania, ya eras un niño que podía entender bien lo que se decía alrededor. Tenías ocho o nueve años, ¿verdad?

—Así es. Recuerdo que tiempo antes de la guerra, en 1966, las autoridades jordanas nos habían trasladado del barrio judío al campamento de refugiados Shoafat en Jerusalén. No tengo idea de por qué lo hicieron. Y nadie logró explicarme, ni judíos ni árabes.

—¿Quieres decir que vivías en una casa común y corriente y de repente los trasladaron a un campamento de refugiados?

«Los medios no están interesados en publicar este mensaje. Te aseguro que conozco cientos de personas dispuestas a decir lo que yo estoy diciendo y a criticar inclusive en tono más duro la situación. Pero a los medios no les interesa transmitirlo. La línea en los medios en todo el mundo, también en Israel, es que hay que cargar de responsabilidad mucho más a Israel que a los palestinos.»

—Exactamente. Vivía en una casa que no valía poco. ¿Para qué nos mudaron los jordanos a un campamento de refugiados? Nunca lo entendí. Sea como sea, unos días antes del comienzo de la guerra fui desde Shoafat al barrio judío de la Ciudad Vieja a visitar a mi tía que todavía vivía allí. Estalló la guerra y yo no me pude ir, me quedé en lo de mi tía.

—Un paréntesis… Antes hablábamos de limpieza étnica, y es interesante recordar que tú naciste en el barrio judío de la Ciudad Vieja de Jerusalén, del cual los jordanos echaron a todos los judíos en 1948. Sería bueno saber cómo se debería llamar a eso…

—¡Justamente! Y después también a nosotros nos sacaron. Recuerdo que mi tía prendió la radio y yo oí que todo el tiempo decían “Yahud, yahud”, o sea judíos. Yo tenía nueve años y recuerdo que le pregunté a mi tía qué son los judíos, si acaso son seres humanos como nosotros. Ella me dijo “¡No!” Pregunté cómo es eso y me contestó: “Comen carne humana”. Yo estaba pasmado. Dije “¿En serio? ¿Y si vienen acá y nos comen?” Y ella me dijo: “No, no te preocupes, yo te voy a cuidar”. Tres días después del comienzo de la guerra, recuerdo que soldados israelíes recorrían las calles de la Ciudad Vieja anunciando por parlantes que había puntos de distribución de comida, para el que quisiera ir a buscarla.

—O sea, lo anunciaban para la población árabe de la Ciudad Vieja.

—Exacto. En el barrio judío. Lo anunciaban en árabe. Decían: “Quien necesite comida, puede dirigirse a…”, e indicaban diferentes puntos. “Y allí recibirán alimentos”.

—¿Y ustedes entendían que eran soldados israelíes?

—Sí, por supuesto. Mi tía me preguntó si quería ir a buscar comida y le dije: “No, porque me van a comer”. Ella contestó que no iría solo, que me mandaría con otros niños del barrio. Recuerdo que salimos varios niños y niñas, vimos a los soldados y seguimos hacia el punto de distribución de los alimentos.

—¿Era la primera vez que veías judíos?

—La primera vez que veía judíos. En el punto de distribución nos dieron bolsas de leche, recuerdo que eran bolsas de nylon de Tnuvá, pan de Berman y muchos tomates. Me llevé todo lo que podía cargar con mis nueve años y volvimos a casa de mi tía.

—¿Hubo algún contacto con los soldados?

—Ningún contacto, simplemente nos dieron la comida. Muy poco después, creo que dos días o algo así, los soldados dijeron por los parlantes que se podía salir de las casas, que quien deseara abrir su negocio podía abrirlo, que quien quisiera viajar adonde fuera podía hacerlo, que estaba todo abierto.

—¿Recuerdas cómo era tu vida en aquel entonces?

—Recuerdo que bajo ocupación jordana no teníamos electricidad en casa, ni agua corriente ni tampoco baño adentro de la casa. Nada. Había baños públicos en el campamento. En 1973 mi padre, que era sastre de profesión, consiguió un trabajo de limpieza en el hospital Hadassah de Jerusalén. Trabajó en eso seis o siete años. Conoció entonces a un profesor judío experto en oncología. Entablaron una buena relación y mi papá lo solía invitar a casa en el campamento. Mi mamá preparaba hojas de parra rellenas, zapallitos rellenos y a él le encantaba la comida de mi madre. Tiempo después ese profesor fundó el Instituto Sharet dentro de Hadassah. Entonces se dirigió a mi papá y le dijo que pensaba promoverlo en el trabajo y que lo enviaría a hacer un curso para que pudiera trabajar con él en el instituto, porque le tenía mucha confianza.

