Una mujer en la Unión Soviética

Tiempos de cosecha, de Marina Razbezhkina

¿Qué fue el comunismo en la Unión Soviética? ¿Cómo se vivió entre la gente sencilla? Tiempos de cosecha, primera película de la documentalista rusa Marina Razbezhkina, nos cuenta fragmentos de la historia de una familia antes y después de esa era.

Fotograma de Tiempos de cosecha.

Tiempos de cosecha es la película con la que debuta Marina Razbezhkina (Kazan, 1948) como directora en 2004. Ganadora de un premio Golden Plaquee en el Festival Internacional de Cine de Chicago y participante en el 26 Festival Internacional de Cine de Moscú y en el Festival de Cine de Taipei, se trata de un filme que retrata la vida de una mujer que vive en un pequeño pueblo de la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial. El portal de Amazon la define como “una meditación penetrante sobre la unidad familiar”, mas es la intención de este análisis profundizar en el mensaje del filme y escudriñar lo que bien podría ser una compleja crítica a la asimilación de la ideología comunista por parte del vulgo.1 Una crítica presentada con una bella fotografía que expone los diferentes ángulos desde los cuales se vivió el comunismo impuesto en la Unión Soviética.

A grandes rasgos, la película es muy simple, pero no por ello simplista. Muy por el contrario, en una época en la que la comercialización del entretenimiento ha ganado casi todo el terreno de la cinematografía, por encima de la estética de lo que alguna vez fue considerado el séptimo arte, Harvest Time es justamente una pieza sublime. La historia gira en torno a la familia del narrador, su madre Antonina, su padre Gennadi, su hermano Iván y él, así como lo que ocurre cuando su madre gana el premio de la bandera roja transferible y cómo sus relaciones familiares se van deteriorando hasta la muerte de su padre.

La narración comienza mostrando fotografías de distintas personas, personas a las que no necesariamente el narrador distingue y dice que posiblemente eran otros miembros de la comunidad, por lo que se da la impresión inicial de que se trata de recuerdos que el narrador estaría observando en una “época actual”, mientras hace memoria y narra su historia de forma biográfica. No obstante, aunque la mayoría del tiempo el espectador comparte la perspectiva del narrador, no se trata de una narración autobiográfica, menos aún cuando al final descubrimos que el narrador ha muerto durante la guerra de Afganistán, y aun así sigue narrando y comentando eventos que han ocurrido después de su muerte. Con este aspecto, el guion del filme hace un excelente trabajo de dar la suficiente información al espectador para que se contextualice, sin la necesidad de narraciones o soliloquios que parecen lecciones de historia en otras producciones. Los diálogos son pocos, pero justos para entender lo que ocurre; mientras que el resto del mensaje es transmitido por acciones, imágenes y símbolos a los que se debe prestar especial atención.

Sin adentrarnos tanto en los aspectos técnicos de la cinematografía, las técnicas están bien empleadas, teniendo en cuenta que es un filme independiente y la primera producción de Razbezhkina. Primero, la fotografía es clásica y agradable, con ángulos mayormente fijos y colores opacados por una tenue capa de sepia. Esto crea un ambiente que transmite tanto serenidad como nostalgia, lo que le recuerda al espectador que lo que está viendo son recuerdos de un pasado no tan lejano —pues está a color todavía— y que tuvo lugar en una zona alejada de los conflictos bélicos o la “acción” que suele ser más popular a la hora de contar historias sobre estos tiempos. De hecho, pese a que se mencionan dos guerras en el filme, lo único que se muestra son fotografías de hombres en trajes militares y se habla brevemente del impacto directo que éstas tuvieron en la vida de los protagonistas —el padre que perdió las piernas en la Segunda Guerra Mundial y el narrador que murió en Afganistán—.

Antonina no es muy diferente de las demás mujeres que, tras la guerra, se ven obligadas a trabajar para el sustento de la familia, ya sea porque sus maridos son veteranos con discapacidades, o viudas, en otros casos.

Curiosamente, bajo este precepto, el enfoque mantiene una posición neutral, pues no se plantea que estos conflictos hayan causado mayor desgracia a la familia. No es una crítica que se posicione o juzgue, sino una que expone la forma en la que se ven afectados los individuos que no necesariamente están en el centro del conflicto o que son figuras sobresalientes de la historia.

