CUMBIA TOTAL

(para todas las morritas que la quieran cotorrear)

I

Después de meterse la primera línea de cocaína de su vida, Dionisio García de la Vega tuvo su primera epifanía: la vida estaba en otra parte, y la vida se vivía a pelo suelto y marcando el ritmo sabroso. La cocaína no le dictó tal mandamiento. Fue Rigo Tovar que manifestóse en una llameante rocola del Bar Flamenco. Rigo y la Costa Azul que hacían menear las caderas de ñoras gordas, viejitas y pachangueras. Si Rigo hacía feliz a la celulitis y las arrugas, él, Dionisio García de la Vega, tenía que hacerlo. Ésa fue la primera revelación.

Dionisio no la tenía fácil. Había pasado su adolescencia escuchando música oscura, casi siniestra y de tendencias suicidas. Había sido un seudo darky que quería cantar como Ian Curtis. Pero ahora había visto la luz, white light/white heat como si Lou Reed cantara a dueto con Wilfrido Vargas oye, abre tus ojos. mira hacia arriba / disfruta las cosas buenas que tiene la vida. Dionis abrió los ojos y la nariz y el oído y el espíritu y una bolsita de un gramo y snif snif y un trago y ahhhh. Tenía que salir a la calle, dejar la archirreterrecontraoscura soledad de su habitación para conocer la barriada cumbianchera. Tiró muchos de sus discos y revistas a la basura. Otros los guardó en una caja con todo el dolor de su sangriento coração. Ay hooooooooombreees, resonó en su interior, aún sin conocer a la Internacional Sonora Everest.

Como el papá de Dío tenía un negocio en la Juárez a una cuadra del mercado homónimo, la cultura y el ruido del pópulo se le habían embarrado aunque fuera como caca de pájaro. Nomás tenía que meterse a fondo porque allá muy en el fondo él sabía que todos tenían una bomba para bailar, una bomba para gozar.

Lo primero que tuvo que hacer fue cambiar su ropa. Se despidió de los zapatos negros, de las calcetas negras, de los pantalones negros, de las playeras negras, de todo lo negro menos de su pelambre. En la tienda de su papá agarró playerucas de colores más acá pa la perrada. Ora sí, una vez coloreado se enchuló con unos Converse para salir a la calle. Debía seguir su camino.

El hábito no hace al monje ni la ropa tumbada al cholo. Dionisio lo sabía. Su ropa era una piel para que no lo miraran acá raro y para olvidarse de la mamonería gótica que puras chaquetas le había dejado.

Empezó desde cero o casi. Dos cosas estaban a su favor: haber nacido en Torreón donde la cumbia se lleva en la sangre y tener un cuate avezado en cumbiología lagunera, un tipo autodidacta y con filin para marcar el su cu susú. Él fue quien lo hizo redescubrir el centro, redegustar los lonches missstos y catar la michelada. Este carnal, podría decirse, era un ángel hecho peda, un hombre-peda, un chinguetas: Rafael, dios sana sana con la Sonora Tropicana.

El estudio de la cumbia no se da en salones de clase. Rafita y Dionisio salían a la calle, pero ora con una sensibilidad trucha, al tiro, Ésos son Tropicalísimo Apache, eje jeje jeee, Apache, en tu corazón, recuerda, mi loco. Dío aprendió las diferencias, antes ocultas como arcanos, entre las cumbias lagunera, defeña, sonidera, vallenata, colombiana, villera, sonorense, barulera, tecnocumbia, power cumbia, etcétera, etcétera. Cumbia Lagunera, papá, Ése nombre sí me cuadra, pero más la tonadita.