—Captó el nivel de tu papá.

—Así es. Además, su hebreo era muy bueno. Ya sabía de antes del 48 con la creación de Israel. Realmente hablaba muy bien. Así que el profesor lo mandó a un curso de seis meses. Recuerdo que entonces mi papá comenzó a ir al trabajo de traje y corbata. Me quedó esa imagen.

—Te quedó la buena sensación que eso te inspiraba seguramente.

—Exacto. Además eso significó también que ganaba mucho más. Comenzó a ganar muy bien. Recuerdo que construyó una cerca alrededor de la casa, pudimos instalar electricidad, teníamos televisor, agua corriente, construimos otro piso en la casa… Era un gran progreso.

—Pero esto podía ser un caso particular por el nuevo trabajo de tu papá…

—Es cierto que él pudo avanzar por su trabajo, pero a lo que voy es a que comenzamos a tener mejores posibilidades, todos. Antes había pobreza, por la actitud de las autoridades jordanas. Pero no tengo ninguna duda de que bajo el gobierno israelí la situación de todos comenzó a mejorar.

Recuerdo que, en el 67, en Gaza continuaban los choques. En Cisjordania todo estaba tranquilo y en Gaza había muchos disturbios. En determinado momento Moshé Dayán dijo: “Hay que abrir la frontera entre Gaza e Israel y proporcionar lugares de trabajo a la gente de Gaza”. El gobierno lo aceptó, puso en marcha su plan y el obrero de Gaza comenzó a ganar en Israel mucho más de lo que podía ganar en Gaza. Y ahí terminaron los choques. Fue entonces cuando Gaza comenzó su desarrollo económico. Israel se preocupó por la economía de la franja y mejoró la situación de la gente. También hoy, si vas a Jebalia, en Gaza, es como una ciudad, ya no es un campamento de refugiados. Hay casas de piedra, lo cual no existe en ningún campamento de refugiados en el mundo árabe, ni en Líbano ni Siria ni Jordania. Lo recuerdo claramente, el florecimiento económico que Israel dio a los palestinos en los territorios que conquistó en el 67 fue lo que hizo posible la calma en el terreno, hasta la primera intifada.

Ocupación o soberanía

—¿Cuál es tu evaluación general sobre el comportamiento de Israel en los territorios bajo su control? Recordemos que en el 67 conquistó Cisjordania y la Franja de Gaza, pero de Gaza se retiró hace ya más de doce años.

—Yo te puedo decir que si le preguntas hoy a un palestino promedio en Gaza o en la Margen Occidental cómo describiría su vida antes y después de los acuerdos de Oslo, te dirá que todo era mucho mejor antes de Oslo. Creo que quien deterioró la seguridad de Israel fue el liderazgo palestino, no la población palestina.

—¿Por qué lo dices?

—Si hoy viene alguien de Cisjordania y acuchilla a un israelí, sea civil o soldado, le disparan y a veces eso lleva a su muerte. Viene entonces el presidente Abás, llama a su familia, la invita a la Muqataa, consuela a la familia, proclama al muerto como “shahid”, mártir, y le paga a la familia entre tres mil y cuatro mil dólares. En mi opinión, ésta es una de las razones por las que los palestinos continúan cometiendo esos ataques. El liderazgo palestino quiere mantener al pueblo palestino como rehén del conflicto israelo–palestino, porque de esa forma acumula fuerza y dinero.

—¿Crees que la Autoridad Palestina no quiere un Estado independiente?

—Considero que la Autoridad Palestina no quiere un Estado palestino. ¿Quién dijo que Abás quiere un Estado? Creo que el único que realmente quiso construir un Estado fue el doctor Salaam Fayad, que fue primer ministro durante cinco años. Él quería construir el Estado antes de luchar por su reconocimiento internacional, desde abajo, construirlo en serio. Pero Abás lo echó, en la práctica eso es lo que hizo, y trajo a Rami Hamdallah en su lugar.

—Ésa es tu interpretación.

—Por supuesto. Es mi interpretación. Basada en el hecho de que no veo que la ANP esté intentando hoy construir los fundamentos del Estado. Antes de luchar en todos lados para que reconozcan el Estado hay que construirlo.

«Si hoy viene alguien de Cisjordania y acuchilla a un israelí, sea civil o soldado, le disparan y a veces eso lleva a su muerte. Viene entonces el presidente Abás, llama a su familia, la invita a la Muqataa, consuela a la familia, proclama al muerto como “shahid”, mártir, y le paga a la familia entre tres mil y cuatro mil dólares.»

—¿Estás diciendo que cuando proclaman que quieren poner en práctica la fórmula de dos Estados están mintiendo?