La familia del narrador no tiene nada de extraordinaria o fuera de lo normal, más allá del hecho de que la madre gana un premio que, eventualmente, se vuelve su obsesión la de trabajar para mantenerlo, pero tampoco es que haga nada fuera de lo “normal”. Antonina no es muy diferente de las demás mujeres que, tras la guerra, se ven obligadas a trabajar para el sustento de la familia, ya sea porque sus maridos son veteranos con discapacidades, o viudas, en otros casos.

Con este enfoque, Antonina es la protagonista que en la crítica no sólo se representa a sí misma, sino a distintas perspectivas de la sociedad: los que se veían en la necesidad de trabajar para sobrevivir, les pareciera o no —como dice el narrador al inicio del filme: “Nadie recibía un pago en las granjas colectivas”—, dejando entrever que el trabajo era necesario para recibir el sustento básico de la familia y miembros de la comunidad, pero sin la posibilidad de crear ganancias propias. Y también se podría decir, hasta cierto punto, que Antonina representa a quienes, en su momento, creyeron de forma idealista que las ideas estalinistas darían frutos en algún momento para el beneficio del pueblo.

Al comienzo se dice que Antonina tenía dos sueños: ver que su padre volviera de la guerra y tener un pedazo de calicó —tejido de algodón, realizado de forma artesanal, de aspecto rústico y semirrígido—. Al mismo tiempo se hace una toma de varias imágenes que la madre tiene pegadas en el interior de un baúl. El collage resulta curioso, ya que las imágenes contrastan entre sí, y la mayoría de ellas hacen alusión al comunismo, la agricultura y el progreso por la fuerza laboral, e incluso en un punto se ve una fotografía de Stalin. Al mismo tiempo hay imágenes de moda, mujeres en vestidos elegantes y escenas banales protagonizadas por personas que claramente pertenecen a la élite. Después de eso, el narrador dice también que trabajaba duramente, con la esperanza de ser recompensada con algo sencillo —aunque un lujo, considerando la época y su posición social—: telas con estampado. Enseguida se aprecia una escena que sin duda es una idea de lo que el niño cree que sería la fantasía de su madre, en donde la mesa en la que comen tiene un mantel muy vistoso con estampados de flores, su madre y él visten ropas hechas con esa misma tela y comen cerezas mientras miran ensoñadoramente al horizonte. Una escena que rememora a esas escenas que se aprecian en las imágenes del baúl. Por ello, parece lógico deducir que Antonina representa, al menos desde la perspectiva de su hijo, esa internalización de ideas que comienzan con buenas intenciones, pero que poco a poco se van deteriorando en un abandono emocional.

El narrador dice en un punto, al referirse a su padre: “Ahora él bebía todo el tiempo, sin parar. Mucho tiempo después me di cuenta de que no podía vivir sin amor. Podía vivir sin piernas y sin trabajo, pero no sin amor”.

Antonina es presentada como una madre amorosa y sumamente preocupada por su familia —por ejemplo, cuando el protagonista comienza a llorar por haberse lastimado el pie Antonina deja su trabajo en la cosechadora y va a socorrerlo, tomándose su tiempo para curarlo y tranquilizarlo—. Sin embargo, después de ganar la bandera roja, Antonina se enfoca principalmente en su trabajo y en cuidar que los ratones no arruinen la bandera.

El narrador dice en un punto, al referirse a su padre: “Ahora él bebía todo el tiempo, sin parar. Mucho tiempo después me di cuenta de que no podía vivir sin amor. Podía vivir sin piernas y sin trabajo, pero no sin amor”. Con esto se hace una de las críticas más sutiles a esos aspectos que suelen ser olvidados a la hora de hablar sobre el impacto que tienen los regímenes en su población: psicológico, afectivo y social.

La unión familiar y la solidaridad se vuelven algo imposible en estas sociedades fragmentadas por un régimen que, irónicamente, promueve el trabajo comunal. Las condiciones de vida que crea el sistema provocan justamente estos males en los que el objetivo es sobrevivir y trabajar para cumplir con cuotas de producción, mientras se autoconvencen de que esta dinámica dará frutos y traerá consigo una vida mejor en el futuro, creando una meritocracia colectiva y autoimpuesta.

