Salida a Occidente

Exit West, de Mohsin Hamid

Exit West es una historia realista y cruda, sin ser en absoluto sanguinaria; es un relato devastador en el que la esperanza nos guía de un lado a otro, de Oriente a Occidente, a través de puertas oscuras que emergen entre lo cotidiano.

Ilustración de Luis Vazquez/Gulf News.
porque cuando migramos, asesinamos de nuestras vidas a aquellos a quienes abandonamos.
—Mohsin Hamid

“En una ciudad repleta de refugiados, pero todavía mayoritariamente en paz, o por lo menos aún sin haberse declarado en guerra abierta, un chico conoció a una joven en un salón de clase y no le dirigió la palabra.”1 Estas palabras con las que comienza la novela Exit West, de Mohsin Hamid (Nueva York: Riverhead Books, 2017), funcionan como una manera de advertencia de lo que le espera al lector. El tono remite en parte a una trivial novela romántica —el anuncio de un Romeo y una Julieta de nuestra época—, pero también nos advierte sobre la tragedia inminente de la guerra que, si no ha estallado, sus primeras explosiones ya se escuchan a poca distancia. El final de esta primera oración nos anuncia un posible desconsuelo, algo urgente, la necesidad de acelerar el acontecer de la existencia antes de que lo inevitable tome las riendas del devenir individual. La ciudad, rebosante de refugiados y cuyo nombre nunca se nos revela, está por lo pronto mayoritariamente en paz o, por lo menos, aún sin que la guerra irrumpa de lleno en sus calles. Aunque parezca extraño, sus residentes llevan a cabo rutinas como en cualquier otro sitio, como si hubiera un futuro. La voz que narra y que todo conoce nos lo muestra con claridad conforme volteamos a la segunda página:

Podría parecer extraño que en ciudades al borde del abismo los jóvenes sigan yendo a clase […] pero así son las cosas, en las ciudades como en la vida, porque en un momento estamos distraídos con los quehaceres cotidianos y al siguiente estamos muriendo, y lo inminente de nuestro final eterno no pone un alto a nuestros fugaces principios e intermedios hasta el instante en que los para de golpe.

En cierta medida la tragedia está contada. Hay una sensación de adversidad irrevocable en esa comparación entre lo cotidiano y la muerte, igual que una futilidad en el ímpetu ininterrumpido de lo efímero. Sin embargo, hay mucho más qué decir. En el recuento de esas individualidades y sus particulares recorridos de vida es cuando aparece el sentido de lo humano en su conjunto, y es por ello que se hace indispensable acelerar el acontecer.

En esta novela acompañamos a un personaje dual. Saeed y Nadia no son dos protagonistas, sino dos partes de un lazo protagónico, reforzado por un complejo sentimiento mutuo que trasciende al amor común. El héroe de esta novela no es una ni otro, sino la solidaridad entre ambos. Nadia y Saeed se adaptan a sus circunstancias de maneras distintas o hasta opuestas —las sutiles diferencias del principio de su relación se agudizan con el tiempo—, pero su unión es la columna que les permite sobrellevar los acontecimientos, incluyendo el de padecerse uno a otra y viceversa mientras se ven obligados a navegar juntos las adversidades que se suceden en cascada.

Quizás un título más afortunado en la versión castellana sería Salida a Occidente, ya que, si bien no expresa la ambigüedad de Exit como imperativo o sustantivo, sí retrata uno de los elementos esenciales de la acción contada. Y es que la novela se sitúa justo en el umbral entre la realidad y la magia…