Durante ese tiempo Dionisio no coqueó con Rafa. Él no era loco. Él era sano. Pedote y desmadroso, pero sano. Cuando oían Vicente Fernández Aaaaay ,aaay amor, aaaay qué dolor, Dionis escuchaba Aaaaaay ya no hay pasón, aaay qué dolor. Su primer fogonazo y los consecutivos con polvo blanco le habían dado una claridad endemoniada que no quería abandonar. Además no había dejado de escuchar rock y sentía que podía llegar a ser el Jim Morrison de la cumbia ácida. Come on baby, light my fire, 40 grados, nena, yo me quiero quemar. Una noche lo decidió: se dejaría la melena mesiánica. Profeta del ácido, profeta tropical, profeta Marco Antonio Solís, ese güey le cagaba, pero qué chingados, con la melena acá como Jesuschrist partiría las aguas del Río Nazas con un solo ritmo de su cumbión.

A Rafa lo dejó de ver un tiempo. Se retachó a su ciudad natal, San Pedrosburgo, paraíso de la heroína. Dionisio quedó como novia de rancho, con la garganta prendida de esperanzas; quería cantar machín en bailongos, quería llenar estadios, reunir más gente que el Papa. Pero ora estaba solo sentado en el Flamenco. Necesitaba otra revelación acá, necesitaba un pasón y date date para arriba pa que bajes la barriga, éste es el baile del gavilán. Así fue, papá.

Dionisio se consiguió un jale grabando bodorrias. Ahí conoció mamacitas, No hay modo, chiquilla?, y conoció bandas cumbiancheras, baladeras, poperas y en fin que todas boderas. Al principio como que se animó a meterse a una bandilla, pero paleteó gacho, dónde estaba Rigo cuando lo necesitaba? Aaaaaay ya no hay pasón.

Grabó muchas quinceañeras, bodas, despedidas de soltera, misas. Lo más suave eran los bailongos, toda la raza bien prendida acá como carcacha paso a pasito no dejes de tambalear biip biiiiip / uno, dos, tres, cuatro / bip biiip. Toda la raza en el alucine machín mientras Dionisio los wachaba con el lente, zoom aquí, zoom allá, un culote aquí, unas tetas acá, los borrachos por allá. Era casi un espectáculo dionisiaco, a la griega old stail, se ponían máscaras, pelucas, lentezotes, todos bien pedos, entrados, sonriendo, la música a madres, risas, bebidas, saludos al de la cámara, poses, besos, todo el filin cósmico en el culo de Selena que murió por nosotros, virgen santísima, como la flor, con tanto amor…se marchitó.

Una noche después del bodorrio Dionisio, ya con melena crecida, habló con los de Tropicalísimo de Cáncer. Ellos traían el cumbión, valía la pena intentarlo, pensó Dío. Quiúbole qué, no hay modo?, Qué pitos tocas?, Pos canto acá machín… pero también toco el güiro. La neta Dionisio estaba nervioso, chupaba truza cañón, no era cualquier banda, era Tropicalísimo de Cáncer compuesta por ex integrantes originales de la Internacional Sonora de Capricornio, una leyenda lagunera aún viviente. No necesitaban otro cantante, pero les cayó bien el chavo, lo invitaron a ensayar para calarlo, quizá Dionisio podía cantar algún corito acompañado de una cholita rica y apretadita, quizá, quizá, quizá.

Dionisio juró ante Tropicalísimo de Cáncer como más endenantes se juraba el amor A donde ustedes la rolen, la rolaré yo; y donde ustedes tiren barra, tiraré barra yo; su barrio será mi barrio y su Cumbión será mi Cumbión. Acto seguido manifestáronse sendos cartones de Carta Blanca y ochos de cocaína. Del pachangón loco se supo en toda la barriada y se dijo que duró hasta ritmos no identificados.

En las presentaciones en tardeadas, bodas y en bailongos acá masivos Tropicalísimo de Cáncer se reservó a Dionisio para algo grande. Desde que lo adoptaron supieron que era un bato cabrón, que no se andaba con mamadas, que traía la mera vena y estaba clavado en la Cumbia. Dejaron que afinara garganta y se forjara como Dios manda, acá en el solazo buscando caguamas, comprando mota en la esquina y tirando barra con la clica. Tenía primero que curtirse para cantar con filin sincero, porque la cumbia era, ante todo, un ritmo de corazón.