—No creo que quieran dos Estados. Los palestinos parecen que quieren tres Estados. Uno en Gaza, uno en Cisjordania y el tercero el Estado de Israel. Y ésa es hoy la guerra, cómo conseguir para los palestinos un Estado en Cisjordania y otro en Gaza.

—Hay analistas que afirman que si Israel se va del territorio que hoy controla la Autoridad Palestina cae en Cisjordania de inmediato.

—Por supuesto. Todo el mundo sabe que si Israel se va la ANP cae. Te cuento que estuve un día en el campamento de refugiados Jellazun, donde tengo varios amigos, y comentando con algunos dije: “Imagínense que se levantan un día y ven que Israel ya no está… ¿Qué harían?” Todos contestaron “¡Que Alá no lo permita!”, o como se dice en hebreo: “¡Oi va voi!” Ninguno dijo “Ojalá que así sea”.

—¿Y por qué no se oye nunca nada de esto en los medios?

—No creo que a los medios les interese publicar esto. Y sé que hay miles de palestinos dispuestos a gritar lo que yo estoy diciendo, en voz alta. Mira, yo hace tiempo que organizo encuentros en Ramala con setenta u ochenta personas, con las que hablamos de la situación. No te imaginas cuánta gente piensa lo mismo que yo y lo dice en esos encuentros. No lo creerías.

Derechos humanos

—Vuelvo a mi pregunta anterior sobre el comportamiento de Israel. Más allá del tema del Estado, si el liderazgo palestino realmente lo quiere o no… ¿Acaso puedes alegar que todo lo que sí sale de boca de palestinos respecto a Israel es mentira?

—¿Cómo qué?

—Acusaciones de comportamiento indebido de soldados israelíes, de violaciones de derechos humanos…

—En realidad, la situación de los derechos humanos en Cisjordania y Gaza bajo los gobiernos de la Autoridad Palestina y Hamás, respectivamente, es mucho peor que en Israel. No tienes idea de cuántos presos palestinos en cárceles de Hamás o de Abás quisieran ser transferidos a prisiones israelíes.

—¿Es tu suposición o te lo han dicho?

—Lo he oído yo directamente. “Llévenos de aquí, queremos pasar a cárceles israelíes”. Claro que sí. Las prisiones israelíes son consideradas hoteles de cinco estrellas en comparación con las de Gaza y Cisjordania.

—Pero ¿ésas son tus palabras o las de presos palestinos?

—Claro que no son mis palabras. Son palabras que yo he escuchado directamente. Una mujer de Ramala cuyo esposo está en una prisión de la Autoridad Palestina en Jericó se dirigió a mí y me preguntó: “¿Puede ayudar a transferir a mi esposo a una cárcel israelí?” Ésta es la verdad.

—Hablando de los presos, para Israel son “presos de seguridad”, o sea por crímenes cometidos, mientras que los palestinos sostienen que son “presos políticos”. ¿Alguien está preso por lo que piensa o realmente, como sostiene Israel, solamente por lo que hizo?

—Mira, hay un problema en el tema de los presos, eso sí, esa categoría de “presos administrativos”. Ése sí es un problema real, porque la persona está presa sin saber por qué.

—Y más que nada sin haber sido enviado a juicio.

—Exacto. Éste sí es un problema. Dicho sea de paso, no solamente en Israel sino también en Gaza y Cisjordania. Yo sé de decenas de palestinos que están allí presos de esa forma, en ese marco.

—Israel explica que recurre a ese procedimiento cuando alguien es un peligro para la seguridad, pero no se puede revelar todo el material referente a ello.

—Es cierto. Pero está claro que desde un punto de vista del Derecho internacional sería mejor sí revelar todo y enviarlo a juicio. Puede pasar que en un juicio sea sentenciado a quince años en prisión, no a sólo seis meses, como se puede tener en detención administrativa. Hay que dejar que el juez, el sistema jurídico, considere el material y decida.

El futuro

—¿Cómo se sale del laberinto actual?

—No creo que salgamos próximamente. Yo siento que quizás los palestinos precisen una o dos generaciones más para solucionar el conflicto. Pero si la comunidad internacional no abre los ojos al tema de la educación palestina, no se logrará nada. Si esto sigue, es el final de todo.

—Te refieres a la incitación al odio…

—Por supuesto. Si un niño de seis años te dice “Quiero estallar”, ¿a qué se va a llegar? Yo lo oí con mis propios oídos. Lo he visto. He hablado con niños así y lo he grabado. Es terrible. La verdad, eso sí que me da miedo. Si un maestro me dice: “Si no les enseñamos sobre la yihad, la guerra santa, la lucha armada, ¿cómo van a liberarse de la ocupación judía?” ¿Adónde vamos a llegar? ¿En qué aporta a algún tipo de liberación si ese niño muere? ¿Y si mata inocentes mientras él muere? Eso es ir para atrás, no avanzar hacia nada. ¡Basta ya!