Exit West es una historia realista y cruda en su mayoría, sin ser en absoluto sanguinaria; es un relato devastador en el que la esperanza nos guía de un lado a otro, de Oriente a Occidente, a través de puertas oscuras que emergen entre lo cotidiano; puertas metafóricas que nada tienen que ver con el acontecer del día a día; puertas que son “tanto un principio como un final”. En este sentido, la traducción del título al español publicado por Reservoir Books, Bienvenidos a Occidente, me parece que no representa el juego de palabras que encontramos en el título original, y por ello decidí dejarlo aquí en inglés. Quizás un título más afortunado en la versión castellana sería Salida a Occidente, ya que, si bien no expresa la ambigüedad de Exit como imperativo o sustantivo, sí retrata uno de los elementos esenciales de la acción contada. Y es que la novela se sitúa justo en el umbral entre la realidad y la magia: las puertas que se abren hacia una oscuridad total son como túneles hacia posibilidades de escape para salir de lo adverso, son la vía hacia la tácita esperanza de Occidente.

Hamid hace uso de este elemento casi fantástico y le ahorra así al lector el sufrimiento implícito en el hecho mismo de las migraciones que, si bien no son necesariamente forzadas, para muchos representan la única alternativa de transición hacia la libertad. En la novela no vemos nada de lo que las noticias de nuestra realidad nos entregan en los diarios constantemente: no hay descripciones de naufragios, cuerpos arrastrados por la corriente, muros fronterizos ni muertes en el desierto. Lo que observamos son personajes que cruzan ese umbral negro y reaparecen, no sabemos cuánto tiempo después, en otra ciudad y país. Al ver emerger a los personajes del otro lado podríamos argumentar que estas puertas son conductos mágicos. Pero lo que acontece en el pasaje se nos oculta y no necesariamente significa que no estuvo lleno de penurias y sufrimiento. Por lo contrario, vemos a Saeed y Nadia salir extenuados, aunque no se nos muestre lo que ocurrió en el transcurso ni conozcamos su duración. En su lugar, la voz que narra de inmediato vuelca nuestra mirada de lectores sobre la interacción de estos personajes con las sociedades que los reciben, de manera que el asunto para nosotros, desde los márgenes de la novela, se vuelve mucho más íntimo y también incómodo: quedamos confrontados con nuestra capacidad de empatía y con nuestra actitud personal ante el papel que nos toca como anfitriones involuntarios de estas personas que se instalan a nuestro alrededor.

Salida a Occidente es un relato sobre esta reorganización de la sociedad global y sus repercusiones, es la historia de una revolución sin caudillo que ocurre como un ímpetu que se alimenta a sí mismo y que, una vez que comienza, no tiene vuelta atrás.

Al avanzar en la novela nos vamos adentrando íntimamente en la relación entre Nadia y Saeed. Así, el apego que ya sentimos por ellos crece al encontrar tantas similitudes entre nosotros, los residentes lectores, y la pareja de inmigrantes. Más allá de su circunstancia, se nos parecen demasiado; podrían ser nuestros primos o amigos. Y este asunto es lo que distingue a este libro de otros recuentos sobre migrantes literarios. Hamid no se interesa en la transición y el abuso ni en el sufrimiento físico, sino en la adaptación o falta de ésta de los autoexiliados dentro de sociedades establecidas, mientras al mismo tiempo elaboran el duelo por los seres queridos a quienes abandonaron; un duelo mucho más profundo por responder a un sufrimiento autoinfligido, a una renuncia voluntaria. El narrador retrata la manera en que estas comunidades, a su pesar o no, quedarán profundamente transformadas también. Salida a Occidente es un relato sobre esta reorganización de la sociedad global y sus repercusiones, es la historia de una revolución sin caudillo que ocurre como un ímpetu que se alimenta a sí mismo y que, una vez que comienza, no tiene vuelta atrás. Con su movimiento los migrantes crean conexiones como surcos invisibles, como lechos de ríos que con el transportar de las aguas se ahondan cada vez más. Así, en cada uno de los capítulos, salvo en el último, que es más bien un epílogo, hay un pasaje en que la historia se detiene para dar lugar a la irrupción de personajes volátiles que, al cambiar de página, habrán desaparecido sin dejar rastro y sin volver a ser mencionados. Sin embargo, cada uno de éstos podría ser el apunte preliminar de otra novela. Leemos sobre una mujer de piel pálida que duerme en Sydney, mientras que de la oscuridad de su clóset surge un hombre negro que se desliza hacia el exterior por su ventana sin que ella se entere, o sobre el contador londinense al borde del suicidio que cruza el umbral hacia Namibia, o sobre la familia tamil que emerge de un portón oscuro en un centro comercial en Dubai mientras las cámaras de vigilancia registran cada uno de sus pasos.