No todo era bonito como las damas de la cultura lo pintan. Torreón era una ciudad jodida y cochina y los retenes antidrogas estaban más cabrones que nunca, había federales y soldados, y la raza se prendía cabrón, se ponía agresiva, matona; la neta a veces el Dionis andaba ciscado. Se había metido al reino oscuro Tropicalísimo Canceroso, pero no se podía rajar aunque la vidorria no fuera siempre como la cumbia sabrosita si la bailas suavecita y abriendo los brazos; nel, los brazos se cerraban para no recibir más madrazos. Dionisio ya había puesto toda la carne en el asador, ya hasta traía la melena acá como Jesús stail, hasta se había puesto flaco y demacrado y no le habían faltado putizas para ponerse, ora sí, después de varios meses, en su mero mole.

La cumbia era música para todo el día, para todas las horas, pero su esplendor más machín se daba en las noches, porque la noche había enseñado a la raza a abrir los ojos y afinar el oído, a moverse cadencioso entre multitudes apenas aluzadas por luces negras o colores sin mucho colorido. Entrar en la cumbia era entrar al reino de la noche Auuuuuuuuu me convierto en un lobo / cuando miro la luna llena. Dionisio acomodaba amplificadores mientras pensaba todo esto, La noche la cumbia, hacía pruebas de sonido, movía cables, La noche la cumbia, se ponía lentes oscuros de aviador, acá de gota Ray Ban a la Rigo stail, La noche la cumbia, y sintió el beat que electrizaba todo su cuerpo, como si Margarita la diosa de la cumbia manifestárase en un susurro leve y sensual al oído, así es el hombre que yo amo. El guateque ya iba a empezar. Dionisio García de la Vega, con los ojos cerrados, respiraba profundo e invocaba a los dioses de la cumbia, porque ora sí se iba a calar, ora sí vería si traía con queso las gordas en eso de la cantada. Estaba en el sacrosanto Premiere, reino de la noche, ora cantaría sus himnos.

II

Ya va a llegar la noche del gran cumbión, ya todos los compas están llegando… Dionisio invocó a la Santísima Trinidad de la cumbia, Rigo el Padre que es Amor, Margarita la Diosa que se hizo mujer y Tropicalísimo Apache el espíritu eje je je jé que se lleva en el corazón. Les hizo respectivas libaciones con un caguamón de Carta Blanca, se chupó el resto de un trago y se metió tres líneas de soda que formaban un triángulo. Dionis estaba listo para abrir la noche en el Premiere, el lugar más bello de Torreón, más bello incluso cuando me amas así y muerdes cada parte de mí, mmmmm.

Bueno sí, bueno bueno sí, claro que sí, uno dos tres probando… Buenas noches Comarca Lagunera, qué bueno que están aquí en el Bar Premiere, el lugar más bonito de la Comarca Lagunera para bailar cumbia cumbia cumbia, nosotros somos Tropicalísimo de Cáncer y vamos hacer bailar a todas las chicas guapas que están ahí sentadas esperando, a su disposición, caballero… Y vamos a empezar con una canción que todo mundo conoce y si no pues la van a conocer, es un baile nuevo para que la tumbes pero no hacia abajo sino para verla gozar, y cómo dice?, ésta es la cumbia, a bailar!, tumbala tumbala tumbalá moviendo las caderas tumbalá tumbalá muchachas. Dioniosio se la rifó acá matón, cantó como los dioses y amenizó chidote el baile, Señores veo a muchas muchachas ahí sentadas, qué pasó?, sáquenlas a bailar, recuerde que el que picha pichonea, y saludos a mi compadre Polo Flores y su familia en Nuevo Laredo, y que se escuche la bulla machín (uuuuuuu), no se escucha, órale, raza que se escuche la bulla machín (UUUUUUUUUU). Tropicalísimo de Cáncer prendió la pista, las ficheras ficharon como nunca, la soda se vendió como nunca y Tropicalísimo de Cáncer sonó como nunca. Dionisio García de la Vega parecía poseído, echaba un salivero musical bien suave, como nunca, se lució.

