Un dedo repasa la trayectoria de la cicatriz

¿Te dolió? Más o menos. ¿Te dio miedo? No. No tanto. Neta qué pendeja estás. Sus ojos se encuentran. Puto. Pendeja. Silencio. ¿No traes un cigarro? Los hospitales me ponen nerviosa. Creo que no se puede fumar aquí. Pinche puto. Vete a la verga. Ella lo imita con voz chillona: “Creo que no se puede fumar aquí”. Cada día te oyes más puto. Él, molesto, saca un cigarro. Toma. Sus dedos ponen el cigarro en la boca, saca un encendedor y enciende el tabaco. ¿Contenta? A ver si me vuelven a dejar pasar. Ella lo mira seriamente mientras exhala una nube de humo. ¿Seguro que no quieres que te meta un dedo por el culo? Vete a la verga. Vete tu. Maricón. Al cabo que te encanta. Él mete una mano por debajo de la bata. Sus dedos se transforman en una caricia que comienza a subir lentamente por la entrepierna. ¿Ah, sí? ¿Me encanta la verga? Ella no se resiste. Lo disfruta. Sí. Te encanta mamarla y que te la metan por el culo, primero despacito y luego… Ella deja escapar un suspiro. Él comienza a dedearla. Ella lo disfruta, acerca su boca a la de él pero éste se separa bruscamente sacando la mano de su entrepierna. No. Él se huele los dedos y luego se limpia en la sábana. ¿Por qué no? Porque no. Aquí no. Pinche puto. Me gusta cómo te apesta la pucha. Es un aroma como a podrido pero dulzón. Quiero que me cojas. Mentirosa. Es verdad. ¿Entonces por qué lo hiciste? Eso no tiene nada que ver. Claro que sí. Sabía. ¿Qué? Que no me ibas a entender. ¿Que no iba a entender qué? ¿Que eres una pendeja y una egoísta? Yo no soy ninguna cobarde. Nadie está diciendo eso. Silencio. Mis papás me quieren meter a un psiquiátrico. No seas exagerada. Todo va a estar bien. Cómo eres pendejo. ¡Me van a tener sedada todo el pinche día con sus putas pastillas! Cállate. Neta cállate. Todo va estar bien. Te lo juro. Chinga tu madre. Ella arroja lo que queda de la colilla por la ventana y se acuesta mostrando la espalda. Vámonos. Ella voltea. ¿Qué? Vámonos. Pero vámonos ya. ¿A dónde? A Tijuana. No mames. ¿Qué? Ahí tengo primos. Ellos nos pueden ayudar a cruzar. Si te vas de ilegal nunca te van a encontrar. ¿Y quién dijo que no quería que me encontraran? Vete a la verga. Te estoy hablando en serio. ¿Tienes dinero? Más o menos. ¿Cuánto más o menos? Como cinco mil pesos. No mames. Con eso no nos alcanza. Nos alcanza para el camión. Luego vemos qué onda con mis primos. ¿Y tu carro? ¿No lo puedes vender? No. ¿Por qué no? Por que es mío y de mi hermano. Pues que te pague tu mitad. Mi hermano no tiene dinero. Además no podría. Se me hace una culerada. Prefiero dejárselo. Pues qué pendejo porque vamos a necesitar el dinero. ¿Entonces sí nos vamos? ¿Tú qué crees? ¿Que prefiero que me metan a un manicomio para andar drogada todo el pinche día? Tijuana está de la verga, pero es mejor que eso. No nos vamos a quedar en Tijuana. Nos vamos a ir al otro lado. ¿Con qué dinero? Eso es lo de menos. Allá conseguimos.

Silencio. ¿Entonces? ¿Qué? ¿Cómo le hacemos? Hoy en la noche vienes por mí. Pero compra los boletos de una vez. Oye. ¿Qué? ¿Me la vas a mamar en el camino? Si quieres… ¡Pero ya sabes! Luego tú me tienes que comer a mí. ¿En el camión? En el camión no. Después. Si no andas en tus días no hay pedo. Claro que no ando en mis días. Ya me voy. Consigues mota. No mames, la carretera está llena de retenes. A las mujeres nunca las revisan. Es ilegal. Eso es con los policías. A los soldados les vale verga. Pinche puto. Pendeja. [Sus bocas se besan. Es un beso largo. Tibio y suave.] ¿Por qué lo hiciste? ¿Para que quieres saber? No sé. No creo que lo entiendas. ¿Por qué no? Porque eres hombre. Eso no tiene nada que ver. Dime una cosa. ¿Qué? ¿Me quieres? Sí. Júralo. Te lo juro. Entonces hazme un favor. ¿Qué? Nunca me vuelvas a preguntar por qué lo hice. ®

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Publicado en: Narrativa, Noviembre 2012

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