Para cuando Antonina se da cuenta de que las cosas están mal es demasiado tarde. Su esposo ha muerto y a ella sólo la invade la culpa de no haber estado con él, de no haberle dedicado más tiempo y cariño. En su desesperación, abandona toda lógica y realiza un ritual en el que sacrifican a un ganso. No se especifica qué es lo que Antonina exactamente quiere obtener del ritual, pero parte de éste puede ser el de aliviar la culpa de lo que ella misma internaliza, ahora como negligencia por haber sido “mala”. Desgraciadamente, no parece haber ningún efecto por el ritual, y la siguiente escena es de nuevo la ceremonia de premiación en la que Antonina vuelve a ganar. Sin embargo, en esta ocasión, no se ve para nada la celebración, ni siquiera emoción por parte de Antonina, quien más bien parece muerta por dentro, inexpresiva. Esta actitud se traslada a escenas posteriores en las que se encuentran en casa, ahora sin Gennadi.

Cartel, tomado de kinopoisk.ru

La música de fondo transmite esa melancolía que impregna el ambiente, a la vez que los enfoques nos invitan a entender que, por muy triste que sea la situación, la vida continúa —se pasa de enfoques centrales de Antonina triste a los niños jugando, para después enfocarse en la ventana y, finalmente, en el cielo.

Con esto se podría decir que la historia ha terminado, mas no es así. La escena se corta momentáneamente para mostrar metraje de niños en blanco y negro, que nos traslada a un departamento en algún lugar de la Unión Soviética. En el departamento hay un teléfono y un televisor, por lo que se deduce que ahora nos encontramos en la ciudad y en una época más reciente. El lugar está siendo desalojado y lo primero que se llevan es una mesa, con todo y los platos sucios, así como una fotografía de quien parece ser Antonina. Entonces vemos a una chica, desconocida hasta el momento, que está hurgando entre las cosas del departamento, sacando varios objetos que se comienzan a reconocer —como el avión de madera y el camión de juguete del narrador—, mientras de fondo se escucha una canción en el televisor que habla de los campos y lo buenos que son los agricultores. En ese momento es cuando el narrador interviene de nuevo y comienza a decir que no reconoce el lugar, que nunca ha estado ahí, pero que ésas son sus cosas y que ahí están las fotografías de sus padres.

“En esa pequeña foto estoy yo en Afganistán. Es mi última foto instantánea. Morí de una forma tonta. Nuestras fuerzas fueron confundidas en la oscuridad y dispararon a nuestros soldados”.

Vemos las mismas fotografías que estaban en su casa de la granja, pero ahora hay una de él, ya como adulto, y entonces dice: “En esa pequeña foto estoy yo en Afganistán. Es mi última foto instantánea. Morí de una forma tonta. Nuestras fuerzas fueron confundidas en la oscuridad y dispararon a nuestros soldados”. Y es así como nos enteramos de que él ha muerto. De la misma forma nos cuenta que: “Iván murió antes, fue apuñalado en una pelea de borrachos. Cómo vivió nuestra madre después de eso, no lo sé”, por lo que deducimos que toda la familia ha muerto.

Es factible creer que, por el tiempo transcurrido, Antonina ya ha de ser muy mayor, o incluso está muerta, pero que perdió a toda su familia antes, quedándose sola. No obstante, es curiosa la escena en la que, a un lado de la última foto del narrador, hay un espejo en el que se refleja la joven desconocida, insinuando que tal vez podrían tener alguna relación pero, al no haber información, no se puede asumir que sean parientes —quizá, por la edad, una nieta de Antonina.

No queda muy clara la época en la que nos encontramos en esta última escena del filme, pero se puede asumir que, por lo menos, es a finales del siglo XX; quizás en lo que se conoce como la Perestroika —periodo de reforma económica para desarrollar de nuevo la estructura interna de la Unión Soviética, reorganizando el sistema socialista—. La guerra de Afganistán fue un conflicto que duró de 1978 a 1992, por lo que es plausible asumir que la escena final está tomando lugar en ese periodo.

De la misma forma, debido a las características que se ven en el vestuario de la chica, así como el pequeño recorrido que da en patines por la ciudad, se podría pensar que se trata de una época en la que la guerra ha concluido y el Muro de Berlín ha caído (9 de noviembre de 1989). No obstante, de forma paralela, durante la escena del interior del departamento, en la televisión que está a un lado de la chica la programación parece hacer alusión a tiempos pasados. La canción que se escucha menciona explícitamente lo atractivos que son los “operadores combinados”, cuya función es la de operar el equipo agrícola para la cosecha. Puede deducirse que es parte de un reportaje o propaganda socialista que hace alusión a una época —pasada o presente— que todavía tiene el ideal de instrumentar esa ideología. Además de la canción, se muestra un fragmento de lo que parece ser una entrevista en el campo, en la que un hombre le pregunta a otro: “¿Cómo es la granja colectiva?” y éste responde simplemente “Está bien”.