Esa primera noche le fue de rechupete, aunque a la salida mataron a unos morros, nadie supo cómo o por qué, sólo se escucharon los balazos de cuerno de chivo afuera del Premiere. Dionisio sabía que el camino era un desierto larguísimo, que podía durar cuarenta años para encontrar la Cumbia Prometida por la rocola en llamas de su primera revelación. Faltaban bodas, quinceañeras, bailongos en La Fe Music Hall, en la Plaza de Toros, en el Palenque, en bodegas diversas que la hacían de antro. Faltaban también accidentes con los cables, fallas en el sonido, mala ecualización, que se fuera la luz, que la raza se malviajara y se madreara. Faltaba todo ese mal rollo. Pero la primera prueba estaba superada… y seguirían tocando de nuez con cacahuate para que no te enojes pues mi cuate.

Todo cantante de música popular aunque sea feyote y cante regacho al subirse al escenario se convierte en un galán, Rigo Tovar fue tan Galán como un sex simbol del cine hollywoodense ya sea Brad Pitt o Johnny Depp o su equivalente mexicano Mauricio Garcés. Todo cantante deviene galancete en el escenario y en la barriada. Eso lo empezó a sentir Dionisio, lo sentía acá como vibra machín, vibra galán :::::::::: inexplicable, galán :::::::::: pipiripau :::::::::: galanazo de oro :::::::::: si me dicen la guayaba :::::::::: galán de la cumbia :::::::::: porque me siguen las mujeres :::::::::: vibra galán :::::::::: yo soy el hombre que las quiere :::::::::: el otro hombre que esperabas ver, acá macizo, ponedor, Galán :::::::::: pipiripau :::::::::: Dionisio no era tan feyote ni cantaba tan gacho, tampoco era un carita ni tenía un cuerpazo macizo, pero la morritas gritaban cuando salía a cantar con la banda, y lo perseguían para que las toqueteara un rato después del baile :::::::::: vibra galán :::::::::: pipiripau :::::::::: Las morritas desfallecían como si fuera el Gallo de Oro resucitado al tercer día según la narcoescritura, estaban clavadas en la Biblia, así es la raza guadalupana maquiloca. Dionis se creía pues un Macho peludo y vergón, no como la banda metrosexual que salía en la tele, puro adonis acá sin pelo en las axilas, él sí era un Machote cumbianchero que se arrimaba dos/tres culitos bien parados y redonditos, como se los recetó el doctor, adolescentes en su mero mole, buena pierna buen culo pero dos pellizcos como chichis, dos pezones bien prietos y bien parados eran toda la chichi que cargaba la mayoría de las morras, pero no había fijón, Dionisio era un Galán ni modo que qué.

La banda no tenía el mismo pegue con las viejas, si acaso el bato del bajo se agenciaba una que otra pero los demás batallaban, no porque estuvieran feyotes y regachos sino porque no eran el cantante, o sea, El Artista, el que puede salir en Videorola y Bandamax y en todos los programas de espectáculos. Tal vez por eso la banda lo empezó a desafanar del cotorreo, Pinchi bato mamón, nomás agenciándose las morras pa sus huesos, decía uno, Nomás falta que se empiece a agenciar la soda también, decía otro, Ojalá y se le pegue un chancro o una mamada así, decía otro, y así se iban mentando madres de Dionisio García de la Vega el Galán del Momento. La banda Cancerígeno Tropical también se siente traicionada, usada, mal pagada y al Dionis lo veían como un ingrato con mi pobre corazón, ay vida mía. Y aunque Dionisio lo negara, la mera neta era que no dejaba de preguntarle al oráculo-póster de Rigo por su futura mujer será una rubia, una pelirroja?, será chaparra, será grandota?, será bonita, será feyota?, será flaquita, será gordota?