—¿No quieres que Israel se retire de Cisjordania?

—No, porque habrá hambre. La situación económica empeorará terriblemente. Yo no apoyaría un paso así bajo ningún concepto. No creo que eso ayude en nada al logro de la paz, ni a los israelíes ni a los palestinos.

—¿Eso no mejorará la situación de los palestinos?

—En absoluto. Te cuento que hace pocos meses estuvo acá de visita el jefe de la oposición en el Parlamento de Sudáfrica. Fui invitado a sumarme a él en una visita a Ramala, con una delegación de catorce personas. Creo que quien lo invitó fue una institución judía sudafricana. Cuando él volvió a su país luego de la visita había cambiado 180 grados su postura. Cuando le preguntaron antes de su viaje adónde iba, dijo: “Al apartheid”, que es lo que los palestinos dicen que hay acá. Pues al volver dijo: “¿De qué estamos hablando, yo estuve allí, recorrí, escuché a palestinos y a israelíes, y eso no es apartheid”. Y es muy importante que gente así diga lo que ve en la realidad, porque creo que eso puede ayudar a tender puentes de confianza entre israelíes y palestinos. Atacar y condenar por todo a Israel no ayudará a traer la paz.

—Aunque las peores críticas que se oyen no sean ciertas, ¿no te parece legítimo que haya aspiraciones nacionales, a un Estado propio?

Si un niño de seis años te dice “Quiero estallar”, ¿a qué se va a llegar? Yo lo oí con mis propios oídos. Lo he visto. He hablado con niños así y lo he grabado. Es terrible. La verdad, eso sí que me da miedo. Si un maestro me dice: “Si no les enseñamos sobre la yihad, la guerra santa, la lucha armada, ¿cómo van a liberarse de la ocupación judía?”

—Sí, pero éste no es el momento. No con el liderazgo palestino actual. En diez, veinte, treinta años… Hay que ver cómo se desarrolla la situación, qué cambia. Si hay un liderazgo palestino dispuesto a tomar en cuenta el verdadero interés de los palestinos, diré que tenemos que separarnos. Pero hoy creo que no se debe hacer eso. Hoy no se puede.

Sin miedo

—Bassem, andas por el mundo criticando a la Autoridad Palestina. ¿No tienes miedo?

—No, para nada. Fui detenido una vez en el 96, en los tiempos de Arafat. Me liberaron 25 horas más tarde porque intervino en su momento el entonces secretario de Estado Warren Christopher, de la administración de Bill Clinton. Y desde entonces nunca nadie me ha llamado para advertirme nada, ni nadie golpeó la puerta de mi casa o llamó a investigación de ningún tipo en los servicios de seguridad palestinos.

—Pero esto muestra algo positivo sobre la Autoridad Palestina…

—Mira, te cuento algo que me dijo una vez alguien dentro de la Muqataa: “La Autoridad Palestina te usa, puede decir ‘Miren a Bassem, acusándonos por todos lados de cosas sin fundamentos, aunque nosotros no lo tocamos’”.

—¿Ya eres demasiado conocido para que te toquen?

—Exacto. De hecho mi trabajo y mi nombre me han dado inmunidad. Yo ando por Ramala, a veces estoy en Belén hasta las dos de la madrugada jugando “sheshbesh” con amigos.

—¿Y qué respondes a los palestinos que dicen que eres un agente israelí?

—La verdad, lo veo como un elogio. No me molesta vivir con esa “acusación”. No tengo problemas. Es que yo he aprendido algo: cuando un gobierno árabe quiere perjudicar a uno de sus ciudadanos puede decir que es un agente israelí. Eso sucede también en Egipto, en Arabia Saudita, en otros lados. Si en Arabia Saudita alguien critica al rey en público, lo que probablemente le digan es que es un agente judío. Así que no tengo problema, excelente.

Pero dejando de lado el tono de broma, te diré que no tengo ninguna duda de que yo me preocupo más por el bienestar de los palestinos que quienes se pasan condenando por cualquier cosa a Israel. Yo le digo siempre al mundo: “Si ustedes quieren paz entre israelíes y palestinos, preocúpense primero por el florecimiento económico de los palestinos, ya que eso puede traer la paz”. ®

Publicado originalmente en Montevideo.com.uy

Artículos de Bassem Eid aquí.

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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