Conforme el relato de Nadia y Saeed sigue su curso, las puertas que estos otros personajes etéreos cruzan se tornan más flexibles, más abiertas, más transitables. Se pueden atravesar de ida y vuelta, convirtiéndose así en un elemento más de la cotidianidad de quien esté dispuesto a aceptarlas.

Para navegar todos estos sucesos paralelos Hamid echa mano de un lenguaje fluido casi en exceso. Eventos, sentimientos e ideas se suceden unas tras otros, entrelazando lo práctico y sus obstáculos con monólogos internos que revelan el alma de los personajes. A pesar de la crudeza de lo que esta novela nos presenta Salida a Occidente es tan esperanzadora como determinista; posee una dualidad que no difiere de la que Nadia percibe en su interior:

[E]n una ocasión en que Nadia estaba sentada en los escalones a la entrada de un edificio, frente a un destacamento de tropas y un tanque, para leer las noticias en su teléfono, le pareció ver en línea una fotografía de sí misma sentada en los escalones de un edificio leyendo las noticias en su teléfono frente a un destacamento de tropas y un tanque, y se asustó, y se preguntó cómo era posible, cómo podía leer esta noticia y ser la noticia, y cómo podría el periódico haber publicado instantáneamente esta imagen de ella, y se fijó para ver si había algún fotógrafo cerca, y tuvo la extraña sensación de que el tiempo se torcía en su derredor, como si ella viniera del pasado y leyera sobre el futuro, o del futuro y leyera sobre el pasado, y casi sintió que si se levantaba en este momento para irse a casa habría dos Nadias, que se partiría en dos Nadias, y una se quedaría leyendo en los escalones y la otra se iría caminando a casa, y dos vidas diferentes se desdoblarían para estos dos diferentes yoes, y pensó que estaba perdiendo el equilibrio, o probablemente la cabeza, y entonces agrandó la imagen y vio que la mujer vestida con la toga negra que leía las noticias en su teléfono de hecho no era ella en absoluto.

Por un lado, somos testigos de esta sensación de desdoblamiento hacia posibilidades múltiples y, por otro, percibimos la lealtad que une a Nadia y Saeed, un compromiso que se fortalece con la vivencia común. En este tiempo decisivo nuestros protagonistas comparten experiencias determinantes, formativas del ser, y a la vez mantienen la esperanza mediante el vínculo que los une más allá de las formas tradicionales de relacionarse.

Conforme el relato nos lleva desde una ciudad sin nombre en el Medio Oriente primero hacia Mikonos, luego a Londres y, finalmente, al área de la Bahía de San Francisco, la idea de lo nativista queda expuesta en paralelo: un establishment que trata de aplicar una política de dudosa protección a favor de los residentes originarios contra los supuestos peligros que los inmigrantes les pueden significar. La línea entre nativismo y xenofobia se borra gradualmente, casi al punto de desaparecer, y las acciones tomadas en favor de esta política se vuelven cada vez más cuestionables, se tornan en un asunto relativo y fútil que se desmorona ante los hechos.

Y en cuanto a Nadia y Saeed, al final del día, la dualidad de presencia y ausencia que viven permanece y sirve para navegar la nostalgia por los que se acompañan en su travesía y por aquellos a quienes abandonaron. ®

Nota

1 Esta traducción del original en inglés al español es mía, al igual que todas las subsecuentes.

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Publicado en: Libros y autores

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