Una noche conoció a una morra en la boda de una amiga de la banda, se llamaba Jessica, ojitos mentirosos no me mires, y le había gustado machín, acá para salir de manita sudada a la Alameda y al cine. Se besaron ricosuavemami, con filin, sintiendo la vibra :::::::::: ricopapi :::::::::: pipiripau :::::::::: si me pones la mano tú me pongo sudoroso, si me pones la mano tú me pongo grave, y se pusieron bien sudorosos y graves. La Jessi era una chavita alivianada, chida, buena pierna buen culo, senos de pellizco, con algo inexplicable, misterioso, acá machín y suavecito suavecito como la Tesorito o o o. Dionisio la invitó a salir varias veces, salían a tirar barra, al cine, a pistear, a comer nieve, a bailar. Se llevaron bonito y cachondo, más cachondo que bonito porque el Dionisio era :::::::::: un Galán (pipiripau), un Artista, le pertenecía al público y se dejaba querer y cachondear, y Jessica entendía o tenía que entender la cancioncita de Rigo, perdóname mi amor por ser tan guapo.

Dionisio era cabrón pero Jessica no cantaba mal las rancheras y además bailaba reguetón. Jessica tenía un hijo, un chamaquito de poco menos de dos años que le gustaba cotorrear, era un niño a veces fastidioso como todos. A Dionisio no le importó, se la pasaba chido con el niño y cogía riquísimo con Jessi.

Después de buen sexo se puede hablar de amor, eso lo estaban entendiendo los dos J y D, después del sexo es válido, aunque idiota, enamorarse; antes ni durante el cachondeo se puede hablar de amor, es una gachísima falta de etiqueta. Después de una buena cogida Jessi le disparó a quemarropa Te quiero, suspiró hondo como de película, Dionisio pensó dos-tres segundos y antes de que el silencio se volviera filero en el hígado le dijo Yo a ti. Ay, papel, desde entonces se vieron todos los días y no nomás los fines de semana. Él iba a casa de Jessi que vivía sola con su niño, compraba la cena, se quedaba a dormir, compraba el desayuno y la postday cuando hacía falta, luego se iba a pistear y regresaba a coger, pero primero tenía que esperar a que se durmiera el niño y, acto seguido, copulaban salvajemente al ritmo de Don Omar.

Los días y noches con Jessica eran perreo, perreo y más perreo, pero una mujer que no sea más que perreo no es mujer, porque la mujer, además de perra, es cabrona, es decir, ladran Te amo Te amo Te amo cada que pueden escupirlo. Y Jessica, pese a su edad, era una mujer.

Habían pasado muchos días desde que Dionisio había cantado por última vez con Tropicalísimo de Cáncer, que se deshizo después de que el bajista y el tecladista (los líderes fundadores del grupo) murieron en el tajo intentando salvar a una niña que había caído accidentalmente. De repente el Dionis quiso buscar jale con la Alegre Sonora Sonorense pero lo mandaron a chupar faros porque esta raza ya tocaba chingón, una mezcla de hardrock ochentero y requintos de Joe Satriani con ritmos de cumbia lagunera y coros minimalistas a contrapunto, con una vocalista bien mamacita. Después de ese segundo rechazo ya no quiso probar suerte con Los Chicos de Barrio ni La Sonora Everest ni Los Capi ni Tropicalísimo Flamante ni el Orquestón Loco, ya ni ganas tenía de viajar a Matamoros Tamaulipas a buscar a la mítica banda Costa Azul.

Dionisio escuchaba a la Sonora Dinamita ae ae ae ae / ae ea / ae ae ae ae / ae ea. Estaba en el chante de Jessica, solo, sin ritmo, recordando a Tropicalísimo de Cáncer. Pensó que un día caminaría sobre las aguas invisibles del Río Nazas, acá con el apoyo de la gente de la Laguna, raza chingona, raza cabal. Jessica estaba en la escuela y su morrito en la guardería. En qué mal momento se los cargó la chingada, pensó, tan bonito que tocábamos, tan rico, tan suave, sí rifábamos y los puestos de los discos piratas nos estaban apoyando; pero la raza se tenía que abrir, no aguantaron vara por putos. Dionisio entendió, como mandan las leyes del espectáculo, que si quería hacer algo en el medio tenía que ser solista y a lo mejor cambiarse el apellido por Fernández, Rivera o Elizalde. No había de otra, llorá corazón llorá que tu lagunero no vuelve más. Los colombianos tenían razón, la cocaína era pura vida y por el cumbión valía la pena perderla. Selena no había muerto en vano. Ni sus compas en el tajo. Cambió de musiquita: Rigo encendió el estéreo como si fuera un árbol en llamas que tocara la divina palabra. Había pasado muchos días sin drogas, Dionisios estaba perdiendo el aire macizo de cantante tropical maldito. Esperó a que Jessi regresara. Le cantaría bonito al oído, como endenantes.