La colectivización de las granjas comenzó con Stalin en 1928 y se extendió como una imposición hasta 1940, cuando se consiguió que toda la agricultura soviética se desarrollara de esta manera. No obstante, a finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania ocupa regiones de la URSS, se impone un intento de descolectivización.

Si bien con la muerte de Stalin en 1953 las cosas cambian o, por lo menos, comienza un proceso de desestalinización, en el que se pretende poner fin al culto ideológico de este personaje, aún se mantienen los ideales comunistas–socialistas. La historia principal del filme tiene lugar en 1950, en una zona rural, por lo que se puede asumir que todavía se está viviendo bajo el estalinismo, y Antonina es una representación de esas ideas puestas en práctica. En contraste, la última escena se sitúa varios años después en un contexto distinto y urbano, pero las ideas continúan de alguna manera, y puede verse a la chica como un paralelismo de Antonina en la nueva época.

“¿Y quién es esa chica? Tampoco lo sé”, dice el narrador, y poco después la susodicha encuentra la bandera, o lo que queda de ella. Apreciamos cómo Antonina fue remendando la bandera roja con el pasar de los años, reduciéndola cada vez más, hasta que sólo quedó un cuadrado en el que se ven los perfiles de los tres padres del comunismo: Marx–Engels–Lenin. Desconociendo, posiblemente, el significado de aquel trozo de tela, la chica decide utilizarlo como pañoleta en la cabeza y, finalmente, sale a dar un paseo por la ciudad, concluyendo la película con un plano de los edificios blancos que se difuminan para dar paso a los prados de la granja, mientras al fondo suena la canción sobre una cabra que el padre solía cantar, reforzando así la idea del paralelismo de las situaciones y épocas.

“¿Y quién es esa chica? Tampoco lo sé”, dice el narrador, y poco después la susodicha encuentra la bandera, o lo que queda de ella. Apreciamos cómo Antonina fue remendando la bandera roja con el pasar de los años, reduciéndola cada vez más, hasta que sólo quedó un cuadrado en el que se ven los perfiles de los tres padres del comunismo: Marx–Engels–Lenin.

La chica representa ahora la forma en la que se perciben las ideas del comunismo, tal cual, como ideas que “se ven bien” y que no necesitan una referencia histórica para ser “entendidas” y adoptadas por los nuevos ciudadanos. Queda implícito que al final sí ha ocurrido algún progreso, reflejado en la modernización, en el cambio de lo rural a lo urbano, pero de la misma forma se dejan en el aire las posibles consecuencias que enfrentará una sociedad cada vez más enajenada y que experimenta los estragos de una modernidad tardía. Algo que Byung–Chul Han llamaría en 2010, seis años después de la producción de este filme, la sociedad del cansancio. En la filosofía de Han, Antonina pertenecía a la sociedad de rendimiento, en la que los individuos vivían exigiéndose a sí mismos en busca de su realización. Esa sociedad fue evolucionando hasta llevarnos a un desaceleramiento involuntario de la vida activa por culpa del cansancio, aunque las exigencias sociales sigan reprochando que el individuo debe organizar su tiempo para siempre estar haciendo o produciendo algo.

Harvest Time expone las vivencias del pueblo, ciudadanos comunes y corrientes que sufren el impacto del régimen comunista en la Unión Soviética, en este caso, pero que también se puede criticar en la sociedad general, la cual se va deteriorando poco a poco, como ocurre con Antonina. ®

Notas

1. Entendiendo vulgo como la definición básica de conjunto de la gente popular o conjunto de las personas que en cada materia no conocen más que la parte superficial.

Referencias

Bordwell, D., Thompson, K., & Smith, J. (2016). Film art: an introduction. McGraw–Hill Education.
R. G. Grant (ed.) (2017). El libro de la historia (trad. Montserrat Asensio y Joan Andreano Weyland), 1a ed., Penguin Random House.
History Channel (2009). A&E Television Networks. Joseph Stalin.
Radiotelevisión Española RTVE [USAHavana] (27 de febrero de 2018). Stalin y la URSS: El Imperio de la Muerte.
Razbezhkina, Marina (2004). Harvest Time (Время жатв). Kino International.

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Publicado en: Cine

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