A orillas del río Nazas hay un lindo cantón A orillas del río Nazas hay un lindo cantón Con un muchacho que llevo muy dentro del corazón Con un muchacho que llevo muy dentro del corazón Mi Dionisios querido nunca te podré olvidar Mi Dionisios del alma nunca te podré olvidar Si naciste en mi pista (nunca te podré olvidar) Si te criaste con mi cocaína (nunca te podré olvidar) Mi Dionisios querido nunca te podré olvidar Mi Dionisios del alma nunca te podré olvidar…

Así como a José se le presentó el ángel en sus sueños, así Rigo Tovar manifestose en la mente de Dionisio y le cantó un himno personal, íntimo, un código descifrable sólo para ellos dos. Dionisio tuvo una semisegunda revelación.

Se levantó en la madrugada mientras el hijo de Jessica lloraba, él salió al patio y se echó una caguama helada, era una noche caliente, sofocante. Se quedó algo así como pensativo y somnoliento, empinándose la botella para aclararse la vista y afinar el oído con el caguamón. A lo lejos oía los gritos del bebé y más lejos todavía escuchaba un rumor misterioso y nocturno acá machín, pensó que era el síndrome de abstinencia pero la neta era que aún escuchaba a Rigo Tovar cantando una rolita sólo para él, para Dionisio García de la Vega, una rola interna y, sin embargo, divina, de ensueño, de rechupete.

De rato llegó Jessica y lo abrazó, se quedaron silenciosos escuchando cada quien su noche, ella aún tenía los gritos de su hijo y él escuchaba a Rigo es Amor: quítate la máscara ven a gozar, quítate la máscara ven a bailar, quítate la máscara para gozar, quítate la máscara para cantar. De pronto todos los pensamientos que lo agüitaron toda la tarde se retacharon, todo lo tenía claro, Gracias Rigo. Dionisio tuvo su tercera revelación, tenía que quitarse la máscara para cantar y buscar la Cumbia Prometida; Rigo tenía su Matamoros querido, Tropicalísimo Apache tenía su en La Laguna pero ésos eran paraísos terrenales, no eran la CUMBIA DEFINITIVA, la CUMBIA TOTAL, se acercaban e incluso eran parte de la odisea cumbianchera, pero no eran la meta. Dionisio García de la Vega aceptó convertirse en otro más de los profetas de la CUMBIA DEFINITIVA.

Se metieron a la casa y esa noche hicieron una antología de caricias, como si fuera la primera noche cuando ella le dio su primicia. Se durmieron cansadotes y casi acalambrados de tanto bailar la rica danza del canchis canchis. Ora sí regresaba el cumbión, el baile, el ritmo tropicoso sabrosón como caballo loco con su morena. Dionisio se levantó de la cama y se vistió, no dijo nada, sólo vio a la Jessica echada toda sudada y en pelotas y pensó que Ya fuga, no se puede confiar en una morra que se sepa una rola de Timbiriche, porque después de cogérselas se enamoran, ya fuga. Dionisio salió de la casa, era de madrugada, el Bar Flamenco todavía estaba abierto, ahí se empinaría otras caguamas, se metería unas líneas de cocaína y seguiría con su camino, pues sí, quiere más o le guiso un huevo? ®

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Publicado en: Abril 2010, Narrativa

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  1. Gracias, Jorge. A lo mejor como reza la autocrítica: un kilo de tijera no es tijera.
    Un abrazo y ¡sabor!

    nazul.

  2. Chido one, Nazul.
    Al final se hace un poco cansón ¿no?, pero está suave / suave / suavecito

    Un abrazo,
    Jorge

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